lunes, 10 de noviembre de 2025

LORD JIM

 

LORD JIM



En la novela de Conrad Lord Jim —basada en un hecho real— el joven marinero inglés, primer oficial del buque Patna, abandona el barco junto con el resto de la tripulación dejando a la merced del embravecido océano al cargamento de cientos de peregrinos malayos que se dirigían a La Meca en peregrinación. La tormenta era furiosa y el casco de la nave comenzó a romperse y “parecía” que no iba a aguantar el temporal condenando a todos a una muerte segura.

No fue así: la nave aguantó y Jim, junto al resto de los tripulantes, fue rescatado por un barco francés. Poco después el Patna fue encontrada flotando a la deriva y remolcado a puerto seguro con todos los pasajeros vivos para oprobio del capitán y resto de la tripulación.

Hubo juicio y Jim fue desposeído de la cualificación como oficial de la marina mercante británica, lo que significó un duro golpe para el honor del joven marino.

La vida le había puesto en una encrucijada y no había estado a la altura. El resto de la novela (también película, protagonizada por Peter O’Toole) no es sino la búsquedade otra encrucijada de la que pudiera salir airoso y sirviera de expiación a su culpa. La situación no llegó a presentarse —o sí— pero la hubo de pagar con su propia vida.

 La vida no nos pone en esa clase de aprietos ni a todos ni mucho menos todos los días. A algunas persones me atrevería a decir que no las pone jamás, pero a muchos otros sí. Un día como otro corriente un hijo, un padre, un hermano, un cónyuge necesita un riñón y resulta que uno es compatible; otro día uno tiene que sacar del agua a alguien en peligro de ahogamiento, ser generoso en esa herencia que beneficia al hermano necesitado o renunciar al trabajo soñado por el accidente de alguien cercano que nos necesita a su lado. En esos casos  hay que decidir: ¿voy o me quedo?, ¿cedo o soy inflexible?, ¿salto o no salto?

Y de lo que uno haga en ese momento va a depender en gran medida la paz de espíritu y el sueño o el desvelo de las oscuras noches de invierno.

Mazón tuvo su examen y falló. El momento de su vida en el que los dioses decidieron ponerle a prueba él escurrió el bulto. Hay quien alega que su concurrencia en la toma de decisiones el día fatídico habría sido irrelevante, y tienen razón. Otro indeciso más en el grupo. Incompetencia, errores de juicio…, pero eso carece de importancia. Lo único que se le pide al capitán del barco es que esté  en el puente de mando durante la tormenta y se hunda o se salve con la nave según decidan los del Olimpo. Y Mazón sabe —¿quizá sabía?— que “esa” era la tormenta y decidió evitarla por la mezquina razón de que le estropeaba el banquete de ricos manjares  y quién sabe si otras amenidades.

Le ocurrió a Esaú, que cambió su primogenitura y su reino por un plato de lentejas —sin siquiera postre ni sobremesa—, le ocurrió a Lord Jim que anduvo vagando el resto de sus días tratando de expiar la culpa. ¿Qué le espera a Mazón? ¿Una canonjía con buena paga y muchas noches de desvelo? Pues, oigan, no le arriendo la ganancia.

Román Rubio

Noviembre 2025


 




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