MITOS DEL TEBEO
Que los tiempos traen cambios, no es ninguna novedad
y desde los 60 hasta aquí ha llovido mucho. En aquella década (la de los 60) se
produjeron enormes impulsos en asuntos sociales como la igualdad de género y
raza, se generalizó (más o menos) el consumo en una Europa que superaba los
efectos de la Segunda Guerra Mundial, se divulgaron nuevas música de consumo juvenil –el pop,
rock, rock’n’roll, rythm and blues, jazz y otros-, nació el fenómeno hyppie en
Estados Unidos, estalló el mayo del 68 en París y Londres se convertía en un
escenario de conciertos y eventos para melenudos y minifalderas. Nunca se
habían visto cambios sociales tan radicales ni quizás se han vuelto a ver
después. Sólo la nueva forma de
comunicarnos que ha traído la revolución
digital podría tratarse de un cambio al mismo nivel.
Algunos, vivimos nuestra infancia en aquellos años,
una infancia rural en un pueblo cualquiera de la España interior. Los niños de
pueblo, como los de capital, adorábamos los tebeos. Para nosotros, los tebeos
podían ser de dos clases: de guerra o de risa. Los primeros trataban de
aventuras de alguno de los tres héroes históricos españoles: El Jabato, El
Capitán Trueno y El Guerrero del Antifaz, además de unas estupendas aventuras
de guerra: Hazañas Bélicas, muy valoradas por nosotros y enmarcadas en la
contienda de la Segunda Guerra. Nada sobre la Guerra de España; era demasiado
reciente y las heridas aún sangraban. Había otro héroe, éste actual (de la
época): el engominado apuesto caballero español y detective Roberto Alcázar y
su ayudante Pedrín, que decía cosas cómo: ¡Caramba!, ¡tragaos esas palabras,
majaderos! y ¡toma del frasco, Carrasco! como expresión más atrevida, al tiempo
que asestaba un puñetazo a la mandíbula del fornido falsificador de billetes de
turno.
Además de los de guerra y de risa, los niños de
pueblo sabíamos que había otras clases de tebeos, ¡tampoco éramos tontos!
Habíamos visto alguna vez a nuestras hermanas hojear una especie de cuadernos
de historietas, como las nuestras, que se llamaban algo así como Colección Azucena…y
por supuesto, conocíamos, y ocasionalmente leíamos, la existencia de los héroes
americanos Flash Gordon, Superman, Spiderman o Capitán América así como las
historias de Mickey Mouse o Pato Donald, aunque tengo la impresión de que ,
quizás como efecto de la distribución comercial, los héroes americanos dejaron
más impronta en los niños de capital. También valorábamos la obra del gran
Hergé. Como sus historias venían en formato de libro las usábamos de la
Biblioteca Municipal. La de mi pueblo, como supongo que la de muchos otros,
estaba razonablemente bien surtida y se abría a diario.
Los tebeos de risa –TBO, DDT, TIO VIVO, PULGARCITO…-
gustaban a todos. Quizás no tanto como los de guerra, pero garantizaban unos
ratos de inocente risa y buen humor, al tiempo que reproducían ciertos mitos de
la época y el lugar y unos personajes que, por acción u omisión, presencia o
ausencia marcaron época.
CARPANTA Y EL POLLO
Carpanta era un pobre. Ni más, ni menos. Supongo que
ahora no sería aceptable escribir historietas jocosas de un entrañable pobre,
hambriento, que vivía bajo el puente y pasaba el día recogiendo colillas y
¡sobre todo! soñando con un pollo. El pollo era, en la España del hambre el
icono de los alimentos, el gran festín, el de los días de fiesta. Quienquiera
que pudiera afrontar comerse un pollo…¡Ah, amigo!
Por alguna cruel broma del destino nunca lo conseguía. Se despertaba del sueño, ocurría un terremoto… en fin, no sé si llegó alguna vez a calmar el hambre pero yo no lo recuerdo. Que la frustración del personaje para calmar su hambre nos resultara divertida es algo difícil de entender, pero así era. Quizás ayudaba el incorregible optimismo del personaje.
ROMPETECHOS Y EL CACTUS
Rompetechos (dibujos de Ibáñez) es
un enorme despistado y una inofensiva criatura, al estilo del Profesor
Tornasol, aunque sus impericias pueden ocasionar algún desastre - siempre menor-
pero, sobre todo, es miope. Tan miope, que confunde las tapas de alcantarilla
con monedas de peseta. En la viñeta le vemos afeitando un cactus con gran
aplicación y entusiasmo, como siempre, el chaval.
EL NAÚFRAGO Y EL PERDIDO EN EL DESIERTO
Estos eran personajes de viñeta única o historieta
corta. Raro era el cuaderno cómico o tira en periódico que no incluyera los
personajes del naufrago y/o del perdido en el desierto. El primero, en su
pequeña isla con palmera, muchas veces incluía una botella con mensaje y a
menudo una mujer en bikini. Una variante del naufrago de la isla era el de la balsa hecha de troncos a la deriva y con
una vela de fortuna elaborada con su propia camisa. El segundo (el del
desierto) venía, indefectiblemente, con espejismo o cartel.
El millonario es gordo, con expresión satisfecha,
vestido con un terno, a menudo con sombrero de copa e invariablemente fumando
un puro que, a menudo, enciende con un billete del color del dinero; siempre
verde. Es curioso que otra versión del rico y poderoso, el famoso Mr Burns, de
los Simpson, es delgado y con gesto ladino. Sinceramente, creo que en mis
tebeos de la España famélica nunca habríamos aceptado un rico delgado y que no
fumase un buen puro o fuera desganado. Un millonetis vegetariano habría sido
impensable en la época. Su mujer, si no joven y espectacular, era una señora de
cierto volumen y estupendo abrigo de visón. El tipo de señora rica delgada, si
no directamente anoréxica al que nos hemos acostumbrado después no cuadraba
para nada con los tiempos.
El preso, con su pijama de rayas y arrastrando su
bola, como siempre. Y el anarquista, con su bomba.
EL INÚTIL
Es el más común de los personajes del tebeo. Mortadelo, ayudante de Filemón, (dibujos del gran Ibáñez) consigue que cada caso de investigación sea un desastre, lo que le obliga a huir disfrazado tras cada desaguisado a lugares como el desierto de Gobi o la Patagonia. Pepe Goteras y Otilio, como dice su propio eslogan “Chapuzas a Domicilio” se dedican a eso: a las chapuzas que suelen terminar en situaciones de verdadero desastre doméstico, urbano o ambos.
Y El botones
Sacarino, un chipo algo torpe, ingenuo, juguetón y holgazán, con sus
tribulaciones pone en aprietos al Director del periódico El Aullido Vespertino para el que ambos trabajan.
En el mundo del tebeo, los currantes no reparan, los
agentes no informan, los ladrones no roban… bueno con la excepción de los
miembros de la Familia Churumbel,
gitanos ellos (irrealizable historieta hoy en día), en que afana hasta el bebé
que habita a la espalda de la gitana. El trofeo más preciado o repetido de la
curiosa familia es ¿cómo no?, el reloj, objeto de valor por excelencia en la
patria pobre. Para desgracia de los Churumbel, hay un hijo adolescente que no
roba y quiere estudiar y hacerse “hombre de provecho”
Aunque para
gandulazos, Pepón. En la historieta “Los
señores de Alcorcón y el Holgazán de Pepón” el oficinista Arturo y su mujer
tienen a Pepón, el hermano de ésta, viviendo en casa. Pepón no pega palo al
agua y lleva una cómoda y sedentaria vida para desquicio de Arturo. Si alguna
vez sale Pepón no es, desde luego a trabajar, sino a meterse en un lío en el
que, a menudo, involucra a su sufridor cuñado.
EL PALETO
No podía faltar figura del paleto en los tebeos de
la época. El paleto pueblerino aparecía en el cine, teatro, comedia radiada y
televisiva en una época en la que el país vivía el éxodo de gentes de los
pueblos a las grandes ciudades. Al español le encantaba reírse de los hábitos y
lenguaje de estos pueblerinos que se vieron trasplantados a la vida y
costumbres de unas ciudades que empezaban a descubrir el consumo moderado y abrirse
al mundo.
“Igualico, igualico quel
defunto de su agüelico” De
esta manera terminaban invariablemente las
historietas de uno de los pocos personajes del entorno rural, las del
mozo Agamenón: un joven brutote e
inocentón a quién los esfuerzos culturizantes
de las fuerzas vivas del pueblo hacían poca mella. Agamenón, un joven
palurdo y cabezota era impermeable a cualquier refinamiento cívico o cultural,
aunque, eso sí, exhibía una simplicidad sin malicia y gran corazón, patrimonio
del hombre rural en el imaginario de la época.
Si Agamenón continuaba viviendo en el pueblo, doña
Filomena, la abuela de La Familia Ulises había
venido a la ciudad a vivir en casa de su hija doña Sinforosa, casada con don
Ulises Higueruelo y madre de tres hijos: Lolín, veinteañera y guapetona y los
todavía niños Merceditas y Policarpito. Uno de los temas familiares recurrentes
era la búsqueda de un marido de orden y fortuna para Lolín, empeño en el que la
madre y la abuela ponían gran ahínco. El lenguaje pueblerino y los hábitos
rurales de la abuela ponen el elemento cómico en las eventuras familiares.
LA MUJER
La madre, en el contexto familiar de la historieta
tenía un papel convencional, aportando, por lo general, estabilidad y sentido
común al relato. Tales son los casos de la mencionada Sinforosa, de la familia
Ulises o la madre de Zipi y Zape.
Cuando la mujer se convertía en protagonista… Esa es otra historia. Los
personajes devenían histriónicos, exagerados, irreverentes y marginales, igual
que los masculinos.
Las maduritas hermanas Leovigilda y Teovigilda (hermanas
Gilda) son solteras y poco agraciadas. Una, Hermenegilda, es rechoncha,
inocente y bonachona. Y busca su media naranja. La otra, Teovigilda, delgada y
mandona, es más realista y cínica y trata, por todos los medios, de frustrar
los planes amorosos de la hermana, lo cual consigue con cierta facilidad, dicho
sea de paso. Represión sexual de la época a todo trapo.
Doña Urraca es un ejemplo raro de humor negro.
Mala por necesidad, gustaba de empujar a ciegos a las alcantarillas y dar
patadas a los perros, paraguazos a los gatos y otras maldades por el estilo. Le
molestaba la felicidad en los niños o la felicidad en general. Era alcahueta y
amante de sembrar cizaña. El mal la hacía sentir, si no feliz, al menos
realizada. Desafortunadamente para ella, sus tramas solían salirle mal. El
dibujante, Miguel Bernet, era republicano confeso y algunos quieren ver en el
personaje la caricaturización de la dirigente carlista Maria Rosa Urraca
Pastor, importante propagandista del Tradicionalismo español antirepublicano.
Ya sé que he dejado de mencionar a muchos. Para minimizar
las carencias, citaré a Petra, criada
para todo, Reporter Tribulete, El Abuelo Cebolleta, Don Pío, El Caco Bonifacio,
Gordito Relleno (imposible hoy, como Carpanta
o la Familia Churumbel, por razones
de corrección política) y la estupenda 13
Rue del Percebe, del gran Ibáñez.
Román Rubio
Marzo 2015
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