domingo, 8 de marzo de 2015

MITOS DEL TEBEO
Que los tiempos traen cambios, no es ninguna novedad y desde los 60 hasta aquí ha llovido mucho. En aquella década (la de los 60) se produjeron enormes impulsos en asuntos sociales como la igualdad de género y raza, se generalizó (más o menos) el consumo en una Europa que superaba los efectos de la Segunda Guerra Mundial, se divulgaron  nuevas música de consumo juvenil –el pop, rock, rock’n’roll, rythm and blues, jazz y otros-, nació el fenómeno hyppie en Estados Unidos, estalló el mayo del 68 en París y Londres se convertía en un escenario de conciertos y eventos para melenudos y minifalderas. Nunca se habían visto cambios sociales tan radicales ni quizás se han vuelto a ver después.  Sólo la nueva forma de comunicarnos que ha traído  la revolución digital podría tratarse de un cambio al mismo nivel.

Algunos, vivimos nuestra infancia en aquellos años, una infancia rural en un pueblo cualquiera de la España interior. Los niños de pueblo, como los de capital, adorábamos los tebeos. Para nosotros, los tebeos podían ser de dos clases: de guerra o de risa. Los primeros trataban de aventuras de alguno de los tres héroes históricos españoles: El Jabato, El Capitán Trueno y El Guerrero del Antifaz, además de unas estupendas aventuras de guerra: Hazañas Bélicas, muy valoradas por nosotros y enmarcadas en la contienda de la Segunda Guerra. Nada sobre la Guerra de España; era demasiado reciente y las heridas aún sangraban. Había otro héroe, éste actual (de la época): el engominado apuesto caballero español y detective Roberto Alcázar y su ayudante Pedrín, que decía cosas cómo: ¡Caramba!, ¡tragaos esas palabras, majaderos! y ¡toma del frasco, Carrasco! como expresión más atrevida, al tiempo que asestaba un puñetazo a la mandíbula del fornido falsificador de billetes de turno.


 Además de los de guerra y de risa, los niños de pueblo sabíamos que había otras clases de tebeos, ¡tampoco éramos tontos! Habíamos visto alguna vez a nuestras hermanas hojear una especie de cuadernos de historietas, como las nuestras, que se llamaban algo así como Colección Azucena…y por supuesto, conocíamos, y ocasionalmente leíamos, la existencia de los héroes americanos Flash Gordon, Superman, Spiderman o Capitán América así como las historias de Mickey Mouse o Pato Donald, aunque tengo la impresión de que , quizás como efecto de la distribución comercial, los héroes americanos dejaron más impronta en los niños de capital. También valorábamos la obra del gran Hergé. Como sus historias venían en formato de libro las usábamos de la Biblioteca Municipal. La de mi pueblo, como supongo que la de muchos otros, estaba razonablemente bien surtida y se abría a diario.
Los tebeos de risa –TBO, DDT, TIO VIVO, PULGARCITO…- gustaban a todos. Quizás no tanto como los de guerra, pero garantizaban unos ratos de inocente risa y buen humor, al tiempo que reproducían ciertos mitos de la época y el lugar y unos personajes que, por acción u omisión, presencia o ausencia marcaron época.

CARPANTA Y EL POLLO
Carpanta era un pobre. Ni más, ni menos. Supongo que ahora no sería aceptable escribir historietas jocosas de un entrañable pobre, hambriento, que vivía bajo el puente y pasaba el día recogiendo colillas y ¡sobre todo! soñando con un pollo. El pollo era, en la España del hambre el icono de los alimentos, el gran festín, el de los días de fiesta. Quienquiera que pudiera afrontar comerse un pollo…¡Ah, amigo!

Por alguna cruel broma del destino nunca lo conseguía. Se despertaba del sueño, ocurría un terremoto… en fin, no sé si llegó alguna vez a calmar el hambre pero yo no lo recuerdo. Que la frustración del personaje para calmar su hambre nos resultara divertida es algo difícil de entender, pero así era. Quizás ayudaba el incorregible optimismo del personaje.

ROMPETECHOS Y EL CACTUS


Rompetechos (dibujos de Ibáñez) es un enorme despistado y una inofensiva criatura, al estilo del Profesor Tornasol, aunque sus impericias pueden ocasionar algún desastre - siempre menor- pero, sobre todo, es miope. Tan miope, que confunde las tapas de alcantarilla con monedas de peseta. En la viñeta le vemos afeitando un cactus con gran aplicación y entusiasmo, como siempre, el chaval.






EL NAÚFRAGO Y EL PERDIDO EN EL DESIERTO

Estos eran personajes de viñeta única o historieta corta. Raro era el cuaderno cómico o tira en periódico que no incluyera los personajes del naufrago y/o del perdido en el desierto. El primero, en su pequeña isla con palmera, muchas veces incluía una botella con mensaje y a menudo una mujer en bikini. Una variante del naufrago de la isla era el de  la balsa hecha de troncos a la deriva y con una vela de fortuna elaborada con su propia camisa. El segundo (el del desierto) venía, indefectiblemente, con espejismo o cartel.




El millonario es gordo, con expresión satisfecha, vestido con un terno, a menudo con sombrero de copa e invariablemente fumando un puro que, a menudo, enciende con un billete del color del dinero; siempre verde. Es curioso que otra versión del rico y poderoso, el famoso Mr Burns, de los Simpson, es delgado y con gesto ladino. Sinceramente, creo que en mis tebeos de la España famélica nunca habríamos aceptado un rico delgado y que no fumase un buen puro o fuera desganado. Un millonetis vegetariano habría sido impensable en la época. Su mujer, si no joven y espectacular, era una señora de cierto volumen y estupendo abrigo de visón. El tipo de señora rica delgada, si no directamente anoréxica al que nos hemos acostumbrado después no cuadraba para nada con los tiempos. 

El preso, con su pijama de rayas y arrastrando su bola, como siempre. Y el anarquista, con su bomba.

EL INÚTIL

Es el más común de los personajes del tebeo. Mortadelo, ayudante de Filemón, (dibujos del gran Ibáñez) consigue que cada caso de investigación sea un desastre, lo que le obliga a huir disfrazado tras cada desaguisado a lugares como el desierto de Gobi o la Patagonia. Pepe Goteras y Otilio, como dice su propio eslogan “Chapuzas a Domicilio” se dedican a eso: a las chapuzas que suelen terminar en situaciones de verdadero desastre doméstico, urbano o ambos.

 


Y El botones Sacarino, un chipo algo torpe, ingenuo, juguetón y holgazán, con sus tribulaciones pone en aprietos al Director del periódico El Aullido Vespertino para el que ambos trabajan.
En el mundo del tebeo, los currantes no reparan, los agentes no informan, los ladrones no roban… bueno con la excepción de los miembros de la Familia Churumbel, gitanos ellos (irrealizable historieta hoy en día), en que afana hasta el bebé que habita a la espalda de la gitana. El trofeo más preciado o repetido de la curiosa familia es ¿cómo no?, el reloj, objeto de valor por excelencia en la patria pobre. Para desgracia de los Churumbel, hay un hijo adolescente que no roba y quiere estudiar y hacerse “hombre de provecho”



   







Aunque  para gandulazos, Pepón. En la historieta “Los señores de Alcorcón y el Holgazán de Pepón” el oficinista Arturo y su mujer tienen a Pepón, el hermano de ésta, viviendo en casa. Pepón no pega palo al agua y lleva una cómoda y sedentaria vida para desquicio de Arturo. Si alguna vez sale Pepón no es, desde luego a trabajar, sino a meterse en un lío en el que, a menudo, involucra a su sufridor cuñado.



EL PALETO




No podía faltar figura del paleto en los tebeos de la época. El paleto pueblerino aparecía en el cine, teatro, comedia radiada y televisiva en una época en la que el país vivía el éxodo de gentes de los pueblos a las grandes ciudades. Al español le encantaba reírse de los hábitos y lenguaje de estos pueblerinos que se vieron trasplantados a la vida y costumbres de unas ciudades que empezaban a descubrir el consumo moderado y abrirse al mundo.

“Igualico, igualico quel defunto de su agüelico” De esta manera terminaban invariablemente las  historietas de uno de los pocos personajes del entorno rural, las del mozo Agamenón: un joven brutote e inocentón a quién los esfuerzos culturizantes  de las fuerzas vivas del pueblo hacían poca mella. Agamenón, un joven palurdo y cabezota era impermeable a cualquier refinamiento cívico o cultural, aunque, eso sí, exhibía una simplicidad sin malicia y gran corazón, patrimonio del hombre rural en el imaginario de la época.
Si Agamenón continuaba viviendo en el pueblo, doña Filomena, la abuela de La Familia Ulises había venido a la ciudad a vivir en casa de su hija doña Sinforosa, casada con don Ulises Higueruelo y madre de tres hijos: Lolín, veinteañera y guapetona y los todavía niños Merceditas y Policarpito. Uno de los temas familiares recurrentes era la búsqueda de un marido de orden y fortuna para Lolín, empeño en el que la madre y la abuela ponían gran ahínco. El lenguaje pueblerino y los hábitos rurales de la abuela ponen el elemento cómico en las eventuras familiares.

LA MUJER
La madre, en el contexto familiar de la historieta tenía un papel convencional, aportando, por lo general, estabilidad y sentido común al relato. Tales son los casos de la mencionada Sinforosa, de la familia Ulises o la madre de Zipi y Zape. Cuando la mujer se convertía en protagonista… Esa es otra historia. Los personajes devenían histriónicos, exagerados, irreverentes y marginales, igual que los masculinos.
Las maduritas hermanas Leovigilda y Teovigilda (hermanas Gilda) son solteras y poco agraciadas. Una, Hermenegilda, es rechoncha, inocente y bonachona. Y busca su media naranja. La otra, Teovigilda, delgada y mandona, es más realista y cínica y trata, por todos los medios, de frustrar los planes amorosos de la hermana, lo cual consigue con cierta facilidad, dicho sea de paso. Represión sexual de la época a todo trapo.
Doña Urraca es un ejemplo raro de humor negro. Mala por necesidad, gustaba de empujar a ciegos a las alcantarillas y dar patadas a los perros, paraguazos a los gatos y otras maldades por el estilo. Le molestaba la felicidad en los niños o la felicidad en general. Era alcahueta y amante de sembrar cizaña. El mal la hacía sentir, si no feliz, al menos realizada. Desafortunadamente para ella, sus tramas solían salirle mal. El dibujante, Miguel Bernet, era republicano confeso y algunos quieren ver en el personaje la caricaturización de la dirigente carlista Maria Rosa Urraca Pastor, importante propagandista del Tradicionalismo español antirepublicano.

Ya sé que he dejado de mencionar a muchos. Para minimizar las carencias, citaré a Petra, criada para todo, Reporter Tribulete, El Abuelo Cebolleta, Don Pío, El Caco Bonifacio, Gordito Relleno (imposible hoy, como Carpanta o la Familia Churumbel, por razones de corrección política) y la estupenda 13 Rue del Percebe, del gran Ibáñez.

Román Rubio
Marzo 2015
                                                                                                                                                                  

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