miércoles, 6 de febrero de 2019

EL RELATOR


EL RELATOR




   En el último artículo me referí a la huella que las palabras mountain (montaña) y hill (colina) podían dejar en el ánimo colectivo de una pequeña localidad galesa que no se resignaba a que la pérfida Royal Geographic Society de Londres determinara que la altura más elevada de Gales, situada junto a su pueblo, fuera denominada “colina” a falta de unos pocos metros para adquirir el estatus de “montaña”.

   Ayer hablábamos de la diferencia entre patriota y nacionalista, negro y afroamericano y minusválido y discapacitado. Hoy tenemos una nueva joya: “relator”, el eufemismo del día. Ustedes conocen el contexto, pero yo, con su permiso, se lo voy a refrescar:

   1.- El gobierno de España necesita apoyo para aprobar los presupuestos. Además, había prometido diálogo.
   2.- Los partidos independentistas necesitan avances en el proceso de diálogo (negociación) sobre el tema de la autodeterminación (independencia), especialmente en estas fechas cercanas al juicio de sus líderes encarcelados. Y, sobre todo, necesitan -ante los suyos- no “otorgar” nada sin algo a cambio.
   3.- Para los independentistas es importante introducir en las conversaciones un “mediador”. Ayudaría a presentar el asunto en el ámbito internacional como discrepancias entre iguales y se lo anotaría como un éxito, tanto de cara afuera como entre sus votantes y seguidores.
   4.- El gobierno de España no puede admitir la figura de un “mediador” en lo que considera (según la Constitución vigente) una conversación entre el gobierno del Estado y el de una parte de ese mismo estado.
   6.- A los partidos independentistas catalanes les interesa, sobre todas las cosas, que este gobierno siga. Por dos razones: porque ha prometido una suculenta inyección de dinero a su territorio y porque si cae, la alternativa sería mucho peor para el país. Hacer caer al gobierno sería, pues, perjudicial para los intereses catalanes (y no sé si catalanistas).

   Con tal de desfacer el entuerto, alguien llegó con la brillante y vieja idea de cambiarlo todo para que todo siga igual: olvidémonos de un “mediador” y designemos a un “relator”, que viene a ser lo mismo que quitar a un negro para poner a un subsahariano o cambiar a un moro por un magrebí. De este modo, los independentistas salvan la cara ofreciendo la figura como mediador entre iguales en conflicto en la escena internacional (ya saben ustedes lo ambiguas que pueden ser a veces las traducciones) y así se lo venden a los suyos. El gobierno, por su parte, salva la suya por el hecho de que no han cedido nombrando ningún mediador, lo que sería humillante para un gobierno soberano.
   ¿Se dan cuenta del poder de la palabra? Pueden servir tanto para un roto como para un descosido. Ahora, bien, en política, lo que suma puede también restar. Los independentistas “no” han conseguido tener un “mediador” y el gobierno central se ha tenido que tragar un “relator”. Uno u otro lo pagará. Con “el relato”.


Román Rubio
Febrero 2019

No hay comentarios:

Publicar un comentario