EL RELATOR
En el último
artículo me referí a la huella que las palabras mountain (montaña) y hill (colina)
podían dejar en el ánimo colectivo de una pequeña localidad galesa que no se
resignaba a que la pérfida Royal Geographic Society de Londres determinara que la
altura más elevada de Gales, situada junto a su pueblo, fuera denominada
“colina” a falta de unos pocos metros para
adquirir el estatus de “montaña”.
Ayer hablábamos de
la diferencia entre patriota y nacionalista, negro y afroamericano y
minusválido y discapacitado. Hoy tenemos una nueva joya: “relator”, el
eufemismo del día. Ustedes conocen el contexto, pero yo, con su permiso, se lo
voy a refrescar:
1.- El gobierno de
España necesita apoyo para aprobar los presupuestos. Además, había prometido
diálogo.
2.- Los partidos
independentistas necesitan avances en el proceso de diálogo (negociación) sobre
el tema de la autodeterminación (independencia), especialmente en estas fechas
cercanas al juicio de sus líderes encarcelados. Y, sobre todo, necesitan -ante
los suyos- no “otorgar” nada sin algo a cambio.
3.- Para los
independentistas es importante introducir en las conversaciones un “mediador”.
Ayudaría a presentar el asunto en el ámbito internacional como discrepancias
entre iguales y se lo anotaría como un éxito, tanto de cara afuera como entre
sus votantes y seguidores.
4.- El gobierno de
España no puede admitir la figura de un “mediador” en lo que considera (según
la Constitución vigente) una conversación entre el gobierno del Estado y el de
una parte de ese mismo estado.
6.- A los partidos independentistas
catalanes les interesa, sobre todas las cosas, que este gobierno siga. Por dos
razones: porque ha prometido una suculenta inyección de dinero a su territorio
y porque si cae, la alternativa sería mucho peor para el país. Hacer caer al
gobierno sería, pues, perjudicial para los intereses catalanes (y no sé si
catalanistas).
Con tal de desfacer
el entuerto, alguien llegó con la brillante y vieja idea de cambiarlo todo para
que todo siga igual: olvidémonos de un “mediador” y designemos a un “relator”,
que viene a ser lo mismo que quitar a un negro para poner a un subsahariano o
cambiar a un moro por un magrebí. De este modo, los independentistas salvan la
cara ofreciendo la figura como mediador entre iguales en conflicto en la escena
internacional (ya saben ustedes lo ambiguas que pueden ser a veces las
traducciones) y así se lo venden a los suyos. El gobierno, por su parte, salva
la suya por el hecho de que no han cedido nombrando ningún mediador, lo que
sería humillante para un gobierno soberano.
¿Se dan cuenta del
poder de la palabra? Pueden servir tanto para un roto como para un descosido.
Ahora, bien, en política, lo que suma puede también restar. Los
independentistas “no” han conseguido tener un “mediador” y el gobierno central
se ha tenido que tragar un “relator”. Uno u otro lo pagará. Con “el relato”.
Román Rubio
Febrero 2019
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