jueves, 28 de febrero de 2019

IRENE Y LOS FARISEOS


IRENE Y LOS FARISEOS




Irene Lozano ha estado en el candelero últimamente por razones varias. En primer lugar, por haber dado “forma literaria”, haber escrito, coescrito o haber hecho de “negra” en el libro de Pedro Sánchez Manual de resistencia. En él, además de colaborar con el diablo, cometió el gravísimo pecado de poner en boca de San Juan de la Cruz aquello de “como decíamos ayer”, cuando todo el mundo sabe que, de haberlo dicho alguien (lo cual no está del todo claro), fue Fray Luis de León. Demasiado para los fariseos, siempre prestos a rasgarse las vestiduras, aunque el error sea confundir a un fraile por otro, tan contemporáneos que hasta murieron en el mismo año (1591). Nada, en fin, que no pueda corregirse en la segunda edición.

Otra circunstancia por la que Irene Lozano se ha visto en la plaza pública atacada y denostada por los fariseos ha sido por una entrevista que, en condición de su cargo de secretaria de Estado de la España Global, o algo así, concedió a la cadena británica Sky News. Argumentaba la española en un estupendo inglés (que ya es más que de lo que la mayoría de quienes la critican pueden acreditar) que por muy democrático que sea el hecho de votar, en España (y en el resto de países del entorno -y esto es añadido mío-) hacerlo sin permiso y fuera de la cobertura del marco legal es delito. De la misma manera, añadió Lozano, que “el sexo está muy bien, pero hacerlo sin el permiso de la otra parte es delito y hasta violación”. El fariseo que la entrevistaba (británico él, que también los hay, y muchos, de aquella nacionalidad) se empeñó en afearle el hecho de que ella estaba “comparando” la ofensa de votar con la de la violación.

Alex Grijelmo, en su artículo de El País del domingo, lo explicó de manera certera. Claro que Irene Lozano comparó una cosa con otra, ¿y qué? Una cosa es “comparar” y otra “equiparar”. "Yo -dice Grijelmo- puedo 'comparar' el Burgos Club de fútbol con el Real Madrid, ¿por qué no? Ahora bien, la 'equiparación' sería una estupidez, aunque solo fuera por lo del presupuesto".

Los fariseos siempre están ojo avizor, revisando los textos con su lupa y sus orejeras bien ajustadas, para escandalizarse y tratar de confundir al personal haciendo ver que la velocidad y el tocino se asemejan (perdón por lo del tocino, que puede ofender a los musulmanes)

Los mensajes se simplifican hasta el término de consignas y en vez de ideas el personal parece moverse por signos y poses que adquieren la categoría de verdades incontestables, de modo que disfrazarse del Rey Baltasar pintándose la cara de negro es una ofensa racista y un chiste de mariquitas se convierte en una ofensa homófoba inaceptable. Mira por donde, El Titi, que vivió toda su vida contando chistes de esa clase era un homófobo impresentable, carne de hoguera de los inquisidores intérpretes de la doctrina sagrada de la modernidad.

El miedo a no traspasar la delgada capa de los fariseos (y las fariseas) es tan grande que he leído en algún sitio que la ceremonia de entrega de los Oscar de este año no ha encontrado un presentador que garantizara la “blancura” del humor. Parece que es difícil hoy abrir la boca en público sin ofender a alguien: a los negros a los enfermos, a los torpes, a los mansos de corazón o a los pobres de espíritu y decir que alguien o algo es un “cáncer” para la sociedad molesta a los enfermos de cáncer y sus familiares (como si no fuéramos todos miembros de ese colectivo) y estar “ciego” a la evidencia puede molestar a los invidentes. Eso sí; la subida al escenario habilita a cualquiera a soltar su mitin en defensa de esto y lo otro, venga o no a cuento.

Nunca he sentido gran simpatía por la figura de la cantante Alaska. No me ha gustado como cantante y su imagen me ha transmitido siempre más artificio que sustancia. Hasta hace unos días. Alguien le preguntó si había sido víctima de alguna agresión sexual. “No he tenido la oportunidad. Siempre he estado rodeada de maricones”, respondió la artista. En ese momento me conquistó y entré a formar parte de los fans de Alaska. Y nadie, por muy fariseo que sea, se atreverá a acusar a Alaska de homofobia. ¿O sí?

Román Rubio
Febrero 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario