LO
QUE QUIERE LA GENTE
Leí con sorpresa la noticia de hace un par de días:
Yolanda Díaz dimite de su cargo como coordinadora de Sumar tras el batacazo
electoral, en el que la formación, partido, plataforma, sindicato, asociación o
lo que sea obtuvo un 4,65% de votos, que viene a ser más o menos un tercio de
los obtenidos en las generales.
En su alocución de despedida la Vicepresidenta del Gobierno
adujo con acierto que “la ciudadanía no
se equivoca cuando vota y tampoco si decide o no ir a votar”. A continuación
aludió en varias ocasiones a la manida construcción de los políticos de todos
los partidos y tendencias sabedores de “lo que quiere la gente”.
Dice la dimisionaria:
“Tenemos que estar para solucionar los problemas de la
gente. No los problemas de los partidos o de los políticos”.
¡Bravo, Yolanda! Has dado en el clavo. Lo que no me
cuadra es por qué teniendo tan claro lo que quiere el personal te has (habéis)
dedicado en cuerpo y alma a disputar los votos y los escaños a los primos de
Podemos, Izquierda Unida, Verdes y quienquiera que se moviera por esos lares con
el objeto de erigirte como la estrella fulgurante de los proletarios para darte
cuenta tras el colapso electoral que la política no es (solo) una lucha de
egos.
Y continúa: “Es necesario dar un paso a un lado para
dar un paso adelante en la política que importa a la gente”. Aunque
el paso al lado se materializa solo en lo que respecta a la formación política,
pues anuncia que seguirá como Vicepresidenta del Gobierno, porque, dice: “Estoy
convencida de que este gobierno es la mejor herramienta para mejorar la vida de
la gente”.
¡Bienaventurados quienes están tan seguros de saber
lo que quiere la gente y saben además cómo implementarlo! Gozan de la
admiración de los que, como yo, a menudo no sabemos siquiera ni lo que es bueno para
nosotros mismos, mucho menos para “la gente”.
No tardaron sus detractores en hacer sangre de ella.
Y los compañeros y comilitones en dedicarle mensajes de alabanza: Errejón,
Mónica García y cómo no, el portavoz de la formación y ministro Ernest Urtasun,
que tras resaltar el compromiso y la honestidad de la política añade en su
tuit: “Seguimos trabajando para mejorar la vida de la gente de este
país”.
Está claro el mensaje: no solo quieren hacer sino
que dicen saber qué es lo mejor para “la gente”, pero ¿para qué gente?
En francés “la gente” es plural (les gens) y en inglés (people) también es un sustantivo que
concuerda en plural (people are, no
people is*). Parece que en otros lugares tienen claro que hay gentes y
gentes y que lo que es bueno para unos no lo es para otros.
Y vaya como ejemplo la anécdota:
En el bar del pueblo me tomé la caña junto a Edelmiro, un pequeño y próspero industrial local, buen tipo, respetado en el lugar y conocido votante de Vox. Hablando de la vacuidad y falta de interés de la TV me confesó que la única cadena que él veía con agrado era el canal de Castilla La Mancha. ¿Y por qué?, pregunté yo. Pues porque “hacen programas de agricultura”: el cultivo del pistacho, el olivar intensivo, los injertos, las variedades de almendra resistentes a las heladas y cosas por el estilo. Además (según el prócer rural) porque “televisan toros” y por si fuera poco “ponen cante”, refiriéndose, como es natural, a canción española. “Lo que le gusta a la gente”, concluyó el hombre, cargado de razón.
Ya ven lo que da de sí la
palabra. Vean si no a
los que votaron a esa cosa nueva que acaba de aparecer y que siento hasta pudor de nombrar. ¿Serán ellos también “gente”?
Román Rubio
Junio, 2024
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