RICARDO III Y CERVANTES
Ricardo III ,
Rey de Inglaterra entre 1483 y 1485, y Cervantes (1547-1616) tienen pocas cosas
en común. Ni siquiera vivieron la misma época, ya que Cervantes vivió un siglo
más tarde que el inglés. Tampoco se dedicaron a lo mismo: uno fue rey de
Inglaterra y el otro literato, autor de la que quizás sea la novela más famosa
de la literatura universal, coetáneo de Shakespeare, que si no fue el biógrafo
del rey Ricardo, sí que fue autor de la famosa tragedia “The Life and Death of
King Richard III” basada en lo que podría haber sido su vida.
¿Qué podrían tener en común pues estos dos
personajes? Bueno, ambos tomaron parte en una batalla. Cervantes combatió en
Lepanto y como consecuencia perdió la movilidad en un brazo convirtiéndose en
el manco de Lepanto. Y el otro…, el otro salió bastante peor parado. Murió en
la batalla de Bosworth, enfrentado al conde de Richmond, futuro rey Enrique VII
de Inglaterra, significando el fin de la guerra de las Dos Rosas, entre los
York y los Lancaster, guerra de nobles que había desangrado Inglaterra y la
sustitución de los Plantagenet por los Tudor que, estos sí, habrían de consolidar
al país entre los grandes de Europa. Como decía, resultó muerto en una batalla
en la que se había batido valientemente descabalgando a John Cheney, un famoso
campeón en los torneos y matando al abanderado de Enrique, William Brandon. Él
mismo resultó descabalgado y batiéndose valientemente supuestamente pronunció
–o eso puso Shakespeare en su boca- “Mi reino por un caballo”. No debió
conseguir el caballo pues según el análisis de los restos del monarca, su
esqueleto presenta diez lesiones: cuatro heridas leves en la parte superior del
cráneo, una lesión de puñal en la mejilla, un corte en la mandíbula, dos
heridas fatales en la base del cráneo, un corte de cuchilla en las costillas, y
una herida de puñal en la pelvis, ésta infligida seguramente tras la muerte del
rey. Fue el tercer y último rey de Inglaterra muerto en combate, tras Harold
Gonwinson y Ricardo I, Corazón de León.
Restos y funeral de Ricardo III
Y es que es el esqueleto, o el protagonismo del
mismo el nexo que une a personajes tan dispares. Cervantes se sabe enterrado en
el convento de las Trinitarias de Madrid y allí se ha encontrado un esqueleto,
entre otros que “podría” ser del escritor. En Leicester, Inglaterra se encontró
bajo un céntrico aparcamiento los huesos que se sabe a ciencia cierta que “son”
los del Rey Ricardo. No sólo las lesiones probaban de manera inequívoca la
muerte en combate del dueño del esqueleto. La prueba del ADN demostró la
identidad del personaje tras una investigación genealógica matrilineal, desde
Ana de York, la hermana mayor de Ricardo, hasta Joy Ibsen (nacida Brown),
emigrante a Canadá tras la II Guerra Mundial y muerta en 2008, descendiente
directa, vía materna, dieciséis generaciones después. Curiosamente, la prueba
de ADN no ha sido consistente en la parte lineal de paternidad, lo que
demuestra que … bueno, que el escalón sucesorio se vio en algún momento
interrumpido por alguna infidelidad conyugal.
El malvado rey Ricardo, al que se le dio por fin
pomposa sepultura en la catedral de Leicester el pasado jueves 26 de marzo de
2015, ha pasado a la historia por su maldad y falta de escrúpulos morales a la
hora de ejercer el poder. Tras la muerte de su hermano Eduardo VI, en la que
curiosamente no parece estar implicado, Ricardo, cojo y tullido por efecto de
una escoliosis, mató, hizo matar o se sospecha que contribuyó a que
desaparecieran todos aquellos que podían interponerse entre él y el trono: Los
dos hijos de su hermano, de doce y nueve años, de los que Ricardo había sido
nombrado Protector, fueron traídos a la Torre de Londres y nunca más se supo;
su amigo el barón de Hastings fue decapitado, el hermano de la mujer del
fallecido rey Enrique también fue ejecutado en compañía de otros acusados de
conspiración…contra él.
Si la identificación de los restos del monarca es
inapelable por la prueba del ADN, no ocurre lo mismo con la del insigne
novelista de Alcalá. Por motivos que se me escapan, la prueba científica
definitiva no se puede llevar a cabo, con lo que se tendrá que atender a rasgos
morfológicos, históricos y antropológicos, ayudados, eso sí, por la estupenda
descripción que Cervantes, en el prólogo de las Novelas Ejemplares, hace de sí
mismo:
"Este que veis aquí, de rostro aguileño, de
cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva,
aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que
fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni
crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos,
porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos
extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo
cargado de espaldas, y no muy ligero de pies. Este digo, que es el rostro del
autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del
Parnaso,... Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra."
Román Rubio
#roman_rubio
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Marzo 2015
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