miércoles, 4 de septiembre de 2024

LO VIEJO Y LO NUEVO

 

LO VIEJO Y LO NUEVO



En la novela Zalacaín, el aventurero (1908), Baroja relata cómo Martín Zalacaín, en compañía de Bautista, amigo, socio en asuntos de contrabando y cuñado, caen en las redes de la cuadrilla carlista del Cura Santa Cruz, temible guerrillero en tierras vascas, de la que escapan tras un tiroteo en el que cae herido el intrépido protagonista.

En un momento del relato, Baroja se refiere a la situación del País Vasco durante la última guerra carlista (1872-1876) en los siguientes términos:

Los carlistas se apoderaban de una porción de pueblos abandonados por los liberales. Habían entrado en Estella.

En las dos orillas del Bidasoa, lo mismo en la frontera española que en la francesa, se sentía un gran entusiasmo por la causa del Pretendiente.

Capistun y Bautista señalaron sus conocidos alistados en la facción. La mayoría eran mozos, pero no faltaban tampoco los viejos. Los fueron citando.

Allá estaban Juan Echeberrigaray, de Ezpeleta; Tomás Ablandos, de Añoa; el herrero Lerrumburo, de Zaro; Echebarría, de Irisarri; Galparzasolo, el alpargatero de Urruña; Mearuberry, el carnicero de Ostabat; Miguel Larralde, el de Azcain; Carricaburo, el mozo de un caserío de Arhamus; Chaubandidegui, el hijo del confitero de Azcarat; Peyrohade y Lafourchette, los dos mozos del bazar de Hasparren.

—¡Valientes granujas! —murmuró Martín, que escuchaba.

Capistun y Bautista siguieron su enumeración (refiriéndose ahora a los del otro lado del Bidasoa). Estaban también Bordagorri, el de Meharín; Achucarro, de Urdax; Etcheun, el versolari de Chacxu; Gañecoechia, de Osses; Bishiño, de Azparrain; Listurria, de Briscus; Rebenacq, de Portualés; el propietario de Saint-Palais con el barón Lesbas dÁrmangac, de Mauleon; Dechesarry, el sacristán de Biriatou; (…).

Los vascos, siguiendo las tendencias de su raza, marchaban a defender lo viejo contra lo nuevo. Así habían peleado en la antigüedad contra el romano, contra el godo, contra el árabe, contra el castellano, siempre a favor de la costumbre vieja y en contra de la idea nueva.

Estos aldeanos y viejos hidalgos de Vasconia y de Navarra, esta semiaristocracia campesina de las dos vertientes del Pirineo creía en aquel Borbón vulgar, extranjero y extranjerizado, y estaban dispuestos a morir para satisfacer las ambiciones de un aventurero tan grotesco.

Los legitimistas franceses se lo figuraban como un nuevo Enrique VI, y como de allí, del Bearn, salieron en otro tiempo los Borbones para reinar en España y en Francia, soñaban con que Carlos VII triunfaría en España, acabaría con la maldita República francesa, daría fueros a Navarra, que sería el centro del mundo, y, además, restablecería el poder político del Papa en Roma.

Está claro que la postura de Baroja —al igual que Unamuno— es poco proclive al nacionalismo vasco, y menos aún al nacionalismo carca y tradicionalista. Y, si bien no se puede tachar a Baroja de izquierdista, cosa de la que abominaba, hay que reconocerle un par de cosillas en su haber liberal-inconformista: sus comienzos anarquistas, de los que también renegó —como sus compañeros de viaje, Azorín y Maeztu— y, sobre todo, su radical anticlericalismo, llevado hasta el mismo fin de sus días, en que decidió que se  le enterrara en el cementerio civil de Madrid tras su muerte, cosa que ocurrió en 1956, deseo respetado por su familia, a pesar de las muchas presiones que las autoridades ejercieron para tratar de  contravenir sus últimas voluntades.

Y como lo viejo se convierte en nuevo —tal que la minifalda, los topolinos o los pantalones acampanados— los batallones carlistas se convirtieron en el Requeté, que renacieron más o menos en los mismos territorios de Navarra, País Vasco y Cataluña y el 22 de julio de 1936, cuatro días después de pronunciarse el Alzamiento Nacional, Baroja es detenido y llevado preso en un pueblo cercano a Vera de Bidasoa, al que había acudido  en coche junto a dos amigos para ver el despliegue de la columna requeté que se desplazaba desde Navarra a Irún. Alguien intercedió por el escritor y lo sacó de la cárcel rural, pero Baroja, ya viejo y con doscientas pesetas en el bolsillo, cogió miedo y puso pies en polvorosa en dirección a San Juan de Luz primero y París después, a esperar tiempos menos inciertos.

Casi, casi como le había ocurrido a su imaginario héroe Zalacaín ciento cincuenta años atrás.

Lo viejo y lo nuevo. Todo pasa y todo vuelve, pero lo nuestro es volver.

Román Rubio

Septiembre 2024

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miércoles, 14 de agosto de 2024

COSAS DEL TIMING

 

COSAS DEL TIMING



El miércoles pasado a media mañana me dispuse a llevar trastos inútiles al ecoparque del pueblo de al lado de donde veraneo, que da servicio a la comarca. Cargué el coche con aparatos que no funcionan, la maleta de Vente a Alemania Pepe,  ropas que no se han usado desde que Amstrong pisó la Luna y otras utilerías prescindibles. Al llegar a la instalación me encuentro el lugar cerrado con el siguiente cartel:

HORARIO

 Lunes: de 9.00 a 13.00

 Miércoles: de 15.00 a 19.00

 Jueves: de 09.00 a 13.00

Sábados: de 09 a 13.00

Veamos: estamos en agosto, fechas en las que los pueblos del interior, de natural vacíos (o vaciados, como prefieran) se llenan de veraneantes, gentes —como quien esto escribe— en su mayoría de limitados posibles y menos glamur, que intentan por todos los medios de deshacerse de las figuritas que los abuelos —en su tránsito a lo desconocido— dejaron encima de la tele de la casa del pueblo, hules para la mesa de la cocina y escenas de ciervos en las paredes.

¿Y gestionan la instalación con tan extravagante horario? ¿Quién, aparte del empleado, puede intuir que un lugar así puede estar abierto por las mañanas excepto los miércoles, en que caprichosamente abre por la tarde? Vale que los domingos esté cerrado, ya que es fiesta de guardar, pero, ¿qué tienen los Supercicutas contra los martes y los viernes? ¿Es que no se puede uno deshacer esos días de los pucheros descascarillados de la abuela?

Volvía de mi frustrado viaje al ecoparque cargado de todos los malditos cachivaches inútiles, pensando que el maldito horario lo había impuesto alguien con el único propósito de disuadir a las personas que aún se guían por la lógica, cuando escuché por la radio el inminente advenimiento de la quincuagésima segunda ola de calor del año y los preparativos que mi ciudad lleva a cabo para resguardo de las personas vulnerables. La responsable municipal valenciana habla de diversas fuentes de agua fresca y filtrada repartidas por la ciudad y de un nuevo refugio climático, abierto de 11 a 19 horas (las fuertes de calor) todos los martes y viernes.

¿Había oído bien? ¿Me estaban diciendo que todos los martes y viernes se abre un local climatizado para que sirva de refugio contra el calor? ¿Es que la ponentá sabe de días de la semana? Por un momento pensé que la persona que atendía el ecoparque era la misma que abría el refugio, lo que inmediatamente descarté puesto que está a 100 kilómetros de distancia un lugar de otro. En ese momento me percaté de que se trataba de toda una estrategia del absurdo; que era como si hubieran dado las riendas de la gestión pública a Tip y Coll.

Y los émulos de Tip y Coll decidieron que la ciudad fuera descartada como sede del mundial de fútbol de 2030, que tanto anhelaban. Tras diez años de obras paradas en el que iba a ser el nuevo estadio de Valencia y del Valencia C.F, los distintos agentes (club, Ayuntamiento y demás guionistas del absurdo) lograron ponerse de acuerdo para el reinicio de las obras… Exacto: un par de días después de que se cerrara el plazo para la toma de decisión del organismo competente.

¡Viva la Pepa!

Román Rubio

Agosto, 2024

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martes, 30 de julio de 2024

VÍCTOR O VICTORIA

 

VÍCTOR O VICTORIA


La fase final de la Eurocopa de fútbol me cogió en el extranjero, con lo que vi la semifinal contra Francia y la final contra Inglaterra en una terraza al aire libre con dos superpantallas en un contexto multinacional de cervezas, amigos y familia. Ambos partidos comentados en una lengua escandinava, en la que era difícil, a veces, reconocer hasta los nombres de los futbolistas españoles, aunque con la pequeña satisfacción de que, al menos, el nombre del central español francés de la roja era pronunciado correctamente como “Laport”, y no “Lapor”, como le llaman los locutores de medios españoles, pertinaces ellos en su paletismo en lenguas extranjeras.

Ni qué decir tiene que la satisfacción por la victoria de la selección fue enorme, ampliada por el hecho de estar fuera y reforzada además por el estupendo triunfo del murcianico en Wimbledon. Hasta ahí, la dicha. A partir de ese momento, la desdicha, la decepción y la vergüenza propia y sobre todo ajena por las celebraciones. Agradeciendo, eso sí, el haberme evitado el sonrojo de ver y escuchar a las masas patrióticas de populacho acaparador de papel higiénico en épocas de turbulencia enardecidas por las calles en un acalorado clima de euforia nacionalista festejando de manera ruidosa y zafia lo que ganaron otros.

Y no solo por lo de “Gibraltar español”, esa plegaria de plañideras que quieren recobrar con cancioncitas de “oé, oé, oé” lo que perdieron con barcos y diplomacia. Gibraltar será español cuando quieran los gibraltareños y eso parece estar bastante alejado de la voluntad de aquellos; cosa nada fácil de cambiar, por cierto.

Lo siento, me he subido a la parra en la crítica de mis compatriotas. Lo cierto es que no somos los únicos en mostrar tan patética actitud. Una amiga viajera me contó con emoción que había vivido en Argentina la celebración del último campeonato del mundo y la entronización de Messi, ese personaje semiautista y pesetero (además de jugador excelso), en el Olimpo de los dioses, a la derecha de Zeus. No se lo dije por cortesía, pero no la envidié por haber vivido tan desmesurado espectáculo.

Recuerdo que otra copa del mundo ya lejana —la de Estados Unidos de 1994 (en la que Tassotti rompió la nariz de Luis Enrique de un codazo) la viví en Escocia. La competición la ganó Brasil a los penaltis en reñido partido con Italia. Una amiga italiana, que estaba viendo el partido de la final en el grupo, manifestó su preferencia de que no ganara Italia. ¿Por qué?, dije yo. “No sabes cómo se ponen mis compatriotas cuando ganan algo”.

No, no lo sabía porque hasta ese momento nosotros habíamos ganado muy poco. A partir de entonces nos ha ido mejor y la italiana estará feliz de ver que son otros los que hacen el ridículo con sus vociferios.

Hay quien me pregunta por qué siento predilección por los japoneses. Pues bien, en el último mundial, los organizadores se sorprendieron de que, incluso tras ser eliminados, los seguidores de Japón dejaron la grada impoluta recogiendo los desperdicios propios y ajenos. En cuanto a los jugadores, además de dejar el vestuario como una patena, dejaron un cartel dando las gracias y unas figuritas de garzas de origami como cortesía y agradecimiento a los encargados de la limpieza. Lo mismito que los argentinos y los españoles. Habrá que ver cómo dejaron el vestuario los valientes guerreros rescatadores del Peñón.

Es encomiable saber perder (Djokovic lo hizo de manera impecable ante Alcaraz), pero tan difícil o más es saber ganar. En algún lugar del acceso a la pista principal de Wimbledon hay un cartel con unas palabras del poema If de Ruyard Kipling:

If you can meet with Triumph and Disaster/ And treat those two impostors just the same.

Si eres capaz de encontrarte con el Triunfo y el Desastre/ y tratar a esos dos impostores de la misma manera.

Pues eso; si hay que aprender de algo o alguien que sea de la estoica caballerosidad victoriana o de los japoneses. Y de Messi, a jugar al fútbol; de lo demás…

 

Román Rubio

Julio, 2024





lunes, 22 de julio de 2024

LAS TONTUNAS DE LA EDAD

 

LAS TONTUNAS DE LA EDAD



Una de las cosas que tiene hacerse mayor es que uno descubre montones de formas nuevas de hacerse daño. Hace poco, en Francia, la barrera automática de un parking me dio en toda la cabeza; la verdad, no creo que eso me hubiera ocurrido en mis años más mozos y menos atontados

Sólo hay dos maneras en que la barrera de un parking acabe golpeándote en la cabeza. Uno es quedarse de pie bajo una barrera levantada y esperar conscientemente a que te caiga encima. Por supuesto, esto es la forma fácil. El otro método —y aquí es donde puede ayudar tener una capacidad mental ligeramente mermada— consiste en olvidarse de la barrera que acaba de levantarse delante de tus narices, plantarte justo en el espacio que ocupaba, fruncir los labios mientras sopesas cuál será tu siguiente movimiento y quedarte patidifuso cuando este pedazo de madera se desploma sobre tu cabeza como lo haría una maza sobre una estaca. Y este es el método que elegí yo.

Otra de las cosas que tiene hacerse mayor es pasarse un buen rato buscando las gafas que uno lleva sobre la frente o la gorra que finalmente está… en la cabeza. Aunque no sean circunstancias exclusivas de la gente mayor: vean si no la conversación entre estas dos jóvenes que llegó a mis oídos no hace mucho: “Tía, que mal rollo, anoche perdí el móvil y estuve media hora palpando por el suelo del jardín”. “Tía, y por qué no encendiste la linterna del teléfono?

Es reconfortante leer las tontunas de la edad que les ocurren a otros. El de la barrera no era yo, sino Bill Bryson, el ocurrente tipo de Iowa que comienza de ese modo su libro “Nuevas crónicas de Gran Bretaña”, continuación del que escribiera hace años en el que ponía al país frente al espejo.

Un poco más adelante relata su primer contacto con Gran Bretaña en su lejana juventud veinteañera:

En aquella época, durante un periodo breve pero muy intenso, una proporción muy considerable de lo que valía la pena en el mundo procedía de Gran Bretaña. Los Beatles, James Bond, Mary Quant y la minifalda, Twiggy y Justin de Villeneuve, la vida amorosa de Elizabeth Taylor y Richard Burton, la vida amorosa de la princesa Margaret, los Rolling Stones, los Kinks, las americanas sin solapa, las series televisivas como Los vengadores y El prisionero, las novelas de espionaje de John le Carré y Len Deighton, Marianne Faithfull y Dusty Springfield…

Y ya que hablamos de Gran Bretaña, hablemos de Londres, la magnética ciudad. Vean lo que dice de ella Enric González en su estupendo libro Historias de Londres, otra de mis últimas relecturas:

Hay ciudades bellas y crueles, como París. O elegantes y escépticas, como Roma. O densas y obsesivas, como Nueva York. Londres no puede ser reducida a antropomorfismos. Siglos de paz civil, de comercio próspero, de empirismo y de cielos grises la han hecho indiferente como la misma naturaleza. Quizá exagero. Quizá Londres sea una proyección del carácter inglés. No hay sentimentalismos, ni derroches de pasión, ni verdades con mayúsculas. Por una u otra razón, Londres reúne las condiciones óptimas para que florezca la vida. Es difícil no sentirse libre en esta ciudad inabarcable y a la vez recoleta, sosegada como el musgo de sus rincones umbríos (…), donde caben el arte y su reverso técnico, el kitsch, sin estorbarse mutuamente, donde la Justicia, ese concepto peligroso, metafísico y continental, pesa menos que la sensatez a escala humana del fair play.

Estamos de acuerdo, amigo Enric, con lo de lo de los cielos grises, el comercio próspero, el fair play y el ajetreo o sosiego según los barrios, pero en lo de paz social… Bien es cierto que la ciudad no ha conocido guerras civiles, pero disturbios los han tenido y gordos: no hay más que recordar los de agosto de 2011 o los de Brixton de 1981, por no hablar de los ya lejanos de Hyde Park (1855) o los Gordon Riots de 1780.

Artístico y kitsch, tradicional y multicultural, frenético y tranquilo, siempre es buen momento para volver a Londres.

 

Román Rubio

Julio 2024 

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jueves, 27 de junio de 2024

COMPROMISE

 

COMPROMISE


A los ingleses siempre se les ha asociado con un sentido práctico, propiedad que heredaron sus hijastros los estadounidenses. Esto les ha llevado a marcar el paso del mundo moderno: la electricidad y el teléfono dentro de las casas, los electrodomésticos, la televisión, el ordenador personal y el Internet son cosas que hoy no existirían sin la concurrencia del mundo anglosajón y su sentido de “lo práctico”.

Los avances anteriores, todos tecnológicos y facilitadores de la vida cotidiana no habrían aparecido a no ser por la filosofía del fair play, del comercio justo y la capacidad de negociación. El fair play, que saca del terreno de juego la corrupción y otras marrullerías, el comercio y su fundamento primero de que un buen negocio es aquel en el que ganan las dos partes y la negociación como manera de ponerse de acuerdo las partes en lo que en inglés se llama “compromise”, palabra que no significa compromiso (que en inglés se dice commitment) sino “llegar a un acuerdo”, ceder una y otra parte en una negociación hasta encontrar un punto intermedio, que sin ser el óptimo para las partes, sea aceptable para ambas. Que tú quieres comprarte el Ferrari rojo y yo el amarillo, pues nos compramos el naranja. Que quieres una casa en la montaña y yo en el mar, ¿qué tal una en una montaña desde la que se vea el mar? Esa es la pauta.

En política, el punto de encuentro no tiene que ser necesariamente el punto medio, pues dependerá de las fuerzas o los apoyos con que uno se presenta a una negociación. No se sentará a la mesa un agente que cuenta con el respaldo de un ochenta por ciento de seguidores o votantes que el que le apoyan el veinte por ciento. Habrá que encontrar una salida que, desequilibrada a una parte, sea capaz de hacerle salvar la cara a la otra.

Eso o el bloqueo. En España, país alejado de la practicidad anglosajona a menudo se opta por el bloqueo, como se puede ver en algunas liquidaciones de herencia o acuerdos de comunidad de vecinos: me niego a poner ascensor, aunque tenga que subir con la pierna vendada si consigo fastidiar al del tercero que va en silla de ruedas. Y así ha sido durante años por lo que respecta al CGPJ. Esta semana se desbloqueó el asunto y los dos partidos mayoritarios decidieron encontrar la fórmula para la renovación del órgano de gobierno de los jueces.

No me pregunten sobre el contenido del acuerdo: el mundo judicial, de la judicatura, la jurisprudencia y hasta de la justicia es tan arcano para mí como el de la macroeconomía o la física cuántica. Aún así, me atrevo a aventurar que es un buen acuerdo.

Y ¿por qué?, preguntarán ustedes. Pues porque inmediatamente después de la escenificación por parte de los principales agentes del acuerdo (Bolaños y González Pons) se manifestaron en contra Belarra y Abascal. Desde ese mismo momento comprendí que el acuerdo había de ser necesariamente bueno y que todos habían cedido en sus pretensiones. Después escuché o leí que Rufián, de ER, Aizpurúa de Bildu, alguien del PNV y otros también condenaron el pacto, lo que no hizo más que afianzarme en mi postura. Me falta conocer la opinión de Jiménez Losantos y de Puigdemont (que ni está ni se le espera en el debate) y, sobre todo, de Díaz Ayuso. Si se pronuncia la madrileña — en público o en privado— condenando el acuerdo, yo lo firmaría ya. Sin ni siquiera leerlo.

Román Rubio

Junio, 2024


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martes, 11 de junio de 2024

LO QUE QUIERE LA GENTE

 

LO QUE QUIERE LA GENTE


Leí con sorpresa la noticia de hace un par de días: Yolanda Díaz dimite de su cargo como coordinadora de Sumar tras el batacazo electoral, en el que la formación, partido, plataforma, sindicato, asociación o lo que sea obtuvo un 4,65% de votos, que viene a ser más o menos un tercio de los obtenidos en las generales.

En su alocución de despedida la Vicepresidenta del Gobierno adujo con acierto que “la ciudadanía no se equivoca cuando vota y tampoco si decide o no ir a votar”. A continuación aludió en varias ocasiones a la manida construcción de los políticos de todos los partidos y tendencias sabedores de “lo que quiere la gente”.

Dice la dimisionaria:

“Tenemos que estar para solucionar los problemas de la gente. No los problemas de los partidos o de los políticos”.

¡Bravo, Yolanda! Has dado en el clavo. Lo que no me cuadra es por qué teniendo tan claro lo que quiere el personal te has (habéis) dedicado en cuerpo y alma a disputar los votos y los escaños a los primos de Podemos, Izquierda Unida, Verdes y quienquiera que se moviera por esos lares con el objeto de erigirte como la estrella fulgurante de los proletarios para darte cuenta tras el colapso electoral que la política no es (solo) una lucha de egos.

Y continúa: “Es necesario dar un paso a un lado para dar un paso adelante en la política que importa a la gente”. Aunque el paso al lado se materializa solo en lo que respecta a la formación política, pues anuncia que seguirá como Vicepresidenta del Gobierno, porque, dice: “Estoy convencida de que este gobierno es la mejor herramienta para mejorar la vida de la gente”.

¡Bienaventurados quienes están tan seguros de saber lo que quiere la gente y saben además cómo implementarlo! Gozan de la admiración de los que, como yo, a menudo no sabemos siquiera ni lo que es bueno para nosotros mismos, mucho menos para “la gente”.

No tardaron sus detractores en hacer sangre de ella. Y los compañeros y comilitones en dedicarle mensajes de alabanza: Errejón, Mónica García y cómo no, el portavoz de la formación y ministro Ernest Urtasun, que tras resaltar el compromiso y la honestidad de la política añade en su tuit: “Seguimos trabajando para mejorar la vida de la gente de este país”.

Está claro el mensaje: no solo quieren hacer sino que dicen saber qué es lo mejor para “la gente”, pero ¿para qué gente?

En francés “la gente” es plural (les gens) y en inglés (people) también es un sustantivo que concuerda en plural (people are, no people is*). Parece que en otros lugares tienen claro que hay gentes y gentes y que lo que es bueno para unos no lo es para otros.

Y vaya como ejemplo la anécdota:

En el bar del pueblo me tomé la caña junto a Edelmiro, un pequeño y próspero industrial local, buen tipo, respetado en el lugar y conocido votante de Vox. Hablando de la vacuidad y falta de interés de la TV me confesó que la única cadena que él veía con agrado era el canal de Castilla La Mancha. ¿Y por qué?, pregunté yo. Pues porque “hacen programas de agricultura”: el cultivo del pistacho, el olivar intensivo, los injertos, las variedades de almendra resistentes a las heladas y cosas por el estilo. Además (según el prócer rural) porque “televisan toros” y por si fuera poco “ponen cante”, refiriéndose, como es natural, a canción española. “Lo que le gusta a la gente”, concluyó el hombre, cargado de razón.

Ya ven lo que da de sí la palabra.  Vean si no a los que votaron a esa cosa nueva que acaba de aparecer y que siento hasta pudor de nombrar. ¿Serán ellos también “gente”?

Román Rubio

Junio, 2024 

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viernes, 7 de junio de 2024

LA SUERTE DE LA GUAPA

 

LA SUERTE DE LA GUAPA´


“La suerte de la guapa, la fea la quisiera”. Bueno, ya sé que el refrán, en un ejercicio de burda ironía y trasnochado anacronismo, dice lo contrario. Se insinúa que la fea obtiene buenos réditos sentimentales y matrimoniales, en tanto que la guapa es reclamo de vividores, crápulas y otros especímenes escasos de moral y rentas. De eso vamos a hablar hoy: de ciudades guapas y feas y los réditos de su belleza.

Empezaremos por Valencia:

Kenneth Tynan (1927-1980) fue un escritor, crítico literario y ensayista británico de gran reputación en el mundo anglosajón. Escribía con asiduidad en medios prestigiosos como The Observer o The New Yorker. Además, fue durante algún tiempo director artístico de la National Theatre Company de Londres  y autor de algunas obras de teatro. Quizá recuerden ustedes el musical Oh! Calcutta!, de su autoría, gran éxito tanto en Broadway como en el West End en la década de los 70.

El inglés escribió para el The New Yorker en 1970 un polémico artículo titulado Valencia, que causó cierto revuelo por estos lares, y en el que otorgaba a la ciudad el apelativo de “capital mundial del antiturismo”. El texto fue editado junto a otras piezas en un libro con el nombre de The Sound of Two Hands Clapping, que Anagrama editó en español con el título La pornografía, Valencia, Lenny, Polanski y otros entusiasmos, obra que en su momento compré y desapareció de mi biblioteca  producto de algún préstamo o mudanza.

El efecto que produjo el texto, más que de repudio fue de atracción hacia la ciudad, consecuencia del sarcasmo más sofisticado, pues le dedica párrafos como (y copio del estupendo artículo de Vicente Molins en Valencia Plaza):  en València se posa una fealdad ruidosa (...), siempre dispuesta a repeler a los forasteros, es uno de los pocos lugares que cumple con todas nuestras expectativas. Disfrutamos de estar inactivos a la luz del sol en una ciudad mediterránea: aquí podemos holgazanear, no tanto solitariamente sino verdaderamente solos, contemplativos y distantes (...) Algunas personas se van de vacaciones para conocer a extraños, otros van para encontrarse a sí mismos. Para este último grupo, Valencia, capital mundial del antiturismo, es el escondite que buscan”. Y, con doble pirueta, aterriza: “es un elogio sincero para la maloliente Valencia, mi ciudad mediterránea favorita”.

Vean ustedes en qué consiste la pirueta del inglés: ustedes buscan los lugares trillados y se conducen dentro de las masas turísticas en la búsqueda de lo chic; yo, en cambio, disfruto de esta ciudad ruidosa, maloliente e ignorada porque no soy como ustedes; pertenezco a los elegidos que sabemos apartarnos del rebaño y encontrar lo bueno que hay bajo la superficie y que ustedes (gente vulgar) son incapaces de apreciar.

Resulta chocante la opinión del británico para describir a una ciudad que cincuenta años después se erigiría como la favorita de los Erasmus, la de mayor calidad de vida del mundo —o una zarandaja similar otorgada por no sé qué revista u organismo— y la capital mundial de la sostenibilidad y las zonas verdes o algo parecido, pero es que habría que recordar la Valencia de finales de los años sesenta: la autopista del Mediterráneo se acababa por Puzol y todos los camiones del mundo atravesaban la ciudad por el eje de tránsitos —Cardenal Benlloch-Peris y Valero—, dándose a conocer al mundo como “el Semáforo de Europa”; Velluters no era tal: como ocurriera en Barcelona con el Raval, se había convertido en “el Barrio Chino” —aunque no se viera por allí chino alguno— en tanto que el Barrio del Carmen y la Xerea se llenaban de bares de tapas o de copas (entonces denominados pubs) al tiempo que los residentes huían y desertaban de los barrios antiguos para comprarse un pisito luminoso afuera: los ricos en Jaume Roig y la Alameda y los menos ricos en barrios como San Isidro, la Fuensanta o Benimaclet, mientras otros, más campestres, se decidían por LEliana, el Vedat o la Cañada.

El resto de la película ya lo conocemos: los barrios céntricos se deterioran, los inmuebles están tirados de precio, los fondos de inversión aprovechan la oportunidad, adecentan y limpian el espacio urbano encareciendo la propiedad y se forran trayendo  cantidades ingentes de gentes llamadas turistas que disfrutan del entorno que otros dejaron, en parte por abandono.

Es lo que tiene el turismo; ni contigo ni sin ti. Quienes lo tienen lo desprecian y quienes no lo tienen lo desean y no paran de hacer campañas voceando sus atractivos. Solo las guapas lo consiguen y algunas llegan a morir de éxito; de ahí, quizá, lo de “la suerte de la fea, la guapa la quisiera”.

Román Rubio

Junio, 2024


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miércoles, 22 de mayo de 2024

LAS 42 SOMBRAS DEL GÉNERO

 

LAS 42 SOMBRAS DEL GÉNERO


Llegó Milei y, como elefante en cacharrería, acaparó el noticiario. Uno, atento siempre a las noticias que no ocupan la primera página a cuatro columnas reparó, sin embargo, en otra más pequeñita pero de mayor interés y calado social. Leo en La Vanguardia del día 16 el titular: “No habrá educación sexual para los menores de 9 años en Gran Bretaña”.

Pobrecitos, ¿cómo podrán apañárselas en su vida cotidiana sin conocer los intríngulis del sexo en sus ochocientas treinta y dos variantes, sin contar las delicias y riesgos de las pequeñas perversiones como la hipoxifilia o semiasfixia durante el acto sexual, tan popular en el país?

Para los mayores de trece, las nuevas directrices del gobierno tory pide mesura y regula, entre otras cosas, la publicidad sobre la elección voluntaria de encuadramiento en uno de los “setenta y dos géneros teóricamente posibles”.

¡Alto ahí! ¿Setenta y dos géneros, han dicho? En mis lejanos tiempos de estudiante de la Enciclopedia Álvarez había dos géneros: masculino y femenino. Poco a poco nos íbamos dando cuenta que en cada grupo había unos que preferían carne, otros pescado y los había omnívoros (de carne y pescado) y hasta veganos (algunos a la fuerza, ya que venían de la excursión cinegética con el zurrón vacío). Conforme íbamos creciendo veíamos que esto no era tan simple y entre el blanco y el negro descubríamos algún gris, de modo que ampliamos la gama de géneros, aunque siempre podíamos contarlos con los dedos de una mano, dos como mucho.

Hoy en día no. Asustado por la cifra de setenta y dos géneros me he acercado a la lista preguntando a ChatGPT (el oráculo de Palo Alto) y me ha reducido la lista a 42; todo un alivio.

Para su solaz les paso el listado. Si su situación personal no se encuentra en ninguno de los especificados pueden ir añadiendo, que aquí cabemos todos. Ahí van:

1.      Agénero: Persona que no se identifica con ningún género.

2.      Andrógino: Persona cuya identidad de género es una mezcla de masculino y femenino.

3.      Bigénero: Persona que se identifica con dos géneros.

4.      Cisgénero: Persona cuya identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer.

5.      Género fluido: Persona cuya identidad de género cambia con el tiempo.

6.      Género no conforme: Persona cuya expresión de género no encaja en las normas tradicionales.

7.      Genderqueer: Persona que no se suscribe a las distinciones de género convencionales.

8.      Intergénero: Persona cuya identidad de género está entre géneros o es una combinación de varios géneros.

9.      Neutrois: Persona que se identifica como neutral o sin género.

10. No binario: Persona que no se identifica estrictamente como hombre o mujer.

11. Pangénero: Persona que se identifica con todos los géneros.

12. Poligénero: Persona que se identifica con múltiples géneros.

13. Transgénero: Persona cuya identidad de género es diferente del sexo asignado al nacer.

14. Transmasculino: Persona asignada como mujer al nacer pero que se identifica más con la masculinidad.

15. Transfemenino: Persona asignada como hombre al nacer pero que se identifica más con la feminidad.

16. Dos espíritus: Término usado por algunas culturas indígenas de América del Norte para describir a una persona con espíritus tanto masculinos como femeninos.

17. Demichico: Persona que se identifica parcialmente como hombre.

18. Demichica: Persona que se identifica parcialmente como mujer.

19. Género fluctuante: Persona cuya identidad de género fluctúa en intensidad.

20. Autigénero: Persona cuya experiencia de género está profundamente conectada con su experiencia de ser autista.

21. Maverique: Persona que se identifica con un género distinto y autónomo que no es masculino, femenino ni una combinación de ambos.

22. Aliagénero: Persona con una identidad de género diferente del masculino, femenino o cualquier combinación de los dos.

23. Grisgénero: Persona que se identifica parcialmente con un género pero con una conexión débil.

24. Aporagénero: Persona con una identidad de género fuerte y específica que no es masculina, femenina ni una mezcla de ellos.

25. Intersex: Persona nacida con características sexuales físicas que no se ajustan a las nociones típicas de cuerpos masculinos o femeninos.

26. Multigénero: Persona que experimenta múltiples géneros simultáneamente o a lo largo del tiempo.

27. Quoigénero: Persona que siente que su género es desconocido o no puede definirse.

28. Novigénero: Persona que siente que su género es complicado y único.

29. Vacío de género: Persona que experimenta un género que es vacío o nulo.

30. Libragénero: Persona que se siente mayormente agénero con una ligera conexión a otro género.

31. Demifluido: Persona cuya identidad de género es parcialmente fluida y parcialmente estable.

32. Caelgénero: Género que comparte cualidades con el espacio exterior o tiene una estética de otro mundo.

33. Xenogénero: Persona cuya identidad de género está influenciada por conceptos más allá de la comprensión humana.

34. Juxera: Género similar al de una mujer pero separado y no alineado con lo femenino.

35. Magigénero: Persona cuya identidad de género es mayormente un género pero con una parte de otro género.

36. Collgénero: Persona que experimenta múltiples géneros que se sienten simultáneamente o en diferentes momentos.

37. Perigénero: Persona cuya identidad de género está cerca de un género pero no exactamente ese género.

38. Omnigénero: Persona que se identifica con todos los géneros o múltiples géneros simultáneamente.

39. Estéticagénero: Género experimentado a través de medios estéticos o visuales.

40. Anongénero: Género que es desconocido para uno mismo y para los demás.

41. Astralgénero: Identidad de género que se siente conectada al espacio o a las estrellas.

42. Deliciagénero: Género influenciado por el concepto de delicadeza o delicadeza.

 

Román Rubio

Mayo, 2024


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