viernes, 29 de enero de 2016

LLIBERT

LLIBERT



¿Han experimentado alguna vez la sensación, a la media hora de empezar, de ganas enormes de que acabe un espectáculo al cual han decidido libremente ir, han pagado su entrada, han decidido invertir una tarde o noche de sus vidas? ¿Se han mirado el reloj a hurtadillas cada, digamos, diez o quince minutos sintiendo cuán lento pasa el tiempo y qué largo es el tramo que queda hasta el bendito alivio del final? A mí me ha ocurrido varias veces. Me pasa con las óperas de Wagner “el anillo del Nibelungo”, aunque aliviado por la cantidad de descansos y lo volví a experimentar el domingo pasado en que fui al teatro Micalet de Valencia a ver la obra Llibert de una compañía catalana.  No quiero decir que fueran malos (malas, ya que se trataba de tres actrices), con tablas en el escenario y que conseguían transmitir con convicción la fuerza que el tema requería, ni que el montaje resultara soso por falta de efectos y ayudas escenográficas, no. El montaje era, también, poderoso. No había coro, como en las tragedias griegas, pero una de las actrices, Müfilla, armada de una potente guitarra eléctrica, un cencerro a veces y una poderosa y, a menudo, estridente voz, animaba el cotarro con sus ocasionales alaridos, piezas de rock o sentidas baladas.
Era el tema, el argumento y la expresión, el relato del mismo lo que (me) resultaba casi insoportable, áspero y al mismo tiempo, tedioso. Acudí al teatro sin referencia alguna, sólo porque alguien decidió por mí y yo, gustosamente, acepté. He leído a posteriori alguna de las excelentes críticas de la obra, de manera significativa una del diario El País que la calificaba de “brutal, conmovedora, osada y poderosa”. Bien; estoy de acuerdo en todo menos en lo de “conmovedora”; es brutal, es osada y es poderosa, pero si con todos esos atributos no la encuentras conmovedora, a pesar del tema, es que algo falla: en el tema, en el guión o en (lo más probable) mi propia sensibilidad hacia el teatro.

Les cuento: trata de una madre y los personajes que la rodean en los días en que tiene (tienen) que afrontar una difícil y cruel situación: el hijo que acaba de parir –Llibert, de nombre- ha nacido con una  parálisis cerebral de la que se está evaluando su alcance. El dilema será el de dejar o no morir al inocente por inanición, pasividad o como quiera que técnicamente se llame, dependiendo del grado de la lesión (o minusvalía). En fin, una situación a la que ni usted ni yo nos gustaría enfrentarnos; lo que hace preguntarme: siendo una situación horrorosa en la vida real, ¿cómo es que elegimos compartir la angustia en el teatro de manera voluntaria e innecesaria? ¿Es empatía con el sufrimiento, masoquismo quizás, o catarsis a la griega?
El teatro estaba lleno, o casi. Precedida la obra de unas excelentes críticas, la sala estaba bastante más repleta de lo que el Micalet (especializado en teatro en valenciano, o catalán) suele estar y las personas, creciditas y cultas, parecían informadas ( no era mi caso) de  que iban a ver una historia desgarrada, triste, cruda y deprimente. Por qué en vez de bailar bachata (que tan buena dicen que es para las gentes de cierta edad), experimentar la emoción de una obra de arte en un museo o tragarse una simpática e ingeniosa comedia en el cine o en un escenario, elijen, aplauden, loan y ¿se regocijan? con la historia de una madre -después me enteré que es una historia real de la vida de Gemma Brió, la actriz que la personifica, lo que añade un nuevo elemento a la historia- en tan terrible escenario.

La explicación está quizás en el origen del teatro, en su esencia misma. Las emociones que promueve la escena, como ocurre con los sueños, son vividas por el espectador a modo de antídoto purificador o catarsis (como se conoce el fenómeno en la tragedia griega). En el caso que nos ocupa, la catarsis actuaba en dos sentidos. La actriz curaba su herida por el camino de la exhibición pública (me parece bien si le funciona) y el público se purificaba compartiendo el sufrimiento de otros. Con la emoción que produce la desgracia del personaje de la tragedia y el ulterior castigo, el espectador exorciza sus propios temores, los canaliza en el personaje del escenario y se regocija con el castigo que este recibe de los dioses por su “hybris” u orgullo desmedido, el más grave de los defectos, que hace a los mortales creerse superiores a los dioses.
No fue el desafío a los dioses lo que llevó a Gemma Brió (autora, actriz y protagonista en la vida real) a la difícil encrucijada, sino una fatalidad “natural” lidiada valientemente junto a familiares, amigas y personal sanitario y compartida con un público entusiasta. Algunos (como yo), más bien reacios a experimentar y compartir cualquier catarsis sobre dilemas de vida y muerte que afecten a otros, no cesábamos de mirar el reloj pensando que ya es bastante duro el hecho de que la vida te ponga en tal aprieto como para, voluntariamente, ponerte tú pagando una entrada, aunque sólo sea durante el tiempo limitado del espectáculo. Para mí, ya es demasiado.

Román Rubio
Enero 2016

martes, 26 de enero de 2016

EL BUTANERO

 EL BUTANERO


El butanero (por si hay alguien que no lo sabe) es el tipo que provee de bombonas de gas a los domicilios del ámbito rural, adonde no llega la red de canalización de gas natural o a los del entorno urbano que, normalmente por falta de medios, no tiene instalado el servicio. En mi país –de manera sorprendente- el folklore popular les ha atribuido la pintoresca función de aliviador de las frustraciones sexuales del ama de casa. No me pregunten por qué. Desconozco el motivo de tal circunstancia, aparte de la obvia de ser visitador domiciliario. Tanto más cuanto creo que es el único país en el que tan humilde servidor goza de tan pintoresca reputación. Prueben ustedes a contar el chiste del butanero en un grupo multinacional y verán la sorpresa. Se acepta al fontanero, al jardinero, al handyman y hasta al vendedor de Biblias;  pero al butanero, sinceramente, no cuela en ningún lugar arriba de los Pirineos. ¿Será que no tienen quién les sirva las bombonas? ¿Ayudaría el halo tecnológico que en su momento pudo rodear al gas en un país de cocinas de leña? Quizás, en aquel tiempo no tan lejano, el butanero era el portador de la tecnología punta doméstica, como hoy el asesor de Apple (paraíso esnob por excelencia).

La realidad del profesional de la chaqueta naranja parece estar alejada del examen de los deshabillés de las ociosas amas de casa. Según El País del sábado 23, el colectivo, en la ciudad de Barcelona, está copado por extranjeros, paquistaníes en su mayoría que trabajan sin salario alguno. Suben las pesadas bombonas a las casas (muchas sin ascensor) de barrios como el Raval por las propinas o bien por el precio que ellos demandan y que es, jugando con la desinformación de la clientela, algún euro por encima del precio fijado oficialmente. La operadora –Repsol, con un 75% del mercado o Cepsa, con un 15%- vende las bombonas a las distribuidoras y éstas contratan a conductores autónomos a los que les queda un margen de ganancia de 35 céntimos por bombona servida. Con ese margen deben pagar gasoil y mantenimiento del vehículo, plazos de compra… y a la cuadrilla. Éstos, paquistaníes en su mayoría (como el dueño de la camioneta), tratarán de cargar unos eurillos extra o una propina a clientes (clientas en su mayoría) que suelen ser personas mayores que viven solas en casa anticuadas y con pensiones mínimas. Ya ven: otra de las glorias del capitalismo. Gracias al ahorro que supone escatimar unos euros a muchos pensionistas pobres (que no se pueden permitir la instalación del gas ciudad) y a otros tantos paquistaníes que se desloman subiendo escaleras cargados con bombonas, los directivos y altos ejecutivos de las grandes compañías se pueden poner unos salarios de vértigo. ¡Esto sí que es flexibilidad laboral y lo demás cuentos! Los salarios son muy, pero que muy flexibles: unos, altos como el Everest; otros bajitos como… bueno, como la nada. ¿Por qué utilizar el eufemismo “flexibilidad” cuando se quiere decir explotación y amaño?

Hay otro término perverso que usan los economistas cuando se refieren al mercado de trabajo: se trata de “productividad”. Vale, lo entiendo. Quienes diseñan el software que han de utilizar millones de ordenadores en el mundo generan un gran valor añadido. Unas horas de trabajo, unos céntimos de electricidad y cero contaminación dan lugar a  ventas mundiales millonarias: ¡chapeau! Pero ¿tiene sentido hablar de productividad en la gasolinera en la que te sirves tú la gasolina y hay una chica en la caja –lugar que no puede abandonar aunque el cliente tenga un accidente con la manguera del combustible- al tiempo que repone los artículos de la tienda, hace pan en el horno y sirve cafés? Llámenle “productividad” si quieren. Yo le llamo codicia. En un país con índices de paro de vergüenza, ¿se puede aceptar que algunos quieran convencernos de que esto es así, que es bueno, que es decente?

La “productividad” y la “flexibilidad laboral” hacen que las fruterías de este país estén regentadas y atendidas por paquistaníes y los bares por chinos. En estos, la mujer y la abuela en la cocina, el hombre y la hija sirviendo las mesas y el chico, en edad escolar, haciendo los deberes en una mesa apartada y echando una mano en los ratos libres, consiguen, abriendo 16 horas diarias, siete días a la semana, 365 días al año, pagar a los proveedores y embolsarse un  salario colectivo de mil y pico euros sirviendo delicias orientales como son las cañas con patatas bravas y los cafés con leche con tostadas y manteca colorá. Eso sí que es productividad.

Pues no, señores. Los países que prosperan sospecho que lo hacen con otros criterios de lo que significa “productividad”. Que prediquen los apóstoles de la economía de mercado sus cansinas cantinelas y que le pongan a la chica de la gasolinera un tipo que sirva gasolina. Y que al que sube la bombona a cuestas le den unos euritos por cada una, porque si el capitalismo se tiene que mantener a base de que los  paquistaníes pobres le sisen unos eurillos a  las abuelas del Raval, ¡mala marcha!

Román Rubio
Enero 2016

viernes, 22 de enero de 2016

NOTICIAS Y NOTICIEROS

NOTICIAS Y NOTICIEROS


Hay noticias que no se entienden. No hablo de los hechos, sino de la manera de contarlos. En este último mes, por razones que no vienen al caso no he estado pendiente de la prensa escrita que es la que suele dar proporcionar esos detalles aclaradores del tendencioso e insípido titular que nos da el Telediario televisivo. Pondré un ejemplo: más o menos por el día de Reyes apareció la lamentable noticia de las agresiones sexuales a mujeres en varias ciudades alemanas, sobre todo en Colonia, perpetradas presuntamente por hombres de apariencia norteafricana en la Nochevieja. Confieso que, como carne de telediario, admití ante unos amigos el otro día que no sabía qué demonios había ocurrido. El resultado está claro: un número de denuncias que ascienden a 766, de las que casi 500 son por agresión sexual  y la inevitable tormenta política, pero ¿qué ha ocurrido en realidad?, ¿cuál es el contexto en el que se produjo esta lamentable situación? ¿Se trataba de un grupo de hombres quienes perpetraron las agresiones o era una situación generalizada de hombres (norteafricanos) contra mujeres? ¿Estamos hablando de tocamientos hechos como al descuideo o de acorralamientos haciendo uso de la fuerza y violación o intento con amenazas? ¿Todos los hombres del lugar eran árabes y las mujeres europeas o había hombres europeos también y mujeres de origen meridional? Y en ese caso, ¿qué papel desempeñaron unos y otras? ¿Respondía la acción a algo planificado de antemano o fue producto de un contagio espontáneo y “festivo” como dicen que ocurre en los sanfermines? Si responde a un plan, ¿de quién? En fin, todas estas preguntas quedaron sin contestar en mi entendimiento.
Para paliar este déficit y poder escribir este artículo me he ido a Internet y consultado algunas reseñas de los periódicos y ahora, con muchos más datos, tengo mi interpretación  -“el contexto”-  que no expondré aquí para no interferir con sus propias conclusiones (si las tienen).
Veamos cómo lo cuenta Hermann Tertsh en el ABC del día 10:
“masiva agresión sexual contra cientos de mujeres alemanas por parte de cerca de mil inmigrantes, gran parte de ellos refugiados llegados en los pasados meses…” ¡A ver, señor Tersch!, el día 18 se produjo la primera detención de un hombre al que se acusa de hechos relacionados con aquella noche y sí, efectivamente se trata de un refugiado acogido en un centro, pero ¿cómo puede usted aventurar a nueve días de que trascendiera la información que “la mayoría de los cerca de mil inmigrantes” fueran refugiados y, además, llegados recientemente? ¿No le parece un poco precipitado y tendencioso? Ya ven a lo que me refiero. Y continúa el periodista de ABC: “grupos de hombres extranjeros aterrorizaron, con el uso de inaudita violencia, osadía y procacidad, a mujeres, hombres que intentaron ayudar y a una policía alemana…” ¡Alto ahí!; en el contexto de una situación de casi 500 agresiones sexuales ¿cómo se explica que “una” policía alemana (supongo que se refiere a una agente) y “sólo una” fuera víctima de inusitada violencia, osadía y procacidad? ¿Qué hacían entretanto “los otros” policías,  hombres o mujeres? ¿Permitir que los violentos, osados y procaces extranjeros agredieran a “una” valiente muchacha en uniforme? ¿O iba sola y sin radio? Como ven, a pesar de la valiosa ayuda del señor Tersch, todavía quedan muchas incógnitas por despejar.


Otra información reciente destacada ha sido la detención (y posterior liberación mediante 5.000 euros de fianza por cabeza) de tres bomberos andaluces en la costa griega de la isla de Lesbos. El telediario público la presentó de la siguiente guisa: tres bomberos “españoles” que se encontraban en labores de asistencia a los refugiados que se juegan la vida en el mar entre Turquía y Grecia han sido detenidos acusados de un delito de tráfico de personas y otro de tenencia ilícita de armas. Acompañada la entrada de imágenes de personas que, como nuestros héroes, se dedican a recibir, dar asistencia, calor y abrigo a los huérfanos del destino, la noticia nos induce a pensar en un despiadado y pérfido Leviatán apresando a unos ángeles sevillanos prácticamente por el hecho…de ser españoles.


En ningún momento oí que la demoníaca fuerza antiespañola fuera la temible Guardia Costera Griega, que lidia a diario con la entrada de unas 1.000 o 1.500 personas desde el lado turco, que los españoles estuvieran acompañados en tan noble tarea por otros dos voluntarios daneses (a quienes ni se mencionó), ni se nos informó de si tenían o no permiso (o conocimiento al menos) de las autoridades griegas para llevar a cabo tan humanitaria labor. La entrada del telediario tampoco nos informó de cuántas personas o ONG están en el lugar interviniendo y si lo hacen o no bajo la coordinación de la Autoridad Costera, que es en definitiva la que debe garantizar la seguridad en la zona. Estos detalles y no el hecho de que se tratara de “españoles” parecen irrelevantes para los redactores del ente público. Para mí en cambio son esenciales para poderme formar una opinión, más que el hecho de que los detenidos sean de Carmona o de Tudela.
Y es que, para una gran parte de la opinión pública española (y de la prensa), cualquier cargo contra un español en el extranjero parece ser una ofensa personal y directa contra la persona en particular y España en general. Los españoles en el corredor de la muerte de las cárceles americanas son todos inocentes y los ciclistas y atletas patrios no se dopan. Nunca. Es la manía que nos tienen los franceses, la perfidia de los ingleses, el menosprecio de los americanos, la arrogancia de los alemanes y la osadía de los griegos la causa de nuestras desdichas, pero nosotros… ¡si todo lo hacemos bien!

Román Rubio
@roman_rubio
Enero 2016 

lunes, 18 de enero de 2016

WILLIAM HUSKISSON

WILLIAM  HUSKISSON

Huskisson y Wellington


William Huskisson (1770-1830) fue un político y hombre de estado notable en la Inglaterra de su época. Pilar del Imperio Británico, detentó  importantes cargos políticos y de estado. Fue Secretario de Estado en el gobierno de Pitt, cargo que ejerció de 1804 a 1806, Presidente del Consejo de Comercio y Tesorero de la Armada, ministro del gabinete y protagonista de la reforma y aprobación por el Parlamento de importantes leyes, como las “Navigation Acts”, reformas dirigidas a la regulación y mejora de los intercambios económicos entre naciones por medio de reducciones de tasas mercantiles. Fue también, como Ministro para las Colonias, artífice de la reforma  de las condiciones de los esclavos con su “Consolidated Slave Law”. Tuvo pues, una vida plena y muy activa en la política, pero es uno de esos raros casos en que la figura alcanzó su celebridad no por su vida, sino por su muerte; o más bien, por las circunstancias en que esta se produjo.

El insigne político goza del dudoso honor de ser la primera víctima mortal en accidente ferroviario. Y además, ocurrido en circunstancias nada convencionales.
El 15 de Septiembre de 1830, tras años de construcción y diversas pruebas,  todo estaba preparado para hacer el viaje inaugural de la primera línea de ferrocarril del mundo: la que une la industriosa ciudad de Manchester, en el norte de Inglaterra, con el puerto de Liverpool, a 56 kilómetros de distancia. Ocho trenes salieron de Liverpool en dirección a Manchester a las 11.00. En uno de ellos, el de las autoridades, viajaba el Primer Ministro y héroe nacional, el Duque de Wellington, antiguo guerrero, bien conocido en España por haber combatido a Napoleón en las tierras ibéricas y derrotado al Emperador al mando de las tropas aliadas en la batalla de Waterloo. La idea era la de llegar a  Manchester y volver a la ciudad portuaria en el mismo día; lo cual no todos lo consiguieron, dadas las innumerables contrariedades, incidentes y accidentes de la jornada.
Cerca de Parr, a unos 21 kilómetros de la salida, ocurrió el primer percance. Uno de los trenes perdió una rueda, lo que provocó un pequeño descarrilamiento que causó la parada no programada del convoy y la consiguiente embestida del tren que le seguía, afortunadamente sin consecuencias. La rueda fue repuesta por los ingenieros y la fiesta continuó.
La tragedia, sin embargo, acechaba y se produjo en Parkside, a mitad de camino, punto en el que se había instalado una estación de aprovisionamiento de agua para las máquinas de vapor. En ese punto se detuvo el tren en el que viajaba el Primer Ministro y, en otro carruaje, el mismo Huskinsson. Una cincuentena de viajeros, en contra de las indicaciones dadas por el personal ferroviario, bajaron del tren a estirar las piernas charlando animadamente. Huskisson fue uno de los que bajó a la vía. Aconsejado por alguno de sus partidarios se acercó al vagón del Duque para saludarle; había habido diferencias importantes entre la postura del Primer Ministro y la de nuestro hombre, diputado por Liverpool, respecto a la reforma de la ley electoral y  parecía un buen momento para la reconciliación dado el clima de euforia reinante. En aquel preciso momento, por la vía paralela se acercaba otro de los trenes del convoy guiado por una locomotora Rocket, diseñada, como las otras, por el ingeniero George Stephenson. 


La confusión fue general entre personas no acostumbradas al movimiento de grandes máquinas moviéndose a velocidades desorbitadas para la época (unos 30 kms. por hora). Lo cierto es que todos lograron eludir ser arroyados por la Rocket saltando al lado contrario o subiéndose a su propio vagón. Todos… menos el infortunado Huskisson que, presa del pánico, se agarró a la manecilla de la puerta del vagón del Duque. En consecuencia la puerta se abrió y puerta y diputado fueron arrollados por el tren. El herido, que resultó con una pierna destrozada, fue subido al mismo tren y trasladado a Eccles, cerca de Manchester; se le acomodó en la vicaría y allí, atendido por los médicos que iban en el tren y otros cirujanos traídos de la ciudad, falleció esa misma tarde.
La muerte del político fue el más trágico incidente del evento, pero no el único de aquel accidentado día. Tras considerarse la vuelta a Liverpool desde el punto del accidente, se decidió continuar el viaje. Las muchedumbres expectantes en la ciudad industrial, con alcohol en el cuerpo y en contra de algunas de las políticas del Primer Ministro, lesivas (según muchos) a las economías de las ciudades del industrial norte empezaban a impacientarse con el retraso de la llegada y a las autoridades locales les costaba mantener el orden. Cuando por fin, a las 15.00 (tras cinco horas de viaje)  llegaron los trenes, la comitiva fue recibida con vítores y  abucheos, pancartas y lanzamientos de objetos con lo que el Primer Ministro no se dignó en bajar, mandó que le subieran la comida al tren y ordenó el regreso inminente. Tras muchos incidentes salió de vuelta el tren del Primer Ministro con solo tres carruajes a las 16.37, pudiendo llegar a Roby, en las afueras de Liverpool, alrededor de las seis y media. Los otros 24 vagones cargados con unos 600 pasajeros fueron unidos en un solo convoy propulsado por las tres locomotoras hábiles y consiguieron llegar a la ciudad portuaria a las diez y media de la noche, sin luz alguna en las máquinas o carruajes y con tantos percances que se consiguió una velocidad media de unos ocho kilómetros por hora. En un momento de la vuelta se hizo bajar a los hombres del convoy (unos 400) y andar una milla en la oscuridad para que el tren pudiera salvar un repecho…


Casi cien años más tarde, en Barcelona, otro hombre fue muerto arrollado por un tranvía un 7 de junio de 1926 mientras cruzaba la Gran Vía de las Cortes Catalanas. Al contrario de lo que ocurriera con el  inglés, el de Reus, indocumentado y vestido casi como un mendigo tuvo una atención precaria. Al cabo de un tiempo indeterminado y precioso en que nadie se ocupaba de él mientras permanecía inconsciente sobre la calzada, fue montado en un taxi por un guardia civil y trasladado al Hospital de la Santa Cruz. Allí, al día siguiente fue reconocido por el capellán, pero ya era demasiado tarde para hacer algo por él. A los tres días del ingreso moría Antoni Gaudí  de quien su obra y no las circunstancias de su muerte ha prevalecido en la caprichosa memoria de la historia.
Román Rubio
@roman_rubio
Enero 2016 

miércoles, 13 de enero de 2016

STREET ART

STREET ART

Nunca he sido entusiasta del llamado street art. En mi retina han prevalecido aquellos vagones de metro y aquellas paredes del Nueva York de los ochenta pintarrajeadas con  abigarramiento de letras, colores y formas que transmitían (transmiten) esa sensación cutre de escenarios urbanos deprimidos, inhóspitos y vandalizados; de naves con cristales rotos, escombros, chatarra, charcos helados y bidones metálicos con el fuego que ayuda a aguantar el frío a los guerreros de la noche.
Por supuesto, hay excepciones. Para mí, siempre alejado de ese mundo, sólo ha habido un nombre que me resultara vagamente familiar: Bansky, el famoso artista de Bristol, autor de tantas obras de contenido social, críticas con el establishment, icónicas y amargamente irónicas. Después, documentándome para este artículo me he dado cuenta de que su obra la tenía mezclada  con la de ese otro grande del arte callejero: el francés Blek LeRat. De él tomó el roedor como elemento recurrente y la propia técnica del stencil graffiti (técnica de la plantilla y el aerosol). Es tanta la admiración de Bansky por el francés que en una ocasión llegó a decir: “cada vez que creo que he pintado algo original, me doy cuenta de que Blek LeRat lo hizo mejor, solo que veinte años antes”.

Obras de Blek LeRat y Bansky

Recientemente he visto un interesante documental sobre Bansky: “Banksy Does New York” y que no tiene nada que ver con otro  llamado “Exit through the Gift Shop” que fuera nominado para los Oscar de 2011. El film narra el evento que el artista llevó a cabo en  Nueva York que llamó “Better Out Than In” (mejor fuera que dentro) en honor a aquella teoría de Cézanne de que “los cuadros pintados en el estudio nunca serán tan buenos como los pintados fuera”;  creó una página web  en la que anunciaba la realización de (al menos) una obra diaria de manera inesperada en uno u otro lugar de la ciudad durante los 31 días del mes de Octubre de 2013. El acontecimiento tuvo una gran relevancia mediática dado el prestigio del artista y mantuvo durante todo el mes la intriga de la prensa y de sus numerosos fans (hasta el alcalde Bloomberg se pronunció al respecto). Aunque la mayoría fueron obras gráficas representadas en paredes inéditas hubo alguna escultura y, también, performances.
Una de estas (performances) se trataba de un camión de apariencia militar en la que sobresalían cabezas de animales –como peluches animados- y que se paseó por el MeatPack District y otros lugares de la ciudad, exhibiéndose de manera conspicua por las inmediaciones de carnicerías y lugares de venta de carne. Otro día apareció una personificación de la muerte con su guadaña montada en un cohecito de choque…

 Las anécdotas de la experiencia que narra el documental son variadas y distraídas, tanto de la reacción de la gente como del destino de las obras. Una de ellas fue dañada por la acción de un artista rival.
El día veinte del mes desveló su obra “Chico con martillo” en la que la silueta de un niño amenaza golpear con un martillo la boca de incendios existente. Los propietarios del local del Upper West Side en cuya pared apareció la pintura la protegieron enseguida con una placa transparente atornillada al muro.


En la persiana metálica de un club de strip-tease de Hell’s Kitchen, en Manhattan, apareció una mañana la figura de un hombre en esmoquin conocida como “Waiting in Vain” (esperando en vano) portando un ramo de flores que van perdiendo las hojas en inútil espera, lo que fue  motivo de regocijo del público en general y también del personal del club que aprovechó para sacarse unas instantáneas y hacer un poco de promoción personal. A continuación los dueños aserraron la media puerta que alojaba la pintura y la sustituyeron por otra nueva con el propósito de exponer la obra en el interior del local y servir de reclamo, aunque creo que los clientes van a mirar otra cosa.

La obra escultórica La Esfinge apareció en una zona de almacenes de Willets Point el 22 de Octubre elaborada con escombros y ladrillos de desecho. En un momento dado del día aparecieron unos astutos tipos con una camioneta y se la llevaron. Tras tenerla en un garaje por un tiempo, la obra fue vendida en la feria de arte de Long Island por una cantidad indeterminada de cientos de miles de dólares.
Cada obra o evento tuvo, pues, su historia, y yo tengo dos favoritas:

El día 13 de Octubre el artista instaló junto a Central Park y durante un solo día, un puesto de venta de láminas auténticas de su autoría, firmadas por él,  por el módico precio de $60 la pieza. Por supuesto, sin avisar. El hombre que atendía el stand fue filmado aburriéndose casi todo el día por falta de clientes. Los turistas pasaban ignorando por completo el producto. A mediodía, una mujer compró dos  para la habitación de los niños, no sin antes regatear y obtener un descuento de dos por uno. Otro hombre, que dijo estar decorando su apartamento vacío de Chicago compró cuatro y una turista de Nueva Zelanda dos más. Eso fue todo. En total se obtuvo $420. Cada obra estaba valorada en el mercado en unos $30.000.

Y la mejor: El cuadro del artista conocido como “The Banality of the Banality of Evil” apareció un día como si del olvido de alguien se tratara en el pequeño local de la asociación benéfica Housing Work, -pequeña institución que ayuda a gente que vive en la calle y personas portadoras del HIV/SIDA-. En un momento dado, se recibió una llamada en la oficina dando cuenta de la intención. Se trata de un paisaje convencional, de los que se encuentran en tiendas de muebles por unos pocos dólares, adquirido por Banksy al que el artista añadió la figura de un nazi (parecido a Hitler) sentado en un banco, de espaldas, mirando tranquilamente el paisaje. La exhibición del cuadro dio gran notoriedad a la pequeña obra social y la oportunidad de la venta de la obra por una cantidad superior a $600.000. ¿Alguien da más?

Román Rubio
@roman_rubio
Enero 2016

viernes, 8 de enero de 2016

RUNNING

RUNNING

Empieza un nuevo año. Es, por tanto, tiempo de propósitos. Yo he hecho los míos. Uno de ellos es el de correr. Lo hago de vez en cuando (correr –los propósitos más raramente-) y me propongo hacerlo más a  menudo dado los beneficiosos efectos que ocasiona en cuerpo y alma. En asuntos de ejercicio físico coincido (por una vez) con Sánchez Dragó que dijo algo así como: “corre, baila, nada, ve en bicicleta, anda, juega (con los amigos, al fútbol, al póquer o a lo que sea). No hagas deporte”.
Sobre todo, detesto la épica con que se reviste la sana ocupación de correr. Me refiero a todo ese discurso afectado y vacuo de la superación y otras frases rimbombantes de manual de autoayuda y magazín de fin de semana. Bajo el título de “19 frases que te ayudarán a correr” o algo así, la edición digital de un gran periódico publica este melifluo documento de filosofía de la señorita Pepis.


Estoy de acuerdo, pero la relación que tiene con correr es algo que se me escapa. ¿Estás seguro de que correr más te hace mejor? ¿Por qué?




¿Más agallas? Se me ocurren mil maneras de demostrar “las agallas” distintas al hecho de seguir corriendo o pararse. Las agallas se demuestran enfrentándose al poderoso cuando se tiene razón, por ejemplo. El continuar corriendo puede ser muestra de tozudez, ganas de adelgazar o de endurecer las nalgas. Nada que ver con las “agallas”




Totalmente de acuerdo. De todo. De todo lo que creas importante. Y bueno. Y beneficioso para el bienestar tuyo y de los tuyos. Y, si quieres, también correr ¿por qué no?






¿Derrotar?, ¿rendirse? ¿Por qué usar un lenguaje de guerra cuando lo único que quiero hacer es algo de sano ejercicio al aire libre? Hablo por mí y por todos los que me cruzo en el parque con los auriculares. ¿Estamos hablando de una actividad que es  trotar con chándal o del kalashnikov?




 Totalmente de acuerdo con el señor Gandhi. Ahora bien: Cuando él habla de lucha, esfuerzo, sufrimiento y victoria me da la sensación que se refiere a cosas con más enjundia que la de calzarse unas zapatillas caras y ponerse a correr (o a intentarlo, como es mi caso). No trivialicemos, por favor, no mezcléis a Gandhi con vuestras rutinas de carne de colegio de monjas y centro comercial, por favor


Y cuando ya te hayas contestado, pregúntate ¿Tiene sentido el esfuerzo o es solo un gasto inútil de energías desaprovechadas?







Muy buena reflexión para animar al corredor profesional que busca títulos y/o ingresos, sí, señor







Bonito paisaje. Y bonita expresión (calcada del inglés)  que últimamente escucho con frecuencia. ¿Y qué tal salir de la “zona de confort” para ser útil a los demás de alguna manera?






Vale. Estoy de acuerdo, pero ¿de qué recompensa hablan? : ¿la de llegar?, ¿adónde?







Y dale con la debilidad y la fortaleza. ¿Habrá maneras de demostrarlas que no sea corriendo a ninguna parte?






Que sí, hombre que sí. Que hay que salir de la “zona de confort” para mejorar, que hay que hacer algo más de lo que creemos que somos capaces, pero para hacer un mundo mejor.  Para correr un poco más… no sé si vale la pena






 Los leones y las gacelas de las que habla el cartel necesitan del correr para sobrevivir. Nosotros, solo para hacer ejercicio en nuestro tiempo de ocio. Nadie nos va a devorar ni vamos a devorar a alguien por el hecho de correr. Déjense de chorradas.





Que sí, que vale, pero el señor Séneca hablaba metafóricamente, listillo. Cuando habla de “camino”, “alturas” y “grandeza” es muy posible que no estuviera pensando en Reebok,  cronómetros, mallas, cintitas para el pelo y marcadores de distancia y de consumo de calorías.




Las frasecitas de Patton servían para estimular a su tropa para que se jugara el pellejo siguiendo (sus) órdenes. Ese señor que corre puede que tenga o no valor. Lo tendrá que demostrar cuando la vida se lo demande. De momento veo a un hombre con una actitud positiva ante la vida que corre con prótesis. Supongo que, además, será valiente.



Toma, claro. Lo aplicaría también en lo que respecta a tocar la guitarra o a aprender inglés. La voluntad de prepararse es la garantía del éxito de la empresa. Pero ¿seguimos hablando de correr o de ganar carreras?







Estos atletas parecen prepararse para el ejercicio profesional. Enhorabuena por el duro trabajo. Aquí sí que podemos hablar del león y la gacela. Más corres, más cazas. O más premios consigues.



Gracias Confucio. Tienes toda la razón. Eso es lo que marca la dureza y la fuerza del carácter de los hombres. Mientras corro por el parque de mi ciudad he visto a alguno que otro caer por un traspiés. Siempre se han levantado. Con más o menos gloria. Algunos, magullados y con barro.






O correr algo menos, o de manera más lenta, o nadar, o meditar… O descansar tirando piedrecitas al río… ¡Pues claro que hay más opciones!


Es lo que yo digo. Me lo han quitado de la boca. Ya verán cuando consiga ser rico y famoso, ya.






Corran, corran todo lo que quieran, pero ahórrense toda esta retórica épica barata y pequeñoburguesa. Por hacerlo no serán ni más valientes ni más bravos ni más sabios. Ser valiente es difícil, pero si quieren serlo tendrán que arriesgar su vida, su patrimonio y/o su reputación en la mejora de su entorno y en la defensa de los que son más débiles que usted y para ser más sabios habrá que abrir los ojos y observar y vivir la vida. Ahora bien, si lo que quieren es mantenerse en forma haciendo ejercicio al aire libre, sin más mamarrachadas, correr va de cine.

Román Rubio
@roman_rubio
Enero 2016 








lunes, 4 de enero de 2016

TAIZÉ Y OTROS EVENTOS

TAIZÉ Y OTROS EVENTOS










No todos los días tiene uno un tema sobre el que componer un artículo. Cuando esto me ocurre, hojeo el periódico en busca de ideas. Y eso hice el sábado saboreando un café.

La noticia más relevante del periódico local que examiné fue la clausura en mi ciudad del último encuentro europeo ecuménico Taizé. ¿Qué no saben ustedes de que les hablo? Yo tampoco lo sabría yo de no haberse celebrado en mi ciudad. Se trata de una reunión anual de jóvenes mayormente europeos de distintas religiones, mayoritariamente cristianos, que se citan en una u otra ciudad para “orar” o reflexionar juntos, al tiempo que se conocen y conviven unos días bajo la organización y tutela del hermano Alois, en una iniciativa de sana espiritualidad y convivencia entre religiones. La verdad es que los 17.000 o 30.000 jóvenes (según fuentes), alojados en su mayor parte por voluntarios, se han hecho notar de manera agradable y discreta en la ciudad. En momentos del día se veían grupos numerosos a pie o con bicicletas alquiladas de un lado para otro comunicándose en sus propias lenguas o en ese inglés titubeante e impreciso que sirve lo mismo para un roto que para un descosido. Nada que ver con la ostentación y el despilfarro que supuso para esta ciudad la visita del Papa en 2006 y sus interminables filas de retretes portátiles. Diríase que los chicos y chicas del Taizé venían (como Dios manda) meados de casa. Para sus oraciones conjuntas o lo que fuera que hicieren de manera multitudinaria se habilitaron dos enormes carpas en el Parque del Turia. Y cuando digo grandes quiero decir “grandes”: como un campo de fútbol, ¡como una catedral! Lo que me hace pensar que para qué quieren construir una catedral de lona para el encuentro si a unos quinientos metros, en pleno centro, hay una estupenda de piedra, , construida hace unos cuantos siglos con el propósito de reunir en oración o acto litúrgico a grandes masas. Secretos indescifrables de la religión; como la fe misma.


                  
Unas páginas más adelante del mismo diario me encontré con una entrevista que atrajo mi atención. La joven tinerfeña Carolina Abril, elegida mejor actriz porno (o algo así) de 1915, -que en ningún momento alegó haber asistido al encuentro ecuménico Taizé- confiesa ser adepta a la “pansexualidad”. Según la lozana canaria le pone lo mismo “un viejo, un gordo, una vieja o una gorda”. ¡Alto ahí, querida! No cuela. Lo siento, no me lo creo. A partir de ahí leí con detenimiento lo que fue una cadena de declaraciones que parecían haber sido dictadas por un asesor, “coach”, “community manager” o lo que sea quien le dice lo que tiene que decir el angelito para atraer a todos los públicos hacia sus, sin duda, excelentes “trabajos”. Siguiendo con sus fantasiosas afirmaciones declara gustarle el sexo con desconocidos en los aviones ¡otra fantasmada!, ejercer su profesión con la aceptación de sus padres (difícil de imaginar) y declara la dificultad que tiene para encontrar pareja (perfectamente comprensible) -al parecer le resulta más fácil encontrar a alguien arriba o debajo de ella que al lado-. Declara también y ahí es donde muestra su impostura de manera más evidente su atracción obsesiva por Iniesta: “desde que marcó aquel gol ¿?, sueño con él” No, Carolina, no. Se te ve el plumero. Si me dices que sueñas con Sergio Ramos colaría; te enemistarías con el 50% de los españoles pero colaría, aunque a algunos nos resulte difícil comprender que a alguien pueda “ponerle” un pedazo de carne tatuado con acento andaluz. Si me dices que sueñas con Piqué, colaría; te enemistarías con el 90 por ciento de los españoles pero colaría, pero si insistes en soñar con Iniesta, te conciliarías con la totalidad de los españoles. Otra cosa es que cuele. Astuta la chica. No da puntada sin hilo.

 Y finalmente mi noticia favorita: el fotógrafo freelance Joel Goodman salió en Manchester la madrugada del Año Nuevo a hacer fotos para la prensa local de los restos del naufragio que la Nochevieja provoca en la ciudad y se encontró con la actuación policial tras una pelea. Nada de particular. Envió su foto, esta fue publicada en The Evening News, periódico local, y se fue a dormir. Al despertarse el siguiente día vio que su foto había sido retuiteada decenas de miles de veces; ¿Qué tenía de especial?


En primer plano hay un hombre en el suelo con evidentes muestras de shock que está siendo atendido por la policía mientras una mujer vestida como de fiesta interpela a los agentes y hay gente parada en las aceras mirando con interés el desenlace. So far so good. Ahora fíjense en el tipo que está tumbado, de costado, con la panza al aire en medio de la calzada. Con una expresión neutra, como el que está tranquilamente en el sofá de su casa, intenta alcanzar una botella de cerveza que permanece ahí milagrosamente sin derramar, casi al alcance de la mano…
La imagen se ha difundido por Internet y en pocas horas se ha convertido en obras de   Picasso,  Seurat,  Miguel Ángel… y hasta en una Estatua de la libertad. Cosas de la www.





Román Rubio
@roman_rubio
Enero 2016