jueves, 10 de agosto de 2023

OTRA VEZ PEDROCHE

 

OTRA VEZ PEDROCHE

No sé que tienen tus ojitos que me vuelven loco, decía la rumba. Pues eso, no sé qué haces, Pedroche, que tienes la capacidad de enervar al personal (mayoritariamente femenino, pero no solo) con tus apariciones en biquini, desnuda, semidesnuda o a medio vestir, en la Puerta del Sol, en la nieve o ante el espejo de tu casa.

Ni contigo ni sin ti: si te muestras de negro tapada hasta el cuello y los tobillos, al modo de los usos arábigos y lutos pretéritos, eres víctima del odioso patriarcado que te obliga a ocultar tu cuerpo, y si lo haces con el textil justo para tapar las (breves y muy prietas) vergüenzas, porque te prestas a sus procaces caprichos. "Contigo porque no vivo y sin ti porque me muero". Hagas lo que hagas, la exposición de tus alicientes corporales despierta enconados rechazos.

El público femenino (y hasta el binario, el no binario y el yuxtapuesto) se pone de uñas porque pones tu cuerpo al servicio del patriarcado. Es posible que así sea, pero no deja de ser una curiosa dominación patriarcal esta en que a los hombres les importa un pimiento lo que te pones o te quitas y son mayormente las mujeres las que se muestran molestas, cuando no insultadas por tus lucimientos.

El último agravio han sido tus poses en biquini a tres semanas del alumbramiento y la portentosa recuperación, que, de no tener truco, parece ser obra de brujería o concurrencia de la Virgen de Entrevías, pues diríase que trajo el niño la cigüeña. 

¿Y qué ven en esas fotos muchas personas —algunas de ellas muy ilustres—según expresan en la prensa y otros medios?

Unas se quejan de tu cuerpo escultural, cosa imperdonable para la mayoría, que, como quien esto escribe, reciben del espejo una imagen muy, pero que muy, mejorable. Para ellas, tu cuerpo es un insulto que provoca la desdicha de tantas otras que se amargan al compararse, lo que es mala cosa, pues como dijo Montesquieu, ser feliz sería muy fácil a no ser por ese empeño humano por compararse de continuo con los demás.

Otras ven la ofensa en el hecho de que supuestamente tienes unos ingresos holgados que te permiten ayuda en el hogar (cosa que algunas de quienes te critican comparten, con aprovechamiento modesto o nulo), un entrenador personal y otros privilegios de clase, o más bien de estatus, que el hecho de ser de Vallecas indigna aún más a muchas de tus detractoras, que deciden obviar que es la disciplina, el sacrificio y los genes—y no el entrenador ni las burbujas del jacuzzi— lo que consigue los efectos que saltan a la vista, limitándose a ver el resultado y no el proceso.

Algunas se lamentan de la falta de respeto y solidaridad con la mayoría de mujeres que han vivido con comprensible aflicción el deterioro corporal tras el duro trance del parto, como si Dios repartiera las dádivas con equidad y merecimiento.

Y otras te culpan de todo ello junto, haciéndote responsable de tanto malestar entre tantas otras mujeres por el hecho de tener el cuerpo que la naturaleza y los aciertos evolutivos te dieron y que parecen envidiar.

Es curioso que el fenómeno Pedroche no se dé en hombres por igual. Nunca he oído a ninguno quejarse del cuerpo de Brando, Eastwood, Osborne, Newman, Pitt o Beckham, a cualquier edad en la que estos han tenido a bien mostrarse en camiseta de tirantes y otros paños de tamaño reducido. Los hombres hemos visto las imágenes de estos y otros Adonis con generosa resignación y hasta hemos felicitado a Mastroianni por mostrarse en calzoncillos blancos y calcetines negros con liguero sin pudor alguno. Sin envidias ni rencores. Algo bueno teníamos que tener.

Román Rubio

Agosto 2023 

 
    




viernes, 4 de agosto de 2023

UN PALETO EN LA CORTE DEL REY ARTURO

 

UN PALETO EN LA CORTE DEL REY ARTURO



Estábamos (mal)acostumbrados a ver a Nadia Calviño manteniendo embelesado con su cháchara inteligente a un corro de hombres con traje gris, y a un Presidente Sánchez moviéndose con soltura en los pasillos de los encuentros internacionales charlando de esto y lo otro con Macron, Rishi Sunak, Biden o Scholz, y trayendo de esos encuentros mejoras notables como la excepción ibérica para las energías y otros suculentos caramelos.

Diríase que habíamos superado el “is very difficult todo esto” del inefable Mariano, el relamido “relaxing cup of café con leche” o el impostado acento tejano al que nos tenían acostumbrados los políticos anteriores, verdaderas nulidades a la hora de la comunicación en foros internacionales y que nos forzaban a admitir como axioma inapelable la “excepción hispana” (que no ibérica, pues ya se sabe que los portugueses siempre nos han aventajado en ese campo). Al parecer, ningún Presidente anterior excepto Felipe González —que se manejaba bastante bien en francés, aunque era nulo en inglés— era capaz de comunicarse en una lengua que no fuera la castellana. Se dice que Calvo Sotelo sí que lo era, aunque fue tan fugaz en el cargo que nadie recuerda haberlo oído hablar en lengua alguna.  

¿Qué es eso de ir hablando por ahí sin intérprete? ¿Se trata acaso de otro signo de decadencia imperial y un insulto a las sagradas tradiciones hispanas? ¡Que aprendan ellos español, hombre! ¿Qué ha sido del preciado legado de Paco Martínez Soria, Lina Morgan, Sarita Montiel, el Alfredo Landa de Vente a Alemania Pepe o el Sacristán de Lo verde empieza en los Pirineos? ¿Adónde ha ido a parar la Ramona de Fernando Esteso, el flamante tractor amarillo y esa pareja de viejos que van camino de Albacete? Miren, lo máximo que estamos dispuestos a aceptar en beneficio del cosmopolitanismo son las bromas del Gomaespuminglish, que aquello sí que era divertido: “Gomaespuminglish, lección para lechones. Lechon uan”. Ahí sí que nos reíamos. Eso era diversión de la buena, sin nada de la afectación de estos listillos pretenciosos.

Había que invocar a las fuerzas patrias y el mismísimo Sánchez convocó elecciones, y los españoles (con la acostumbrada excepción de catalanes y vascos), nostálgicos de aquellos tiempos, votaron mayoritariamente a un tipo que dice Bruce Sprintrer cuando habla del Boss, Kevin Klein para referirse a sus calzoncillos de los domingos y Guchi a la marca del bolso de su señora, lo que me recuerda a aquel puesto del mercadillo de mi barrio que para anunciar las rebajas de noviembre puso el cartel de “Blas Fraile”. En fin, ¿qué se puede esperar de un tipo que dice que George Orwell escribió su famosa distopía ¡en 1984!?

Sé que algunos no lo ven así, y me pregunto por qué ven normal que se exija un nivel alto de inglés para cualquier trabajo de cierta proyección internacional (y a veces hasta comarcal, por aquello de sacar pecho ante los del pueblo de al lado) y no lo hagan para el máximo representante del Estado, que tiene que estar lidiando asuntos con otros dirigentes que, ellos sí, hablan inglés con fluidez.

¿Imaginan a Luis Vives, Erasmo de Rotterdam, Guillermo de Ockham o Copérnico siendo incapaces de comunicarse en latín? Claro que la excepción de la regla es el caso de nuestro San Vicente Ferrer. Ese sí, que “predicando siempre en su ‘lengua valenciana’ era comprendido por castellanos, franceses, vascos, italianos del Piamonte y Lombardía…”, pero, claro, se trataba de un santo y los santos pueden hacer milagros. No tengo claro que el ilustre lucense pueda hacer con el gallego lo que Vicente consiguió con el valenciano.

Román Rubio

Agosto 2023