jueves, 4 de abril de 2024

YO A TERAPIA, ¿Y TÚ?

 

YO A TERAPIA, ¿Y TÚ?


No tengo nada contra la fama. Puede resultar halagador que en el autobús alguien dé un codazo a su compañera y diga: “es él”, o que te llame por tu nombre el camarero del restaurante y te ofrezca la mejor mesa. Son cosas a anotar en la columna del haber, ayuda a mejorar la autoestima y —si es cierto que la opinión sobre nosotros mismos la formamos mirándonos en el espejo de los demás— cierta fama puede hacernos más agradable la existencia.

Ahora bien,  hay un umbral de celebridad que el rebasarlo produce vértigo y desafía el equilibrio personal, las personas se vuelven un poco majaras y se convierten en víctimas propicias para el delirio. Recuerden si no a aquel “Amante bandido” que en la pandemia nos conminó a todos desde se residencia en el D.F. a no someternos a una vacuna que no era sino un medio para hacernos introducir una especie de microchip con el que las fuerzas del mal podrían imponer su voluntad y controlar el mundo.

Hoy, otras celebridades patrias nos han venido con voces de ese lugar del Olimpo en el que habitan, fuera del alcance de los mortales, diciéndonos cómo alargar, mejorar o incluso dar sentido a nuestras vidas, cosas que nosotros por vivir aquí, dentro de la anodina masa ni se nos ocurre ni alcanzamos a comprender.

Y así es. Cierto personaje, conductor —junto con los celebrados Trancas y Barrancas— del programa más popular de la televisión de este país, nos vende, no los beneficios para la salud de la güeña y el vino de bobal, como podría inferirse de su condición de requenense, sino “una de las máquinas más punteras en regeneración celular” que el famoso ha encontrado en algún lugar de Alicante,  que coge el aire de la habitación y lo convierte en “plasma atmosférico frío”, “un gas excitado con muchos protones y electrones libres que van a parar a nuestro cuerpo”, “para dar ese chute de energía”,estimular el nervio vago y neutralizar radicales libres”. Ahí es nada: lo de la güeña, el bollo y el vino de la tierra es para quienes, como usted y yo, no viajamos en primera clase en los aviones. Ya ven, unos van al Ganges a buscarse a sí mismos y el de Requena se encuentra en Alicante.

Antoñito Alcántara es otro de los famosos residentes en el Empíreo (lugar donde habitan los ángeles, las almas acogidas en el Paraíso y los muy, pero que muy famosos) y como tal ha encontrado su camino en la vía de la “meditación cuántica”, que no tengo claro qué es, pero según él mismo explica en una extensa entrevista para Infobae sirve para “encender la pineal” y le ayuda en su empeño de “no ser enemigo del cortisol”. Ahora sí que me he perdido. Lo de la meditación cuántica me ha quedado más o menos claro tras una pequeña pesquisa en Internet, pero lo de la pineal y el cortisol ha acabado de confundirme.

En estas cavilaciones sobre cómo mejorar mi vida andaba yo inmerso ayer en mi paseo vespertino cuando pasé por la puerta de una tienda de mascotas muy nombrada que hay en mi barrio. Allí, tras la cristalera, se ven unas cabinas llamadas “cabinas de ozonoterapia”. En una de ellas había un perro jadeante cara a una corriente de aire como la de las cámaras de viento que se usan para comprobar la aerodinámica de los coches. Su ama vigilaba paciente y amorosamente el proceso en una silla frente a la cabina con un ojo en el perro y el otro en el teléfono móvil. En mi época los que se sometían a esas cabinas de ozono, supuestamente curativas y alargadoras de la vida, eran gentes como Michael Jackson (con resultados decepcionantes),  pero ahora parece haberse democratizado la práctica hasta alcanzar a los perros. Miré al animal a través de la ventana de la calle, este me miró a mí y establecimos un diálogo telepático en el que yo le felicitaba por su estatus y él, con tristeza perruna, se lamentaba de su suerte y me confió que prefería estar en el campo sacando liebres de su escondrijo.

Díselo a tu dueña, contesté yo.

 

Román Rubio

Abril, 2024


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sábado, 9 de marzo de 2024

¿SABES QUIÉN SOY?

 

¿SABES QUIÉN SOY?


No soy adepto a dieta alguna, ni mediterránea ni de Okinawa ni de la del brócoli con apio en jugo de pomelo. Solo tengo una norma que intento seguir al máximo cuando voy al supermercado. Leo la etiqueta y si no conozco los componentes no lo compro.

A veces, con las noticias del periódico me ocurre algo parecido a lo de las etiquetas alimentarias: que no las entiendo y me resultan imposibles de digerir.

La Agencia Española de Protección de Datos acaba de prohibir a la empresa Worldcoin que siga obteniendo identificaciones de personas examinando el iris tras haber conseguido ya la de 400000 ciudadanos tras pagar una cantidad de moneda virtual equivalente a unos ochenta euros en dinero sonante a los voluntarios que se prestaban al escáner ocular. Este tipo de identificación es hoy por hoy la más fiable de todas las posibles, tan alta como puede ser la del ADN y más precisa que la de las huellas dactilares y las biométricas, propias del reconocimiento facial.

Todo esto para mí es una cadena de enigmas. En primer lugar, ¿por qué prohibir el que la gente cambie un escáner de su ojo por unos denarios sean estos físicos o etéreos canjeables? En segundo lugar, ¿para qué diablos quiere una compañía norteamericana identificar a las personas con aspiración global? ¿Será —como ellos dicen— para sentar las bases de un sistema financiero mundial independiente de estados y bancos que permita implementar en el futuro una renta vital universal?  No entiendo nada: ni el propósito ni la prohibición ni los fundamentos de la moneda virtual. No sé donde compran ustedes, pero yo no he visto aún pagar a nadie en la panadería con bitcoins, worldcoins y cosas por el estilo.

El fundador de la compañía recolectora de datos es Sam Altman, el nuevo gurú del mundo digital que a su vez es el CEO de Open AI (la compañía desarrolladora de Inteligencia Artificial), de 38 añitos de edad, abiertamente gay y educación judía, estudiante en Stanford que —como todos los genios— no llegó a graduarse, y amante de recorrer California con avionetas alquiladas para su solaz. En una entrevista concedida a New Yorker, confiesa ser lo que en EEUU se conoce como un prepper : “Intento no pensar demasiado en ello, pero tengo armas, oro, yoduro de potasio, antibióticos, baterías, agua, máscaras antigás y un rancho en el sur de California al que puedo volar”. Tan precavido para unas cosas y tan osado para otras.

Seré un ingenuo, pero soy de los que piensan que las personas se preocupan demasiado por la información que regalan a la buena de dios a los gurús de internet. Al fin y al cabo yo doy sin rechistar mi foto y huellas dactilares al Estado Español cada vez que renuevo el DNI o el Pasaporte para que me trinquen si se me ocurre matar a mi vecino. Como contrapartida el Estado me da a mí asistencia sanitaria, calles y carreteras por las que circular y una pensión con la que mantenerme, con lo que creo que salgo ganando.

A Google le doy gustoso todo lo demás. Le digo quién soy, le doy mis fotos y mi localización en todo momento. Por mis búsquedas saben cómo soy, adonde viajo, en qué fechas, a qué hoteles voy y cuáles son mis inquietudes intelectuales y si hago injertos de corona o de canutillo en los almendros de mi propiedad. En definitiva, sabe más de mí que mis familiares y amigos y creo que hasta yo mismo. ¿Y qué? ¿Qué se aprovechan de mi información para hacer caja en términos publicitarios y me manden publicidad sobre viajes a Tailandia haciéndose los listillos porque un día busqué algo por allí? Pues que les aproveche.  Las buenas relaciones comerciales son aquellas en las que ganan ambas partes. Yo sé lo que gano en mi relación con ellos y si a ellos les compensa, adelante.

Estoy pensando en prestarles a los del worldcoin mi iris para que me lo escaneen por un puñado de monedas virtuales; así aprendo qué diablos es eso. Y no hay riesgo de que tras el escáner te digan: “Es maligno”.

Román Rubio

Marzo 2024


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domingo, 25 de febrero de 2024

SOMOS LOS MEJORES

 

SOMOS LOS MEJORES


Desconozco las fuentes y la autoría y rigor del estudio, pero me chocó —por lo inesperado de los resultados— este mapa que me llegó vía Facebook. España es el país europeo que menor número de ciudadanos siente que su cultura sea superior a las otras. Sólo el 20% de la población tiene esa convicción, por un 47% de los portugueses o los italianos y un 36% de los franceses, por citar solo a nuestros vecinos.

Y les diré algo: al contrario de lo que puedan pensar o sentir muchos de mis compatriotas, me llenó de orgullo. O mejor dicho, de satisfacción, pues no contemplo lo de sentirse orgulloso por aquello que no consigue uno por sí mismo, y aún así, con reservas. Creo que no hay país o pueblo más sabio que el que no se cree superior a ningún otro. Recuerdo el capítulo de cierto libro de Sergio del Molino con el título de Banderas desteñidas. Se refiere a aquel sarpullido banderil que surgió en España tras las turbulencias del procés y que duró hasta que las banderas comenzaron a perder el color, lo que da muestra del escaso patriotismo y alto sentido de cordura del pueblo español. Es como si los ciudadanos se hubieran dicho: “Bueno, dejémonos de sandeces patrióticas y vamos a lo nuestro”.

Un poco por encima de los españoles están los belgas (con Tintín como mayor aportación a la cultura mundial) y los estonios (23%), cuyos logros desconozco, los suecos (26%); y arriba del todo, los más orgullosos de su legado son los griegos (89%), países del Este: Rumanía, Bulgaria, Serbia, Bosnia y de manera significativa, Rusia, en donde un 69% de la población piensa que su cultura es superior a las demás.

Vale que los griegos sentaran las bases de la democracia e inventaran los Juegos Olímpicos, además de aportar notables fundamentos filosóficos y científicos (que no es poco), pero esto ocurrió hace muchos años, las polis eran pequeñas y manejables por asamblea y los avances científicos fueron compartidos por asirios, egipcios y otros. Desde entonces, los griegos no parecen haber inventado gran cosa excepto el sirtaki, la musaka y la habilidad para arruinarse.

Los rusos, por su parte, han hecho contribuciones notables al acervo cultural universal como Tolstoi, Chaikovski y otros muchos, pero no deja de ser una aportación similar a la que podrían arrogarse otros países como Francia, Alemania o Austria. Bien es verdad que la gran aportación moderna de Rusia al mundo ha sido la creación de la URSS, ese paraíso socialista del que parece que han puesto tanto empeño en alejarse como lo tuvieron en crearlo.

¿Por qué, en cambio, los españoles tienden a tener tan humilde opinión de sí mismos, como pueblo o nación? Nadie es perfecto, los países tampoco, y menos aún España, pero aún así, ¿no ha sido en un momento de la historia el país más poderoso del mundo? ¿No extendió su lengua y su cultura a todo un continente? Además de exportar la religión y la viruela, para perjuicio de los nativos, ¿no trajo al mundo occidental la patata, el maíz y el tomate con el que se alimentó Europa y el tabaco con el que se envenenó y llevó allí el trigo, la cebada, la vaca y el caballo para que los argentinos hicieran su cerveza y persiguieran alegremente con el lazo a los novillos por La Pampa mientras entonan una milonga? ¿Son acaso estos logros desdeñables e inferiores a los que pueden acreditar los búlgaros, por ejemplo?

Si hay un pueblo que podría presumir hoy de tener una cultura más influyente que el resto, ese sería el pueblo judío. El número aproximado de judíos es de trece millones esparcidos por el mundo y han generado la cuarta parte de premios Nobel. Comparen con los siete u ocho que han conseguido los españoles, e imagínense lo que habría sido del siglo XX de no haber existido Carlos Marx, Freud, Einstein, Arendt, Kafka, Zweig, Philip Roth, Spielberg o Woody Allen, todos ellos judíos, practicantes o no. Y si tienen alguna duda de su relevancia social, consulten el catálogo de músicos: Rubinstein, Schönberg, Mahler, Mendelssohn, Knopfler, Paul Simon, Baremboim, Lou Reed o Amy Winehouse.

Permítanme que no incluya a Netanyahu entre los ilustres.

Román Rubio

Febrero 2024 


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martes, 6 de febrero de 2024

TERRORISMO Y LA PULSERA DE LETICIA

 

TERRORISMO Y LA PULSERA DE LETICIA



Que no, señor juez, que lo que hicieron Fuigalmont y sus colaboradores, también conocidos como la Troupe de Mademoiselle Églantine, no fue terrorismo. Puede tacharlo usted de villanía —difícil de tipificar como delito— de rebeldía o de provocar desórdenes públicos, lo que probablemente sí esté penado en el Código de Hamurabbi de su mesita de noche,  pero terrorismo, ni hablar. Terrorismo es lo que hicieron los sacristanes de Euzcadi en Hipercor, los yihadistas de Alcanar en las Ramblas o los de las montañas remotas y lejanos desiertos en las Cercanías de Madrid. Y también lo que hicieron con Lluch, Broseta, o Tomás y Valiente. Y usted, yo y los lectores lo sabemos. No se haga usted el tonto.

Sí, ya sé que en una ocasión cortaron el acceso al aeropuerto de El Prat provocando el caos, que no es ni más ni menos que lo que están haciendo ahora los tractoristas. También soy consciente de que en aquel evento, mi amigo Fidel, separatista irredento y partícipe en los desórdenes, tuvo que volver andando desde el aeropuerto a su casa de Barcelona en la madrugada por lugares inhóspitos como rotondas y arcenes desangelados y agotado se prometió que nunca más iría a paralizar una infraestructura tan lejana y de regreso tan incómodo. El que un cincuentón tenga que pegarse una caminata de diez o quince kilómetros en la madrugada es grave, pero no tanto como para llamarlo terrorismo. Y que durante los hechos muriera de infarto un francés, enfermo de corazón, tras haber sido atendido in situ y evacuado en helicóptero al hospital, tampoco.

De nuevo entramos en el campo de las hipérboles interesadas. A veces interesa  minimizar los hechos como con aquellos gloriosos “hilillos de plastilina” y más a menudo se falsea el significante produciendo la banalización del significado. Todo para conveniencia del hablante, como ocurre con las palabras genocidio o fascismo.

Ni lo de Ucrania o Palestina es genocidio ni lo de Vox es fascismo. Para que haya genocidio no basta que haya matanza o ni siquiera matanza de población civil, cosa que se empeñaron en explicar quienes ordenaron los bombardeos aliados sobre Alemania; tiene que haber el propósito premeditado de exterminio de una etnia, como ocurrió en el holocausto de los judíos por los nazis o en el conflicto de los hutus contra los tutsis de Ruanda. Eso es genocidio.

En cuanto a lo de Vox… Para que haya fascismo deberíamos hablar de exaltación de la Patria (algo bastante común), exaltación del líder, primacía de la raza o etnia, ejercicio de la violencia revolucionaria y repudio del diálogo  y  del sistema parlamentario en beneficio de un principio de autoridad inapelable. Esos son los fascistas —bien conocidos por quienes tenemos cierta edad— y no los que prohíben fumar en las terrazas.

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En otro orden de cosas más ligero, otro titular ha saltado a mi inquisitiva mirada a la prensa: Leo en La Vanguardia: “Leticia pierde la pulsera y ella misma la recoge del suelo”. Un titular anodino a no ser por las palabras  “ella misma”.

Me recordó al lenguaje del HOLA. En una época pasada fui lector semanal de esa revista. Constituí con mi madre —ya mayor— un club de lectura en el que una tarde a la semana, en su sofá, repasábamos yo el HOLA y ella la revista PRONTO hasta la hora del paseo. Allí me empapé de las casas de Trump en Nueva York, las celebraciones de los Casiraghi y vicisitudes de las familias reales con un lenguaje muy particular. Recuerdo el titular: “El Príncipe Harry, en un simpático gesto, recoge él mismo la pelota que había lanzado”.

En principio pensé que el chico era un poco tonto, ya que las pelotas, en el criquet —que era a lo que jugaba el muchacho—, se lanzan para que las recoja o las golpee otro, pero tratándose de príncipes, ¿quién sabe? A lo mejor el juego era tirar la pelota y recogerla uno mismo para distracción de los lacayos. No sé.

Román Rubio

Febrero 2024

                                                         DISPONIBLES EN AMAZON

  






viernes, 26 de enero de 2024

LAS CARAS DE LA VERDAD

 

LAS CARAS DE LA VERDAD


La verdad se entiende como la coincidencia entre  lo que se expresa y los hechos ocurridos.  La mentira es el primer y más abyecto enemigo, pero no el único, ya que esta (la verdad) puede ser ocultada, deformada, ampliada, omitida, disimulada, adaptada, amputada, devaluada y muchas otras cosas. Y ocurre a diario. También en la prensa, en el reputado mundo de los medios de comunicación serios.

No me refiero a la expresión de bulos  tales como el envenenamiento de las estelas de los aviones o timos de Brad Pitts y maduros militares americanos que se enamoran de mujeres mayores y les levantan la pensión para  pagarse herencias o tratamientos caros que les permitan  acudir a Paraíso de Tajuña a vivir una historia de amor, no. Eso corresponde al territorio de la burda mentira, de las redes sociales, fuera de la sofisticación de los medios “serios”. Me refiero a sutiles tratamientos de la información destinados a generar opinión.

 Pondré un ejemplo: hace unos días se produjo un ataque de las fuerzas ucranianas a la ciudad ocupada de Donetsk  provocando una masacre, con el resultado de 27 personas muertas y un número indeterminado de heridos. El titular en prensa esperado y respetuoso con la verdad debería haber sido:

Ucrania provoca una masacre en Donetsk al bombardear un mercado.

Pero, alto ahí, ¿los ucranianos no son “los buenos”? ¿Cómo hacerles el sujeto de la oración convirtiéndoles así en responsables de la matanza? El diario El País lo tituló del siguiente modo:

Rusia acusa a Kiev de una masacre de civiles en la ciudad ocupada de Donetsk, ilustrado con una foto de cuerpos mutilados tendidos en el suelo.

De este modo, el sujeto de la oración pasa a ser Rusia (“los malos”), seguido del verbo “acusar”, que no hace sino restar verosimilitud al hecho de la autoría. ¿Es mentira el enunciado? No. ¿Es relevante? En absoluto. Los rusos, los senegaleses y los malayos pueden acusar a los ucranianos o a quien quieran, pero la noticia no es a quien acusan sino quien ha hecho la acción.

 Todos sabemos que a Caperucita se la comió el lobo en su paseo por el bosque. La noticia es: El lobo se comió a Caperucita en el bosque, y no: Vox acusa al lobo de comerse a Caperucita en el bosque. Sí, ya sabemos que la acusación del concejal de Vox del pueblo, presidente de la sociedad de cazadores y poco amigo de lobos y otras alimañas es poco fiable, pero ese es precisamente el propósito del titular: restar credibilidad al hecho y sembrar la duda. El protagonista, ejecutor de la acción y por lo tanto acreedor de ser el sujeto de la oración no debe de ser Vox ni su concejal, sino el lobo; y el complemento directo (aunque involuntario), la pobre Caperucita.

Y ¿cómo titularon la noticia el resto de periódicos? Pues, de manera similar a la tribuna socialdemócrata

LA RAZÓN. Rusia acusa a Ucrania de causar 27 muertos en un ataque a un mercado de la ciudad de Donetsk.

CRÓNICA. El Kremlin acusa a Kiev de masacre de civiles en la prorrusa ciudad de Donetsk.

EL MUNDO. Rusia acusa a Ucrania de causar 27 muertos en un mercado en la ciudad de Donetsk.

En fin, ya ven cual es el “relato” del acontecimiento hecho por los periódicos nacionales. ¿Todos? Bueno, hubo uno (PÚBLICO) que sin ser sospechoso de connivencia con las tesis de Putin tituló: Ucania, nerviosa ante la ofensiva rusa y el desplome de la ayuda occidental, ataca a civiles y áreas residenciales.

Quítenle al titular la frase de aposición —entre comas—, añadida para aminorar el efecto, y queda: Ucrania ataca a civiles y áreas residenciales. Que es lo que ocurrió.

Ya ven, mentiras no son, pero sí pequeños mensajes que, como la gotita de la cueva va haciendo un hoyo en el suelo. Y, con los años, una estalactita.

Román Rubio

Enero 2024

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domingo, 21 de enero de 2024

CARLES FUIGALMONT

 

CARLES FUIGALMONT

Para quien no esté familiarizado con la lengua de por aquí aclararé que fuig es la tercera persona del singular del presente de indicativo—además del imperativo— del verbo fugir (huir, en castellano), con lo que el apellido del insigne Beatle de Waterloo evoca aquello de “huir al monte” o “echarse al monte”, cosa propia de huidos de la justicia. Ahora bien, los que se echaban al monte tradicionalmente eran aquellos prófugos como Serrallonga o Tragabuches, este último por degollar al sacristán conocido como Pepe “El Listillo” y despeñar a su novia, la bailarina María “La Nena”, al descubrirlos liados en Ronda cuando volvió inesperadamente a la población al sufrir una caída del caballo en el camino a la feria taurina de Málaga en donde debía actuar como banderillero.

Otros que se echaron al monte fueron esos maquis que combatieron a Franco por las sierras de España con la idea romántica y poco realista de derrotar al franquismo. Estos, de manera más honrosa, se ocultaron en la frontera para “entrar” a combatir. El de Waterloo se ocultó en el maletero de un coche para “salir” y evitar así las consecuencias del desaguisado que otros (como su vicepresident) sí tuvieron que afrontar con estoica dignidad.

Hoy se está negociando en el Parlamento el asunto de la amnistía que liquidaría sus cuentas con la justicia. No estoy en contra. Su actuación no causó muertos ni heridos, se desdijo a los pocos minutos y al fin y al cabo soy de los que piensan que en el país en el que vivo debemos caber todos y, a ser posible, en libertad. Fuigalmont también.

Lo dicho anteriormente no quita el malestar que debo confesar que me produce el hecho de que el tipo, con un puñado de votos exiguo que supone la tercera fuerza en Cataluña, muy por detrás del Hombre Tranquilo (también conocido como Illa, Maravilla), tenga la capacidad de influir de manera decisiva y desproporcionada en los destinos de España gracias a una carambola propiciada por el sistema electoral español y un cúmulo de desgracias que le convierten en la piedra angular de la política, ya no de Cataluña sino de España.

Temo también el momento en el que el personaje pise territorio catalán, se suba a un balcón barcelonés convenientemente prominente (que no será el del Palau mientras gobierne quien gobierna), saque pecho y pronuncie las palabras: “Ja soc aquí”, para humillación de tantos españoles como quien esto escribe. Y no solo seré yo el incómodo con la escenificación de la inmerecida victoria: mucho más ofendido que un servidor quedará un tal Junqueras, que con menor responsabilidad que el huido se mamó unos cuantos años en las cárceles españolas y con su realpolitik después  perdió la posibilidad de convertirse en héroe de la patria catalana, algo a lo que el de Girona aún parece estar en disposición de aspirar.

Hay que ver lo rentable que puede resultar a veces “pegar a fugir”. Otra cosa es que sea honroso.

Román Rubio

Enero 2024

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lunes, 8 de enero de 2024

SOR PEDROCHE Y EL REY BALTASAR

 

SOR PEDROCHE Y EL REY BALTASAR




Me encontré hace poco con un amigo que me dijo que su fecha favorita de estas fiestas es el 7 de enero. La verdad es que le entendí perfectamente. Vuelve la bendita rutina a nuestras vidas y nos deja una resaca (en mi caso y en de mi familia, amenizada por la gripe) y me congratulo al pensar en una vida de asquerosa rutina y libre de virus y otras distracciones.

Así y todo, “estas fechas”, como suelen llamarlas tipos con poca imaginación como quien esto escribe, nos traen siempre un par de sainetes que ayudan a sobrellevar el tedio social. El primero, como siempre, es la aparición de la Pedroche dando las campanadas y sermoneándonos, una vez más, con los inanes discursos oportunistas de buenismo: salvar el planeta, con incrustaciones de vidrio de botellines de Mahou en los zapatos, “concienciación de la importancia del agua”, con un vestido hecho con la cuarta parte de una cortina de baño pequeña y otras parvulistas obviedades ¿Se imaginan lo que podría ser la vallecana en cueros a cero grados predicando, como una Charles Bukowski del extrarradio, sobre lo ameno que sería ser borde, egoísta y, a ser posible, asquerosamente rico?

Me proponía escribir algo sobre la aparición de la escultural Virgen del Arrabal y la competencia sufrida por TVE1 en  donde una tal Ana Mena  (quienquiera que sea), pero he recordado que escribí algo sobre ella hace unos años y me dedico a ejercitar el corta y pega, que es más cómodo:

“Habría que preguntar a Jesucristo si es lícito que la criatura de Vallecas se exponga año tras año en un balcón de cierta céntrica plaza madrileña a medianoche con una cantidad de tela cada vez más escueta, en pleno invierno mesetario. Ya saben: el de Nazaret era un maestro en salir airoso de las preguntas trampa a las que se veía sometido por los taimados fariseos, siempre prestos a cogerle en un renuncio. “¿Es lícito pagar impuestos a Roma?”, preguntaron los fariseos. Si el hijo del carpintero decía que no, se congraciaba con el pueblo judío (su pueblo), sometido por la colonización de Roma y se buscaba un lío con el centurión. Y si decía que sí, quedaba ante sus compatriotas como un pelota, indigno de liderar las aspiraciones nacionalistas del Frente Judaico Popular y el Frente Popular de Judea. Jesús, viendo la perfidia en la insidiosa pregunta, se salió por la tangente con aquello de: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22.21), que no sé si es decir mucho o nada, pero sale del paso de maravilla.

El feminismo está dividido con el vestido de la Pedroche. Una parte (la parte farisea) sostiene que el hecho de que la descarada muchacha aparezca en semicueros, año tras año, a la intemperie madrileña, luciendo sus bien definidos atributos junto al irrelevante tipo de turno con esmoquin, es una vergüenza, un retroceso en la lucha por la liberación de la mujer que la hace merecedora de lapidación. Otra parte (la herodista) sostiene que no hay nada más feminista que ponerse (o quitarse) lo que a una le venga en gana, y que si a la joven presentadora le apetece desnudarse en mitad de la noche invernal y exhibirse de esa guisa en un balcón de la plaza del pueblo por una bolsa repleta de denarios, ¿quién se puede arrogar la autoridad moral para reprobar tan animosa actitud? Como dijo el de Nazaret: “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

 El otro sainete al que nos tiene acostumbrados estas fechas es el de los Reyes Magos, esa tradición tan española que rememora la Adoración a Jesús de unos Magos  que ni consta en sitio alguno que fueran reyes, ni que fueran tres, cuatro o doce. El único evangelista que habla del asunto fue Mateo, que habla de Magos (probablemente sacerdotes de religiones paganas), sin especificar número alguno y provenientes del Este (¿imperio persa?), con lo que ustedes mismos pueden evaluar las probabilidades de que hubiera un negro.

Recuerdo un año en el que siendo Carmena la alcaldesa de Madrid salieron vestidos de magos de Oz, con una especie de cortina de baño (más amplia, eso sí, que la de la Pedroche), propiciando el llanto inconsolable de la hija de Álvarez de Toledo.

Este año, en muchas partes de España han salido de Rey Baltasar gentes con la cara pitada de Kanfort; y en Madrid, rizando el rizo, hablando a los niños como la criada de Escarlata O’Hara, lo que no sé si será racista, pero desde luego no es de muy buen gusto.

Hemos sobrevivido a estas fechas un año más. No sé qué ocurrirá de aquí hasta la próxima Navidad, pero lo que sí sabemos es que la Pedroche volverá  a amenizar las campanadas con un mensaje facilón, un vestido aún más breve y una bolsa de denarios más repleta. Y los Reyes… no sé, algo se inventarán para amenizar el cotarro. Y yo, Dios mediante, se lo contaré a ustedes.

 

Román Rubio

Enero 2024




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viernes, 29 de diciembre de 2023

EL PARTO DE LOS MONTES

 

EL PARTO DE LOS MONTES

“En tiempos muy remotos dieron los montes tales señales de desasosiego, que todos creían que iban a suceder cosas muy espantosas, pero al fin se abrieron con grande estruendo y apareció un ratoncillo. Dejaron a su vista de tener miedo los hombres y todos se echaron a reír”. Así contó Esopo que ocurrió allá por el siglo VI a.C. Y no hay nada que habiendo ocurrido una vez no pueda volver a pasar.

Un día de esta semana, al abrir la prensa mañanera, me llevé un sobresalto: los dos partidos mayoritarios se habían puesto de acuerdo en llevar a cabo una reforma exprés de la Constitución. Noté como empezó a alterárseme el pulso. ¡Dios! ¿Me habré despertado en una república tras haberme acostado la noche anterior abotargado por el tedio de la última nimiedad de Netflix? ¿Habrán acordado los dos púgiles la desmembración de España? ¿Se habrá empadronado Puigdemont en Chamberí?  Ansioso, me lancé a la letra pequeña y allí encontré al ratoncillo recién nacido: se corregía el artículo 49 de la llamada Carta Magna para cambiar la palabra “disminuidos” por “personas con discapacidad”, lo que suponemos que será de gran alivio para las personas que de una u otra manera se ven incluidos en este grupo afectado por causas tanto físicas como psíquicas.

Algunos recordarán o habrán oído hablar de aquel lejano decreto de 1968 en que el franquismo protegía los derechos de los “menores subnormales”, palabra hoy muy fea pero que en su momento supuso una razonable protección a muchas familias con ayudas y ventajas económicas y sociales para un grupo de gentes que empezó a llamarse “minusválidos” y que devinieron en “disminuidos” para pasar a ser, ya no discapacitados, sino personas con discapacidad, en un ejercicio de malabarismo lingüístico que no acabo de entender del todo.

Lo cierto es que reformar la ley marco en asuntos esenciales que afecten a la estructura del estado, a la soberanía nacional y a la integridad territorial es casi misión imposible. Para ello habría que conseguir el acuerdo de los tres quintos de ambas cámaras, disolver estas, convocar elecciones y volver a ratificar el acuerdo, proceso que agota solo de pensarlo. Para ratoncillos como el que nos ocupa, se arreglan con las dos terceras partes de las dos cámaras y, a ser posible, de tapadillo.

La primera vez que se usó el método fue en 1992 para añadir la coletilla de “y pasivo”, que facultaba a los ciudadanos comunitarios a formar parte de las listas municipales como consecuencia de la firma del Tratado de Maastritch. La segunda fue en 2011, en pleno agosto, y casi sin avisar, como las bodas de penalti aquella España del NoDo, para aprobar la prioridad de las directrices de Bruselas sobre las cuentas nacionales y la deuda del Estado. En esta ocasión se ha perpetrado en plenas fiestas navideñas, mientras los actores principales silbaban mirando al cielo de Coruña, Waterloo o dondequiera que pasen sus fiestas navideñas.

Lo cierto es que nuestros próceres ponen mucha prudencia en el asunto de abrir el melón constitucional. No me extraña; se empieza por un descosido y se acaba en pelota viva. No se puede votar hoy república y mañana monarquía para preferir esta cuatro años después ni se puede abolir las autonomías para reclamarlas de nuevo pasados un par de trienios o pedir independencia para arrepentirse tras unos días al ver que no llega la nómina de la pensión.

No sé como lo tienen otros países. Se habla de que Alemania ha hecho innumerables correcciones al texto (unas sesenta, de hecho), pero se olvidan de decir que existe la “clausula de eternidad” (art. 79.3) que impide la modificación de la configuración del estado como república federal e indivisible. Los estadounidenses han introducido 27 enmiendas desde que se promulgara la ley en 1787, pero lo cierto es que lo han hecho consiguiendo enormes consensos, y a veces ni con estos han logrado cosas que a nosotros los europeos nos parecen de cajón, como la limitación de las armas. Para que se promulgue a cabo una enmienda a la Constitución de los EEUU se debe de conseguir un acuerdo del 60% en las dos cámaras (Senado y Congreso). A continuación se manda la propuesta a las cámaras de los Estados de la Unión que deben aprobarla en un número superior a las tres cuartas partes, motivo por el que se ha devuelto la ley de restricción de armas una y otra vez al Congreso.

Como ven, aquí y allá se necesitan grandes consensos para grandes partos. Es mucho más fácil parir ratoncillos, y siempre llevando el embarazo con sigilo y la boda y posterior parto con nocturnidad, como en épocas pretéritas.

 Román Rubio

Diciembre 2023 

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sábado, 9 de diciembre de 2023

PROCUSTO

 

PROCUSTO Y PISA



Procusto es aquel personaje de la mitología griega representado en ocasiones como un gigante que vivía en una casa aislada en las montañas de Ática con su esposa Silea. Allí acogía a viajeros de paso y les ofrecía cobijo. Si eran más largos que la cama les aserraba los pies, las manos y lo que hiciera falta y a los pequeños los descoyuntaba hasta que se adaptaban a la medida. Al final, Teseo, con engaños acabó con él dándole de su propia medicina, pero eso es otra historia.

De igual manera nos conducimos los humanos en cuanto a idearios se refiere. Cualquier cosa que acontece debe adaptarse a la hipótesis preconcebida y ajustarse al marco doctrinal propio, como el viajero a la cama del desalmado posadero. No me digan que no reconocen el síndrome: en cualquier reunión de amigos, familiares, compañeros de trabajo o miembros del club de lectura, sabemos de antemano que pensará cada uno del grupo, se trate de inmigración, turismo, clima, economía, geopolítica o delincuencia. Cada cual se manifestará según lo previsto, no vaya  a ser que el pensamiento libre, como explicó Erich Fromm, nos ponga a la intemperie, fuera del rebaño.

Hace unos días salió el resultado de las pruebas PRISA, ese test al que se someten los países de la OCDE para conocer la salud del sistema educativo midiendo competencias en escritura, matemáticas y ciencias a escolares en el año previo al bachillerato.

Como de costumbre, España obtuvo un resultado mediocre. Había caído algo (pandemia de por medio) pero no tanto como otros países del entorno. Había, eso sí, una novedad inquietante: el País Vasco y, sobre todo, Cataluña habían experimentado una bajada brutal. Esta última (Cataluña) se sitúa muy por debajo de la media española, en el puesto número 14 de las autonomías, solo por delante de Castilla-La Mancha, Andalucía y Canarias. Hasta aquí, los hechos.

¿Y cuál ha sido la lectura de los mismos? Pues, previsible:

—Para los del PP, Vox y demás peñas del espectro conservador y tradicionalista la culpa es del bilingüismo por un lado y del abandono de la excelencia  por otro. ¿Cómo va a aprender lo mismo un chico manejando una lengua que dos? Y, ¿cómo vamos a sacar buenos resultados si bajamos contenidos e igualamos por abajo?

—Los catalanistas (separatistas o no) argumentan que la culpa la tienen los inmigrantes, como se apresuró a decir  el Secretario de Políticas Educativas Ignasi García, desmentido (o matizado) al día siguiente por la Consellera del ramo. Claro, que había que tener en cuenta que Madrid, con un número de inmigrantes similar, quedó arriba, en el cuarto lugar, muy por encima de Cataluña. La razón del Procusto catalán fue que en Madrid los inmigrantes son mayoritariamente hispanos y en Cataluña africanos y asiáticos. También se quejaban los responsables catalanes que los chicos que reciben la escuela en catalán están sometidos luego a un gran input de castellano e inglés por los medios de comunicación y redes sociales, lo que crea disfunción.

Los partidos de izquierda salieron a la palestra para atribuir a la pobreza y las situaciones familiares precarias la causa del descalabro, obviando conscientemente el hecho de que pobreza e inmigración están fuertemente correlacionadas, mientras los sectores católicos militantes aseguran que la causa está en la “falta de valores” que impera en la escuela pública.

¿Y los sindicatos?, ¿qué dicen los sindicatos? Pues, como pueden anticipar, estos atribuyen al fiasco a la ratio de alumnos por aula, que en Cataluña es mucho mayor que en las regiones de resultados buenos como Castilla-León, Asturias o Cantabria, de población más dispersa.

Como ven, cada cual cita y omite aquello que no cuadra con su ideario, pero, ¿y si tuvieran razón todos juntos y ninguno por separado?

Veamos: Castilla-León, Asturias y Cantabria, que han obtenido los mejores resultados tienen en común varios factores (y sigo el análisis que encontré en el periódico que leo a diario, de tendencia socialdemócrata):

Tienen poblaciones relativamente pequeñas (el 7% de España entre las tres), las tres cuentan con pocos alumnos extranjeros, que suelen sacar peores resultados (un 7.6% en Castilla-León por un 15.7% en Cataluña), las tres comunidades tienen en común estar bien financiadas por el estado e invierten entre un 15% y un 20% por alumno, por encima de la media, y cuentan con una ratio de alumnos inferior a la media española, sobre todo en la escuela pública, que es la que da servicio al área rural. ¡Ah!, y el diario al que aludo ha olvidado señalar (¿intencionadamente?) que son comunidades monolingües (en su sistema educativo, al menos), lo que quedaría muy feo señalar en el rebaño socialdemócrata.

Ya ven, Procusto siempre ajustando a los peregrinos  para amoldarlos al tamaño de la cama.

Román Rubio

Diciembre 2023 



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