CARTELES
No entiendo por qué no hay una
ley que prohíba colgar cartelitos en los centros oficiales. Cualquier cartelito,
todos los cartelitos. Por bienintencionado e incuestionable que pueda parecer
el mensaje. Sea en tiempo electoral o fuera de él. Hoy es Torra con su Llibertat
presos polítics i exiliats/ Free political prisoners and exiles, junto a un lazo blanco tachado en rojo
en sustitución del amarillo en infantil jueguecito de cache-cache, quien toma las fachadas de los edificios públicos de
la Generalitat de Cataluña como si fueran la fachada de su casa o su partido.
Pues no, señor Torra, no es su casa ni la de su partido ni la solapa de su
chaqueta. Es la casa (las casas) de todos los catalanes y un poco la de todos
los españoles. Sí, la de Inés Arrimadas también. Y la de Borrell. Por mucha
manía que usted les tenga. A continuación, el President, en una burda maniobra
de legitimación de su jueguecito de carteles, añade el de Llibertat d’expresió, ¿Quién
puede oponerse a tan consensuado principio de libertad? Nos toma por tontos,
claro. ¿Aceptaría usted como llibertat d’expresió la leyenda Puigdemont
traidor en caso de un —pongamos ayuntamiento— de mayoría de Ciudadanos?
Está claro que el concepto llibertat d’expresió funciona mejor para nuestras proclamas
que para las del otro.
Lo mismo critiqué en este mimo blog en una
ocasión en la que visité Madrid y vi en el balcón una enorme pancarta con la
leyenda Welcome Refugees, en la
ladina asunción de mi admirada Carmena de que quien criticara tal proclama se
señalaría como recalcitrante malvado. Pues no, señora Carmena: se puede estar a
favor de acoger a refugiados y a darles la bienvenida y al mismo tiempo en
contra de que usted ponga en la fachada del Ayuntamiento (la casa de todos) el
cartel, de la misma manera que puede uno lamentar que haya políticos catalanes
presos y/o exiliados (o presos políticos, como quieran) y repudiar su fútil e
insolente maniobra, señor Torra.
Y, atendiendo a la libertad de
expresión, puestos a poner carteles, tengo algunas ideas:
Dios no existe.
Nadie podrá nunca demostrar lo
contrario. Bueno, lo hizo Santo Tomás, pero de manera que algunos consideramos poco
consistente.
Dios existe.
Lo mismo que la leyenda anterior.
Nadie demostró jamás lo contrario.
(Ambos carteles se pueden poner,
uno en Aldaya y otro en Alacuás o uno en Pinto y el otro en Valdemoro, o en
Oviedo y Gijón, por ver de equilibrar).
Franco ha muerto.
Verdad que habría que recordar a quienes
quieren sacarlo a pasear (para asustar) y a quienes quieren revivirlo (por
nostalgia), lo que abarcaría, más o menos, a la totalidad de la población (de
mayores de 50, claro)
Trabajo en Valencia. Respiro en
Tuéjar.
Se pueden cambiar los nombres. Donde
pone Tuéjar póngase Camporrobles o Montanejos, y donde pone Valencia escríbase
Madrid o Barcelona. Se puede cambiar “respiro” por “vivo”, “disfruto”, etc.
Leyenda muy común en los adhesivos de los coches de los años setenta y ochenta (costumbre
lamentablemente perdida) que denotaba mucha clase y cosmopolitismo entre los
que la exhibían.
Recoja la caca de su perro.
Muy útil. Sí, ya sé que es algo
absurdo que los humanos recojan la caca de los perros y no la de otros humanos
impedidos, pero ¿qué le vamos a hacer? Nos hace la vida más fácil a todos.
Forasteros al pilón.
Ya se sabe. Vienen con el
prestigio de la novedad y obtienen los favores de las chicas más guapas del
pueblo.
Que se mueran los feos. To er
mundo es güeno. ¡Al suelo, coño! Que te Calles Karmele. ¡Vosotros, maristas,
sois los terroristas! Prietas las nalgas (digo, las filas…).
Ya saben, la llibertat d’expresió
da para mucho. Estas y otras muchas consignas podrían ocupar las fachadas de
nuestros ayuntamientos y edificios oficiales para nuestro solaz y
entretenimiento. Vayan añadiendo ustedes mismos sus favoritas, que hay
libertad. Por ahora.
Román Rubio
Marzo 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario