LA TRIBU Y EL TERRITORIO
Dice Netanyahu que “el Estado de Israel —y el territorio, se entiende— no
pertenece a todo el mundo, sino solo al pueblo judío”. Con ello excluye a los
árabes (que son la quinta parte de la población), y si tomamos la declaración
al pie de la letra, a los cristianos, a los budistas y a los ateos. El mensaje
es claro: podéis estar aquí, pero bajo la ley judía. Esto es nuestro.
Trump quiere levantar un muro en el sur de los EEUU para evitar la entrada
de hispanos en el país, en el convencimiento de que el territorio les
pertenece. ¿A quién?, pues a los blancos descendientes de los europeos, a ser
posible wasps (blanco, anglosajón y
protestante, en sus siglas en inglés). Haciendo manga ancha, habrá que admitir también
a “otros” europeos de tribus cercanas como los irlandeses (católicos),
italianos y otros dagoes (con
reservas) y hasta (con aún más reservas) a los judíos.
En Crimea, la población —de mayoría rusa— no ha consentido en renunciar a
sus rasgos tribales para integrarse en Ucrania, una vez desintegrada la Unión
Soviética y, con la ayuda de Rusia, decidieron unirse a este país haciendo
valer los lazos de sangre; y en los Balcanes ya sabemos lo que ocurrió: una vez
debilitada Yugoslavia, los croatas, los serbios, bosnios, eslovenos y demás
tribus decidieron apelar a sus ritos, lenguas, religiones, mitos y leyendas
comunes y se dieron codazos hasta conseguir parcelar el territorio y poder
decir: “esto es mío”.
La tribu demanda su suelo y no está dispuesta a compartirlo con quien no
sea “uno de los nuestros”, entendiendo la tribu como “el conjunto culturalmente
uniforme de familias con un antepasado común real o mítico que ocupa un
territorio”.
En Cataluña, el apellido más corriente es García, seguido de Martínez,
López, Sánchez, Rodríguez y Fernández. Si cogen al azar a 1000 personas de una
calle catalana tendrán entre ellos a 23 García, 16 Martínez y 15 López.
Si tomamos, en cambio, las cabezas de listas de las candidaturas
mayoritarias al gobierno del territorio en las últimas elecciones (diciembre,
2017), los nombres son: Puigdemont i Casamajó, Sánchez i Picanyol, Ponsatí
Pubiols, Turull i Negre, Bevás i Castanyer y Rull i Andreu por Junts per Catalunya
y Junqueras i Vies, Rovira i Vergés, Romeva i Rueda, Forcadell Lluís y Mundó
Blanch por ER. Solo Sánchez aparece púdicamente semiescondido en la retahíla de
nombres catalanes de pura cepa. Lo dicho: La tribu reclamando su territorio.
En Irlanda del Norte, los apellidos más comunes (según el banco de datos
Eurostat) son: Wilson, Campbell, Kelly, Johnston, Morre y Thompson, todos
100% British; en tanto que en la República de Irlanda (la del Sur)
son: Murphy, Kelly/ O’Kelly, Sullivan/ O’Sullivan, Walsh, O’Brien, O’Connor. Ya
ven, esa plebe de tipos ruidosos y pendencieros que tienen muchos hijos
pelirrojos jugando en la calle con los mocos colgando. Está claro que necesitan
una frontera.
Estoy empezando a pensar que las cosas son así: que cada tribu reclama su
territorio como los leones su territorio de caza. O el perro de mi vecina la
esquina del chaflán.
Román Rubio
Marzo 2019
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