jueves, 20 de mayo de 2021

LO HE VISTO EN TU PASAPORTE

 

LO HE VISTO EN TU PASAPORTE



Recuerdo mi primer pasaporte. Era una libreta verde, con el nombre de España en la portada y el escudo del aguilucho con el logo “UNA, GRANDE, LIBRE”, y servía para viajar a todos los países del mundo menos a Albania, Mongolia Exterior (para mí era un enigma lo de “Exterior”, tratándose de un país sin salida al mar), República Democrática de Vietnam (Vietnam del Norte) y República Popular de Corea, sitios todos ellos a los que uno tampoco tenía mucho interés en ir.

Hace poco renové el pasaporte actual. Este, de color vino y con el logo de Unión Europea en la portada. No consta limitación alguna de tránsito, al menos en el papel. Y toda esa maravilla de salvoconducto, que abre las puertas del mundo, por el módico precio que hube de pagar de 30€. Una ganga. Aunque ya sabemos que una cosa es lo que valen las cosas y otra lo que cuestan. El pasaporte es barato y muy valioso a la vez. Bueno, el de la Unión Europea, el de Estados Unidos y cuatro o cinco más como el de Australia, Nueva Zelanda, Suiza, Noruega… y pare usted de contar, porque el resto de pasaportes valen poco y algunos de ellos menos aún de lo que cuestan.

Vean sino al hombre de la foto. Apostaríamos, sin peligro a equivocarnos, que no lleva pasaporte alguno; en primer lugar porque se ve que no trae nada más que la ropa que lleva puesta, sucia de la arena de la playa; y en segundo lugar porque ¿para qué hace falta un pasaporte si sabes que no te van a dejar entrar? Es como intentar ir a la ópera con el ticket del Mercadona.

En momentos así aprecia uno de qué va eso del privilegio al nacer. Algunos creen que es cosa moderna, pero, quiá, esto viene de lejos. Vean sino lo que ocurrió hace más de veinte siglos en los alrededores de Jerusalén (¿he dicho Jerusalén?) según el testimonio de un tal Lucas, famoso por haber relatado las andanzas de Jesús y sus discípulos:

 

Cuando le tuvieron ya extendido para los azotes, dijo Pablo al centurión allí presente: “¿Os está permitido flagelar a un hombre romano que no ha sido previamente juzgado?” Al oír esto el centurión, se fue al tribuno y le avisó diciendo: “¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es romano.” Vino, pues, el tribuno y le dijo: “Dime, ¿eres romano, tú?”  Él le dijo: “Sí.” Y respondió el tribuno: “A mí me costó un gran capital adquirir esta ciudadanía.” Pablo dijo: “Pues a mí solo nacer.” Al instante, pues, se retiraron de él los que se disponían a torturarlo. Y el tribuno tuvo miedo al saber que era romano y que lo había hecho apresar.

Hechos de los Apóstoles 22, 25-29

Y así fue como ocurrió hace dos mil años. Como ahora. A unos les cuesta mucho lo que otros obtienen con solo nacer. Y 30 eurillos.

 

Román Rubio

Mayo 2021

https://www.amazon.es/%C2%A1SOCORRO-Me-jubilo-Rom%C3%A1n-Rubio/dp/1537233335/ref=pd_rhf_gw_p_img_1?_encoding=UTF8&psc=1&refRID=19REHY6G1NJ7C9CC99CV#customerReviews

https://www.amazon.es/SANTIAGO-VOY-Memorias-Camino-Norte/dp/B08R4952SF


 


miércoles, 5 de mayo de 2021

MADRID, MADRID, MADRID (Oda a la vida retirada)

 

MADRID, MADRID, MADRID

(Oda a la vida retirada)


Si digo que me esperaba el resultado de las elecciones de Madrid corro el peligro de que se me diga aquello de “a toro pasado…”, pero es la verdad. Pese a huir como del diablo del debate madrileño, me topaba cada día con un montón de críticas feroces, burlas y ridiculizaciones de la candidata Ayuso, esa mujer “con su aire de peponcita del cine mudo, una pizca posmoderna”, como la describe Antonio Elorza en El País.

Tanto chiste, oprobio, mofa y befa escuché de ella que tuve claro que había de ganar con amplia mayoría, si no, ¿a qué venía tanto ruido?

Me sorprende que no lo tuvieran tan claro los  que parecen haber caído del guindo. Quienes viven en este lado del río solo reciben mensajes de la “prensa amiga”, escuchan las “emisoras amigas”, ven a Wyoming y se constituyen en grupos compactos en redes sociales en donde es casi imposible ver notas discordantes que les lleva a una visión con orejeras —esas viseras laterales que ponían a las caballerías para que miraran siempre al mismo lado—. Así, Ayuso se ridiculizaba y demonizaba tanto en esta parte del Danubio como crecía su aura en la otra.

¿Y qué ocurría allí, en la otra orilla? Pues, lo mismo: el rebaño leía sus periódicos, escuchaba a sus tertulianos y formaban sus grupos de facebook y wasap en donde corrían vídeos y memes de ministros, ministras y ministres hablando de niñas, niños y niñes atendidos por pedagogos, pedagogas y pedagogues, provocando el pasmo y la chirigota del personal.

Predecir el resultado era fácil y difícil a la vez: solo había que subirse a mitad del puente y contar las reses, pero, ay, también sabemos que la vista engaña y uno ve lo que quiere ver.  Ya lo dijo Groucho Marx: ¿a quién va usted a creer, señora, a mí o a sus propios ojos?

Lo siento por Gabilondo. Era mi candidato. Me gusta su disposición sosegada, su discurso argumentativo, su pragmatismo y su talante tranquilo, sin algaradas. Por los mismos motivos expresé mis preferencias por Ximo Puig y, en su día, por Rubalcaba o por Carmena. También por Angela Merkel —lo que me ha acarreado la crítica de algunos de mis lectores, que la tachan de azote de los pueblos del sur—.

No es tiempo, sin embargo, de aguas tranquilas ni de guarecerse de “aqueste mar tempestuoso”, como Fray Luís de León; son tiempos de embiste, ambición sin límites, patadas en los tobillos, exabruptos, eslogancillos fáciles y resultones, insultos y algaradas. Malos tiempos para el sosiego y los oyentes de Radio Clásica.

Y por el centro del cada vez más tumultuoso río, se ve pasar algún que otro cadáver. Hoy, el de Pablo Iglesias; ayer el de Albert Ribera, mañana… La corriente los arrastra a esa Isla de los Niños Perdidos donde moran gente como Isabel Tocino, Hernández Mancha, Roca Junyent, Gerardo Iglesias o Rosa Díez, que hoy estarán preparando la habitación de Pablo y desalojando de trastos de la de Arrimadas, a la que se espera pronto, mientras se distraen con los programas de Michael Portillo, otro cadáver de la política, reciclado en viajero de tren con su guía Brandshaw.

Y mientras los madrileños viven  la resaca del combate, a Gabilondo se le ve absorto por El Retiro recitando los versos del poeta:

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Román Rubio

Mayo 2021