jueves, 21 de abril de 2022

MECAGÜEN LOS GUAPOS

 

MECAGÜEN LOS GUAPOS



Estamos dispuestos a aceptar que sean los que más ligan. Eso siempre ha sido y por siempre será. Los guapos ligan más y las guapas también. Por mucho que digan lo de que “la suerte de la fea la guapa la quisiera”. Nada de nada. Ellas (las menos agraciadas) lo aceptan con resignación, y nosotros (los menos agraciados) también. ¿Para qué rebelarse contra la naturaleza, Darwin y los documentales de la dos?

Ellos ligaban y otros más feúchos, con las mañas que proporcionan las desventajas físicas, se lo llevaban crudo. Nos habíamos acostumbrado a tipos como Roldán y sus fiestas en calzoncillos, unas rayas de coca adulterada y cortesanas en topless con la cara pixelada y a héroes populares y simpáticos como El Dioni, maestro de la felonía más castiza, héroe del pueblo llano, Robin Hood con ánimo de lucro y mito popular, cual Belén Estaban del latrocinio (qué gran pareja habrían hecho), que tuvo la brillante idea de vaciar el furgón de dinero que vigilaba y huir con las sacas a su paraíso tropical en dónde gastó todo lo que pudo en el corto periodo de tiempo en que tardaron en echarle el guante.

Hoy, sin embargo, empezamos a acostumbrarnos a que los guapos, además de llevarse a la chica, se lleven la pasta en crudo y se nos queda la cara de tonto del que no le dejan nada. La semana pasada fueron los célebres toreros Medina y Luceño y esta semana ha sido Piqué el que con todo el desparpajo nos ha enseñado como llenar la saca sin peligro alguno, y sin siquiera delinquir. Los primeros, aprovechando que el río bajaba revuelto lograron meter mascarillas cuyo coste de producción en Asia viene a ser de 0.08 Euros por 6.6 Euros al Ayuntamiento de Madrid, y el apuesto catalán sacó para su empresa, Kosmos, la menudencia de cuatro millones de comisión por cada año que la Supercopa de España se juegue en… Arabia Saudita.

¿Que es absurdo que la Copa de España se juegue en Arabia? Pues sí, pero ¿qué más da si es por la pasta?

Para quienes no estén familiarizados con esto del fútbol, les diré que la Supercopa de España la juegan el campeón de Liga y el campeón de la Copa del Rey (el Barcelona y el Valencia en su edición de 2020) y generalmente en campo neutral o bien designado con anterioridad. Pues bien; pareció conveniente que el trofeo se jugara en Arabia Saudita y no por los dos campeones sino por cuatro equipos. La final la disputaron el Real Madrid y el Atlético; ninguno de los dos había sido campeón, ni de Liga ni de Copa.

¿Y qué es eso de que el Numancia juegue en Los Pajaritos de Soria, la Ponferradina en Ponferrada y el Zaragoza en La Romareda? Eso es cosa antigua, hombre, de nostálgicos inmovilistas fracasados que se conforman con cualquier cosa, que no saben pensar a lo grande. Ahora la Ponferradina debe jugar en Nairobi, que hay mucha afición, el Numancia en Dubai, que tienen más pasta que los de Soria, son más y hace más calorcito. Y si quieres torreznos, eso sí, te los tendrás que llevar de casa y comerlos a escondidas, porque allí es pecado y la policía los huele antes que a la maría.

Y luego está lo de la pasta. ¿Al Madrid? 6.8 kilos. ¿Al Barça? Otro tanto; y seis a la Federación. Al Atlético, cuatro millones, que son más de barrio ¿Y al Valencia, que es (era) el campeón de Copa? Pues dos kilitos y medio, que son de provincias y con eso se conforman, y si no que no vengan, que los invitamos por compromiso y para salvar las apariencias. No quiero ni pensar lo que habrían ofrecido estos guaperas (y que conste que no va por el Presidente Rubiales lo de guaperas) si hubiese sido el Levante el clasificado: ¿500 euritos, máximo?

Con tanto salteador de caminos de desfile de Armani añoramos aquellos bandoleros de trabuco y pañuelo a la cabeza como Tragabuches, llamado así por haberse comido un buche entero (un burro pequeño) en una sentada, Pablo de Aroca “Ojitos”, Malafacha, Juan Palomo (el de yo me lo guiso, yo me lo como), Juan Antonio Gutierrez, “El Cojo”, Zamarrita, El Cencerro o el mismísimo Tempranillo, que privaba a las señoras que atracaba por los caminos de sus joyas diciéndoles que ellas eran tan hermosas que las joyas no hacían más que afear su natural belleza.

Vuelve, Dioni, vuelve. Te echamos de menos.

Román Rubio

Abril 2022


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lunes, 11 de abril de 2022

MEDINA Y LUCEÑO

 

MEDINA Y LUCEÑO


Seguramente habrán oído alguna vez la historia de Nathan Rothschild, el banquero judío-alemán afincado en Londres que, habiéndose enterado de la derrota de Napoleón en Waterloo antes de que la noticia llegara Inglaterra, comenzó a vender acciones en la Bolsa de Londres haciendo creer que había sido una derrota de los ingleses y provocando una enorme caída del valor para volverlas a comprar a precios tirados y ganar así, en pocas horas, enormes beneficios.

Pues bien, la historia no es cierta. Es verdad que se enteró antes que nadie de la victoria de Wellington gracias a su propia red de mensajeros, ya que había financiado en gran parte la campaña del general inglés. Y en cuanto tuvo noticia fue directo a Palacio a comunicarlo. Lo cierto es que, una vez de dominio público, compró los bonos del gobierno inglés a un precio que parecía muy alto y al cabo de dos años, tras la paz, aumentaron un 40% su valor produciendo al banquero enormes ganancias. Todo limpio, con las cartas sobre la mesa y respetando las reglas del juego liberal-capitalista. Audacia, sí, pero sin pillería.

Aquello era el Londres del siglo XIX. Ahora estamos aquí, en el siglo XXI, y en Madrid. ¡Ay, Madrid! ¿Qué tendrá esa ciudad de conseguidores que en plena pandemia, cuando más sufrimiento hay y mayores las necesidades y el desconcierto, en la ciudad con mayor incidencia de mortandad de España, se forran el hermano de la presidenta y dos pintorescos petimetres amigos del primo del alcalde?

Y no, no se trata de dos toreros: Medina y Luceño  no son matadores (como Lebrijano y Limeño o Camino y Mondeño) que ejecuten un mano a mano en Las Ventas. Son la pareja de moda, dos jóvenes apuestos, vendedores de humo, con labia fluida y buena agenda de contactos (uno de ellos es marqués, hermano de duque, o algo así) que lograron vender al Ayuntamiento de la capital en época de pandemia una remesa de mascarillas, tests y guantes por lo que sacaron seis millones de comisión, una cantidad cercana al ochenta por ciento del precio total. Una rentabilidad que hasta Rothschild habría considerado exagerada, inmoral y un mal negocio, pues para el capitalismo más ortodoxo no hay buen negocio en el que no ganen las dos partes. Pescar en río revuelto es una cosa; tiene sus riesgos, pues la corriente es traicionera. Otra distinta es desecar el río para coger el pescado mientras los demás se quedan sin riego.

¿Y qué creen que hicieron con el dinero los tan distinguidos figurines? Pues lo que de tales lechuguinos se espera: comprar doce coches de lujo (¿quién querría tener un coche pudiendo tener doce?), relojes carísimos, un yate y un piso de lujo en un lugar, esta vez, distinto de Marbella.

En fin, esta es la historia de los modernos Rinconete y Cortadillo pero con menos ética. Aquellos tenían sus principios. En la república de Manipodio se ayudaba a las familias de los del gremio caídos en manos de la autoridad, se encargaban misas para los muertos y se abstenían de ir a prostíbulos los días señalados del calendario mariano. Manguis, sí, pero con principios.

Lo dicho: apréndase los nombres; y además, en el orden correcto, pues Medina y Luceño ya han pasado a la historia de los dúos, como Manolo y Ramón o Daoiz y Velarde,  pero de la deshonra

La operación “mascarilla” se cerró con un comerciante malayo que responde al nombre de San Chin Choon, lo que me recordó otra historia rocambolesca protagonizada por otro pintoresco dúo patrio irrepetible: el formado por Roldán y Paesa, o Paesa y Roldán, que tanto monta. El hábil Paesa facilitó la entrega del reo Roldán al estado español por la módica comisioncita de 1,8 millones de euros. La entrega se realizó en el aeropuerto de Bangkok en donde un tal capitán Khan de la policía laosiana, que ni era capitán, ni policía y ni siquiera laosiano, entregó al prófugo Roldán, que presuntamente se ocultaba en Laos, pero que nunca había pisado aquel país, a unos policías españoles que tenían el convencimiento de que les estaban tomando el pelo, pero les daba igual, con tal de traer al reo de vuelta.

Ya ven, Medina y Luceño, San Chin Choon y el Capitán Khan, Paesa y Roldán… El mundo está lleno de tramposos que, como los trileros, se presentan de dos en dos. Vayan con cuidado.

Román Rubio

Abril 2020


lunes, 4 de abril de 2022

NEGRO PEGA A NEGRO

 

NEGRO PEGA A NEGRO


Ríos de tinta (permítanme la expresión), no; océanos han corrido sobre el incidente. Cada cual en este país —y en los otros— ha dado su opinión al respecto, con lo que yo, aunque tarde, no me voy a quedar atrás. Lo que hizo el tal Smith no tiene nombre; es una villanía tal que entrará en los anales de las afrentas mayores de la historia del espectáculo. Para el público y para los protagonistas: para el presentador chistoso, pero sobre todo para el agresor. ¿Qué director o productor de cine va a considerar a semejante fanfarrón como protagonista de su próxima película? ¿Cuántos monologuistas dejarán de empezar su espectáculo con la frase “no estará por aquí Will Smith, verdad” para jolgorio del público?

Es verdad que los chistecitos —al parecer, obligatorios— de los presentadores de esa y otras galas similares hacen sobre los asistentes están a menudo fuera de lugar y pueden resultar hasta hirientes, pero de alguna manera obliga a los aludidos a mantener la forzada sonrisa, al igual que hay que aplaudir cuando el premio se lo dan a otro o se ahorra uno el comentario de lo mal que le sientan a la vecina sus últimos retoques faciales. A eso llamamos civilidad y es lo que hace que no vayamos por ahí a mamporros.

Y dicho esto, el otro día vi el titular que el periodista Carlos Herrera dio a propósito del incidente: “¿Se imaginan si hubiese sido un blanco el que sube al escenario y hubiese abofeteado a un negro?” Ostras, es verdad; pensé yo. Por ejemplo, que en vez de haber sido el fantoche de Bel-Air hubiera sido un rubito wasp como Kevin Costner o Brad Pitt. Habría sido algo inaudito, impensable, que habría removido los cimientos de la sociedad. El esclavismo, la supremacía blanca. Blanco pegando a negro.

Imaginemos ahora otro escenario: negro pega a blanco. Buenafuente (primero que me viene a la mente) hace un chiste en los Goya y un actor negro ofendido sube al escenario y le cruza la cara. Excelente noticia para Vox y sus compadres. ¿Adónde vamos a llegar con tanta apertura y tanta transversalidad?

Tercer escenario posible: es Bardem el que sube y pega al monologuista al haber usado este un chiste sobre su mujer Sí, ya sé que esta posibilidad es más remota puesto que Javier es un hombre inteligente y educado, pero, ateniéndonos al asunto racial en beneficio del argumento: ¿Se consideraría a Bardem un hombre blanco o de color?  Recordemos que a Banderas se le catalogó como no blanco por la prensa americana cuando fue nominado por Dolor y Gloria en el 2020.

Hay algunos otros escenarios, más difíciles de contemplar pero igualmente interesantes porque añadirían el tema de género: el de que una mujer pegue a otra mujer, que una mujer pegue a un hombre o el más inverosímil de todos: que un hombre pegue una bofetada a una mujer por un chiste fuera de lugar en un sitio como el escenario del teatro Dolby de Los Angeles. A todo esto pueden añadir el asunto de raza en la coctelera. Ya digo, estas posibilidades son mucho más remotas puesto que la mujer, afortunadamente, no suele expresar su frustración, enfado o incluso ira con ese punto de violencia que tienen algunos hombres.

Que siga así.

Román Rubio

Abril 2020