martes, 1 de enero de 2019

SOR PEDROCHE


SOR PEDROCHE




Habría que preguntar a Jesucristo si es lícito que la criatura de Vallecas se exponga año tras año en un balcón de cierta céntrica plaza madrileña a medianoche con una cantidad de tela cada vez más escueta y/o liviana y transparente, en pleno invierno mesetario. Ya saben: el de Nazaret era un maestro en salir airoso de las preguntas trampa a las que se veía sometido por los taimados fariseos, siempre prestos a cogerle en un renuncio. “¿Es lícito pagar impuestos a Roma?” Preguntaron los fariseos. Si el hijo del carpintero decía que no, se congraciaba con el pueblo judío (su pueblo), sometido por la colonización de Roma y se buscaba un lío con el centurión. Y si decía que sí, quedaba ante sus compatriotas como un pelota, indigno de liderar las aspiraciones nacionalistas de los de la estelada de los Magos de Oriente. Jesús, viendo la perfidia en la insidiosa pregunta, se salió por la tangente con aquello de: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22.21), que no sé si es decir mucho o nada, pero sale del paso de maravilla.

El feminismo está dividido con el vestido de la Pedroche. Una parte (la parte farisea) sostiene que el hecho de que la descarada muchacha aparezca (semi)desnuda, año tras año, a la intemperie madrileña, luciendo sus bien definidos atributos junto al irrelevante tipo de turno con esmoquin es una vergüenza, un retroceso en la lucha por la liberación de la mujer que la hace merecedora de lapidación. Otra parte (la herodista) sostiene que no hay nada más feminista que ponerse (o quitarse) lo que a una le venga en gana, y que si a la joven presentadora le apetece (semi)desnudarse en mitad de la noche invernal y exhibirse de esa guisa en un balcón de la plaza del pueblo, ¿quién se puede arrogar la autoridad moral para reprobar tan animosa actitud? Como dijo el de Nazaret: “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

Este año la Pedroche nos ha sorprendido con un simple bikini con motivos florales. El dos piezas llevaba cosidas a mano 250 flores de organza natural, lo que ha llevado a la diseñadora y su equipo más de 90 horas de trabajo. Y sí, claro: de nuevo se ha acusado de plagio a la autora de tan imaginativa equipación. Se parece más de lo que sería razonable a un descocado vestido de novia que Leaticia Casta lució en un desfile para Ives Saint Laurent en la colección primavera-verano de 1999, con su etérea colita de tul y todo.

Lo que sí es cierto es que el asunto ocupa espacio en la portada de los periódicos en sus ediciones digitales. Veamos:

El País: “Bikini de flores y tul: así es el esperado estilismo de Cristina Pedroche en las campanadas”, (Carlos Megía) y “Sus majestades Pedroche y Mota, Reyes indiscutibles de la Nochevieja”, (Sergio del Molino).
La Vanguardia: “’Una hada del bosque’ Cristina Pedroche deja sin palabras con su bikini de Nochevieja”, (Cristina Sierra) y “¿Podría ser acusado de plagio el vestido de Nochevieja de Cristina Pedroche?, (Sandra Arbat).
El Mundo: “Pedroche o el cansancio” (Luís Martínez) y “El bikini de flores que quemó la Nochevieja”, (Esther Mucientes).
ABC: “El vestido de Cristina Pedroche, de las trasparencias al carnaval”.

Me conformé con ver a la vallecana, ya que, dada la animada cháchara del personal con quien compartí cena y resopón, no escuché nada de lo que dijo ni de lo que se dijo de ella. Por lo que dice la prensa, vindicó (cómo no) su firme postura feminista —(sin especificar, eso sí, la facción)— y su inquebrantable apoyo a la causa del medio ambiente. Para ello, su vestido no solo era escueto, sino que las flores no eran reales sino de organza; y los brillos de los zapatos provenían de trozos de cristal de un par de botellas de Mahou rotas. Para que vean hasta donde llega el compromiso de la joven con el planeta.

Escribo esto mientras arranca en la tele el Concierto de Año Nuevo con la Marcha de Schönfeld desde la Sala Dorada de la Musikverein de Viena, adornada con unos cuantos miles de flores (estas sí, reales) cortadas de los jardines vieneses.

La de Vallecas se exhibe de nuevo (des)vestida en un balcón de Madrid y la Filarmónica de Viena se arranca con las marchas, polkas y valses vieneses que culminan con las desangeladas palmas de acompañamiento de millonarios japoneses. Acaba de empezar, sin sorpresas, 2019.


Román Rubio
Enero 2019



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