SOR PEDROCHE
Habría
que preguntar a Jesucristo si es lícito que la criatura de Vallecas se exponga
año tras año en un balcón de cierta céntrica plaza madrileña a medianoche con
una cantidad de tela cada vez más escueta y/o liviana y transparente, en pleno
invierno mesetario. Ya saben: el de Nazaret era un maestro en salir airoso de
las preguntas trampa a las que se veía sometido por los taimados fariseos,
siempre prestos a cogerle en un renuncio. “¿Es lícito pagar impuestos a Roma?” Preguntaron
los fariseos. Si el hijo del carpintero decía que no, se congraciaba con el
pueblo judío (su pueblo), sometido por la colonización de Roma y se buscaba un
lío con el centurión. Y si decía que sí, quedaba ante sus compatriotas como un
pelota, indigno de liderar las aspiraciones nacionalistas de los de la estelada
de los Magos de Oriente. Jesús, viendo la perfidia en la insidiosa pregunta, se
salió por la tangente con aquello de: “Dad al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios” (Mateo 22.21), que no sé si es decir mucho o nada, pero
sale del paso de maravilla.
El
feminismo está dividido con el vestido de la Pedroche. Una parte (la parte farisea) sostiene que el hecho de que la
descarada muchacha aparezca (semi)desnuda, año tras año, a la intemperie
madrileña, luciendo sus bien definidos atributos junto al irrelevante tipo de
turno con esmoquin es una vergüenza, un retroceso en la lucha por la liberación
de la mujer que la hace merecedora de lapidación. Otra parte (la herodista) sostiene que no hay nada más
feminista que ponerse (o quitarse) lo que a una le venga en gana, y que si a la
joven presentadora le apetece (semi)desnudarse en mitad de la noche invernal y
exhibirse de esa guisa en un balcón de la plaza del pueblo, ¿quién se puede arrogar
la autoridad moral para reprobar tan animosa actitud? Como dijo el de Nazaret:
“Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
Este
año la Pedroche nos ha sorprendido con un simple bikini con motivos florales. El
dos piezas llevaba cosidas a mano 250 flores de organza natural, lo que ha
llevado a la diseñadora y su equipo más de 90 horas de trabajo. Y sí, claro: de
nuevo se ha acusado de plagio a la autora de tan imaginativa equipación. Se
parece más de lo que sería razonable a un descocado vestido de novia que
Leaticia Casta lució en un desfile para Ives Saint Laurent en la colección
primavera-verano de 1999, con su etérea colita de tul y todo.
Lo
que sí es cierto es que el asunto ocupa espacio en la portada de los periódicos
en sus ediciones digitales. Veamos:
El País: “Bikini de flores y tul: así es el
esperado estilismo de Cristina Pedroche en las campanadas”, (Carlos Megía) y
“Sus majestades Pedroche y Mota, Reyes indiscutibles de la Nochevieja”, (Sergio
del Molino).
La Vanguardia: “’Una hada del bosque’ Cristina Pedroche
deja sin palabras con su bikini de Nochevieja”, (Cristina Sierra) y “¿Podría
ser acusado de plagio el vestido de Nochevieja de Cristina Pedroche?, (Sandra
Arbat).
El Mundo: “Pedroche o el cansancio” (Luís
Martínez) y “El bikini de flores que quemó la Nochevieja”, (Esther Mucientes).
ABC: “El vestido de Cristina Pedroche, de
las trasparencias al carnaval”.
Me
conformé con ver a la vallecana, ya que, dada la animada cháchara del personal
con quien compartí cena y resopón, no escuché nada de lo que dijo ni de lo que
se dijo de ella. Por lo que dice la prensa, vindicó (cómo no) su firme postura
feminista —(sin especificar, eso sí, la facción)— y su inquebrantable apoyo a
la causa del medio ambiente. Para ello, su vestido no solo era escueto, sino
que las flores no eran reales sino de organza; y los brillos de los zapatos
provenían de trozos de cristal de un par de botellas de Mahou rotas. Para que
vean hasta donde llega el compromiso de la joven con el planeta.
Escribo
esto mientras arranca en la tele el Concierto de Año Nuevo con la Marcha de
Schönfeld desde la Sala Dorada de la Musikverein de Viena, adornada con unos
cuantos miles de flores (estas sí, reales) cortadas de los jardines vieneses.
La
de Vallecas se exhibe de nuevo (des)vestida en un balcón de Madrid y la
Filarmónica de Viena se arranca con las marchas, polkas y valses vieneses que
culminan con las desangeladas palmas de acompañamiento de millonarios japoneses.
Acaba de empezar, sin sorpresas, 2019.
Román
Rubio
Enero
2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario