PALABRA DEL AÑO
Escrache (2013), selfi (2014),
refugiado (2015), populismo (2016) y aporofobia (2017) han sido las palabras
elegidas por Fundéu (Fundación del Español Urgente) como palabra del año desde
que se empezó a hacerlo en el 1013. No se trata de que sean, necesariamente,
palabras nuevas o calcos recién importados. Se trata de que sean voces que
hayan irrumpido con fuerza en el año en el debate público en medios de
comunicación y conversaciones privadas a lo largo y ancho del ámbito del
español (España e Hispanoamérica) y que tengan cierto interés lingüístico que
haya dado lugar a recomendaciones de uso por parte de esta institución de
custodia del buen uso de la lengua.
Las candidatas para conseguir el
galardón de “palabra del año” 2018 son: arancel, nacionalpopulismo, microplásticos,
hibridar, VAR, procrastinar, mena, los nadie, micromachismo, descarbonizar,
dataísmo y sobreturismo.
Los temas sociales y ambientales
son los que aportan mayor número de palabras: microplásticos, hibridar y descarbonizar se
refieren a la preservación del medio ambiente y los nadie (personas
invisibilizadas), mena (menores migrantes no acompañados), micromachismo (actos
discriminatorios “de baja intensidad” contra la mujer) al tema social, siendo nacionalpopulismo
la única proveniente del mundo de la política.
El VAR (Árbitro Asistente de Vídeo, en sus siglas en inglés) ha sido
un fenómeno del año que no requiere explicación alguna. Es un acrónimo que ha
entrado con una fuerza que solo el fútbol es capaz de otorgar. Pero hay dos
palabras que quiero resaltar: La palabra procrastinar aparece en el
diccionario de la RAE desde el siglo XVIII, pero ha sido este año cuando, por
influencia del inglés (procrastinate),
ha entrado con decisión en nuestro lenguaje cotidiano. Ayuda la rara formación y
difícil pronunciación de la palabra (esa segunda “r”), lo que la hace objeto de
innumerables consultas a la página de la RAE y de Fundéu, tanto por
profesionales como por particulares. Significa aplazar, pero ¿quién va a decir
algo sencillo y simple como “aplazar” cuando puede decir algo complicado de
pronunciar y raro como “procrastinar”, con la pátina de persona culta que
confiere su extravagante formación? Sería tan absurdo como llamar “ruido” a la
“contaminación acústica”. La otra palabra a la que me quiero referir y a la que
auguro un gran futuro es dataísmo. Intuyo que pronto estará
en boca de todos, pues viene a reemplazar a la voz inglesa Big Data, de tan poca gracia en español y que se usa para
significar el flujo de datos digitales.
Por su parte, el Institut d’Estudis
Catalans (IEC) y la Universitat Pompeu i Fabra han dado también su lista de
neologismos del año, que, en Cataluña, según los organismos citados, han sido: sororidad,
épico/a, demofobia, techo de cristal, migrante, microplástico, criptomoneda,
seriófilo, narcopiso y piso colmena. Por ese orden. Me gustaría
resaltar de la lista catalana los hallazgos de seriófilo (persona adicta a las series de
televisión) o demofobia (aversión a
las fórmulas o actitudes democráticas) y la coincidencia de microplástico,
con la lista de Fundéu. En cuanto a la primera de todas, sororidad (solidaridad
entre mujeres), añadir que se forma con el prefijo latino soror (hermana) de la misma forma que fraternidad lo hace con frater (hermano) y que Miguel de
Unamuno ya usara la palabra en La tía
Tula, en el año 1921 y que se ha venido usando también en el inglés (sorority) para designar a las
asociaciones o clubs de alumnas que se forman en las universidades americanas.
Microplásticos, procrastinar,
dataísmo… Intuyo que entre esas tres palabras estará la del año 2018.
Román Rubio
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