jueves, 27 de enero de 2022

SI LA UNIÓN EUROPEA FUERA UNA FAMILIA

 

SI LA UNIÓN EUROPEA FUERA UNA FAMILIA, ¿QUIÉN SERÍA CADA UNO?



Alemania sería el padre y cabeza de familia. Todo el mundo le debe escuchar y si no haces lo que él quiere serás castigado. Por otra parte, él busca lo mejor para cada uno.

 

Francia es la madre. Se casó con Alemania por su dinero, tiene preferencias por alguno de sus hijos, pero al final sigue a su marido.

 

Irlanda es una tía que se empeña en convencer a todo el mundo de que no tiene nada que ver con el Reino Unido.

 

Polonia y Hungría son parientes lejanos que tienen negocios turbios y hacen trampa con las cartas, pero de un modo u otro se las arreglan para ser tolerados en la familia.

 

Bélgica es un hijo que trata de mantener a la familia unida al tiempo que tiene que lidiar con su propio trastorno de identidad.

 

Países Bajos es la hija rebelde que cree saber cómo solucionar los problemas ella solita.

 

Dinamarca es el tío que cree que es mejor que ninguno porque es el más culto y formado y tiene el mejor trabajo.

 

Suecia es el primo que toca en una banda y no toca las drogas.

 

Austria es la sobrina que se cree muy hermosa pero que no se puede casar porque tiene una historia de incesto con los Balcanes.

 

Los Países Bálticos son trillizos repudiados por la madre Rusia y adoptados por Alemania y Francia.

 

Italia es el abuelo anciano harto de que su hijo, Alemania, le diga continuamente lo que tiene que hacer.

 

España es un primo con síndrome hipocondríaco obsesionado con que tiene lepra y puede perder una pierna en cualquier momento. Los otros miembros tratan de convencerle de que no va a ocurrir.

 

Grecia es la abuela con demencia, sabia en sus tiempos, que está viva de milagro.

 

Portugal es un primo al que a menudo se le toma como a un desconocido por lo mucho que se parece a Brasil.

 

Finlandia es un tío raro alcohólico que de una manera u otra se las apaña para salir adelante.

 

Rumanía es un primo con muchas deudas, que te hace cualquier reparación por un precio módico.

 

Croacia y Eslovenia son dos primos propietarios de una gran mansión junto al mar a la que todo el mundo quiere ir en vacaciones.

 

Bulgaria es el tío mayor que no está de acuerdo en que la mansión de Croacia sea más hermosa que la suya, y que la gente teme ir a la suya porque Turquía puede ocuparla en cualquier momento.

 

Chequia es un hijo que asegura haber inventado la cerveza, lo que le provoca un conflicto con Bélgica y Alemania que no están de acuerdo.

 

Eslovaquia es la hija que hace pandilla con Polonia y Hungría por una excusa u otra..

 

Luxemburgo es el hijo pequeño que no entiende por qué los demás andan siempre de pelea.

 

 

Lieven Van de Keere en Quora online magazine (traducido del inglés)

 

Román Rubio

Enero 2022

lunes, 17 de enero de 2022

DJOKOVIC

 

DJOKOVIC

Parece que se ha acabado el entremés “Djokovic en las antípodas”; ya saben, entremés es esa pieza cómica corta, popular en el teatro del Siglo de Oro, que se representaba al principio o entre actos de tragedias y comedias. Sainete por dos razones: porque parece destinado a repetirse en los distintos torneos de Grand Slam que quedan por disputar  —lo que garantiza la diversión—, y porque se representaba entre un acto serio (las cifras de la pandemia) y otro liviano y cómico (el vodevil de cierto ministro, un periódico inglés, el PP y un puñado de vacas).

Ya conocen los hechos de la farsa. El tenista, reacio a la vacuna del COVID, se presenta a un país en el que es preceptivo estar vacunado para jugar un torneo en el que podría (y digo “podría”, en condicional) haberse coronado como el de mejor palmarés del mundo, por encima de Federer y de Nadal, con quienes está empatado en número de Grand Slam.

Las cartas estaban claras: usted no cumple las reglas, luego no puede entrar al país, que es exactamente lo que habría ocurrido con cualquier filipino que hubiese llegado a trabajar de camarero, al gallego de visita a su pariente o a cualquier ciudadano, sea serbio, inglés, ruso o de Requena que fuera a comer al restaurante de la plaza del pueblo de al lado. ¿Tiene usted el certificado de vacunación COVID? No. Pues no puede entrar.

Al final, tras una pugna de once días entre abogados, tribunales y gobierno, el serbio ha sido expulsado del país, lo que en Serbia se ha vivido como un ultraje, no al tenista, sino a la nación

¿Usted perdone? ¿A la nación? ¿Qué tiene que ver la nación con esto?  Miren, no puede haber animadversión alguna contra la nación serbia, en primer lugar porque dudo que dos de cada diez de los australianos —o tres de los de Ponferrada— sean capaces de localizarla en el mapa, con lo que pensar que se le tiene manía a algo que no se sabe adónde está exactamente es signo de arrogancia, de tontuna, o de ambas cosas.

Ya ven, algunos quienes ver una maniobra de la mesa del mal, formada por Bill Gates George Soros, Maduro, Putin, Fumanchú y el espíritu de Fidel Castro para que un mallorquín gane en títulos a un serbio y ensuciar, así, la reputación de la nación serbia.

Me ha recordado la airada reacción de sectores mayoritarios de la prensa y de la opinión pública españolas cuando cierto programa cómico de muñecos de la televisión francesa tildaba de dopado a Nadal tras ver que ganaba una y otra vez su más prestigioso torneo y se permitía, después, la imprudencia de dirigirse al público de París …¡en inglés!. No es que fuera algo contra el tenista, no; para muchos alucinados compatriotas míos, se trataba de otra muestra más de desprecio hacia la nación española. 

Por lo que a mí respecta, me importa un pimiento que gane el español, el serbio, el suizo (si compitiera, que no es el caso) o el apátrida Perico el de los Palotes, siempre y que el ganador esté, eso sí, vacunado.

El sainete, como tantos otros, ha acabado bien: el tenista ha salido como un hombre de principios irrenunciables; los negacionistas tienen a su héroe, su víctima: no hay lucha grande sin victimario; los provacunas (es decir, usted y yo) porque ha triunfado el sentido común; y el gobierno de la nación, porque ha conseguido imponer la ley en proximidad de elecciones. Si acaso, el ganador del torneo verá algo devaluado su triunfo, pero eso durará cuatro días, créanme. Al final, la historia solo recuerda a quien sube al podio. Al tiempo.

Román Rubio

Enero 2022