martes, 31 de mayo de 2022

¿QUÉ HE HECHO YO…?

 

¿QUÉ HE HECHO YO…?

Hace poco vi en la televisión la película de Almodóvar Qué he hecho yo para merecer esto (1984) de la que no guardaba memoria. Ya saben, es esa en la que una imponente Carmen Maura, ama de casa de suburbio, tiene que lidiar con un marido machista, una suegra lunática (Chus Lampreave), un lagarto y dos hijos adolescentes: el mayor en el trapicheo de drogas y el más pequeño chapero. Todo un panorama.

Primero, lo costumbrista: lo de ver a un personaje entrar, en compañía de vecinos, fumando a un ascensor o encenderse el cigarro en el asiento trasero del taxi sin pedir permiso siquiera al taxista son cosas que chirrían, pero es la escena moral lo que más llama la atención.

La vecina del rellano es una prostituta, una alegre Verónica Forqué que nos presenta su profesión en plan pinturero y festivo, alejado de toda sordidez, y otra vecina del bloque ejerce maltrato psicológico sobre su hija Vanessa, que tiene poderes telequinéticos; pero lo más chocante es el trato que la desdichada ama de casa, desbordada por las circunstancias de su aperreada vida, tiene para con sus propios hijos adolescentes. No solo parece darle relativa importancia al hecho de que uno de ellos se dedique con más ahínco al trapicheo con la heroína que con su aplicación en los estudios, sino que condesciende con el hecho de que el más pequeño se gane unas pelillas teniendo relaciones con hombres mayores y llegue a ver con aparente indiferencia y hasta aprobación que caiga en las garras de un dentista pedófilo (Javier Gurruchaga).

¿Podría rodarse esa película hoy en día? ¿Cuál es el delito que haría inaceptable la producción? No se trata de aceptar o no la pedofilia, cosa en la que todos podemos estar de acuerdo, o la venta de papelinas a los colegas del insti, o el maltrato psicológico a una hija, tenga o no poderes; y ni siquiera al desenfado de la putita alegre de al lado, no. Lo que hoy sería inasumible es que todo esto se presente en formato de comedia. Negra, sí, pero comedia.

Los guardianes de la moral se pondrían de uñas por permitir(nos) reír de tan depravados males, sin tener en consideración de que se trata de películas y que gracias a ellas, y a los libros, podemos sentir cierta empatía hacia Anibal Lecter o Michael Corleone sin necesidad de aprobar el canibalismo o la extorsión criminal. Esa es la esencia y la función de la ficción desde que los griegos llamaron catarsis al efecto purificador de proyectar los miedos y las desgracias personales a los personajes en escena.

También me enteré por la prensa de la llegada a Barajas de los Stones (o lo que queda de ellos). Los Rolling (permítanme que no los llame Sus Satánicas Majestades ni Los Rollings) escenificaron su llegada estelar en las escaleras del avión ante once fotógrafos y una patrulla de guardias civiles (otro cambio de los tiempos). En declaraciones posteriores dijeron que iban a tocar todos los grandes éxitos que esperan los incondicionales. ¿Todos? No. Menos uno. Brown Sugar ya no la tocan. Está censurada por la modernidad. El azúcar moreno (brown sugar) es como se conocía a la heroína marrón en aquellos lejanos 70, y ese podría ser un motivo para la cancelación; pero no lo es, o no el principal. En realidad, la canción habla de esclavos y del uso lascivo de los mismos por parte de los propietarios/as al filo de la medianoche (around midnight). 

Como dijo Bardem en la entrevista concedida en Cannes, “si te limitas a decir lo que se supone que tienes que decir y que dice todo el mundo, no pasa nada. Pero…

Pues eso, por que no se callen los tipos como Almodóvar o Sus Satánicas Eméritas Majestades (con perdón). Va por ellos.

Román Rubio

Mayo 2022 

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