lunes, 27 de marzo de 2017

QUE BOMBARDEEN BADAJOZ


                                             QUE BOMBARDEEN BADAJOZ

Algunos creen que todo se arregla bombardeando. Trump ha presentado sus planes de aumentar en cincuenta y tantos mil millones el gasto militar de su país y conmina a los demás a que hagan lo mismo. Y con éxito, además. De momento ya le sacó a Merkel el compromiso de un aumento del gasto alemán en “defensa” y también el compromiso español (este sin presión alguna, todo sea dicho) de un aumento hasta llegar al 2% del PIB. Los franceses y otros también están por la labor, bien sea convencidos por la Administración Trump o por propia iniciativa. Ellos sabrán.

Y ¿para qué quieren aumentar los países más poderosos su gasto en “ofensa”, llamada eufemísticamente “defensa? Para atacar al debilucho y bombardearle de manera inmisericorde en su terreno. O así se lo oí decir a Marhuenda una y otra vez en los cinco minutos que sintonicé el programa del sábado en la Sexta. Según el valiente director de La Razón, para prevenir los ataques terroristas en Occidente había que intervenir contra el islam (supongo que se referiría al ISIS) en “su propio terreno”, cosa que la cobarde Europa no estaba dispuesta a hacer y que por eso estaba pagando las consecuencias. Solo si actuaba militarmente “en el terreno” como lo hace EEUU (cuando no está gobernado por el cobarde Obama, que no hace más que retirarse de guerras), conseguirá librarse de la lacra del terrorismo islamista.

Como siempre, matando las moscas a cañonazos, como Kim Jong-un, que mandó ejecutar a su ministro de Defensa Hyon Yong-un con un cañón antiaéreo por el imperdonable crimen de… dormirse en un desfile militar.

Veamos: hay un tipo en Birmingham, con antecedentes de haber rajado la cara de alguien con una navaja y alguna que otra estancia en las cárceles de Su Majestad -en donde hizo muchas pesas y se convirtió al islam- que alquila un Hyundai negro, se sube a una acera del centro de Londres y arrolla a todo el que pasaba por allí, para, a continuación, matar a navajazos a un policía que hace guardia en el Parlamento. Otro personaje similar hizo lo propio en Berlín las pasadas Navidades y otro más, en Niza, había cargado contra la multitud con un camión alquilado, y Marhuenda y otros valientes quieren solucionar el problema, y hasta prevenirlo, “bombardeando Siria”, haciendo buena la teoría del caos y su precepto de que “una mariposa agitando las alas en Hong Kong puede ocasionar un pedrisco en Requena”.

¿Pero es que no han entendido que los ejércitos solo sirven para combatir a otros ejércitos? A mediados del siglo pasado los americanos enviaron un ejército a Europa, no para combatir a tipos que alquilaban vehículos para atropellar a la gente, sino para derrotar a la Werhmatch, el más poderoso ejército de la época. Y lo consiguieron.

La semana pasada, la policía detuvo a unos sospechosos de pertenecer a la “yihad de la palabra” en Benetusser (Valencia) y en Roda de Ter (Barcelona). El “yihadista de la palabra” de Barcelona, el marroquí Tarik, entre otras actividades de proselitismo, logró captar para la causa a su novia Diana. Esta, de estética skin (según la policía local) cambió de aspecto e ideología y se transformó en una chica con velo y chilaba para pasmo de su madre, sobre todo el día que la chica le dijo que “su Dios era Alá y que estaba dispuesta a morir por él”. La madre también le dijo a la policía que Diana, su hija, “intentaba convencer a unas primas suyas de Badajoz para que se convirtieran al Islam”, con resultado incierto. La nueva conversa proclamaba  que: “ahora me va todo ese rollo de la yiha (sic)”.
Pues eso, que bombardeen Badajoz.


Román Rubio
Marzo 2017

viernes, 24 de marzo de 2017

LONDRES

LONDRES

“Londres trata de superar los hechos”, “la ciudad se esfuerza por recobrar la normalidad”, “no nos rendiremos”. ¿Cuántas frases parecidas hemos oído estos días a propósito del salvaje y absurdo suceso de hace un par de días en Westminster? Pues claro que superará –la ciudad-  los hechos. Y recobrará la normalidad, por supuesto que la recobrará. Hoy mismo. En cuanto a lo de “no nos rendiremos” no deja de parecerme una payasada. ¿Cómo va un perturbado, por estúpido y criminal que sea, hacer temblar los cimientos de una sociedad como la inglesa que resistió los embates de Hitler y la Luftwaffe? A día de hoy, los trenes andarán atestados de gente a primera hora de la mañana para abrir los bancos y bufetes de la City, los comercios, las cafeterías, los hospitales, las universidades y las escuelas. Ejércitos de limpiadores y limpiadoras saldrán de sus agujeros con baño y cocina compartidos y  acudirán a pulir opulentas casas, negocios y oficinas, como siempre; los porteros del Savoy se pondrán su librea y sombrero de copa y seguirán abriendo las puertas de los coches de los huéspedes en el acceso al hotel que presume de tener el único tramo de toda la isla en el que se circula por la derecha y los mendigos continuarán pidiendo su cambio (Any spare change, mate?) y su cigarrillo; ¿qué se han creído?

Lo cierto es que todos esperábamos esas frases de los bustos hablantes con micrófono para las televisiones: frases que, o no tienen mucho sentido o, a fuerza de oírlas tanto, han visto devaluado su significado. Piénsenlo. ¿Qué quiere decir “tratar” de superar los hechos, refiriéndose a una ciudad entera como si de un terremoto se tratara? Tras un terremoto como los que Mexico D.F, San Francisco, Kobe y otras han sufrido sí que tiene sentido hablar de ello. Busquen las imágenes de Kobe y verán: hay calles y carreteras con grietas por las que caben camiones, edificios derruidos, la corriente eléctrica cortada, multitud de incendios por la rotura de las tuberías del gas a los que los bomberos no pueden ni siquiera llegar, hospitales asolados y gente atrapada entre los escombros. Ese es el escenario en que una ciudad “trata” de superar los hechos y se “esfuerza” por recobrar la normalidad y no en el caso de un homicida que odia al mundo y se dedica un día a atropellar a quien quiera que pasara por un céntrico puente con un coche alquilado.

Lo cierto es que el ataque terrorista aislado como el que vivió Londres es aterrador. Es pavoroso por lo que tiene de azaroso e indiscriminado. Hay algo monstruoso en el hecho de que no haya ninguna conexión lógica, ninguna relación causa-efecto entre culpa y castigo, que es la esencia del mensaje de las religiones monoteístas, el fundamento del terrorismo y que resulta repulsivo al individuo y a la sociedad. De acuerdo: Jack el Destripador cometió crímenes abominables, pero lo hacía contra prostitutas, con lo que si no eras mujer, prostituta y dada a pasear sola en horario nocturno por los más oscuros callejones de Whitechapel podías considerarte a salvo. Con no ser judío, gitano, homosexual o comunista, o ser capaz de disimularlo bien, tenías ciertas garantías de ponerte a salvo de las acometidas de los nazis, pero el castigo por tomar un tren en una estación suburbial madrileña o pasear cerca del Big Ben es algo situado fuera del sistema ético, moral y lógico del hombre moderno, que sacude los cimientos de la razón de una sociedad que, tras el Siglo de las Luces, trata de encontrar la lógica implacable en todo acto humano, social y natural.

Dejemos el terrorismo. En un campo diferente, ¿no creen que se ha abusado de la frase de “luchar valientemente (heroicamente) contra el cáncer”. Vale, Todos sabemos (porque lo hemos vivido de manera más o menos cercana) de la dureza de algunos de los tratamientos que se administran contra la enfermedad y las molestias de sus consecuencias, pero, del otro lado está la vida y uno se somete a ellos para tratar de seguir viviendo. Y muchas veces se consigue. Luego, ¿qué hay de heroico en ponerse en manos del médico y aceptar con resignación la crueldad de los tratamientos? Y sobre todo: ¿en qué grado de valentía queda el que pierde la batalla y cae? ¿Qué es?, ¿un cobarde, acaso?


Román Rubio
Marzo 2017

lunes, 20 de marzo de 2017

DOMINGOS

DOMINGOS

No hace mucho me lamentaba en un artículo de este mismo blog llamado Prensa amiga del hecho de que muchos se cojan grandes cabreos cuando leen en su periódico favorito opiniones que no coinciden con las propias y hasta se quejan de que los humoristas no hagan exactamente el chiste que a ellos les gustaría que hicieran. El penúltimo berrinche de muchos lectores de El País ha sido un artículo firmado por John Carlin en el que elogiaba la remontada del Barcelona contra el Paris St. Germain y calificaba a los recalcitrantes madridistas, que despreciaron la gesta e incluso iniciaron una iniciativa en las redes para reclamar a la UEFA, de “miserables” y “cutres”. El artículo no es que fuera específicamente antimadridista ya que al final del mismo, el autor dice que en caso de que la remontada piscinera la hubiera protagonizado el Real Madrid, la reacción barcelonista habría sido similar. Es pues, contra el forofismo pasional de quien se regocija tanto en la derrota del rival como en la victoria propia (más o menos lo que nos pasa a todos los aficionados al fútbol) contra lo que apuntaba el autor. Y ni siquiera eso. Más que una crítica se trataba de constatar la naturaleza rastrerilla y apasionada del hincha, con lo que coincido cien por cien. ¿O hay algo mejor que ver perder al Madrid en el último minuto, de penalti injusto (si es que eso es posible) y contra el colista, tras una desafortunada jornada de tu equipo? ¿Y qué creen?, ¿que los hinchas heridos braman contra Carlin? Pues no lo sé, pero desde luego sí lo hacen contra el diario que publicó el artículo. Los periódicos tienen una línea editorial de la que sí se puede esperar una posición política e ideológica en la que no caben este tipo de comentarios y después tiene colaboradores, que no necesariamente tienen por qué  coincidir con la línea editorial. De hecho, es lo que a muchos nos gusta: encontrar chistes que no se nos habría ocurrido a nosotros mismos en las historietas gráficas e ideas en artículos o puntos de vista que nos resultan novedosos, interesantes, chocantes, audaces…-y ¿por qué no? contrarios a nuestro credo-. Para leer lo mismo que se me ocurriría escribir a mí, ya tengo mi blog.

Siempre he dicho que a los españoles –o a una buena parte de ellos-  les encanta vivir cabreados y si es por nimiedades, mejor que mejor. El pasado domingo (que Dios guarde a San José) entré a ver un curioso museo valenciano. Se trata de la Casa de las Rocas, edificio del siglo XV, en la Valencia antigua, en donde se guardan las Rocas, que son carrozas, algunas de los siglos XIV y XV, usadas para la celebración del Corpus Christi y que en compañía de Els Gegants y Els Nanos,  se exponen en un interesante, sencillo y poco pretencioso museo. A la entrada del museo hay un cartel (en inglés) con la historia y características de cada una de las carrozas del recinto. Junto al cartel, unos folletos (en español y valenciano) con exactamente la misma información. Mientras miraba el cartel (en inglés) y comentaba con mi mujer la antigüedad de cada una de las carrozas, una mujer, una indignada ciudadana, se lamentaba amargamente de que la información fuera dada en inglés y no en lengua vernácula culpando al Ayuntamiento y otras autoridades de la grave ofensa proferida a ella y al resto de la ciudadanía. No le importaba en absoluto que justo al lado tuviera un folleto con exactamente la misma información en su idioma. Se negó a tomarlo siquiera y hasta a visitar, o seguir visitando, la exposición. La ofensa ya estaba hecha. Allí había un mural (exclusivamente) en inglés en su propia ciudad que parecía haber sido diseñado, no para dar la mejor atención al visitante, sino con el exclusivo propósito de ofenderla a ella. Y vaya si lo consiguió. La mujer se consideró agredida hasta la indignación.
A ver si somos capaces de separar el grano de la paja. Hay un museo. Es interesante. Se pueden ver de cerca valiosas carrozas alegóricas de más de 500 años perfectamente conservadas, que son importantes en la iconografía valenciana, dentro  de un magnífico edificio intocado, raro ejemplo de arquitectura civil de la época. Y hay estupendos folletos explicativos a disposición del visitante. Todo esto a un lado de la balanza. En el otro lado de la balanza hay un cartel explicativo en el vestíbulo en inglés. ¿Alguien cree que vale la pena llevarse un berrinche y maldecir la experiencia al tiempo que se lamenta uno de la servidumbre para con el gringo? Y la culpa, del señor alcalde. ¿Ven cómo hay quien sale preparado de casa a que le pisen el callo?


Román Rubio
Marzo 2017

miércoles, 15 de marzo de 2017

LA ZORRA Y LAS UVAS

LA ZORRA Y LAS UVAS

Es voz común que a más del mediodía
en ayunas la zorra iba cazando.

Halla una parra, quedase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.
Causábale mil ansias y congojas
no alcanzar a las uvas con la garra,
al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.
Miró, saltó y anduvo en probaduras;
pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fue cuando la zorra dijo:
"¡No las quiero comer! ¡No están maduras!"
No por eso te muestres impaciente
si se te frustra, Fabio, algún intento;
aplica bien el cuento
y di: ¡No están maduras!, frescamente.

Samaniego

Andaba la zorra acalorada y, al no poder alcanzar las refrescantes uvas llenas de jugo, se convenció a sí misma de que no valía la pena. Sostres salió en defensa de la zorra (Rajoy) que había eludido una pregunta en inglés de un periodista de la BBC con un balbuceo marianista, dando cuenta de la inmadurez de las uvas con argumentos tan descabellados y falaces como los de que “saber idiomas es de secretarias”, “necesitan saber idiomas los que obedecen”, “en mi vida las órdenes las doy yo y como ya les dije la semana pasada, de momento nos va todo bien” ¿?, “alardear de idiomas” significa tener “mentalidad de servicio”, “los viajes hay que tenerlos resueltos a los 30 años y la variación es el movimiento del fracaso”¿? Y la aún más enigmàtica frase de “saber idiomas es bisutería de condesa de pago, pero la vida es muy dura en las afueras de Dios ¿? Y por eso los cursos de inglés se venden como churros y por eso la turba me grita y me insulta mientras se ve hacer el fondo de su horror” ¿¿¿??? Lo siento, pero este último profundo pensamiento del filósofo Sostres (que no Sartre ni Sócrates) me recuerda la letrilla que cantaban los mozos de algún pueblo de: “el día que tú naciste, nacieron todas las flores, por eso los albañiles, llevan zapatillas blancas”. ¿Qué tiene que ver las afueras de Dios con los cursos de ingles? La verdad es que se trata de un dislate sin pies ni cabeza a no ser que se refiera a que “dentro” de Dios nos viene dado el don de las lenguas, como le fue dado a los discípulos de Cristo por obra y gracia del Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego y a los de afuera no les quede más remedio que recurrir al socorrido curso de inglés, curso al que, por cierto está apuntado Mariano con decepcionante resultado. Y ¿qué quiere decir eso de “... me insulta mientras se ve hacer el fondo de su horror”?
Lo que tengo claro es que el señor, no Mariano, sino Sostres, no habla inglés ni ninguna otro idioma aparte del castellano y de ahí que, como la zorra, se dedica a despreciar a uno de los conocimientos más valiosos.

Escuché al Rey de España (entonces Príncipe) dirigirse en inglés al Comité Olímpico Internacional en Buenos Aires intentando contrarrestar con su bien decir la patética intervención de la señora del “relaxing cup of café con leche”, ambos abogando por Madrid y su candidatura maldita, y también escuché hace poco a Ana Patricia Botín dirigirse a no sé que cúpula bancaria expresándose en un correctísimo inglés que haría al señor Botín padre, sin duda, revolverse en la tumba (de satisfacción). Y hace años me tragué en la CNN una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU en la que el ministro de exteriores francés Dominique de Villepin plantó cara a los EEUU y al Reino Unido explicándoles en un elegante francés que la invasión de Irak era ilegal, torpe y estaba en desacuerdo con el derecho internacional, haciendo las delicias de muchos europeos y españoles como yo que se vieron malrepresentados por una aturullada Ana de Palacios en representación de Aznar y, supuestamente, de los españoles. Villepin habló en francés, por supuesto, pero a la salida de la reunión de la que había sido protagonista por razones obvias fue requerido a una rueda de prensa en la que el galo respondió a los periodistas que le interpelaron en un magnífico inglés y sí, también en español, lengua esta, y literatura, de las que resultó ser conocedor y entusiasta.

Y es que, amigos, una cosa es representar a un país con discursos oficiales, en donde un presidente debe usar su propia lengua (para eso están los intérpretes y traductores) y otra diferente lidiar con la prensa y alternar en las comidas, los pasillos y las reuniones y es ahí donde los balbuceos marianistas de “it’s very difficult todo esto”, “venga, hombre, no vamos a hacer... venga, adelante, sí hombre, luego, luego” no funcionan, de verdad; por más que los Sostres o los Postres se empeñen en convencer a la zorra de que las uvas están verdes y no vale la pena comérselas, de verdad. Las uvas están frescas y llenas de rico zumo; sólo hay que tener una escalera para alcanzarlas. Y tú lo sabes, Mariano.

Román Rubio

 


 


 




lunes, 13 de marzo de 2017

¿QUÉ PASA CON EL ESPAÑOL?

¿QUÉ PASA CON EL ESPAÑOL?

Que las lenguas son instrumentos de poder es algo innegable y para poderoso, el inglés. De ahí que la decisión de la Administración Trump de poner palos en la ya inestable bicicleta del español en EEUU haya caído como jarro de agua fría en tantos entornos, tanto españoles como americanos. Sí, es cierto que la cantidad de hablantes de español en el país norteamericano es enorme, constituyendo, de hecho, la segunda lengua del país pero también es cierto que hay entre los hispanohablantes una premura en abandonar su lengua nativa y abrazar el inglés que será el vehículo que habrá de abrir las puertas del progreso social. Del mismo modo que en algunos países el español arrolla al quechua o al guaraní, en EEUU, o hablas inglés o no hay nada que hacer que no sea lavar platos y fregar suelos. Por eso hay allí una tendencia de rechazo al idioma materno en la segunda generación de inmigrantes  propiciada, a menudo, por los propios padres que han sido incapaces de dominar una lengua de fonética endemoniada, como hecha aposta para que el hispanohablante no llegue a hablarla correctamente jamás (como en sentido inverso –por cierto-. Conozco anglófonos que no pasan del nivel de la Mrs. Crocket de Juanito Navarro cuando hablan español).
En los estados limítrofes con México, Florida y algunos barrios de las grandes ciudades estadounidenses como Nueva York o Los Angeles se ha desarrollado el espanglis (o spanglish), una mezcla de las dos lenguas que producen sabrosos diálogos del estilo: “Hola, good morning, cómo estás?”  “Fine, y tú?”  “Todo bien. Pero tuve problemas parqueando my car this morning”. “Sí, I know. Siempre hay problemas parqueando in el area at this time”.

A este lado del Atlántico se produjo un fenómeno similar. Se trata del llanito gibraltareño, mezcla del inglés británico y la variante andaluza del campo de Gibraltar, en donde se pueden escuchar expresiones tan pintorescas como:
Ayé tomé lanch depué de la demontrasion (Ayer comí después de la manifestación). Hay un call pa ti (hay una llamada “call” para ti). Sí, pero at thi en of thi dey… (sí pero al fín y al cabo… “the end of the day”). Te llamo patrá any wey (Te devuelvo la llamada, de todos modos).
Acaba de publicarse el estudio antropológico Bordering on Britishness (al límite de lo británico hecho por un catedrático de la universidad de Essex y otros colaboradores gibraltareños que pone de manifiesto algunos hechos sobre “los llanitos”. Por ejemplo, que tras el cierre de fronteras de 1969 los gibraltareños… “empezaron a imaginarse a sí mismos más británicos que los propios británicos”, lo que habla de la efectividad de la medida franquista y que, en la actualidad, “los mayores son bilingües y sienten que los jóvenes pierdan el español. Sin embargo, es casi una regla social no hablar a los hijos en castellano. Se vincula de alguna manera a la clase obrera…”

En el mismo periódico que leo sobre el estudio de los llanitos encuentro otra noticia vagamente relacionada: en Barcelona se elimina el nombre de Plaza de la Hispanidad a un espacio urbano anexionándolo a la de  Pablo Neruda. Y es que Cataluña lleva preparando su segregación de España de manera decidida y tenaz, todos los días y en todos los ámbitos. Saben (sabemos) que más pronto que tarde y para pesar de muchos, ocurrirá. Unos (los españolistas recalcitrantes) sentirán la pérdida de la posesión y bramarán enrabietados. Otros sentiremos con pena el alejamiento de alguien a quien queríamos y de alguna manera admirábamos  pero todos sentiremos la separación, como en la ruptura de los matrimonios. La mayoría de los catalanes lo vivirán con el júbilo propio de la euforia del cambio. Pero ¿y la lengua? ¿Qué pasará con el español tras la separación? No tengo bola de cristal pero preveo el advenimiento del inglés y el abandono del español en la sociedad catalana en el plazo de una generación (25 años) tras la independencia. Los catalanes saben perfectamente que con su lengua no pueden jugar en la Champions League. Por bella y entrañable que esta sea. Como los daneses, los holandeses, los suecos o los finlandeses (todos ellos países avanzados con lenguas minoritarias y una población similar a la catalana) deberán adoptar una lengua apta para la escena internacional y para eso están firmemente decididos a que esta sea el inglés. Quedará, eso sí,  una generación nostálgica del español, pero ya muy mermada por la edad o, teniendo en cuenta que la inmigración masiva se produjo en los sesenta y setenta, desaparecida.
¡Dios salve al Rey! (Isabel II no durará siempre, pienso)

Román Rubio
Marzo 2017 

viernes, 10 de marzo de 2017

¡CÓMO HEMOS CAMBIADO!

¡CÓMO HEMOS CAMBIADO!

Los mitómanos, amantes de ocupar la habitación de hotel en que durmiera una vez Humprey Bogart o Churchill, que gustan de adquirir parafernalia que perteneciera a Lady Di, a Michael Jackson o a Manolete, tienen ahora una buena oportunidad: por una razonable cantidad de dinero pueden comprar en subasta uno de los dos Audi A8 que estaban al servicio de Rita Barberá. Los coches fueron sacados a subasta en octubre pasado y no se recibió ninguna oferta por ellos con lo que el consistorio actual ha decidido sacarlos de nuevo a subasta con un precio inicial de 18.032 € uno de ellos y 14.860€ el modelo blindado. Se acepta una oferta mínima de 1.000€, de modo que ya ven, por una cifra de mil eurillos y un poco de suerte se pueden llevar a casa un cochazo usado, con sólo sesentaitantos mil kilómetros en su haber y con pedigrí. Un chollo para coleccionistas mitómanos. Sobre todo si tenemos en cuenta que el precio que se pagó por ellos con dinero público superaba los trescientos mil eurazos. Y es que en aquella época no tan lejana se disparaba con pólvora de rey, que es como la normal pero mucho más cara.

El actual alcalde va a trabajar como usted y como yo: andando, en autobús o en bicicleta y cuando se desplaza a algún acto oficial lo hace en un Ford Mondeo oficial que, además de ser un buen coche, es muchísimo más barato y está fabricado en Valencia, lo que constituye una paradoja. El catalán y catalanista Ribó usa un coche de fabricación  local en tanto que la valenciana, valencianista y españolista Rita se decanta (cómo no) por el alemán. Algunos, al lujo oneroso le llaman dignidad de representación y otros le llaman soberbia. Los coches de Francisco Camps y Eduardo Zaplana fueron, como ellos mismos, enviados al desguace.

Otro chollo al que han podido optar los mitómanos coleccionistas ha sido  el de quedarse con uno de los seis modelos de motocicleta Harley Davidson que la Corporación Municipal  adquirió para acompañar al Papa Benedicto XVI en su visita a Valencia y que se han usado, además de para la visita papal, para escoltar visitas reales (de los Reyes de España y de los Reyes Magos). Total, sólo costaron 82.000 €, lo que es una minucia si se compara con el alto servicio que las motos han hecho por la Patria Valenciana.

“¡Cómo hemos cambiado!”, decía Sole Giménez, “qué lejos ha quedado aquella amistad”. Hace cuatro días y ya nos hemos acostumbrado a subir al balcón del Ayuntamiento, como si fuera nuestra casa, a ver al Alcalde andar por la calle como si fuera una persona normal y nos hemos olvidado que hace cuatro días la señora alcaldesa accedía al Ayuntamiento en coche oficial (desde la Glorieta, en donde residía), paraba el coche junto al ascensor de uso privado en el que ascendía a su despacho para así evitar cruzarse en la escalera con ningún funcionario de su propia casa ni personaje alguno de rasgo inferior. Hemos olvidado que allí, en la parte trasera del vestíbulo consistorial se entreveía aparcado un Lancia Delta durante más de 20 años, lleno de polvo, sin aire en las ruedas, a la espera de un futuro incierto que nunca fue. Nos hemos olvidado de que para el evento para el que se adquirieron las seis Harleys se llegaron a instalar 7.000 váteres químicos en un despliegue de sanitarios sin precedentes en ningún otro lugar del mundo y se pagaron sobrecostes de escándalo por alquileres de pantallas que debían retransmitir un servicio religioso fastuoso propio del Renacimiento romano o florentino.  Y queda tan lejos aquello de abrir el Mercado Central por la tarde para el uso y disfrute del edificio de los Bertarellis, Ecclestones, Urdangarines y otros personajes de vestíbulo de banco suizo y papel couché que parece mentira. Pero así era. Con el beneplácito aquiescente de tantos y tantos pobres y diablos  que iban a aplaudir la llegada de los figurones que venían con sacos vacíos y se los llevaban llenos de dinero. ¡Cómo hemos cambiado!


Román Rubio
Marzo 2017

lunes, 6 de marzo de 2017

VENCER O CONVENCER

VENCER O CONVENCER

Se queja Trump de que hace tiempo que los EEUU no ganan ni una guerra. Dice que en su niñez y adolescencia los americanos estaban orgullosos de pertenecer a un país que ganaba todos los conflictos, pero que últimamente esto no ocurre. Y tiene razón. Desde la humillante salida de Vietnam parece que el poderoso ejército es incapaz de ganar una guerra. Una cosa es derrotar a un ejército rival y otra diferente ganar una guerra. En Irak, por ejemplo, arrollaron al inoperante ejército de Sadam en unos días y ¿qué consiguieron? Un país sin prácticamente control en el que la insurgencia siembra el terror día sí día también. ¿O es que se creían que se iban a conformar los iraquíes con la Pax Americana? ¿Por qué habrían de hacerlo? Una cosa es derrotar a un ejército, e incluso ocupar un país, y otra es someterlo o convencerles para que se gobiernen a tu gusto. En el tribal y atrasado Afganistán también salieron con el rabo entre piernas, lo que no extraña a nadie, especialmente a los rusos, que habían salido igual de allí años antes.

¿Y cuál es la solución que Trump propone para revertir el problema? Pues sí, lo más obvio: aumentar el gasto en defensa. El Presidente ha decidido aumentar el gasto en Defensa de los EEUU en 54.000 millones de dólares, el cuádruple del presupuesto de defensa español total. Los EEUU dedican una cantidad de más de 600.000 millones de dólares al año en sus ejércitos superando  la suma de lo que gastan las diez siguientes naciones más poderosas de la Tierra (China 216.000 millones, Rusia 84.000, Arabia Saudita 81.000, Francia y Reino Unido 60.000 cada una, y Alemania y Japón unos 37.000 dólares). ¿Y saben cuál es el presupuesto militar de Afganistán, el irreductible galo con turbante que habita las montañas centrales de Asia? 186 millones (la trescientas veintiseismilaba parte del presupuesto americano). Y no pudieron con ellos.

Por supuesto, la nueva inyección de dinero público que hay que proveer  para satisfacer el aumento armamentístico habrá que detraerlo de otras partidas, lo que redundará en un deterioro de otros sectores de la vida americana, de manera notable el bienestar social.

Hace un tiempo en que escribí un artículo en este mismo blog sobre los conceptos de Hard Power o poder duro y Soft Power o blando. El primero se refiere al poder militar  o diplomático coercitivo (capacidad para imponer sanciones o bloqueos) y el segundo se refiere a la influencia de los países por su proyección cultural, universitaria, industrial, científica, turística y del espectáculo. En todo ello la nación americana es la número uno mundial. Las universidades y las empresas tecnológicas atraen el talento mundial, los deportistas copan el medallero olímpico, Hollywood alimenta de sueños al mundo y no hay estudio científico que se precie que no se difunda en una publicación estadounidense. El impacto del estilo de vida americano es enorme a escala global. La mayor parte de las tendencias –alimentarias, musicales, de estilo, de relaciones personales y estilos de vida- provienen de allí. Hasta las mismas palabras que los definen o explican (fitness, running, mindfullness, wellness, storytelling, mobbing, phubbing, bullying…)

La necesidad pues de aumentar el potencial militar americano no es sino otro desmán del millonario brabucón  que piensa que para hacer más grande a su país necesita (aún) más y más sofisticadas e innecesarias armas dejando más desprotegidos a los ciudadanos más débiles. Un disparate.
Hay muchas maneras de clasificar al personal: están los graciosos y los pelmas, los ateos y los creyentes, los de izquierdas y los de derechas, los progresistas y los conservadores, los hombres y las mujeres, los taurinos y los antitaurinos, los futboleros y quienes sufren sarpullidos a la vista de un campo verde y un balón. Lo de hoy va de quiEnes creen que en la vida se trata de vencer y quienes creen que hay que convencer. Trump (y no sorprende a nadie esto) es de los primeros, de quienes clasifican a la gente entre vencedores y vencidos, ganadores y perdedores, fuertes y débiles y odia a los débiles, pero que no se equivoque, que las apariencias engañan. Que mire sino a Afganistán.

Román Rubio
Marzo 2017