lunes, 13 de marzo de 2017

¿QUÉ PASA CON EL ESPAÑOL?

¿QUÉ PASA CON EL ESPAÑOL?

Que las lenguas son instrumentos de poder es algo innegable y para poderoso, el inglés. De ahí que la decisión de la Administración Trump de poner palos en la ya inestable bicicleta del español en EEUU haya caído como jarro de agua fría en tantos entornos, tanto españoles como americanos. Sí, es cierto que la cantidad de hablantes de español en el país norteamericano es enorme, constituyendo, de hecho, la segunda lengua del país pero también es cierto que hay entre los hispanohablantes una premura en abandonar su lengua nativa y abrazar el inglés que será el vehículo que habrá de abrir las puertas del progreso social. Del mismo modo que en algunos países el español arrolla al quechua o al guaraní, en EEUU, o hablas inglés o no hay nada que hacer que no sea lavar platos y fregar suelos. Por eso hay allí una tendencia de rechazo al idioma materno en la segunda generación de inmigrantes  propiciada, a menudo, por los propios padres que han sido incapaces de dominar una lengua de fonética endemoniada, como hecha aposta para que el hispanohablante no llegue a hablarla correctamente jamás (como en sentido inverso –por cierto-. Conozco anglófonos que no pasan del nivel de la Mrs. Crocket de Juanito Navarro cuando hablan español).
En los estados limítrofes con México, Florida y algunos barrios de las grandes ciudades estadounidenses como Nueva York o Los Angeles se ha desarrollado el espanglis (o spanglish), una mezcla de las dos lenguas que producen sabrosos diálogos del estilo: “Hola, good morning, cómo estás?”  “Fine, y tú?”  “Todo bien. Pero tuve problemas parqueando my car this morning”. “Sí, I know. Siempre hay problemas parqueando in el area at this time”.

A este lado del Atlántico se produjo un fenómeno similar. Se trata del llanito gibraltareño, mezcla del inglés británico y la variante andaluza del campo de Gibraltar, en donde se pueden escuchar expresiones tan pintorescas como:
Ayé tomé lanch depué de la demontrasion (Ayer comí después de la manifestación). Hay un call pa ti (hay una llamada “call” para ti). Sí, pero at thi en of thi dey… (sí pero al fín y al cabo… “the end of the day”). Te llamo patrá any wey (Te devuelvo la llamada, de todos modos).
Acaba de publicarse el estudio antropológico Bordering on Britishness (al límite de lo británico hecho por un catedrático de la universidad de Essex y otros colaboradores gibraltareños que pone de manifiesto algunos hechos sobre “los llanitos”. Por ejemplo, que tras el cierre de fronteras de 1969 los gibraltareños… “empezaron a imaginarse a sí mismos más británicos que los propios británicos”, lo que habla de la efectividad de la medida franquista y que, en la actualidad, “los mayores son bilingües y sienten que los jóvenes pierdan el español. Sin embargo, es casi una regla social no hablar a los hijos en castellano. Se vincula de alguna manera a la clase obrera…”

En el mismo periódico que leo sobre el estudio de los llanitos encuentro otra noticia vagamente relacionada: en Barcelona se elimina el nombre de Plaza de la Hispanidad a un espacio urbano anexionándolo a la de  Pablo Neruda. Y es que Cataluña lleva preparando su segregación de España de manera decidida y tenaz, todos los días y en todos los ámbitos. Saben (sabemos) que más pronto que tarde y para pesar de muchos, ocurrirá. Unos (los españolistas recalcitrantes) sentirán la pérdida de la posesión y bramarán enrabietados. Otros sentiremos con pena el alejamiento de alguien a quien queríamos y de alguna manera admirábamos  pero todos sentiremos la separación, como en la ruptura de los matrimonios. La mayoría de los catalanes lo vivirán con el júbilo propio de la euforia del cambio. Pero ¿y la lengua? ¿Qué pasará con el español tras la separación? No tengo bola de cristal pero preveo el advenimiento del inglés y el abandono del español en la sociedad catalana en el plazo de una generación (25 años) tras la independencia. Los catalanes saben perfectamente que con su lengua no pueden jugar en la Champions League. Por bella y entrañable que esta sea. Como los daneses, los holandeses, los suecos o los finlandeses (todos ellos países avanzados con lenguas minoritarias y una población similar a la catalana) deberán adoptar una lengua apta para la escena internacional y para eso están firmemente decididos a que esta sea el inglés. Quedará, eso sí,  una generación nostálgica del español, pero ya muy mermada por la edad o, teniendo en cuenta que la inmigración masiva se produjo en los sesenta y setenta, desaparecida.
¡Dios salve al Rey! (Isabel II no durará siempre, pienso)

Román Rubio
Marzo 2017 

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