¿QUÉ
PASA CON EL ESPAÑOL?
Que las
lenguas son instrumentos de poder es algo innegable y para poderoso, el inglés.
De ahí que la decisión de la Administración Trump de poner palos en la ya
inestable bicicleta del español en EEUU haya caído como jarro de agua fría en
tantos entornos, tanto españoles como americanos. Sí, es cierto que la cantidad
de hablantes de español en el país norteamericano es enorme, constituyendo, de
hecho, la segunda lengua del país pero también es cierto que hay entre los
hispanohablantes una premura en abandonar su lengua nativa y abrazar el inglés
que será el vehículo que habrá de abrir las puertas del progreso social. Del
mismo modo que en algunos países el español arrolla al quechua o al guaraní, en
EEUU, o hablas inglés o no hay nada que hacer que no sea lavar platos y fregar
suelos. Por eso hay allí una tendencia de rechazo al idioma materno en la segunda
generación de inmigrantes propiciada, a
menudo, por los propios padres que han sido incapaces de dominar una lengua de
fonética endemoniada, como hecha aposta para que el hispanohablante no llegue a
hablarla correctamente jamás (como en sentido inverso –por cierto-. Conozco
anglófonos que no pasan del nivel de la Mrs. Crocket de Juanito Navarro cuando
hablan español).
En los estados
limítrofes con México, Florida y algunos barrios de las grandes ciudades estadounidenses
como Nueva York o Los Angeles se ha desarrollado el espanglis (o spanglish),
una mezcla de las dos lenguas que producen sabrosos diálogos del estilo: “Hola, good morning, cómo estás?” “Fine, y tú?”
“Todo bien. Pero tuve problemas parqueando my car this morning”. “Sí, I
know. Siempre hay problemas parqueando in el area at this time”.
A
este lado del Atlántico se produjo un fenómeno similar. Se trata del llanito
gibraltareño, mezcla del inglés británico y la variante andaluza del campo de
Gibraltar, en donde se pueden escuchar expresiones tan pintorescas como:
Ayé tomé lanch depué de la
demontrasion (Ayer comí después
de la manifestación). Hay un call pa ti
(hay una llamada “call” para ti). Sí, pero at thi en of thi dey… (sí pero
al fín y al cabo… “the end of the day”).
Te llamo patrá any wey (Te devuelvo
la llamada, de todos modos).
Acaba
de publicarse el estudio antropológico Bordering
on Britishness (al límite de lo británico hecho por un catedrático de la
universidad de Essex y otros colaboradores gibraltareños que pone de manifiesto
algunos hechos sobre “los llanitos”. Por ejemplo, que tras el cierre de
fronteras de 1969 los gibraltareños… “empezaron a imaginarse a sí mismos más
británicos que los propios británicos”, lo que habla de la efectividad de la
medida franquista y que, en la actualidad, “los mayores son bilingües y sienten
que los jóvenes pierdan el español. Sin embargo, es casi una regla social no
hablar a los hijos en castellano. Se vincula de alguna manera a la clase
obrera…”
En
el mismo periódico que leo sobre el estudio de los llanitos encuentro otra
noticia vagamente relacionada: en Barcelona se elimina el nombre de Plaza de la
Hispanidad a un espacio urbano anexionándolo a la de Pablo Neruda. Y es que Cataluña lleva
preparando su segregación de España de manera decidida y tenaz, todos los días
y en todos los ámbitos. Saben (sabemos) que más pronto que tarde y para pesar
de muchos, ocurrirá. Unos (los españolistas recalcitrantes) sentirán la pérdida
de la posesión y bramarán enrabietados. Otros sentiremos con pena el
alejamiento de alguien a quien queríamos y de alguna manera admirábamos pero todos sentiremos la separación, como en
la ruptura de los matrimonios. La mayoría de los catalanes lo vivirán con el
júbilo propio de la euforia del cambio. Pero ¿y la lengua? ¿Qué pasará con el
español tras la separación? No tengo bola de cristal pero preveo el
advenimiento del inglés y el abandono del español en la sociedad catalana en el
plazo de una generación (25 años) tras la independencia. Los catalanes saben
perfectamente que con su lengua no pueden jugar en la Champions League. Por
bella y entrañable que esta sea. Como los daneses, los holandeses, los suecos o
los finlandeses (todos ellos países avanzados con lenguas minoritarias y una
población similar a la catalana) deberán adoptar una lengua apta para la escena
internacional y para eso están firmemente decididos a que esta sea el inglés.
Quedará, eso sí, una generación
nostálgica del español, pero ya muy mermada por la edad o, teniendo en cuenta
que la inmigración masiva se produjo en los sesenta y setenta, desaparecida.
¡Dios
salve al Rey! (Isabel II no durará siempre, pienso)
Román
Rubio
Marzo
2017
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