martes, 31 de mayo de 2016

FINAL DE LOS CHAMPIÑONES

FINAL DE LOS CHAMPIÑONES


Es lo que tienen los fenómenos de masas. Tienden a la mitificación y la mistificación, generando leyendas. Según el mito, el atlético sufre los infortunios más abyectos: “Papá ¿por qué somos del Atleti?” Una y otra vez. Para agrandar la leyenda colchonera, Dios creó los postes, los largueros, los árbitros, las casualidades o simplemente la mala suerte. La épica de la derrota merecida o inmerecida, sobre todo inmerecida, hace de los atléticos, con sus Sabinas y sus Reyes, gente entrañable. Los reales (de Madrid) reinan en Europa; y la victoria, que parece que lleven grabada en la piel -si es que queda algo sin tatuar en el cuerpo de sus gladiadores y en el alma de los del palco-, les hace cada vez más grandes, más amados, más odiados, más todo; de la manera en que el pueblo ama y odia al  rico y poderoso. Ganar parece que no les produzca aburrimiento. Para ello, los blancos cuentan con la colaboración de la fortuna, los postes, los largueros, los árbitros, los remates con el culo y las voleas de Zidane, Franco y la curiosa ley del fuera de juego, esa regla incomprensible para tantas personas que no han jugado al fútbol y sin la cual no habría contraataque ni casi fútbol.

Todo se magnifica en una final: decenas de miles de personas bramando en el estadio y millones siguiendo el desenlace por televisión en medio mundo alimenta las leyendas. Los blancos se llevaron la copa y los atléticos, como tantas otras veces, la honra; para poder decir, como Felipe II (del que no consta que fuese atlético, como el VI): “Más vale honra sin copas que copas sin honra” O fue, quizás, al revés.

En los prolegómenos del partido hubo algo que me llamó la atención. Se trata de la pancarta que desplegaron los atléticos: “TUS VALORES NOS HACEN CREER”. La verdad, suena bien, parece algo serio, honesto y de generoso principios, pero, parándose a pensar, ¿qué diablos quiere decir? Es algo huero, son sólo palabras que suenan bien juntas. ¿Tus valores? ¿Qué valores? Los valores del Atlético de Madrid, como los de la Ponferradina, el Inter de Milán y el Requena Sporting Club son siempre los mismos: ganar, ganar y ganar; por cuatro a cero si es posible y si no, por uno a cero, de penalti y en el último minuto, reproduciendo esa tediosa letanía del deporte cuyo único objetivo es ganar. La diferencia es que unos (generalmente, pero no siempre, los más ricos) lo consiguen más veces que otros que son algo menos ricos, algo menos tramposos o algo menos de las dos cosas. La segunda parte del mensaje era para mí también enigmática: “nos hacen creer”. Andaba yo buscando algún significado profundo y noble cuando recordé que “nunca dejes de creer” ha sido un mensaje típicamente atlético, lo que nos lleva a lo mismo: a ganar y ganar; partido a partido como de manera repetitiva proclama su entrenador.  Nada original en el frente colchonero. Quién en esta vida no quiere más que ganar debería hacer cursillos de preparación para la derrota y así evitaría muchos ridículos berrinches.

Los disgustos, en el otro lado, son menores en número pero no en intensidad. Cuando el Madrid pierde, el sentimiento de frustración y desasosiego es más profundo y desalentador.

A finales de los años ochenta pasé al Berlín Oriental en un autobús lleno de franceses. Subieron dos policías al autobús y comenzaron a revisar pasaportes contrastándolos escrupulosamente con las caras sin decir palabra. Al llegar a mí, miró el pasaporte, miró mi cara y sin expresión emocional alguna comenzó a recitar: Chendo, Camacho, Santillana… y así todos y cada uno de los madridistas de no sé qué año cuya alineación había traspasado el muro infranqueable del paraíso socialista.

Lamentablemente, el mismo día que el Real ganaba su copa xⁿ,  en algún lugar de Irak, por segunda vez en el mismo mes, los guerrilleros del ISIS entraron en una peña madridista en donde se veía el partido y descargaron sus armas automáticas contra los presentes matando al menos a doce e hiriendo a algunos otros. Es difícil de entender para quienes no conocemos el avispero que Bush, Blair y nuestro Gran Cazador Aznarín de Tarascón tuvieron a bien remover. No sé si la cosa va contra los chiíes, contra occidente, el deporte, el Madrid, la distracción banal y antirreligiosa  o es sólo por maledicencia y crueldad. Lo cierto es que, pese a mis pocas simpatías por el poderoso Madrid, prefiero la pueril y fría complicidad del vopo socialista.

Román Rubio
Mayo 2016

viernes, 27 de mayo de 2016

BREXIT

BREXIT



¿Se van? ¿No se van? Los ingleses, digo. Yo creo que no. El debate será reñido pero al final predigo que ganarán los partidarios de quedarse; por varios motivos, pero uno principal: que la City –centro financiero de Londres- quiere quedarse dentro de la Unión Europea. Así les irá mejor, o más bien, les continuará yendo bien.

Si vas a Londres te llama la atención que todo el trabajo parece estar ocupado por extranjeros: en el hotel te sirven el desayuno chicas rumanas, lituanas, italianos o libaneses; si compras un libro en Charing Cross te cobra una cajera francesa con un delicioso acento u holandesa –a esta última no la identificarás como tal porque no tiene acento alguno-; si entras a comprar a un SPAR verás que el reponedor o cajero lleva un nombre polaco o búlgaro en su etiqueta del uniforme. El fontanero, albañil y carpintero que sacan material de construcción de la furgoneta de la esquina son todos polacos (se calcula en unos 600.000 el número de polacos viviendo y trabajando en el Reino Unido) y a los españoles los encontrarás de camareros en los hoteles y los pubs, en la limpieza y en los talleres. Pero no solo de trabajos manuales vive el hombre. Si se produce la eventualidad de tener que ir a urgencias de un hospital las probabilidades de que te atienda un médico inglés son ínfimas -hay casi 30.000 médicos de otros países de la UE trabajando en el NHS (Seguridad Social) y más de 37.000 que desempeñan otra función dentro del sistema de salud público, muchos de ellos españoles-. Arquitectos e ingenieros españoles y rumanos, informáticos indios, economistas y abogados de Argentina, Australia o Nueva Zelanda constituyen la fuerza laboral de un gigante que parece asimilar cualquier cosa que venga de fuera. No paga mal del todo pero, eso, sí, el alquiler de la vivienda cuesta una fortuna y el transporte y la vida tampoco son baratas con lo que con una mano te da y con otra te cobra. Así son las cosas en la sociedad capitalista. Así es en el Reino Unido; en Londres, al menos.

Y me pregunto: ¿cómo es que allí caben tantos y aquí sobran tantos jóvenes? ¿Será que aquí hay muchos más, como ocurre con los países del tercer mundo? Pues no; compruebo las pirámides de población de los dos países y veo que no es ese el problema. Tenemos menos jóvenes que ellos. Es sólo que, misteriosamente, allí hay más cosas que hacer, más trabajo, lo cual para mí es un misterio.
Eso sí; no tienen AVE. Cuando viajan en tren lo hacen en anticuados, tradicionales, simples trenes de viajeros, los desgraciados. Sólo tienen un tren parecido a nuestro moderno y veloz AVE y es el Eurostar, porque conecta Londres con París y Bruselas, en donde todos son unos finolis, unos pijos y unos comodones, como los españoles; bueno, finolis sí, pero tan pijos y comodones, no.

Nosotros, sin embargo, podemos ir a Madrid en un abrir y cerrar de ojos en un tren rapidísimo y moderno. Y no solo quienes vivimos en Valencia y otras capitales: hay una estación en Requena-Utiel, que no está en Requena ni en Utiel, sino en medio de la nada transitada por una media de 20 pasajeros por día y que costó 12.4 millones de euros. Está alejada del pueblo, en medio de los viñedos, de modo que ¿para qué quiero tren si tengo que ir en coche y dejarlo en un parking de pago? Para eso me voy en mi coche. La hay en Villena, con 71 usuarios al día y precio similar; (no hay descuento para los residentes en la prisión). La de Puente Genil tiene un tráfico de 69 pasajeros, 99 la de Huesca y 14 la de Segovia y 1 pasajero (sí, lo han leído bien: un pasajero diario) la de Talienta (Huesca) y es que una de cada cuatro estaciones del carísimo AVE tienen menos de cien pasajeros al día. Presumimos, eso sí de tener la segunda red de alta velocidad más extensa del mundo tras China. Hemos superado a Francia y doblamos los kilómetros de Alemania, hemos gastado 47.000 millones de euros en una red que transporta el 3.4% de pasajeros del total de usuarios del tren y que no admite cercanías ni mercancías. ¿Alguien da más? Es que los demás no saben vivir. Pronto seguiremos ampliando las líneas para integrar al Cantábrico, Galicia y Extremadura en una loca carrera a la ruina.

No sé si las dos cosas están relacionadas (no he ido ni a Harvard ni a Deusto como ese presuntuoso ministro español). Me refiero al hecho del empleo del Reino Unido y el AVE de España, pero… ¿y si tuvieran algo que ver? ¿Lo han pensado?

Román Rubio
Mayo 2016

lunes, 23 de mayo de 2016

LUPUS

LUPUS


El otro día me lo recordó un amigo hablando de una tercera persona: en la serie Dr. House, cuando los perturbadores síntomas de un paciente no tenían ninguna lógica y no se podía determinar la causa de la enfermedad, se producía una sesión de brainstorming médico (sesión clínica) y alguien del equipo, una vez valoradas y desechadas todas las alternativas lógicas, cuando ya parecía que no se podía avanzar más, decía: lupus. Y asunto concluido; se medicaba de manera genérica (el lupus parece aceptar cualquier medicación como buena) y al final del capítulo, House, él solito, descubría la verdadera enfermedad que ocasionaba los síntomas y que nunca era el misterioso lupus. Entretanto el enfermo había sobrevivido al tratamiento con corticoides (que nunca vienen mal) reforzados por antibióticos, inmunodepresores y cualquier otra cosa que se les ocurriera a los magos de la bata blanca.

En eso andaba yo pensando el domingo cuando vi la foto de Carmena, alcaldesa de Madrid, Ada, de Barcelona y el menos mediático Juan Espadas, alcalde de Sevilla preparados para presenciar la final de la Copa del Rey de fútbol. Tuve la impresión de ver en la imagen la representación de las tres ciudades más importantes de España: Carmena –como anfitriona- y Ada dispuestas a tragarse un tostón (como constaté en los primeros planos de la Colau durante el partido) en solidaridad con la Reina Letizia; en cuanto al de Sevilla… no sé. Ni siquiera sabía que había un alcalde; cuánto menos su nombre, el partido político o si le gusta el fútbol o las torrijas.

Faltaba, eso sí, Ribó. Faltaba Valencia. ¿Qué le pasa a Valencia? Los síntomas son preocupantes: el paciente está deprimido y no levanta cabeza: sus equipos de fútbol descienden a segunda división o no se clasifican para competiciones europeas, el asfalto de las calles se deteriora sin remedio, el nuevo estadio –que habría de acoger finales nacionales e internacionales- sigue en esqueleto, el barrio marinero quizás con más carácter del mediterráneo -El Cabañal- está en ruinas gracias al empecinamiento de Rita la de la Barbería, o la Barbaridad ¿(o era de la Berbería)? ¿(o del Barbitúrico)?, que ya no me acuerdo; la feria (la gran feria comercial) ha dejado de existir, sólo queda un inmenso edificio casi sin uso, como el Ágora, el Veles i Vents o el velódromo Luis Puig. ¿Se acuerdan del velódromo Luis Puig? ¿Qué será de él? ¿Alguien lo sabe, o lo ha visto recientemente? ¿Seguirá allí? ¿Y qué ocurrirá dentro? ¿Estará ocupado por los fantasmas de Eddy Merck y Guillermo Timoner? El puerto se comió todas las playas del sur para llenarlas de contenedores que vienen de la China y van a Madrid, no hay trabajo para nuestros jóvenes (o muy poco) haciendo que estos se tengan que buscar la vida en el extranjero o ¿cómo no? en Madrid; muchos locales comerciales están cerrados o casi sin público de modo que sólo los chinos parecen estar interesados en alquilar, los restaurantes, vacíos, sacan a su camarera más simpática a la calle de negro con mandil blanco tratando -con una sonrisa- de meter a alguien que haga sonar la caja, desciende el tráfico, la renta no levanta, las inútiles infraestructuras (circuito urbano, Copa América…) se caen a pedazos o se llenan de juncos y cañares, el aeropuerto mejora los números pero menos que otros como  por ejemplo, Alicante, que lo dobla con creces tanto en pasajeros como en destinos; la construcción (gracias a Dios) se paraliza, el turismo -en su mayor parte low cost- se estanca y si crece, lo hace menos que en otras ciudades como Málaga o la misma Sevilla, (no digamos Barcelona en dónde empieza a ser una peste); decrece  el número de viajeros del autobús y del metro pero la bici no acaba de arrancar y llueve en las Fallas.
 Menos mal que la paella acaba de ser incluida como icono en los móviles, gracias al buen hacer de los grupos de presión y los excelentes cocineros que han conseguido el gran logro. Además, en el icono, se ha desechado la pertinaz y extendida idea de poner gambas junto al pollo. ¡Un logro de los valencianos del que deberíamos sentirnos orgullosos! A partir de ahora los filipinos, tejanos, colombianos y keniatas podrán comunicar por móvil: “me voy de paella con los amigos” con un solo toque de dedo.

Los síntomas son devastadores. El diagnóstico está cerrado en falso: es lupus. Ahora, al final del capítulo, le toca al Dr. House, en un genial desenlace, determinar el verdadero diagnóstico, y a partir de ahí dejar los corticoides y empezar a administrar el tratamiento adecuado.

Román Rubio
Mayo 2016

lunes, 16 de mayo de 2016

EUROVISION

EUROVISION
Veo muy poco la tele, lo cual tiene cosas buenas y cosas malas. Entre las buenas está el hecho de que me libro de muchas horas de ruido inane improductivo y vulgar que no hace sino alimentar el aburrimiento gregario. Entre las malas está el que, al no ver los anuncios de programas, me pierdo cosas interesantes. El sábado noche llegué a casa y alguien puso la 6ª, con lo que me aburrí un rato con el malababa de Marhuenda y el graciosillo ocurrente Miguel Ángel Revilla arreglando el mundo sin ser consciente de que en la 1 estaban retransmitiendo, nada más ni nada menos, que el festival de Eurovisión, acontecimiento sociológico gigante, desde el Globen Arena de Estocolmo, lugar que conozco por haber estado alojado en el Hotel del recinto con panorámica del interior desde la cafetería. Rabia.

Por la prensa del día siguiente me enteré que había ganado Ucrania con una canción sobre los tártaros desplazados por Stalin. La canción rusa, favorita, había quedado en tercera posición para agravio, otra vez, del pueblo ruso y, sin duda, del presidente Putin. Eurovisión en estado puro. También me enteré de que había habido problemas ¿cómo no? de banderitas. Que si la ikurriña no estaba autorizada pero luego sí, que si la de Nagorno Karabaj  lo había sido pero luego no, o algo así, o quizás lo contrario; ¿qué importancia tiene? En la decoración de las calles con banderitas la única en la que la gente se fija es la de Japón con su punto rojo sobre blanco, tan esquemática, tan simbólica, tan reconocible, tan mona ella.

A ver, tengo que aclarar que las canciones me importan poco, casi nada. En realidad, me aburren. Nada más empezar quiero que acaben. Me interesa todo lo demás: la retórica de la historia de cada una que debe ser contada en dos minutos, la excentricidad y a menudo mal gusto de las exageradas y efectistas escenografías, la inverosimilitud del atrezzo, los horteras efectos especiales y la acertada y astuta narración entre sarcástica y comprometida de José María Íñigo, las sorpresas de los frikis tipo Chikilicuatre o La Mujer Barbuda, y, sobre todo, la intriga, las filias y las fobias, el pequeño politiqueo de las votaciones (no hay más que recordar la expectación que había en España hace años cuando votaba Portugal. Hoy por ti, mañana por mí). El sonsonete: La Norvégie, deux points, Norway, two points; L’Allemagne, huit points, Germany, eight points, que está grabado en el subconsciente de muchos como el de la Lotería de Navidad.

Me propongo pues a ponerme al día festivalero a través del internet y ahí viene la primera sorpresa: por orden de aparición salen Letonia con la canción Justs-Heartbeat, Eslovenia con Blue and Red y Moldavia con Falling Stars, Croacia, con Lighthouse y Bielorusia con Help You Fly. ¡Pero bueno! ¿Es que todos cantan en inglés? Bueno, todos no; en el puesto número 9, la  italiana Franchesca Michielin interpreta la canción No Degree of Separation que, a pesar del engañoso título, sólo tiene partes en inglés. En el puesto número doce salió la irrelevante Alemania con la canción Ghost, que quedó la última tras las votaciones, cosa que no me dio ninguna lástima. Busqué con expectación a Francia y como casi siempre, no me defraudó. Los franceses, con la dignidad que les caracteriza, presentaron al cantante Amir (hijo de tunecino y marroquí) con la canción J’ai cherché, en francés, obteniendo con ella un honroso 6º puesto. ¡Vive la France! Curiosamente, Austria presentó la bonita canción Loin d’ici, también en francés, lo que no deja de ser sorprendente. ¿Y nosotros? ¿Qué hicimos nosotros? La cantante que representaba a España (de nombre Barei) interpretó la canción Say Yay -¿Say What?- ¿Qué coño quiere decir eso? Traducido significa: “di (o decid) yay (hurra)”, lo que no parece que constituya un gran mensaje. Y eso sí: toda en inglés. Al parecer, la idea era de hacerla mixta español-inglés, pero la cantante decidió que la mejor manera de representar a España era hacerlo… en inglés, y así lo hizo; apelando a la no coacción al artista. Pues no, señorita; si quieres jugar a la pelota vasca lo haces con manopla y si quieres usar raqueta, entonces tendrás que  jugar al tenis o al pádel y así podrás retar a Aznarín de Tarascón (el Gran Cazador). ¿Y qué resultado obtuvimos en la votación? El puesto 22 de 26. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas.

El asunto lingüístico no es nuevo. Recuerdo que en 1968, Massiel, con su vestido corto de lentejuelas, ganó el festival acompañando al dinámico trío lalalá porque anteriormente Joan Manuel Serrat –dada la versatilidad lingüística del título de la canción- había decidido cantarla en catalán, lo cual habría tenido más sentido que hacerlo en inglés ya que el catalán es, al fin y al cabo, una de las lenguas de España, aunque ni a los españolistas ni, por supuesto, a los catalanistas les haga mucha gracia.

El domingo por la tarde, para rebajar el empacho festivalero de la mañana, me fui al Palau de les Arts de mi ciudad a ver el ballet Don Quijote representado por la Compañía Nacional de Danza con la participación de la bailarina Elisa Badenes, del ballet de Stuttgart. Genial. Arte puro. Y la bailarina, excepcional; con una técnica (de lo que no puedo dar fe por no ser un especialista) y una expresividad y frescura (de lo que sí puedo hacerlo como miembro de la raza humana) exquisitas. Pasé un rato estupendo y, en ocasiones, llegué a emocionarme con las elegantes y atrevidas evoluciones de la bailarina y acompañantes, lo que es más de lo que haya conseguido nunca hacer cualquier festival; de Eurovisión incluido.

Román Rubio
Mayo 2016

viernes, 13 de mayo de 2016

MINDFULNESS

MINDFULNESS














Los asuntos lingüísticos son temas recurrentes en este blog. Cada uno de nosotros tiene sus manías y temas favoritos. La lengua es uno de los míos; y dentro del asunto lingüístico, dos aspectos: el aprendizaje de las lenguas extranjeras (de-formación profesional) y la permeabilidad de las lenguas –el contagio del inglés en tierras del español y otros fenómenos virales-.  El último artículo de esta temática lo escribí en diciembre y lo llamé “Memes”, siendo que fue el año pasado cuando aprendí la palabra, aunque, como expresé, proviene de la  obra “The Selfish Gene” que publicó Richard Dawkins en los sesenta.

En el artículo de diciembre anoté cómo habíamos aprendido en los últimos años (o habíamos integrado en nuestro vocabulario palabras que conocíamos ya del inglés) como coworking, spoiler, selfie, hashtag, fracking o cameo, siendo ésta última de origen equívoco, ya que nada tiene que ver con cama (que tendría cierto morbo) sino con cam (cámara) –que no tiene ninguno-. Hablé de cómo los emoticonos, tan expresivos ellos, han pasado a formar parte importante del discurso diario se trate de un hipster, un friki o persona normal.

Hay tres palabras que se han puesto de moda y de las que quiero hablar. La primera es procrastinar. Por alguna razón (bueno, por la de siempre -la influencia del inglés-), cada día se oye más; y se oye a muchas personas a las que se les llena la boca con el vocablo. Tiene todas las de ganar: es difícil de pronunciar (¡esa segunda “r”!), tiene raíz latina, con lo que suena culta y su uso proviene del inglés; significa aplazar o diferir y ya tiene sus añitos, puesto que entró en el diccionario de la RAE en su edición de 1992 (el año que murió Camarón). Otra es implementar: “poner en funcionamiento, aplicar métodos medidas, etc. para llevar algo a cabo”. También incluida en la edición del 92, abarca y sustituye a una variedad de verbos o perífrasis como llevar a cabo, realizar, introducir, dar a conocer…y la tercera es resiliencia: “capacidad de adaptación de un ser vivo ante agentes perturbadores o adversos”. Esta es más nueva. Su aparición en el diccionario no ocurrió hasta 2014, aunque parezca que haya estado toda la vida con nosotros; y esto es así porque se usa mucho en los campos del marketing y sobre todo del coaching, fenómeno que está influyendo enormemente en el lenguaje y en las modas y costumbres. Del mismo campo viene una expresión devenida enormemente popular: zona de confort. También importada del inglés y proveniente del mismo mundo, se refiere a ese lugar acomodaticio en que las personas se sienten cómodas no asumiendo riesgos.

Qué duda cabe que el marketing-coaching y la autoayuda se complementan, se entremezclan, se superponen y se solapan en gran manera y tanto es así, que han entrado en nuestra lengua otras dos expresiones que resulta difícil determinar si provienen de un campo o de otro: una es mindfulness, que podríamos traducir como “conciencia plena” y se refiere, en psicología, a la disposición mental a concentrarse en lo que se está viviendo en el momento e intenta atajar la perversa disposición humana de ocupar la mente con malos rollos del pasado, lo que ensombrece nuestras vidas, o con miedos o malas expectativas de futuro, lo que dificulta disfrutar del momento. Al fin y al cabo, como dijo John Lennon, “la vida es eso que se nos escapa mientras estamos haciendo planes”.

Para ilustrar el concepto de “mindfulness” leí ayer en el diario una, al parecer conocida, manera de explicarlo. Una psicóloga se dirige a una audiencia con un vaso con una cierta cantidad de agua. La audiencia, al momento, intuye que la profesional les va a interpelar a propósito de si ven el vaso medio lleno o medio vacío. La pregunta, en cambio, es otra: “¿cuánto creen ustedes que pesa el vaso?” Las respuestas de la audiencia varían entre 100 y 500 gramos. La psicóloga, entonces les habla de que sostener el vaso un minuto no supone ningún esfuerzo, hacerlo una hora puede causar el entumecimiento del miembro y hacerlo veinticuatro horas seguidas provocaría un problema orgánico grave. “De la misma manera actúan en nuestra mente los malos recuerdos o los miedos por el futuro”. Una manera elegante y clara de explicar el concepto por un procedimiento al que muchos han dado en llamar storytelling (y ahí quería yo llegar); otra palabra que se nos ha colado vía marketing, que ha empezado a tomar presencia en boca de muchos  y que se refiere al hecho de crear una historia que venda un producto en vez de invitar directamente a la compra del mismo.

Román Rubio
Mayo 2015

domingo, 8 de mayo de 2016

¡Y GANÓ EL POBRE!

¡Y GANÓ EL POBRE!


Michel Houllebeq, el enfant terrible de las letras francesas contemporáneas escribió Sumisión, novela que sitúa la trama en un escenario de una Francia islamista, al alcanzar - tras elecciones democráticas-  el poder el candidato Mohammed Ben Abbes, líder de la imaginaria Fraternidad Musulmana. A partir de ahí se instaura en el país la ley islámica en la que, por cierto, el protagonista (francés de pura cepa) se encuentra cómodo. En fin, un escenario delirante y creíble al mismo tiempo, como en tantas buenas novelas (Don Quijote). 

El viernes, Sadiq Kahn, musulmán anglo-paquistaní, se proclamó, tras una relativamente cómoda victoria en las urnas, alcalde de Londres. Ya, ya sé que no es lo mismo; una cosa es ser musulmán y otra ser islamista y querer imponer la ley del islam. El nuevo alcalde sustituye al fenómeno Boris Johnson, etoniano convertido en la cabeza visible del Brexit y con aspiraciones a moverle la silla a su compañero de colegio David Cameron si gana su referéndum.

Sadiq es hijo de inmigrantes paquistanís que llegaron al Reino Unido en busca de futuro. Su padre trabajó durante 25 años como conductor de autobús, su madre era costurera (hay que ver la de notables que ha dado la profesión) y tuvieron ocho hijos. Vivían en  una vivienda social, en Tooting, zona humilde del sur de Londres, en un piso de tres habitaciones, lo que hace fácil imaginar las condiciones en que el muchacho creció: si los padres ocupaban una habitación, quedaban dos más para los ocho hijos, lo que salen a 4 por habitación. Quizás por ese motivo el chico dejó la casa paterna en cuanto pudo. Antes, desde los dieciséis años y mientras vivía en Tooting, echaba una mano a la economía familiar repartiendo periódicos los fines de semana y de albañil en vacaciones de verano.

¿Y quién era su rival por el Partido Conservador? Pues sí. Exactamente la otra cara de la moneda; otro producto de Eton College, como Johnson y Cameron. Su nombre es Zac Goldsmith, de la familia de los Goldsmith, que nos suena a judío, a alemán y a millonario. Si el padre de Kahn era un modesto inmigrante conductor de autobús, el de Zac era Sir James “Jimmy” Goldsmith que inspiró el personaje de Sir Larry Wildman en el film Wall Street de Oliver Stone. El tipo (el padre del candidato a alcalde) era una fuerza de la naturaleza. De familia rica, a los dieciséis años, siendo alumno también de Eton ganó 8.000 libras en una estrambótica apuesta de caballos, lo que en aquella época era un dineral, de modo que dejó la escuela inmediatamente y se convirtió en hombre de negocios. En el pequeño discurso de despedida del internado dijo a sus compañeros: “Un hombre de mis posibles no puede continuar siendo un escolar”. Después vino una carrera de éxitos en los negocios, tres matrimonios y algunas amantes. Su primer matrimonio fue con la boliviana Isabel Patiño y Borbón. Al pedir la mano a Don Antenor Patiño, magnate del estaño y padre de la novia, éste le dijo: “No tenemos costumbre de casarnos con judíos” (en nuestra familia), a lo que Goldsmith contestó: “Tampoco yo tengo por costumbre casarme con indias”. Fue en su tercer matrimonio, con la que fuera su amante, Lady Annabel Birley, con quien tuvo tres hijos, cuando nació Zac (Zacharias). Al casarse con su querida se le atribuye la frase: “Quien se casa con su amante, deja una vacante libre”. No sé quien sería la que ocupó el lugar de su recién estrenada esposa pero se rumorea que Sir James era el padre biológico de Lady Diana Spencer, de ahí  su cercana relación con la madre y con la misma Princesa de Gales. Para contextualizar más el ambiente familiar de Zacharias apuntaremos que su hermano Benjamin (Ben) está casado con Emma Rothchild, hija del millonario Hon. Amstel Rothschild y Anita Guinness, de los Rosthchild de toda la vida por un lado y los Guinnes, los cerveceros irlandeses, por el otro. Dinero por todas partes. Y mucho.

La campaña por la alcaldía fue dura y el tory acusó al laborista de connivencia con los activistas islamistas. Ante la avalancha de críticas por sus objeciones a su filiación religiosa, Kahn contestó vía Twitter: “No hace falta que me señales como musulmán. Yo mismo lo pongo en mis folletos”. Y Londres, la gran metrópoli multicultural y multirracial de Europa, en un gesto de grandeza, como si del cuento de Blancanieves se tratara, le dio la victoria al hijo del autobusero por delante del purasangre del establishment.

El ataque al anglopaquistaní me recordó  la irrupción de Trump en la política. No sé si se acordarán, pero Trump  presentó sus credenciales denunciando el hecho de que Obama no había nacido en territorio de EEUU, lo que le inhabilitaba para Presidente; hecho que el presidente desmintió aportando una certificación de nacimiento expedida en Hawaii, lugar donde su madre, la blanquísima chica de Kansas, dio a luz al bebé Barack. En su ilusoria obsesión por la pureza de sangre americana ¿? Donald ha acusado a su rival, Ted Cruz  de haber nacido… en Canada, otra ofensa para alguien como Trump que sólo parece querer otorgar la pureza de sangre a los que provienen del País del Tupé, de donde vienen él, Elvis, Anasagasti, Ortega y Gasset y Prince. Y al padre de Cruz, ¿a ver si lo adivinan? Exacto: de haber matado a Kennedy. Believe it or not.

Román Rubio
Mayo 2016 

miércoles, 4 de mayo de 2016

SALMOREJO

SALMOREJO

Se acerca el tiempo del salmorejo y del gazpacho. Grandes aficionados como somos en mi casa al gazpacho, nos estamos pasando al salmorejo que se ha impuesto, sin duda, como el plato rey de las cenas de verano (lo que en mi tierra viene a ser cuatro o cinco meses). El otro día salió en conversación en casa el origen del sabroso plato cordobés y nos resultaba extraño que el bermellón o rosado salmorejo, en su origen, no llevara tomate alguno, por la sencilla razón que el tomate se introdujo en España en el siglo XVI, se popularizó mucho después y el salmorejo, como el gazpacho, es mucho, mucho, más antiguo. Es posible que fuera un plato pre-romano y en su origen no era sino pan duro majado en agua con sal y vinagre, ajos y un buen chorro de aceite, tan abundante en tierras cordobesas. Blanco, pues, como blancas eran las gachas de harina y agua salada y con vinagre que comían las legiones romanas como plato principal.

La harina, el pan duro, las tortas ácimas y cualquier otra variante del trigo molido majado, remojado o cocido con agua, acompañado por ajos y cualquier otra cosa comestible  parece ser la base alimenticia de nuestra civilización, pre- romana, romana, española y europea, dando origen en nuestro país a platos como gazpachos fríos y calientes (andaluces y manchegos), gachas, migas, sopas de ajo… y el salmorejo, protagonista de este artículo.

La verdad: es difícil imaginar la cocina europea sin tomate: ¿Qué comerían los italianos, por ejemplo? ¿Se imaginan los napolitanos sin pizzas ni salsa de tomate? ¿Los padanos sin su boloñesa? ¿Y los españoles? ¿Qué clase de gazpachos fríos, ensaladas murcianas, y sofritos comerían? Lo del sofrito, base del guiso mediterráneo, es un milagro aparte, puesto que el tomate tuvo que venir de América para encontrarse con la cebolla y el aceite de oliva que hicieron el camino contrario, de modo que, en algún momento, en mitad del Atlántico, en las bodegas de un barco, probablemente español, se cruzaron por primera vez las semillas (o los frutos) del primer sofrito sin llegar a conocerse, aunque después devinieran inseparables, en el contexto de lo que en inglés se denomina “Columbian Exchange” que no es sino el intercambio de plantas, animales, tecnología e ideas entre Europa (Euroasia y África, para ser exactos) y las Américas (principalmente lo que los antropólogos llaman pomposamente Mesoamérica, que no es sino América Central y las partes de América del Sur y del Norte que interese, según el tema a tratar).

Nuestro etnocentrismo nos hace muy llamativo el imaginar una inimaginable Europa sin patatas, por ejemplo, o sin pimientos, chocolate, cacahuetes, maíz o alubias, (¿qué sería de los asturianos sin la fabada?), especialmente las patatas, que pronto pasaron a ser alimento básico de países como  Polonia, Alemania o Irlanda, en donde una plaga del cultivo llegó a diezmar la población y provocó el éxodo en la conocida como la Great Famine de 1854 a 1852.

Pero el verdadero trasvase fue el que se produjo en sentido inverso: de Europa a las Américas. Veamos: los colombianos (o quienquiera que viviera allí) no conocían el café, que fue llevado por los españoles, con lo que nos habríamos quedado sin el popular bigotudo personaje que con mula y guayaba blanca anda seleccionando los buenos granos de café colombiano. ¿Y qué sería de Argentina si no hubieran llevado vacas los europeos, sin gauchos ni nada?, ¿qué diablos había antes allí? El cerdo, el caballo y la oveja fueron también “exportaciones europeas”, además de la caña de azúcar, desconocida en el lugar por los abuelos de los cubanos y los cereales más cultivados en el mundo, incluyendo el arroz y el trigo. Vale, tenían maíz, en América, pero ¿cómo podían vivir sin trigo, ni centeno ni cebada? ¿Cómo podrían fabricar la Coronita, la Budweisser o la Quelmes? ¿Cómo sería el paisaje de Ohio antes de llevar el trigo? ¿Y qué lomos montaban los indios antes de que los europeos les llevaran el caballo y les mostraran sus posibilidades? ¡Con lo fotogénicos que quedaban!

En la actualidad está en negociación el llamado TTIP (tratado transatlántico de comercio e inversiones) que supone… bueno, no sé lo que supone, entre otras cosas porque se está llevando a cabo en un celoso secretismo, con habitaciones cerradas, sesiones de las que no se pueden sacar documentos y otras puertas al campo. Lo que parece cierto es que los americanos tratan de meter cosas difíciles de aceptar para los europeos como el fracking o los cultivos transgénicos, que al otro lado parecen ser pecata minuta, además de indemnizaciones a las empresas que hagan inversiones y que se vean paralizadas por los gobiernos o la acción popular de la señoritinga Europa. No sé en qué quedará esto. Quizás sea una venganza contra los europeos por haber incluido en el paquete de “exportaciones” a América las paperas, la gripe, la malaria, la difteria, el tifus y, sobre todo, la viruela, para lo que no estaban inmunizados y que mató a cientos de miles de nativos americanos. No sé, quizás sea eso, aunque bien pensado, ellos nos enviaron el tabaco, que posiblemente haya causado más bajas que la viruela y ahora se están pensando en hacer a Donald Trump el Gran Comandante en Jefe y Emperador de la Humanidad. Eso sí que es una putada. Estamos empatados. Esperemos que no llegue Trump.

Román Rubio
Mayo 2016