SALMOREJO
Se acerca el
tiempo del salmorejo y del gazpacho. Grandes aficionados como somos en mi casa
al gazpacho, nos estamos pasando al salmorejo que se ha impuesto, sin duda,
como el plato rey de las cenas de verano (lo que en mi tierra viene a ser
cuatro o cinco meses). El otro día salió en conversación en casa el origen del
sabroso plato cordobés y nos resultaba extraño que el bermellón o rosado salmorejo,
en su origen, no llevara tomate alguno, por la sencilla razón que el tomate se
introdujo en España en el siglo XVI, se popularizó mucho después y el
salmorejo, como el gazpacho, es mucho, mucho, más antiguo. Es posible que fuera
un plato pre-romano y en su origen no era sino pan duro majado en agua con sal
y vinagre, ajos y un buen chorro de aceite, tan abundante en tierras cordobesas.
Blanco, pues, como blancas eran las gachas de harina y agua salada y con vinagre
que comían las legiones romanas como plato principal.
La harina, el
pan duro, las tortas ácimas y cualquier otra variante del trigo molido majado,
remojado o cocido con agua, acompañado por ajos y cualquier otra cosa
comestible parece ser la base
alimenticia de nuestra civilización, pre- romana, romana, española y europea,
dando origen en nuestro país a platos como gazpachos fríos y calientes (andaluces
y manchegos), gachas, migas, sopas de ajo… y el salmorejo, protagonista de este
artículo.
La verdad: es
difícil imaginar la cocina europea sin tomate: ¿Qué comerían los italianos, por
ejemplo? ¿Se imaginan los napolitanos sin pizzas ni salsa de tomate? ¿Los
padanos sin su boloñesa? ¿Y los españoles? ¿Qué clase de gazpachos fríos,
ensaladas murcianas, y sofritos comerían? Lo del sofrito, base del guiso
mediterráneo, es un milagro aparte, puesto que el tomate tuvo que venir de
América para encontrarse con la cebolla y el aceite de oliva que hicieron el
camino contrario, de modo que, en algún momento, en mitad del Atlántico, en las
bodegas de un barco, probablemente español, se cruzaron por primera vez las
semillas (o los frutos) del primer sofrito sin llegar a conocerse, aunque
después devinieran inseparables, en el contexto de lo que en inglés se denomina
“Columbian Exchange” que no es sino el intercambio de plantas, animales,
tecnología e ideas entre Europa (Euroasia y África, para ser exactos) y las Américas
(principalmente lo que los antropólogos llaman pomposamente Mesoamérica, que no
es sino América Central y las partes de América del Sur y del Norte que
interese, según el tema a tratar).
Nuestro
etnocentrismo nos hace muy llamativo el imaginar una inimaginable Europa sin
patatas, por ejemplo, o sin pimientos, chocolate, cacahuetes, maíz o alubias, (¿qué
sería de los asturianos sin la fabada?), especialmente las patatas, que pronto
pasaron a ser alimento básico de países como
Polonia, Alemania o Irlanda, en donde una plaga del cultivo llegó a
diezmar la población y provocó el éxodo en la conocida como la Great Famine de 1854 a 1852.
Pero el
verdadero trasvase fue el que se produjo en sentido inverso: de Europa a las
Américas. Veamos: los colombianos (o quienquiera que viviera allí) no conocían
el café, que fue llevado por los españoles, con lo que nos habríamos quedado
sin el popular bigotudo personaje que con mula y guayaba blanca anda
seleccionando los buenos granos de café colombiano. ¿Y qué sería de Argentina
si no hubieran llevado vacas los europeos, sin gauchos ni nada?, ¿qué diablos
había antes allí? El cerdo, el caballo y la oveja fueron también “exportaciones
europeas”, además de la caña de azúcar, desconocida en el lugar por los abuelos
de los cubanos y los cereales más cultivados en el mundo, incluyendo el arroz y
el trigo. Vale, tenían maíz, en América, pero ¿cómo podían vivir sin trigo, ni
centeno ni cebada? ¿Cómo podrían fabricar la Coronita, la Budweisser o la
Quelmes? ¿Cómo sería el paisaje de Ohio antes de llevar el trigo? ¿Y qué lomos
montaban los indios antes de que los europeos les llevaran el caballo y les
mostraran sus posibilidades? ¡Con lo fotogénicos que quedaban!
En la
actualidad está en negociación el llamado TTIP (tratado transatlántico de
comercio e inversiones) que supone… bueno, no sé lo que supone, entre otras
cosas porque se está llevando a cabo en un celoso secretismo, con habitaciones
cerradas, sesiones de las que no se pueden sacar documentos y otras puertas al
campo. Lo que parece cierto es que los americanos tratan de meter cosas
difíciles de aceptar para los europeos como el fracking o los cultivos transgénicos, que al otro lado parecen ser pecata minuta, además de indemnizaciones
a las empresas que hagan inversiones y que se vean paralizadas por los
gobiernos o la acción popular de la señoritinga Europa. No sé en qué quedará
esto. Quizás sea una venganza contra los europeos por haber incluido en el
paquete de “exportaciones” a América las paperas, la gripe, la malaria, la
difteria, el tifus y, sobre todo, la viruela, para lo que no estaban
inmunizados y que mató a cientos de miles de nativos americanos. No sé, quizás
sea eso, aunque bien pensado, ellos nos enviaron el tabaco, que posiblemente
haya causado más bajas que la viruela y ahora se están pensando en hacer a
Donald Trump el Gran Comandante en Jefe y Emperador de la Humanidad. Eso sí que
es una putada. Estamos empatados. Esperemos que no llegue Trump.
Román Rubio
Mayo 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario