sábado, 30 de abril de 2016

¡LA PATRIA O LA VIDA!


¡LA PATRIA O LA VIDA!

Hace no mucho, en una comida de amigos salió, como tantas otras veces, el tema del patriotismo (o de la ausencia del mismo) de los españoles. Un amigo, hombre viajado e ingeniero de formación, se quejaba de las diferencias centrífugas y tibieza centrípeta entre españoles,  en comparación con la solidez de sentimientos patrios del pueblo norteamericano, siempre presto a exhibir las barras y las estrellas en el jardín y llevarse la mano al pecho y poner cara de cordero degollado, mirando a La Meca (digo, a la Osa Mayor) mientras suena el  himno, agraviándose lo suyo ante el pasotismo de algún Zapatero. Hasta ahí, nada de particular. A unos les gusta mucho la patria, la bandera, el himno y otros  nos deja más bien fríos y nos parecen patéticos los ciudadanos de mano en corazón y ojos humedecidos por el himno y la bandera.

El siguiente razonamiento ya lo vi más discutible: “así les va a ellos (a los americanos) y así nos va a nosotros” –añadió mi amigo-, atribuyendo al patriotismo el papel de causa y al bienestar el de efecto. Alto ahí: que los americanos son más patriotas que los españoles no lo vamos a discutir; lo acepto. Que les vaya mejor que a nosotros también; ¡bueno, ya sé! tienen una escuálida Seguridad Social que deja sin cobertura médica adecuada a decenas de millones de personas,  muchos trabajadores de los servicios tienen que vivir de las propinas y ostentan el mayor número de presos del mundo, pero también es cierto que son bastante más ricos que nosotros, tienen muchísimo menos paro y muchísimas más oportunidades. Enhorabuena.

Ahora bien, ¿es el patriotismo la causa del bienestar? Que me expliquen entonces por qué no funciona en Corea del Norte en dónde parecen ser tan patriotas que tienen que cerrar las fronteras para no contagiarse. Dónde sí que parece que funcionó el patriotismo fue en la Alemania nazi, en dónde el hecho de ser alemán era la garantía de ser un ser superior. Lástima que el sueño acabara con la destrucción de Alemania y la muerte de millones de  polacos, judíos, rusos y… alemanes. Y no sería por banderitas y cánticos, la verdad.

Y ya que estamos con el tema patriótico, hablemos de dos patriotas, amantes de la bandera, el himno y España en el corazón. Ambos han querido limpiar España de  canalla, como Alonso Quijano y ambos han dado con sus huesos en la trena, como el  de La Mancha. El primero, Luis Pineda, presidente de Ausbanc fue, en los años ochenta, dirigente de la banda ultraderechista Frente de la Juventud, después fundó Ausbanc para defender a los españoles de los codiciosos, los gigantes, los canallas y la injusticia; en una palabra: de los bancos y las compañías telefónicas. Y obtuvo grandes resultados: que los cajeros informen de la comisión a aplicar, que las compañías telefónicas no redondeen al minuto, que haya un registro de seguros de vida para que los familiares de un difunto puedan saber si hay uno contratado, la anulación de las clausulas suelo… y exhausto de hacer tanto por España, decidió hacer algo también por sí mismo, como pedir comisiones a los bancos por hablar bien de ellos en sus publicaciones o sacar pasta por retirar denuncias en los juzgados. Patriota sí, pero no tonto.

El otro guerrero de la Patria es el abogado Miguel Bernad, secretario general del ¡sindicato! Manos Limpias. Discípulo de Blas Piñar, al letrado  defensor de los intereses del pueblo se le abrió una investigación por haberse apropiado, junto a la abogada del mismo sindicato Virginia López Negrete de fondos recolectados entre los afectados  por la estafa de Fórum y Afinsa. Con una manera de actuar parecida a la de su correligionario, ofrecía retirar acusaciones a cambio de pasta. Otro patriota espabilado.

Ambos están en prisión, lo que ha provocado algún que otro mal de cabeza a las Autoridades de Prisiones, puesto que, en principio fueron encerrados en Soto del Real, prisión que parece el Hall of Fame de la hoguera de las vanidades nacionales y de donde hubieron de ser trasladados a otras prisiones ya que allí se encontraban otros ilustres patriotas como Mario Conde o Díaz Ferrán: el primero castigado por La Casta  (digo por el establishment, digo, por El Sistema) y el segundo por, entre otras cosas, comprarse dos (no uno, sino dos) apartamentos junto a Central Park, en Manhattan, mientras saqueaba Marsans; los dos habiendo sido acusados por Ausbanc y/o Manos Limpias. Un lío que provocó palabras encendidas en el patio y que podía haber acabado en algo así como lo de los Heredia y los Bustamante.

Bárcenas, Blesa por momentos, Fabra, Francisco Correa, son, o han sido otros ilustres moradores de tan prestigiosa posada creando un entramado complejo entre acusados y acusadores que hace difícil el acoplamiento. A Francisco Granados se le reservó plaza, por méritos propios, al establecimiento de Estremera, ya que la había inaugurado él mismo…

¡Qué gran sitio para Don Quijote, Soto del Real! ¡Si hubiese caído por allí, con la de malandrines patriotas!



Román Rubio

Abril 2016

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