lunes, 27 de febrero de 2017

LA VIDA ES SUEÑO, Y LOS SUEÑOS, PASTA SON

LA VIDA ES SUEÑO, Y LOS SUEÑOS, PASTA SON

Nada como un buen sueño nocturno reparador. Los músculos amanecen descansados y las vivencias archivadas como memorias, en lo que parece ser una defensa biológica contra la fatiga de vivir. Quien tiene dificultad de conciliar el sueño ha venido usando tradicionalmente pastillas para regocijo de la industria farmacéutica. En la actualidad están surgiendo infinidad de startups y aplicaciones para móvil que intentan hacer negocio con el asunto de chafar la oreja. ¿Que cómo lo hacen? Pues no sé muy bien, porque el artículo del diario en el que me he documentado no es demasiado explícito, pero parece que casi todas tratan de monitorizar el sueño, lo que me llama mucho la atención, porque pienso que a quien padece de insomnio no le interesa tanto que le den cantidad de información sobre las horas que (no) duerme, la temperatura corporal, el número de pulsaciones y la cantidad exacta de ovejitas que han logrado saltar la valla de Méjico como que le ayuden a dormir sin tantas historias. Eight es una compañía neoyorquina de nueva creación que propone sensores en los colchones para monitorizar el sueño. Casper se dice especializada en tecnología disruptiva para colchones ¿? Sense también se dedica al asunto de la monitorización del sueño  y uno de los servicios del YeloSpa de Nueva York y otras ciudades son los salones para echar siestas. Otras aplicaciones para móvil relacionadas con el buen dormir son Sleep Cycle, SleepBot, MotionX, Pillow, Sleep Better… y alguna otra que omito citar por no alargar la letanía.

A la gente le encanta monitorizar, medir y controlar numéricamente  los actos rutinarios de su existencia. Un amigo mío, que vive junto al parque del Río Turia, que es el mejor parque del mundo conocido para correr en una ciudad de clima rabiosamente mediterráneo como la mía, es amigo de hacerlo en la cinta del gimnasio que hay junto al parque porque como una vez me dijo: “En el campo y en el parque no puedes regular la velocidad ni te dice la distancia y el número de calorías consumidas”. Esto era antes del advenimiento de los wearables que supongo que indican eso y mucho más. Mi mujer, como tantos otros,  tiene una aplicación en el móvil que le dice la distancia que camina, el número de pasos, la velocidad y las calorías quemadas además de felicitarla cada día que cumple los objetivos fijados, motivo por el cual va a comprar al Lidl que está convenientemente situado a tres kilómetros de casa cada vez que necesita una caja de cerillas o una vela de olor. Aún así, no entiendo la necesidad de monitorizar el sueño. Una cosa es que la máquina te calcule cuántos kilómetros has andado al día y otra que te diga cuántas horas “no” has dormido por la noche, lo alterado que estaba el ritmo cardiaco, lo inadecuado de temperatura corporal o la enorme cantidad de vueltas inútiles que has dado en la cama. No veo que añada nada a lo que uno, lamentablemente, conoce.

Hay otra cosa del artículo sobre el sueño que leí en el periódico que me llamó la atención. Un trabajo del think tank Rand Europe ha analizado la relación entre el sueño (o su carencia) y la economía de Japón, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Canadá, llegando a la conclusión de que el dormir un insuficiente número de horas o el hacerlo con una mala calidad supone la pérdida de más de dos millones de días de trabajo al año. Un insomnio que cuesta 680.000 millones de dólares en productividad a esas cinco naciones, 411.000 millones de dólares a los EEUU, 56,000 millones de euros a Alemania y 47.000 a Reino Unido. El método que usan  para calcular estos parámetros es para mí un completo enigma. El intento de evaluar la pérdida de productividad de un trabajador por haber dormido mal me parece una patraña y otro ejercicio (más) de venta de humo. Me recuerda los estudios que presentaron las consultoras cuando evaluaron la incidencia del AVE en la mejora de la productividad  nacional por el ahorro de tiempo en los viajes. Tomen ustedes el AVE en un trayecto Valencia Madrid y hagan la cuenta. Su vecino de asiento es un sindicalista que va a la reunión interprovincial del sindicato, con lo que la repercusión en la productividad es nula o casi, tanto si va a Madrid (que, por cierto, es el único lugar al que va el AVE) como si no va. En el otro asiento hay un cura, de acción muy provechosa para el alma de su tía Angelita, necesitada de confesión y consuelo, pero con poca incidencia en el PIB nacional. Más allá hay un grupo de jubilados cuyo ahorro de tiempo afecta sólo a la siesta del vigilante del Museo del Ejército y los dos comerciales del final están cerrando tratos y arreglando la agenda a voces por el móvil, para fastidio de los demás y dure lo que dure el trayecto. En cuanto al empresario de delante…, ese va echando la siesta, con lo que no le vendría mal que el viaje durara algo más para así aumentar la productividad tras el descanso.


Román Rubio
Febrero 2017

lunes, 20 de febrero de 2017

PRENSA AMIGA

PRENSA AMIGA

Como a la mayoría, me gusta leer la prensa “amiga”, la que que afirma en sus editoriales y colaboraciones mis propios postulados. Mis articulistas favoritos son aquellos dotados para decir con precisión y elegancia lo que me habría gustado decir a mí mismo pero mejor dicho, y todavía mejor si aciertan a enunciar cosas que solo intuyo, sin haber llegado a formulármelas del todo. Un amigo mío me hizo ese comentario acerca de un libro que yo había escrito y me resultó altamente satisfactorio.

Ahora bien, no soy de los que “solo” gustan de leer la prensa amiga desechando los artículos de los del otro bando, (suponiendo —de manera muy simplificada— que haya dos bandos, y no veintisiete, en el espectro ideológico político y sociológico nacional). O ¿acaso no es estimulante escuchar por la radio o leer en el periódico a quien se encuentra en  las antípodas de tus  propias posturas? Hace unos años usaba el coche a diario para ir a trabajar. Por las mañanas tenía sintonizadas la Ser del gran Gabilondo y la Cope del gran villano y brillante falseador de las ideas y los hechos Jiménez Losantos. Tan rico me resultaba el análisis pausado, progresista a la vez que conciliador, moderno y moderado del vasco, como el discurso montaraz, faltón, falaz y mentiroso del aragonés, que atribuía día sí día también la autoría de los atentados del 11M a un plan de Rubalcaba, ETA y el Reino de Marruecos. Sin cortarse lo más mínimo. Cuando intervenía P.J. Ramírez (el otro gran espadachín de la distorsión de la verdad adaptada a la propia conveniencia) ampliaba el espectro incluyendo a los policías que le habían (supuestamente) grabado con Exuperancia.  El acuerdo, la disensión, ¿qué son sino las dos caras del argumento?

Acabo de leer la misma reflexión del filósofo liberal Isaiah Berlín en boca de Sir Henry Hardy, su editor. Según éste “a Berlin le resultaba aburrido leer a la gente con la que estaba de acuerdo, tenía más interés en conocer a aquellos con los que disentía”. La opinión distinta o contraria, estimula las ganas de polemizar y enriquecen los argumentos para quien gusta de  la polémica y la discusión.

Para quienes son de mi ciudad y comparten querencia por escuchar al contrario quizá tengan, como yo, la afición a hojear en los bares el diario Las Provincias, de ideología conservadora y por tanto en apoyo de postulados costumbristas, folklóricos, catolicistas, anticatalanistas, anticiclistas y hasta antipeatonales si se trata de coartar la libertad del uso del coche privado. Además de las esquelas (siempre interesantes en el ámbito local) quizá valoren como yo las secciones más carcas guardadoras de las esencias como es  El Cabinista —espacio de colaboración de los lectores—  y sobre todo, la ya desaparecida  La gota, en donde Mª Consuelo Reina (¡ay!, cómo te echo de menos) condensaba en unas pocas líneas todo lo pijoprovinciano, carca de luxe, casposillo descarado,  pequeñoburgués, antiprogresista, inmovilista, paleocristiano, desarrollista y anticatalán del acervo del cap i casal. Una gozada.

Román Rubio
Febrero 2017

miércoles, 15 de febrero de 2017

PATANES

PATANES

Que Donald Trump es un patán no es decir nada nuevo. El otro día, otra vez, dio muestras de su zafiedad en la recepción que hizo al Primer Ministro japonés Shinzo Abe. Como todo el mundo sabe, los japoneses no se tocan, o lo hacen muy poco y en circunstancias restringidas. El saludo, arraigado e importante en un pueblo cortés como es el japonés, lo solventan con una reverencia en la que el ángulo de inclinación y el tiempo marcan el grado de respeto hacia el otro y la posición social y de respeto. Aún recuerdo un testimonio de una japonesa casada con un español que escuché hace tiempo en la radio relatando  la vergüenza que sufrió su padre, campesino del interior, cuando, en el aeropuerto de Tokio, se vio abrazado y besuqueado por un cristiano de Lleida que acabaría convirtiéndose en yerno. El porqué ella no había advertido al catalán es algo que no explicó o yo me perdí.

Los japoneses, como personas educadas que son, cuando salen a los países occidentales dan la mano por aquello de respetar las costumbres locales pero lo hacen con reparos y poca familiaridad y destreza. Pues bien, no hace mucho que el Gran Patán del Tupé Inverosímil retuvo apretujada la mano del japonés durante, ni más ni menos, que 17 segundos. La sensación de tener la manaza del millonetis en tu propia mano debe ser desagradable. Si la acción se demora durante diecisiete segundos se me antoja insoportable y si encima eres japonés… entonces ya se convierte en un absurdo y cruel castigo, como se deduce de la cara del nipón al verse liberado del abrazo del oso blanco. Me recordó la expresión que se le quedaba a Angela Merkel, la hija del pastor prusiano, en sus primeras salidas al extranjero y era besuqueada por tipos como Sarkocy y otros babosos meridionales.

Entiendo que la delicadeza tiene que ver con la sensibilidad. A menudo, la sensibilidad viene potenciada por la cultura y el cosmopolitanismo y muy a menudo la cultura va acompañada de la lectura, de los libros. Y Trump ha confesado que él no lee. No tiene tiempo. A la pregunta de cuáles son sus libros favoritos contestó que la Biblia (jeje) y Sin novedad en el frente de Erich María Remarque, pero fue incapaz de señalar un pasaje, cita o referencia de ninguno de los dos, pues, según él, solo ha leído algún pasaje.

Se atribuye a George W. Bush la frase: “Una de las mejores cosas de los libros es que a veces tienen bonitas ilustraciones” lo que da idea de la afición lectora de otro presidente de una nación en la que ha habido alguno en el cargo que, como Obama, han sido no solo lectores, sino escritores de mérito.

Y es que, entre los republicanos del país norteamericano la defensa de las armas, el creacionismo como explicación del mundo y la privación de servicios sanitarios gratuitos a gran parte de la población parecen estar más en boga que la lectura y los resultados son los que son. Miriam “Ma” Ferguson fue Gobernadora de Texas en los años 20 y descartó introducir la enseñanza bilingüe inglés-español en su estado con el argumento de que “si el inglés le bastó a Jesucristo, también le bastará a los niños texanos”. Pues eso.


Román Rubio
Febrero 2017

martes, 14 de febrero de 2017

LOS QUE DAN Y LOS QUE TOMAN

LOS QUE DAN Y LOS QUE TOMAN

Correa, Crespo y el Bigotes lo tienen mal. Han sido enviados a prisión sin esperar a la resolución del Tribunal Supremo. El Tribunal Superior de Justicia Valenciano le ha impuesto una pena de trece años a cada uno de ellos por una de las ramas  del llamado caso Gürtell. Se trata de la asignación a la empresa de Correa del diseño, montaje y gestión del pabellón valenciano en la feria Fitur de Madrid entre los años 2005-2009. El tribunal valenciano considera probado que los contratos de adjudicación para la feria madrileña y otras menores estaban amañados y se trataban de “un mero subterfugio para directamente apropiarse de los caudales públicos”. Junto a los miembros de la Gürtell han sido condenados cinco antiguos integrantes de la Agencia Valenciana de Turismo, incluidos la que fuera Consejera de Turismo Milagrosa Martínez (a nueve años de prisión y 27 de inhabilitación) y su exjefe de Gabinete Rafael Betoret (seis años de cárcel y 17 de inhabilitación). Dados la magnitud de la pena y las características de los inculpados, es muy probable que el tribunal los envíe directamente a prisión, para evitar posibles huídas de la justicia. En el momento de escribir este artículo aún no se sabe lo que decidirán los jueces respecto a Milagrosa y Betoret.

No siento ninguna pena por los correas, bigotes, crespos y demás. Vi en su momento en televisión una entrevista a El Bigotes y descubrí a un ser desagradable, chulo, faltón y  violento, amante del lujo y poseedor de una de las cualidades que más detesto en las personas: su docilidad, connivencia y peloteo con el poderoso y  altanería y dureza con el débil. Un bicho.

Por otra parte, aunque resulte retórico y manido, respeto las condenas que imponen los jueces, no por acatamiento a la autoridad —que también— sino porque son ellos (los jueces) quienes disponen de todos los datos y testimonios que les permiten reconstruir los hechos y formarse un juicio.

Y dicho esto, desde fuera, hay algo de esta sentencia y otras similares que no entiendo y que me hacen estar de acuerdo con el abogado de Crespo cuando dice que es injusto  que las penas sean más duras con quien se beneficia de un delito (su cliente) que con quien lo comete (la Administración). Si el objetivo de las adjudicaciones no eran sino “un mero subterfugio para directamente apropiarse de los caudales públicos”, ¿por qué se castiga con más dureza al empresario que va a obtener beneficios para su empresa que al guardián de los caudales públicos que es, en definitiva, el responsable de la adjudicación? Imaginemos que tengo una empresa de servicios y mi compadreo y cercanía con la Administración hace que esta amañe contratos millonarios por trabajos que valen menos o simplemente no se hacen. Si el responsable político está al tanto, participa y hasta cobra él o su partido del engaño, ¿no tendrá este una culpa mayor? ¿Quién tiene la potestad de amañar el contrato, el que da o el que toma? ¿Quién de los dos es éticamente más rastrero, el empresario que hace un negocio redondo con beneficios de un 1.000 por cien o el político que, a sabiendas, lo paga con caudales públicos?

Ya digo, los jueces sabrán. Algo debe de haber que yo desconozco, pero con los datos que me da la prensa, la Consellera de Turismo, el Presidente del Consell de la época y toda la camarilla son los verdaderos villanos y son ellos quienes deberían tragarse la píldora que se van a tragar Correa, El Bigotes y compañía .

Román Rubio
Febrero 2017

lunes, 6 de febrero de 2017

ESTAR EN TUS ZAPATOS

ESTAR EN TUS ZAPATOS


Contaba Alex Grijelmo en El País del domingo como los populares presentaron su congreso con un cartel que, a pesar de la brevedad y concisión del mensaje, tiene varias incorrecciones que resultan agresiones al buen uso de la lengua española  -o castellana, como prefieran-.

Para empezar, el “España adelante!” lo presentan con el signo de exclamación (solo) al final, lo cual es un descuido garrafal. A ver, yo uso a menudo un único signo de exclamación y/o interrogación en el whatsapp, en los mensajes de twitter o si me apuran, en las entradas precipitadas y cortas de Facebook; como todo hijo de vecino. Es breve y conciso, es cómodo, y casi siempre, preciso. Ahora bien: nunca se me ocurriría suprimir el signo de apertura de la exclamación o la interrogación en un texto destinado a ser impreso, cuanto menos  ilustrando un anuncio destinado a ser visto por miles de personas. Si encima, el letrero sirve para anunciar el congreso del partido que se vanagloria de guardar las esencias de España (y, por tanto, de su lengua) la cosa requiere la concurrencia del juzgado de guardia. Por supuesto, los populares culparon a la agencia de publicidad. Ya saben: el tesorero es el responsable de que haya caja B y la agencia de las faltas de ortografía del cartel, como si este no hubiera pasado antes por la mesa del responsable encargado del congreso. Por cierto, ¿quién era? ¿El inefable Maillo?

Pero continuemos con las objeciones de Grijelmo respecto al cartel. Detrás de la palabra España (como vocativo que es en la frase) debería haber una coma. Lo correcto sería haber escrito “¡España, adelante!” como en la frase “¡Vosotros, sentaos!”. ¿Les parece chocante que en una frase tan corta pueda haber hasta dos faltas de ortografía? Pues no se escandalicen. En el renglón siguiente los populares anuncian su 18 CONGRESO POPULAR cuando todos sabemos que en realidad se trata de su 18º CONGRESO POPULAR, es decir, le falta la (º) que indica el ordinal, indicando que se trata del decimoctavo congreso y no el dieciocho congreso. Y aquí, los españoles debemos admitir que tenemos un problema. Con los ordinales tenemos un problema que no tienen nuestros vecinos.

Por ejemplo: imagínate que has participado en una carrera popular y que has llegado a la meta en el puesto 58. Has llegado, pues, en la quincuagésimo octava posición, lo cual no es un problema si lo dices en la radio, en la televisión o en la entrevista del periódico. Ahora bien, trata de contarles a los de mi pueblo en el bar que has llegado en la quincuagésimo octava posición. Lo más probable es que acabes en el pilón, por pedante y redicho. Algo así como si vinieras de Bilbado de comer bacalado.

Los ingleses lo tienen muy claro. Solo tienen que añadir la terminación “th”  al número cardinal y ya tienen su ordinal para ser usado en el pub local sin riesgo a ser lanzado a ningún pilón. En cuanto a los franceses, lo mismo: la terminación ième hace su función de manera eficaz y sencilla: he llegado en la cinquant-huitième posición, puedes decir tranquilamente en la aldea de Astérix sin riesgo de ser amordazado junto al bardo.

El amigo Marías también dedica su artículo semanal al uso de la lengua y este, como siempre mordaz y cascarrabias. Se lamenta Marías de la confusión que generan los verbos oír y escuchar. Según Marías, este último está invadiendo el campo semántico del primero. Es como si ahora se “escuchase” el despertador o  los ruidos de la obra del piso de al lado en vez de oírse. No sé. Yo no aprecio el cambio. Marías, siempre pendiente al fallo de los demás, sí. Y es que, como buen escritor de éxito vive, quizá, encerrado en el mundo de las palabras y tiene un ego como la pirámide de Keops. Sí que estoy de acuerdo con él en lo ridículo que resulta la adopción de calcos lingüísticos (siempre del inglés) innecesarios y hechos con el exclusivo propósito de sonar más cool. Y cita el ejemplo de “estar en sus zapatos”. “To be in someone else’s shoes”, como todo el que domina algo el inglés sabe, es estar en el lugar, en la piel o en el pellejo de otro. Así, “no me gustaría estar en su pellejo” sería el equivalente a I wouldn’t like to be in his shoes.

Tengo que reconocer que yo tampoco me había percatado de la adopción del calco al español hasta que vi a Dani Rovira, en la ceremonia de los Goya ataviado con zapatos rojos de tacón haciendo alusión al hecho de estar, o no, en los zapatos (o en el lugar o el pellejo) de las mujeres. En ese momento me di cuenta de lo encaminado que iba el maestro Marías. Cascarrabias, sí; pero con pies y con cabeza.
Román Rubio
Febrero 2016