lunes, 20 de febrero de 2017

PRENSA AMIGA

PRENSA AMIGA

Como a la mayoría, me gusta leer la prensa “amiga”, la que que afirma en sus editoriales y colaboraciones mis propios postulados. Mis articulistas favoritos son aquellos dotados para decir con precisión y elegancia lo que me habría gustado decir a mí mismo pero mejor dicho, y todavía mejor si aciertan a enunciar cosas que solo intuyo, sin haber llegado a formulármelas del todo. Un amigo mío me hizo ese comentario acerca de un libro que yo había escrito y me resultó altamente satisfactorio.

Ahora bien, no soy de los que “solo” gustan de leer la prensa amiga desechando los artículos de los del otro bando, (suponiendo —de manera muy simplificada— que haya dos bandos, y no veintisiete, en el espectro ideológico político y sociológico nacional). O ¿acaso no es estimulante escuchar por la radio o leer en el periódico a quien se encuentra en  las antípodas de tus  propias posturas? Hace unos años usaba el coche a diario para ir a trabajar. Por las mañanas tenía sintonizadas la Ser del gran Gabilondo y la Cope del gran villano y brillante falseador de las ideas y los hechos Jiménez Losantos. Tan rico me resultaba el análisis pausado, progresista a la vez que conciliador, moderno y moderado del vasco, como el discurso montaraz, faltón, falaz y mentiroso del aragonés, que atribuía día sí día también la autoría de los atentados del 11M a un plan de Rubalcaba, ETA y el Reino de Marruecos. Sin cortarse lo más mínimo. Cuando intervenía P.J. Ramírez (el otro gran espadachín de la distorsión de la verdad adaptada a la propia conveniencia) ampliaba el espectro incluyendo a los policías que le habían (supuestamente) grabado con Exuperancia.  El acuerdo, la disensión, ¿qué son sino las dos caras del argumento?

Acabo de leer la misma reflexión del filósofo liberal Isaiah Berlín en boca de Sir Henry Hardy, su editor. Según éste “a Berlin le resultaba aburrido leer a la gente con la que estaba de acuerdo, tenía más interés en conocer a aquellos con los que disentía”. La opinión distinta o contraria, estimula las ganas de polemizar y enriquecen los argumentos para quien gusta de  la polémica y la discusión.

Para quienes son de mi ciudad y comparten querencia por escuchar al contrario quizá tengan, como yo, la afición a hojear en los bares el diario Las Provincias, de ideología conservadora y por tanto en apoyo de postulados costumbristas, folklóricos, catolicistas, anticatalanistas, anticiclistas y hasta antipeatonales si se trata de coartar la libertad del uso del coche privado. Además de las esquelas (siempre interesantes en el ámbito local) quizá valoren como yo las secciones más carcas guardadoras de las esencias como es  El Cabinista —espacio de colaboración de los lectores—  y sobre todo, la ya desaparecida  La gota, en donde Mª Consuelo Reina (¡ay!, cómo te echo de menos) condensaba en unas pocas líneas todo lo pijoprovinciano, carca de luxe, casposillo descarado,  pequeñoburgués, antiprogresista, inmovilista, paleocristiano, desarrollista y anticatalán del acervo del cap i casal. Una gozada.

Román Rubio
Febrero 2017

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