PRENSA AMIGA
Como a la mayoría, me gusta leer la
prensa “amiga”, la que que afirma en sus editoriales y colaboraciones mis
propios postulados. Mis articulistas favoritos son aquellos dotados para decir con
precisión y elegancia lo que me habría gustado decir a mí mismo pero mejor
dicho, y todavía mejor si aciertan a enunciar cosas que solo intuyo, sin haber
llegado a formulármelas del todo. Un amigo mío me hizo ese comentario acerca de
un libro que yo había escrito y me resultó altamente satisfactorio.
Ahora bien, no soy de los que “solo”
gustan de leer la prensa amiga desechando los artículos de los del otro bando,
(suponiendo —de manera muy simplificada— que haya dos bandos, y no veintisiete,
en el espectro ideológico político y sociológico nacional). O ¿acaso no es
estimulante escuchar por la radio o leer en el periódico a quien se encuentra
en las antípodas de tus propias posturas? Hace unos años usaba el
coche a diario para ir a trabajar. Por las mañanas tenía sintonizadas la Ser
del gran Gabilondo y la Cope del gran villano y brillante falseador de las
ideas y los hechos Jiménez Losantos. Tan rico me resultaba el análisis pausado,
progresista a la vez que conciliador, moderno y moderado del vasco, como el
discurso montaraz, faltón, falaz y mentiroso del aragonés, que atribuía día sí
día también la autoría de los atentados del 11M a un plan de Rubalcaba, ETA y
el Reino de Marruecos. Sin cortarse lo más mínimo. Cuando intervenía P.J.
Ramírez (el otro gran espadachín de la distorsión de la verdad adaptada a la
propia conveniencia) ampliaba el espectro incluyendo a los policías que le
habían (supuestamente) grabado con Exuperancia. El acuerdo, la disensión, ¿qué son sino las
dos caras del argumento?
Acabo de leer la misma reflexión del
filósofo liberal Isaiah Berlín en boca de Sir Henry Hardy, su editor. Según éste
“a Berlin le resultaba aburrido leer a la gente con la que estaba de acuerdo,
tenía más interés en conocer a aquellos con los que disentía”. La opinión
distinta o contraria, estimula las ganas de polemizar y enriquecen los
argumentos para quien gusta de la
polémica y la discusión.
Para quienes son de mi ciudad y
comparten querencia por escuchar al contrario quizá tengan, como yo, la afición
a hojear en los bares el diario Las Provincias, de ideología conservadora y por
tanto en apoyo de postulados costumbristas, folklóricos, catolicistas,
anticatalanistas, anticiclistas y hasta antipeatonales si se trata de coartar
la libertad del uso del coche privado. Además de las esquelas (siempre
interesantes en el ámbito local) quizá valoren como yo las secciones más carcas
guardadoras de las esencias como es El Cabinista —espacio de colaboración de
los lectores— y sobre todo, la ya desaparecida La
gota, en donde Mª Consuelo Reina (¡ay!, cómo te echo de menos) condensaba
en unas pocas líneas todo lo pijoprovinciano, carca de luxe, casposillo
descarado, pequeñoburgués, antiprogresista,
inmovilista, paleocristiano, desarrollista y anticatalán del acervo del cap i casal. Una gozada.
Román Rubio
Febrero 2017
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