jueves, 30 de marzo de 2023

OBREGÓN

 

OBREGÓN


He estado estos últimos días enfrascado en ocupaciones que me han mantenido bastante alejado del ruido informativo, pero no ha sido posible esquivar el asunto Ana Obregón. Cada vez que pasaba cerca de una radio, televisión, pantalla escrita o conversación ajena, salía el tema. Al abrir la prensa la tarde del jueves me encontré con la avalancha de opiniones sobre el asunto. Todos y cada uno, y aún más, todas y cada una (con razón), tenían algo que decir y a menudo vocear al respecto, así que pensé ¿y por qué no yo?, de modo que evité leer la mayoría de las columnas para contaminar lo mínimo mi opinión y me pongo a la faena.

En primer lugar, por los titulares, me llama la atención el furibundo ataque a la nueva (que no joven) mamá —y no solo por salir del hospital en silla de ruedas, ignorando que es protocolo de la institución— sino por el hecho de que “ella” tenga un hijo gestado por “otra” mujer en régimen de explotación e incluso de "violencia hacia la mujer", como se ha apresurado a denunciar una flamante ministra. Veamos:

Imaginemos que yo soy Ana Obregón, lo que resulta plausible solo por el parámetro de la edad y no por ningún otro. Imaginemos que he perdido a mi único hijo veinteañero tras una larga y cruel lucha contra un cáncer. Por seguir elucubrando, imaginemos que, ante la práctica de un agresivo tratamiento y con la casi certeza de quedar estéril, mi hijo decide congelar esperma, con lo que yo, una mujer rota y sola, veo la posibilidad de que su querido hijo le pueda dejar el regalo de una nieta. Aunque, eso sí, tenga que venir disfrazada de hija. Resulta que tengo posibles y hay países (entre ellos el que fue tratado mi hijo) en los que se puede legalmente “alquilar” un vientre gestante. ¿Qué creen que haría yo? O mejor: ¿Qué haría usted? Yo, la verdad, no lo sé. Primero, porque no tengo un hijo único, segundo porque no he perdido ninguno y tercero porque no soy mujer, pero no descarto que, de haberse cumplido estas condiciones, no hubiera hecho lo que ha hecho Ana.

Como comprenderán, este escenario me lo acabo de inventar y que no tengo hilo directo con la artista, solo lo expongo como una posibilidad (por otra parte, plausible) para hacerles pensar que no conocemos las circunstancias personales de la gente y, por tanto, juzgar, como lo hacen tantas ministras, columnistas y demás catequistas. No es más que otra muestra de arrogancia de los Administradores del Bien y del Mal, que nos tienen acostumbrados a tantos sermones, siempre en la posesión no solo de la Verdad sino de la Justicia, la Comunión de los Justos, el Perdón de los Pecados y la Vida Eterna, Amén.

Y no es que uno esté a favor de la concepción subrogada; lo que está uno es en contra del juicio permanente sobre cómo se deben conducir los demás por quiénes sin saber prácticamente nada, creen saberlo todo.

Ahora, veamos la otra parte: “la otra”. La que presta su cuerpo para llevar un embarazo por encargo. Unos condenan el hecho de que algunas mujeres lo hagan por dinero, y la mayoría las consideran víctimas de la necesidad y la pobreza. Y tienen razón: ¿quién, si no, se va a prestar a tan traumática experiencia por el amor al arte? Pero, ¡ojo!, ese dinero que algunos ven como las moneda de Judas, no sabemos de qué pozos negros sacan a esas personas ni qué soluciones les aportan. Es muy fácil tirar piedras desde la comodidad de quién se puede permitir parir niños, contratar ayuda para cuando estos tiene fiebre y elegir colegio (con preferencia con comedor y transporte).

Jesucristo no habría lanzado piedras. Ni a la Obregón ni a “la otra”. Otras, en cambio, sí. Porque ellas poseen la Verdad, solo la Verdad y nada más que la Verdad. Y han venido al mundo para hacérselo saber al resto de los mortales.

Román Rubio

Marzo, 2023

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viernes, 24 de marzo de 2023

TRAICIÓN

 

TRAICIÓN


Para Dante, el pecado más abyecto es el de traición, de ahí que los traidores ocuparan el noveno y último círculo del infierno en donde se congelaban sumergidos en un lago helado tipos tan infames como Caín, Bruto o Judas Iscariote. El primero, por haber matado a su hermano y tratado de engañar a Dios; el segundo, por haber traicionado a César, cuando este había sido su protector y hasta bien podía haber sido su padre, siendo como era el amante de su madre. El tercero, Judas, por haber vendido a su líder y maestro, Jesucristo, por treinta monedas.

La suerte de Caín, tras la maldición de Yavhé, es confusa. La de los otros dos es más bien mala: el romano se suicidó lanzándose contra su propia espada años después tras su derrota por Marco Antonio en la batalla de Filipos. En cuanto al discípulo de Cristo, hay división de opiniones: según el Evangelio de San Mateo (Mateo 37:5), avergonzado y arrepentido de su villanía, quiso devolver las monedas, que no fueron aceptadas por los pagadores, las tiró al suelo del templo para ver de mitigar el remordimiento y acto seguido se ahorcó. Según la versión de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1:18), compró un terreno con el botín y allí, de acuerdo con el relato de Pedro, “habiendo caído de cabeza, reventó y se le salieron todas las entrañas”, lugar aún hoy conocido con el nombre de "campo de sangre" y dedicado al uso de cementerio de extranjeros y peregrinos durante muchos siglos.

En el año 1904 se descubrió en Egipto el códice de papiro de Beni Masar, y en él un texto conocido como El Evangelio de Judas, que no es tal, sino una serie de (supuestos) diálogos entre Judas y Jesús (por cierto, los dos únicos judíos del grupo, ya que los otros eran galileos) en el que se afirma que, de entre todos los discípulos, es Judas el único que entiende con precisión las palabras de su maestro. Al traicionar a Jesús, el traidor no hizo sino cumplir con el propósito de Dios. “Pero en cuanto a ti, tú harás más que todos ellos, pues ofrecerás en sacrificio al hombre que me sirve de envoltura carnal”, llega a decirle Jesucristo a Judas en ese Evangelio de quita y pon.

Ya ven, hay versiones para todos los gustos. Y entre ellas, las de los beneficios de la traición.

En esto estaba pensando yo el otro día cuando leí una entrevista a Javier Cercas en la que señalaba algo de Perogrullo, pero que, como tantas otras verdades, hace falta que alguien te lo señale con el dedito.

El 23 de febrero de 1981 (23F) el teniente coronel Tejero entró en el Congreso de los Diputados y al grito de “Quieto todo el mundo”, sólo (permítanme la licencia de la tilde) hubo tres personas que se mantuvieron erguidas: El Presidente del Gobierno, Adolfo Suarez, el Secretario General del Partido Comunista, Santiago Carrillo, y el Ministro de Defensa, Gutiérrez Mellado.  Los tres, grandes traidores: El primero (Suárez) traicionó los principios del Movimiento al que había pertenecido toda su carrera y había jurado lealtad; el segundo (Carrillo) a la doctrina comunista, aceptando nada menos que la bandera rojigualda y la monarquía constitucional y el tercero (Gutiérrez Mellado) a sus compañeros de armas, que en sus altas esferas estaban por el golpe.

Que Alá bendiga a los traidores (a algunos, claro).

Román Rubio

Marzo 2023









martes, 14 de marzo de 2023

LA FERIA DE LAS VANIDADES

 

LA FERIA DE LAS VANIDADES


https://youtu.be/kHqNMD3wyIQ

En tiempos pretéritos solía empaparme más o menos de la ceremonia de los Oscar. No porque me interesaran los agradecimientos a las mamás, los papás, los hijos y las hijas,  los miembros del equipo, los contendientes, la raza (siempre que fuera minoritaria), el género (siempre que fuera el femenino) o las patrias —cosas todas ellas que considero de mal gusto expresar en público, de manera tan oportunista y explícita, y que además me importan un bledo—,  sino por razones de trabajo en el teaching bussiness, ya que lo usaba con mis alumnos en clase, dado que vienen a expresarse todos en inglés.

 Este año, quizá por el escaso interés que despertaban en mí las películas o disuadido por la vergonzosa escena del galardonado del año pasado cuyo nombre prefiero omitir, no he visto nada de la ceremonia de los Oscar. Bueno, casi: no he podido evitar ver en la prensa el vídeo de la criticada y divertida entrevista que Ashley Graham hizo a Hugh Grant a la entrada del teatro y por la que las almas cándidas han puesto al actor de vuelta y media.

El contexto es el siguiente: una modelo superguapa con un cuerpo que le permite publicitar tallas grandes (un encomiable guiño del mundo del cine a la diversidad, heterogeneidad, pluralidad, o como quieran ustedes llamar), vestida con una especie de salto de cama negro, con sus amplias y estudiadas transparencias, toda sonrisas y vana superficialidad, entrevista a un zorro inglés de esmoquin, que está a la vuelta de casi todo, poco dispuesto a seguir el hilo de las trivialidades inanes que le propone la americana. ¡Ay, estos ingleses! ¡Si no existieran, habría que inventarlos!

Empieza la mujer preguntando al raposo de Hyde Park qué es lo que le gusta del hecho de venir a los Oscar, ante lo que este, desconcertado, le dice con retintín que es fascinante, que toda la humanidad parece estar allí y bla, bla, bla, bla, haciendo referencia a Vanity Fair (La feria de las vanidades), la famosa novela de Thackeray que satiriza la sociedad inglesa de la época victoriana cegada por la vanidad. La entrevistadora (poco versada, al parecer, en literatura inglesa del siglo XIX) entiende que el actor se refiere a la fiesta que la revista del mismo nombre da después de la ceremonia y contesta con no se qué de relajarse y pasárselo bien, para desconcierto del inglés. Algo así como si yo le hablo a usted de Fortunata y Jacinta y usted entiende que me refiero a las primas del pueblo.

El resto de la conversación se desarrolló en los siguientes términos:

A.G. ¿Qué es lo que más te apetece ver esta noche?

H.G. ¿Ver?

A. G. Sí, bueno, sé que probablemente has visto algunas películas. ¿Te emociona ver ganar a alguien?¿Tienes tus esperanzas puestas en alguien?

H.G. Eh, eh, (tocándose la nariz y mirando a Texas). No, nadie en particular.

A.G. Bueno, ¿y que llevas puesto esta noche?

H.G. Sólo mi traje.

A.G. ¿Tu traje? (aparentando sorpresa), ¿Y quién te lo hizo? Tú no lo hiciste, ¿no?

H.G. No recuerdo. Mi sastre.

A.G. Es O.k. Saludos al sastre. Dime, ¿qué se siente al estar en Glass Onion? Fue una película increíble. De verdad que me encantó. Me encantan los thrillers. ¿Es divertido rodar algo así?

H.G. Bueno, apenas salgo en ella. Salgo unos tres segundos.

A.G. Sí, pero aún así, apareciste y te divertiste, ¿no?

H.G. Eeeeh, casi.

Habida cuenta del éxito de la entrevista, la modelo devolvió con gran contento la conexión al estudio central, mientras el actor hacía un gesto de enorme alivio. A continuación, como aquel valentón sevillano, caló el sombrero, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

Román Rubio

Marzo 2023

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martes, 7 de marzo de 2023

GUIRIGAY

 

GUIRIGAY


Recuerdo la primera vez que oí esa palabra en boca de un maestro refiriéndose al vocerío y alboroto en una clase de primaria tras el recreo. Otros lo llamaban “algarabía” o “jaula de grillos”.

Últimamente, muchos gurús que escucho en las tertulias radiofónicas y otros contextos de lucimiento de los espadachines del verbo gustan de usar estos términos cuando se refieren al Internet, a las redes sociales y al recién llegado a la fiesta: la inteligencia artificial (IA). Echan pestes de la web mundial culpándola de ser un altavoz para las mentiras, añorando un mundo en el que La Verdad (el mayor problema al que se enfrenta la filosofía, según Kant) dominaba el planeta. 

¿Y qué es lo que añoran estos Voceros de la Verdad? ¿Un mundo dominado por cuatro o cinco grupos de comunicación señalados por el dedo divino para determinar lo que era o no cierto y que les permitían a “ellos” tener la exclusiva de la difusión de la veracidad?  

Es cierto que el nuevo contexto, que da la posibilidad de “publicar” a todo el mundo, crea una especie de Biblioteca de Babel en la que, por estar todo, la verdad se muestra esquiva, pero estar, está. A usted (y no a Cebrián, Pedrojota, Losantos, la Conferencia Episcopal y cuatro más) le corresponde encontrarla.

Pongamos por ejemplo la sopa de ajo. Si quiero elaborar tal delicioso platillo recurro a Google o Youtube. Allí encuentro a Arguiñano y me da una receta, la abuela de León me proporciona otra y el cocinero de Zamora una tercera y yo hago probablemente una diferente, habiendo oído a los tres. Y el que dice sopa de ajo dice poda del ciruelo o medidas contra la gentrificación.

¿Y cómo se comportan los grandes grupos filtradores de la Verdad?

En La Vanguardia del domingo, John Carlin cuenta cómo la cadena Fox, propiedad de Rupert Murdoch (ese que en su día contrató a Aznar) y altavoz de Trump en EEUU, denunció una y otra vez el fraude ocurrido en el recuento de votos en las últimas elecciones a la presidencia de EEUU. Nadie en la cadena creía que esto fuera cierto y sin embargo era la postura que defendían en público una y otra vez. Machaconamente.

Los abogados de Dominion, la empresa encargada de proveer las máquinas de recuento de votos, han demandado a la cadena y recogido cantidad de testimonios en su defensa. Ejecutivos de Fox y conductores de informativos calificaban en privado las teorías de Trump como “alucinantemente chifladas”, “mierda absoluta” y “totalmente ajenas a la realidad”, mientras, sin despeinarse ni un poco, las defendían una y otra vez en pantalla; entre ellos el superfamoso presentador Tucker Carlson, que en privado confesó: “odio esta mieda”, refiriéndose a la bazofia trumpista, mientras apoyaba el despido de una reportera que osó poner en duda en pantalla las teorías del fraude. Carlson llegó a decir de ella en un mensaje: “Esta loca está dañando la empresa. Nuestro valor en bolsa está cayendo. Esto no es broma”. Para que vean cuál es el mundo de la edición profesional de los medios de comunicación establecidos, vigilantes de la Verdad.

Claro que, esto ocurre porque se trata de los EEUU y allí ya se sabe… ¿Se acuerdan cuando una cadena de radio y un periódico, se empeñaron en que los atentados de los trenes madrileños fue obra de ETA en connivencia con Rubalcaba y los servicios secretos marroquíes? ¿Cómo lograron convencer a cientos de miles de ciudadanos con tan burda y maliciosa mentira? Pues, sencillamente porque les contaban aquello que querían oír, y no hay mensaje más grato que ese.

Los nostálgicos del mundo anterior pueden cantar misa. Yo, por mi parte, estoy muy agradecido a este mundo del guirigay y doy la bienvenida a la Inteligencia Artificial. En primer lugar porque la mía es más bien escasa, en segundo porque me permite publicar mi propia bazofia sin que me inspeccione un obispo y en tercer lugar porque he encontrado una forma de hacer una sopa de ajo decente.

Román Rubio

Marzo 2023

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