jueves, 30 de julio de 2015

DOBLAJES

DOBLAJES













Nueva Zelanda es un país lejano, lo que, dada la forma esférica del mundo, es un contrasentido;  como dijo el torero de Triana tras torear en Bilbao: “Sevilla está donde tiene que estar, lo que está lejos es esto”. Hay un geocentrismo muy aceptado. En los mapas mundi  Europa está en posición central; a la derecha el oriente (Asia) y a la izquierda el oeste (América). Para algo debe servir el haber inventado la cartografía. He visto alguna vez algún mapamundi con América en el centro, pero es un fiasco. A un lado Europa y al otro un enorme vacío azul (el Pacífico) y la punta de un continente (Asia). A pesar de  los mapas, los americanos se ven en el centro del mundo: a un lado Asia, al otro Europa y allá a su frente, Oklahoma. No sé cómo dibujan los mapas los neozelandeses, nunca he estado allí, pero me temo que usan el punto de vista europeo, con lo que están  resignados a verse en un rincón del mundo.

 Son anglosajones de origen en su mayoría y hablan inglés, lo que es bueno para jugar un papel en el teatro del mundo y corrige en gran medida la frustración de estar en el rincón del mapa que les hace estar cerca de… Australia, otro outcast.

Me consta que es un país precioso. La isla sur está recorrida por los Alpes neozelandeses y el extremo sur de la isla, Fiorland, goza de un paisaje de fiordos similar al de Noruega. Fue, sin duda, la espectacularidad de sus paisajes el motivo decisivo por el que se decidió rodar allí la saga cinematográfica de “El Señor de los Anillos” y eso es algo de lo que los neozelandeses están orgullosos, eso y su equipo de rugby, los All Blacks, que con su danza guerrera tratan de intimidar al adversario, algo que, a tenor de los resultados, consiguen a menudo.

Me contaba un natural del país, orgulloso, alguna peculiaridad del rodaje de las películas, lo que allí supuso un acontecimiento nacional y en especial lo relativo al acento (o acentos) del inglés. No he visto las películas en versión original –ni dobladas, a no ser por los inevitables retazos en la tele- pero me he documentado. En primer lugar, los americanos, que por estar acostumbrados al cine en su acento propio parecen no admitir otro, se olvidan de su preferencia en cuanto tratan temas medievales. Para los de Kansas o Idaho el inglés británico y sus múltiples variedades regionales da sentido a historias de espadas, reinos, magos y sortilegios, de modo que los productores contrataron a Andrew Jack, un especialista en dialectos del inglés muy conocido a ambos lados del Atlántico para asesorar en el tema de las hablas y hacerlo acorde al espíritu de las novelas de Tolkien, filólogo él, por cierto.



Así, los Hobbits hablan con acento de Gloucestershire, dándoles un cierto aire rústico e intemporal respetando en el habla las diferencias de clase, en Gondor se habla con acento RP (inglés BBC) con un toque del norte de Inglaterra y en Rohan una mezcla de ambos. Los Orcos, con lenguaje gutural que expresara su maldad,  se les hizo hablar con acento “cockney”, dándoles un aire urbano distinto a la idea inicial, y así todo: extremadamente cuidado.





Nosotros, en España, somos también muy cuidadosos en cuanto al lenguaje (acento más bien) de las películas, le dije al antípoda. No admitimos un acento que no sea el español, o lo que, a fuerza de películas y uso en medios de comunicación, identificamos como español neutro. De hecho, las películas americanas tienen que ser dobladas dos veces: al español de España y al de Latinoamérica. Podemos ver de buen grado películas de autor mejicanas, argentinas o cubanas en su sonido original pero la idea de ver cine de aventuras, comedia romántica o thriller de Hollywood con acento mejicano o puertorriqueño nos produce cierto rechazo, cosa de telenovela, de poco valor artístico. En Hispanoamérica, sin embargo, han sabido encontrar un acento neutro “latino” que les viene bien a todos usando actores de doblaje de los distintos países y siendo cuidadosos con los modismos. Y me pregunto yo: ¿qué tendrá el español de  España, o ese que se usa en los doblajes y que solo una parte de los españoles habla que lo hace inaceptable para los latinoamericanos? ¿Qué connotaciones tiene para un mejicano o chileno esa lengua de España, ese castellano que prefiere doblar las cintas en una especie de lingua franca latinoamericana?, ¿tan agresivo le resulta? Y nosotros, ¿podríamos acostumbrarnos a la versión latina de nuestra propia lengua en el cine sin que desvirtuase la calidad de la cinta? Solución: la V.O. (versión original) y de paso mejoramos nuestras lenguas extranjeras, que tampoco nos vendría mal. Eso, o doblarlas con acento catalán, para pasmo de muchos.

Román Rubio
#roman_rubio
Julio 2015 

domingo, 26 de julio de 2015

DE SÍMBOLOS Y ADULADORES

DE SÍMBOLOS Y ADULADORES

Ha llegado una nueva corriente. Junto a los booktubers, los fanfics, el aquabiking y las pobladas barbas de colorines: el repudio a los símbolos monárquicos por parte de los nuevos administradores municipales y ¿pronto? autonómicos; porque, háganme caso, estas cosas se reproducen como los vídeos de gatitos y bebés en las redes sociales.


La alcaldesa de Barcelona ha mandado retirar el busto del Rey ¿en excedencia? Juan Carlos I del Salón de Plenos del Ayuntamiento de la ciudad. La sustitución por un retrato del nuevo Rey Felipe VI que de manera voluntariosa había hecho un tal Alberto Fernández Díaz, del PP y hermano del Ministro del Interior, que –como Aute-, pasaba por allí, no ha surtido efecto. No sé qué se exhibirá en el lugar, si es que se exhibe algo. En A Rúa (Orense) la alcaldesa del BNG lo tenía más claro: tras quitar del sitio acostumbrado el retrato del Rey, colocó en su lugar el mapa de Galicia. Bravo, alcaldesa: a ti nadie podrá acusarte de sectarismo, y no como a la regidora de Moreña (Pontevedra), de tu mismo partido, que cambió el vituperado retrato del Rey cazaelefantes por el de Daniel Rodríguez Castelao, histórico nacionalista gallego o al alcalde de Cádiz, que nada más coger la vara de coger higos quitó el retrato del Rey Juan Carlos para colocar en su lugar el de Fermín Salvochea, alcalde anarquista de la ciudad durante la I República.

El Ayuntamiento de Moncada i Reixach (Barcelona) decidió en pleno retirar el retrato del Rey de no sé qué dependencia municipal y el Ayuntamiento de Zaragoza ha decidido cambiar el nombre del Pabellón Príncipe Felipe por el del héroe del baloncesto local Luis Albós. Así están las cosas de momento, pero sospecho que pronto se extenderá la mancha de manera más o menos general, porque como todos sabemos, así funcionan esto, antes y después de que Ortega lo formulara en “la Estupidez de las Masas”.

Me parece inmerecido. Ni Juan Carlos , más o menos garante de y trabajador por la democracia,  ha hecho nada que merezca el repudio de la ciudadanía, aparte de unas canitas al aire que resultan hasta entrañables, ni tampoco Felipe VI, con lo fino que es y lo elegantes y dignas que quedan sus presentaciones por ahí por el mundo: estoy pensando en la presentación del Madrid Olímpico (en inglés) o la alocución (en francés) a la Asamblea Nacional Francesa, sin punto de comparación con las lamentables apariciones de  nuestros próceres electos, catalanes incluidos.

Totalmente inmerecido. Pero ¡cuidado! Más inmerecido aún me parece que la mitad de los pabellones de deportes –como el de Zaragoza-, teatros de nueva construcción, plaza de toros portátil, y ronda urbana se tengan que llamar con apelativos reales. ¿A qué viene esa pobreza intelectual, ese vasallaje, esa mediocridad, esa pleitesía de remota provincia de nominar a todo lo que se mueve con nombre de Rey, Príncipe, Princesa o Infanta?


En mí país (Valencia), gobernado en los últimos años por los campeones del vasallaje, la miseria intelectual y la pleitesía gatuna –de esa que produce ronroneos cuando se les pasa la mano por la espalda- han tenido la original mediocre y aduladora idea de llamar Príncipe Felipe a un museo –pretendidamente de las Ciencias-, Juan Carlos I a una marina portuaria, Reina Sofía a un teatro de la ópera y, como parece que no habían hecho bastante la pelota a la familia borbónica… Príncipe Felipe, de nuevo, a un Centro de Investigación que, por lo que leo en la prensa, está medio desmantelado.

¿Es que estos insectos que nos han gobernado durante tantos años no tenían medida ni eran capaces de poner límite a la desfachatez de la servil adulación? A veces me he preguntado cuál era realmente el motivo por el que estos personajes -es hora de decirlo, del PP- podían llegar a ser tan patéticamente melifluos y pelotas. Creo que la razón final es tan simple y trivial como que querían codearse con la realeza. Creo que el político local pensaba –y a menudo acertaba- que si ponía Reina Sofía de nombre a alguna cosa, esta –la reina- vendría y ella –alcaldesa de pro- tendría la ocasión de estrenar ese vestido nuevo y compartir mesa y mantel con tan regia visita. Además de que la asistencia podría ayudar a la publicidad del inútil chiringuito al tiempo que a ella le proporcionaba votos de sus semianalfabetos votantes, contentos de que sus autoridades “sepan poner su tierra en el mapa”. Tal ha sido la miseria moral e intelectual de nuestros líderes (y gran parte de nuestro pueblo).

Lamento que retiren las imágenes y los nombres de los borbones. En su momento me lamentaba, junto con muchos otros, que los usaran para museos de la ciencia que podrían llamarse Albert Einstein o Ramón y Cajal; espacios musicales que podrían usar el nombre de Beethoven o Falla y puertos deportivos que podrían ostentar nombres de algún excelente marino español o extranjero.

No me hacían mucho caso cuando denunciaba la abusiva y mediocre tendencia de mis  –lameculos- gobernantes. No me harán ahora, cuando confieso que lo contrario tampoco me hace gracia; lo sé. Algunos parecemos nadar contracorriente. En mi caso, de manera significativa. ¡Miren que auguré que la tablet sería un fracaso comercial por tamaño y prestaciones…!

Román Rubio
#roman_rubio

Julio 2015 

miércoles, 22 de julio de 2015

DEFECTOS Y VIRTUDES

DEFECTOS Y VIRTUDES




Esperanza de vida al nacer







Si tuviera que señalar un punto fuerte de mi país, en comparación con los de su entorno, señalaría el clima de jovialidad y optimismo, casi alegría, que se respira de manera permanente y que se expresa en  esa vida en la calle, en las terrazas de los bares, en donde los ciudadanos charlan alrededor de unas cañas o unos cafés. Eso, y la facilidad de trato que los españoles parecemos detentar de manera natural. Si me preguntan por algo negativo, no tengo duda: el ruido; el ruido constante, innecesario y desconsiderado, zafio e insolente con el que nos regalamos unos a otros a diario: la moto a la que se oye cada cambio de marchas en diez kilómetros a la redonda, la música del coche en el semáforo, el griterío en el bar o restaurante de poco o moderado postín, los altavoces de la verbena de la Virgen del Perpetuo Estruendo, la fiesta infantil de los vecinos, casi cualquier conversación telefónica o cara a cara, cuya exhibición de intimidad trivial y chabacana nos hace sonrojar a quienes, sin poderlo evitar, la escuchamos.

En aspectos sociales y económicos también acostumbramos a compararnos con otros pueblos. En mi país, especialmente los liberales, pero no sólo, gustan de hacer comparación con el mundo anglosajón en general y con los Estados Unidos en particular como paradigma de éxito y cumbre de la civilización. No es que yo no crea que no haya que mirar al gran país del otro lado del Atlántico. Pues claro que hay mucho que aprender de ellos; no hay más que ver la cola de la Embajada de los EEUU en todos los países en demanda de visados. Por lo que a mí respecta, sólo el hecho de la creación y popularización de Internet ya supone motivo de admiración. Ahora bien: “Habrá cosas que hagamos mejor que ellos, ¿o no?” Pongamos algún ejemplo:

Población reclusa



El hecho de que la tasa de población reclusa quintuplique a la española es sorprendente, siendo que la española, de la que no hay demasiados motivos para presumir, casi duplica a la alemana. Las cifras americanas son síntoma de enormes desequilibrios y fracturas sociales, tanto más si tenemos en cuenta los pormenores: uno de cada cien ciudadanos americanos se encuentra en chirona: ¿alguien da más?, el 60% de los reclusos son negros o hispanos; un negro de cada 35, un hispano de cada 88 y un blanco de cada 214 están entre rejas, lo que muestra el fracturado panorama social. Pero es que además si consideramos la población por sexos y edades, las conclusiones son más significativas. Según datos del instituto Pew Center uno de cada quince varones adultos negros está en  prisión, una cifra que asciende a uno de cada nueve en la franja de edad comprendida entre los 20 y 34 años. Demoledor.
 La tasa en sí, no sería significativa si no la relacionamos con el índice de delincuencia. Si este fuera muy bajo podríamos convenir que la prisión sirve de algo, pero ¿es esto así? Tanto el nivel de delitos como, significativamente, el de homicidios supera el de cualquier país europeo y el de Canadá aunque se sitúa por debajo del de la mayoría de países centroamericanos y algunos africanos. Creo, por tanto, que en lo que atañe al delito y a su persecución es la sociedad americana la que debería mirar hacia aquí y no al revés.

Hay otro apartado que a los españoles nos resulta chocante de la sociedad americana. Se trata del hecho de que, teniendo uno de los gastos sanitarios más altos del mundo y siendo el país puntero en investigación médica y farmacéutica, consigan unos resultados tan mediocres en términos de esperanza de vida, lo que muestra, de nuevo, un sistema que deja tanta gente en desamparo. Veamos los datos:


Según datos de la Organización Mundial de la Salud, referidos a 2013, España, con 82 años de esperanza de vida al nacer ocupa el octavo puesto del mundo muy cerca de la cabeza  en una tabla liderada por Japón con 84, lo que da una idea del equilibrio existente entre estilo de vida, hábitos de salud, dieta y sobre todo de calidad y cobertura del sistema sanitario. Los Estados Unidos se ven relegados a un modesto puesto 34 del mundo, a la altura de países muy alejados en términos de renta como Cuba o Costa Rica. Decepcionante; sobre todo si cruzamos el dato con el de gasto sanitario por países.




Según datos del banco mundial referidos al gasto sanitario por países (público y privado) los EEUU gastan anualmente en salud $9.146 por habitante, mientras que los españoles gastamos $2.581 con un resultado mucho mejor si nos atenemos a las cifras de la esperanza de vida al nacer. Esto se puede leer de varias maneras: o la atención sanitaria en los EEUU es incompetente y de ínfima calidad, lo cual descartamos ya que el país acoge la elite de la investigación, o está agarrotada por querellas continuas sobre la cobertura de los seguros o la limitación de la cobertura deja a muchos ciudadanos con los pies fuera de la manta -lo que repercute en muerte prematura-, o la combinación de varios de estos factores. Para poner en contexto los datos de gasto sanitario, véase la tabla del link anterior. Como resumen diré que Francia gasta la cantidad anual de $4.864, Alemania $5006, Reino Unido $3.598, Italia $3.155, Canadá $5.718 y Japón $3.966. Sólo Noruega y Suiza están al nivel de gasto americano aunque todos estos países obtienen resultados mucho mejores en cuanto a esperanza de vida. España, con un modesto gasto que supone la mitad del gasto francés y la cuarta parte del norteamericano obtiene resultados espectaculares. Sigamos pues por ese camino y no nos dejemos llevar por cantos de sirena ni anuncios de neón desde la Ruta 66. Sería nefasto que, en el empeño de copiar todo lo que la cultura mainstream nos presenta, copiemos también lo nefasto.

Román Rubio
#roman_rubio
Julio 2015


domingo, 19 de julio de 2015

JEREMY BENTHAM Y LA LIBERTAD

LA LIBERTAD Y JEREMY BENTHAM

“La libertad del pez grande es la muerte del pez chico”
Isaiah Berlin

Toda ley , por justa que sea, es una infracción a la libertad. La libertad del amante de los toros en las calles (bous al carrer, en mi tierra) es un desastre para el pobre toro que se ve acosado y torturado en público, en ocasiones, hasta la muerte, como el de  Tordesilas, y una agresión a la sensibilidad de tantos ciudadanos que vemos con aprensión como se les pone bolas de fuego en los cuernos haciéndoles huir despavoridos y llevándose por delante, de tanto en tanto, a algún intrépido ciudadano a la enfermería o al cementerio. Hace unos días, un ciudadano francés fue corneado y muerto por un toro en la localidad de Pedreguer mientras filmaba el pintoresco aquelarre. Era la primera vez que el galo presenciaba un “festejo” taurino. Y la última.


La tradición, y la libertad para ejercerla, invitaba en tiempos de los aztecas, del antiguo Egipto y de otras civilizaciones de la antigüedad a la ejecución de sacrificios humanos para aplacar la ira de los dioses y obtener sus favores. Sacerdotes y caudillos locales (aún no se habían inventado los Presidentes de Diputación) ofrecían, haciendo uso de su libertad y en nombre de la tradición, jóvenes doncellas en sacrificio que habrían de servir para que la divinidad llenara sus graneros y se dignara a regar sus campos, lo que trasladado al mundo actual sería algo así como: “la vida de la hija de mi criado por un Mercedes nuevo”. La libertad de algunos faraones permitía que fueran enterrados con sirvientes y ayudantes, de modo que pudieran ser servidos en el más allá. Hasta Abraham fue requerido, de mentirijillas, eso sí, por el temible Yavéh a sacrificar a su único hijo, cosa a la que el Padre de Israel accedió resignado. Las leyes, tácitas o escritas (casi) acabaron con el bárbaro rito, permitiendo el tránsito de la humanidad hacia un mundo mejor. Bueno, en el caso de algunos pueblos como los aztecas la evolución ha sido modesta (nada más que ver los datos de desaparición de mujeres en Ciudad Juárez) pero otros, como los vikingos, pasaron del sacrificio humano a la socialdemocracia de Olof Palme en un plis plas lo que es todo un avance.
Las limitaciones legales al consumo de alcohol han mejorado de manera espectacular el número de accidentes de tráfico, a pesar de que algunos recalcitrantes  defensores de la libertad y la democracia como el señor Aznar se lamenten de que alguien le marque las copas que debe o no beber y cuándo. “¡Reglas a mí”. “No sabe con quién está usted hablando!” La reglamentación antitabaco impulsada hace pocos años en España y que tanta resistencia levantó se ha mostrado tan beneficiosa y de sentido común que sólo los carcas fanáticos desearían volver al estado anterior de bares llenos de humo que impregnaba la ropa. Y esto en un país que, como señalaba en un artículo anterior, estaba acostumbrado a fumar en todas partes: en las aulas, transportes públicos, hospitales, interior de los coches y… dentro de las casas. Ya no de las nuestras sino de las de cualquiera. Y sin siquiera pedir permiso. Se consideraba una cortesía excesiva, rayana con el amaneramiento el hecho de solicitar permiso para encender el cigarro en casa ajena. En mi juventud, no sólo se podía fumar en los autobuses urbanos; recuerdo un cartel en el autobús que rezaba: “Prohibido escupir en el suelo. Multa 25 pesetas”. No sé si estas historias sonarán a las del Abuelo Cebolleta pero dónde quiero ir a llegar es a señalar el hecho de que nuestra sociedad está siempre evolucionando hacia un mundo mejor y que lo que ayer se veía como natural se puede ver hoy como una agresión intolerable a la dignidad humana (o animal)

¿Cuáles son pues los límites de la libertad? El filósofo inglés Jeremy Benham (1748-1832) anduvo dándole vueltas al asunto. Parte central de su pensamiento lo constituye la formulación de la doctrina utilitarista desarrollada en su obra  Introducción a los principios de moral y legislación (1789).
Según esta doctrina los actos e instituciones humanas se pueden juzgar de acuerdo con su utilidad y la capacidad de proporcionar felicidad al hombre y solucionar problemas que causen dolor o malestar. “La mayor felicidad o bienestar para el mayor número de personas” es la medida de lo correcto o lo incorrecto y por tanto, el principio de toda finalidad legisladora.

Sus ideas desarrollaron las teorías de la sociedad del bienestar, (welfarism en inglés), propugnó la libertad individual y económica, la separación de la iglesia y el estado, la igualdad de derechos de la mujer, la descriminalización de los actos homosexuales, la abolición de la pena de muerte y el castigo físico a adultos y niños; fue uno de los precursores de la formulación de los derechos de los animales, además de ser quien ideó el panóptico en arquitectura. Diseñó prisiones que podían vigilarse desde un punto central desde el que se podían ver todas las celdas con la idea de que no sólo la vigilancia sino la sensación de ser vigilado aumentaba la seguridad y la eficiencia.

No sería buen inglés si no añadiera a su  impecable biografía un rasgo de excentricidad, en este caso, simpática y macabra a la vez. Dejó precisas instrucciones en su testamento acerca de cómo proceder con sus restos. Su esqueleto, rodeado de paja y vestido con sus propias ropas, coronado con una reproducción de su cabeza en cera está guardado en una vitrina de uno de los claustros del University College de Londres del que Benham había sido cofundador.







De cuando en cuando su cuerpo se traslada a la sala dónde tiene lugar la Junta de la Universidad para tomar parte en la sesión; “presente pero sin voto”.  Como el toro de la Vega. Ingleses.



Román Rubio
#roman_rubio
Julio 2015





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martes, 14 de julio de 2015

MITOS Y CAMINOS

MITOS Y CAMINOS

Hay caminos verdes que van a la ermita, los hay que no lo son, que se hacen al andar - como estelas en la mar-, hay caminos de gloria, de servidumbre y de perdición; de expiación y de rosas; de espinas y que llevan al Parnaso, a Jerusalén o a Roma (todos ellos); hasta ingenieros tienen, para ellos solos. Los hay que se hacen en tren y van a Oriente (Estambul) y están llenos de lujos y comodidades, asesinos en tweeds y escritoras inglesas machuchas y tramas inverosímiles. Los hay también míticos, que proponen viajes iniciáticos, que son esos viajes en los que uno va siendo una cosa y acaba siendo otra. La superación de las fatigas y dificultades del propio camino (o viaje), el diálogo interior de las largas marchas, el contacto con el extranjero y el beneficio del paisaje ejercen en el alma del crédulo el necesario y sorprendente cambio purificador que le convertirá en alguien más bueno y comprensivo, mejor hijo, padre, esposo y un ser humano más positivo y feliz. ¡Un milagro!


Hay ejemplos literarios que alimentan el mito del viaje iniciático. Está La Odisea, en la que, ante el desafío de Ulises a los dioses, Poseidón le condena a viajar por esos mares. El héroe, en su viaje a Ítaca descubre, entre otras cosas, que inteligencia y sabiduría no son la misma cosa. Otro viajero famoso fue Don Quijote: considerando que el lugar de la Mancha en el que habitaba le proporcionaba pocos alicientes, decidió salir de viaje en un periplo circular y sin mucho sentido, con la esperanza de encontrar en sitios calcados al suyo (bueno, va a Barcelona pero fue antes de las Olimpiadas) excitantes aventuras que aliviaran su tedio además de permitirle hacer un mundo un poco más justo. Ya se sabe: “en cualquier sitio mejor que en casa”.

Pero para caminos de purificación, como mito etiológico de la renovación y tránsito a la perfección humana, el de Santiago (los de Santiago, porque son muchos, en realidad). Y, por supuesto, la Ruta 66 norteamericana, favorita del papanatas cosmopolita.

Como devoto del Camino de Santiago siempre me ha fascinado la motivación que impulsa a las personas a venir de Nueva Zelanda (pongamos por caso) a Roncesvalles, Irún o exótico lugar similar, colgarse una mochila al hombro como penitencia y lanzarse a andar kilómetros y kilómetros, día tras día, tostándose las pantorrillas de pasar muchas horas al día andando hacia el oeste. Al fin y al cabo, yo solo me tengo que desplazar unos cientos de kilómetros para afrontar con talante deportivo y turístico lo que muchos ven como rito iniciático. Allá ellos. Las motivaciones son muy variadas. Una de las más recurrentes (entre jóvenes norteamericanos, al menos) es la de la influencia que en ellos ha ejercido la película El Camino de Martin Shean, que han visionado en el colegio (en la clase de ética, supongo, ¿o quizás en la de geografía?) y en la que el padre transporta hasta Santiago las cenizas del hijo muerto por accidente cuando se disponía a emprender su viaje.


El mito de la Ruta 66 americana es más complejo. Nunca la he hecho, aunque, por azar, he recorrido algunos de sus tramos en el estado de Oklahoma, al que atraviesa de cabo a rabo. Lo encuentro una sosería. En primer lugar, la mayoría de los tramos han desaparecido como tales y han pasado a formar parte en su trazado de las autopistas interestatales que se proyectaron en la época de Eisenhower, a modo de las autobhan alemanas y con el propósito de desplazar tropas en territorio americano en caso de ataque. En segundo lugar, la originaria Ruta 66, que fuera la primera vía (o cadena de carreteras locales) asfaltada que unía el Este con el Pacífico (de Chicago a Santa Mónica) atravesaba todos los pueblos y ciudades del camino. Por razones obvias se construyeron bypass en todas las localidades con lo que, hacer el recorrido original, donde es posible, supone salir de la carretera para atravesar unos anodinos pueblos adormecidos, todos iguales o parecidos para volver a entrar en la aburrida autopista. Y las ciudades… bueno, tendrá usted el privilegio de visitar sitios tan excitantes y llenos de carácter como San Luis y Springfield en Misuri y Tulsa en Oklahoma, además de largos tramos áridos, con sus cactus y todo de la parte (esta no la conozco) de Nuevo mexico, Arizona y California. Eso sí, podrá hacer fotos; muchas fotos: mayormente de neones anunciando franquicias como Taco Bell, WallMart y Burger King o moteles Super 8 o Travelodge, pero también de vetustas estaciones de servicio, moteles con sabor (inhabitables en su mayoría, según relato de Bill Bryson) y de alguna que otra banda de calzonazos exhibicionistas que cabalgan en sus Harleys vistiendo aguerridos cueros y poniendo cara de malos para beneficio del turista, preferiblemente europeo, que son los que más se dejan impresionar, tras los asiáticos. 



El mito de la 66 se divulgó, en parte, por la novela de Steinbeck “las uvas de la ira” que fue llevada al cine en 1940 por John Ford, de fuerte contenido social y en la que rancheros de Oklahoma, tras haber sido despojados de sus bienes por los bancos, viajaban a California en busca de un futuro mejor. Creció con “On the Road”, esa novela que todo el mundo se ha llevado alguna vez de viaje y nadie ha acabado de leer, de Jack Kerouac, considerada la cumbre de la literatura beatnik (por cierto, que Kerouac empezó a escribir la novela en francés –su lengua nativa- y la llamaba, de manera premonitoria, el rollo) y se magnificó con un bodrio de película, Easy Rider, que ha aguantado mal el paso del tiempo y en la que dos motoristas (Dennis Hopper y Peter Fonda) viajan de Los Angeles a Nueva Orleans en busca de… no me acuerdo. No tengo paciencia ni ganas de volver a ver la película para comentarla, de modo que he recurrido a la opinión de mi respetado Boyero, que solo salva de la quema la actuación de Jack Nicholson y la música.

En fin, amigos, que no os garantizo que el hecho de caminar mil kilómetros hasta Santiago o recorrer cinco mil en una chopper o un Toyota alquilado os vaya a hacer mejores personas. Os dará, eso sí, la posibilidad de traeros una concha de vieira y/o montones de llaveritos, abrebotellas y otras quincallas de la Ruta. Y por favor, si alguno de vosotros la ha recorrido y ha sabido ver algo que a mí se escapa, hágalo saber en los comentarios de este mismo blog.
Román Rubio
#roman_rubio
Julio 2005


domingo, 12 de julio de 2015

AEROPUERTOS

AEROPUERTOS











Hay aeropuertos grandes y pequeños, anticuados como el de Tegel en Berlín y O’Hare en Chicago y modernos y sobredimensionados como la T4 de Barajas. Hay aeropuertos sin aviones, como los de Ciudad Real, Castellón y Murcia, aeropuertos con pocos o muy pocos aviones como tantos en España y otros con muchos aviones y pasajeros. Hay aeropuertos, como el de Barajas, Francfurt o Heathrow que son  hubs (donde muchos aparatos medianos alimentan las grandes naves de dos pasillos que sirven los vuelos intercontinentales), los hay de punto a punto y los hay turísticos. El de Alicante es un aeropuerto turístico y de punto a punto, de trajín considerable (próximo a los doce millones de pasajeros al año).

Hace poco que visité la instalación alicantina y, comoquiera que fui a recoger a alguien cuyo vuelo traía retraso, me encontré con cuarenta o cincuenta minutos de plantón de cara a la puerta de llegadas, lo que es ejercicio entretenidísimo para el buen observador de la raza humana (y perruna, ya que de razas hablamos).

Por alguna razón, cada vez que estoy en el área de llegadas de un aeropuerto me viene a la memoria la primera escena de la película  Love Actually, localizada en el aeropuerto de Heathrow y que exhibe las muestras de afecto que allí se profesan gentes de todas las razas, edades y condición en el momento del encuentro o más bien, reencuentro.




En el aeródromo alicantino, el 90% de los vuelos son internacionales, más exactamente europeos, siendo los vuelos nacionales rara avis y los transoceánicos inexistentes. En el espacio de una hora punta como la que yo estuve, se puede dar una secuencia de vuelos del tipo: Liverpool, Luton, Oslo, Madrid, Dusseldorf, Midlands, Glasgow, Leeds, Ibiza, Hamburgo, Bristol, Moscú. La mayoría europeos y dentro de ellos, del Reino Unido.

Los súbditos de su graciosa majestad se muestran allí, en las llegadas, con todo su colorido y peculiaridad. Los vuelos low cost y charters de Thomas Cook y otras agencias de mayoristas traen a millones de ciudadanos con perfiles distintos: está el grupo familiar que viene de vacaciones, está el residente en la costa alicantina que vuelve tras su visita al Reino Unido y está –y éste es mi favorito- el grupo de despedida de soltero/a. Ya saben de qué va eso. Se pueden ver en lugares como Torremolinos, Magaluf y Benidorm o ciudades turísticas como Barcelona. Resultan chocantes cuando se les ve de fiesta por la noche pero, créanme, a las diez de la mañana, en el espacio neutro, aséptico, de un vestíbulo aeroportuario resultan particularmente fuera de lugar, rozando lo grotesco. Se trata de grupos pequeños (de unas cinco o seis personas) o grandes (de treinta o incluso más) que visten una indumentaria uniforme que puede ser una discreta camiseta con letrero, un sombrerito de color rosa con lentejuelas o atrevidas y pintorescas equipaciones. En el grupo –formado por chicos o chicas, nunca mezclados- destaca una persona que lleva un atuendo que lo distingue del look común y suele ir tocado/a por un largo velo, postulándose así, ante los demás como el novio/a. Si la fiesta es masculina, el protagonista gusta de venir vestido de mujer (supongo que hará así el vuelo desde origen, para bochorno de los demás pasajeros) luciendo pelacos en las piernas, enmarcadas estas entre ridícula minifalda y no menos ridículos zapatos ¿cómo no? de tacón alto.

En el vestíbulo del aeropuerto, un individuo local les espera con un cartelito en el que pone algo así como Deborah´s Hen Party (fiesta de las gallinas de Deborah) o Bryan´s stag night (noche del venado de Bryan) que es como los imaginativos y distinguidos súbditos de su majestad llaman a las despedidas de soltero/a, para transportar al animado grupo a sus hospedajes de Benidorm o Torrevieja, en dónde los chicos/as de los suburbios de lugares como Luton, Birmingham o Leicester puedan dar rienda a sus predecibles iniciativas de diversión y jolgorio, frecuentemente ligadas al alcohol y al pseudo-sexo; y digo pseudo pues, aunque contratan toda la parafernalia de stippers, boys, espectáculos eróticos etc, nunca ha llegado a mis oídos que alguien se haya comido un rosco en tales eventos.

Otro elemento a destacar en el contexto de las llegadas aeroportuarias es el  que protagonizan el perro y el amo. Como ya he dicho, muchos de los pasajeros son residentes afincados en  la costa alicantina. Al volver de su visita al Reino Unido, Alemania o Escandinavia, la señora o el señor es recibido en el aeropuerto por su cónyuge o familiar acompañado por la perrita. Créanme: nada más sincero, natural y afectuoso como el reencuentro del viajero/a con el animal. Mientras al marido se le despecha con un desabrido abrazo que se puede interpretar de cualquier manera, al perrito se le dedican los más desinhibidos arrumacos y muestras de amor incondicional. Debo decir que lo mismo ocurre por la parte del perro, que muestra una sincera y noble alegría al ver de nuevo a su amo/a moviendo el rabito y celebrando el simple hecho de verle, de estar juntos de nuevo. Enternecedor el espectáculo de amor puro, sin condiciones, entre perro y amo; y muy revelador.

Mi amigo Lucio de Miguel, hombre de cultura, dicharachero y cierto gracejo me contó en una ocasión la conversación (o monólogo) que había presenciado entre una vecina del barrio y su perro, fuera ya del ámbito aeroportuario. La mujer, en la calle, en un atardecer de invierno, con el índice de su mano derecha levantado, se dirigía al perro, que al parecer no estaba por la labor de caminar, del siguiente modo: “Esto no es en lo que habíamos quedado en casa, ¿verdad?” “Habíamos quedado en que daríamos la vuelta al parque antes de subir a casa ¿o no?” El perro no decía ni mu pero meneaba incesantemente la cola y la miraba fijamente, como si se enterase de todo; o le importase todo un comino. Cosas de perros. Y de ingleses.

Román Rubio
#roman_rubio
Julio 2015

jueves, 9 de julio de 2015

SOBERANÍA

SOBERANÍA
El pasado domingo los griegos votaron “no” a no se sabe bien qué. Bueno, sí: a la oferta de ayuda condicionada de Europa. El lunes, sabiéndose con poco tiempo, los griegos estaban solicitando de Europa ¿el qué? Pues sí: la ayuda condicionada; es decir: el tercer rescate. La situación, de tan absurda, es un atentado al sentido común. Ya sé (no he podido dejar de escuchar y/o leer decenas de análisis) que hay implicaciones de legitimización interna de la postura del gobierno, respaldo a los negociadores para mantener posturas y otras muchas menudencias a considerar, pero ¿hacía falta tanta alforja para tan corto viaje? Al final, te levantas de una mesa de negociación, movilizas a tu país en referéndum para expresar el desacuerdo a las presiones, y al día siguiente pides que se reúna la misma mesa para pedir ayuda. Un despropósito.

Entre los múltiples análisis de la situación que he escuchado o leído, casi ninguno propone soluciones: como dije en un artículo anterior todas las partes saben que los griegos ni “pueden” pagar ya que no tienen la pasta, ni “pueden” dejar de hacerlo ya que esto implica impago, insolvencia y es inaceptable para los acreedores y para los (otros) deudores como España, Italia, Irlanda o Portugal que solicitarían lo mismo acto seguido; de modo que ya me contarán.

Los autores Miguel Oteiro Iglesias y Federico Steinberg, investigadores del Instituto Elcano son de los pocos a quienes he leído una propuesta concreta. Lo que proponen en su artículo de El País de 8 de julio es la constitución de una Comisión Especial Euro-Griega que podría estar formada por 15 miembros parlamentarios (siete griegos y ocho del resto de la eurozona), independiente de los gobiernos y de decisiones vinculantes para el gobierno griego… En fin, whatever works (mientras funcione)… que diría nuestro amigo Woody Allen.








Lo que no ha funcionado es el invento de la troika. El porqué es algo que no entiendo. La constituyen: la Comisión Europea, de la que Grecia forma parte, el Banco Central Europeo, del que Grecia forma parte y el Fondo Monetario Internacional, del que Grecia también forma parte. Aún así, las indicaciones y mandatos de la llamada troika se veían como una intromisión intolerable en la soberanía del país. Y ahí hemos dado en roca: la dichosa soberanía. Una soberanía que usaron ¿para qué? Para incorporarse al euro falseando cuentas públicas (cosa que para diferentes propósitos también ha hecho la siempre gloriosa Comunidad Valenciana), derrochar fondos comunitarios hipertrofiando el sector público (defensa incluida) y endeudarse de manera inaceptable hipotecando el futuro de las –como mínimo- dos generaciones venideras. ¡Viva la soberanía!

Desde que se produjo el advenimiento de la crisis del euro he leído (también) muchos análisis. Unos a favor y otros en contra de la austeridad. Entre estos últimos, la insistente letanía del Premio Nobel de Economía Paul Krugman denunciando el rigor austericida impuesto por Alemania y otros. En lo único que “todos” los analistas están de acuerdo es en señalar la dificultad de que se mantenga la unión monetaria sin implementar una unión fiscal, y ¿qué quiere decir Unión Fiscal si no pérdida de soberanía?

En el año 2005 la Unión Europea hizo un intento de completar su estatus de unión verdadera y propuso la creación y aprobación de una Constitución Europea. La creación del documento (o pila de documentos) ya fue el parto de los montes, dada la complejidad de la Cámara y el proceso de aprobación complejo. Algunos países debían aprobar la Constitución Europea en sus Parlamentos y otros en referéndum, que, a su vez, era vinculante para algunos gobiernos o solo consultivo para otros.

En España se nos convocó a referéndum para el 20 de febrero de 2005. El PSOE, entonces en el gobierno y el PP en la oposición pedían el “sí” de la población. También, aunque de modo reticente,  apoyaban el “sí” CiU, PNV y otros. El “no” estaba defendido por IU, Esquerra Republicana, Iniciativa per Catalunya, BNG y otros. Yo voté que “sí” y fue una de las pocas veces que me signifiqué ante mis compañeros y amigos haciendo campaña. Recuerdo los argumentos del “no”, a menudo mezquinos al estilo del ¿qué hay de lo mío? Los izquierdistas (entre los que incluyo a mi juicioso amigo y filósofo Benito Ledesma, con quién discutí el asunto) se quejaban de que se estaba creando una Europa de comerciantes y no de hombres (y pueblos) libres ¿?; los apologetas de Ejpaña, Ejpaña de la COPE (en la época representada por los espadachines del verbo Jiménez Losantos y P. J. Ramírez) pedían furiosamente el “no” por el empequeñecimiento de España y porque no prohibía expresamente la posible segregación de las regiones (Cataluña). Los independentistas (catalanes y vascos, mayormente) porque la Constitución no manifestaba “de manera explícita” la posibilidad de autodeterminación y segregación de las regiones, la Conferencia Episcopal porque el documento no reconocía la raíz cristiana de la sociedad europea…  Y todos, todos, se lamentaban de la pérdida de soberanía que suponía dejar el control de muchas cosas en manos del Leviatán burocrático de Bruselas. Pues bien, si Bruselas hubiera ejercido el control, sospecho que hoy los griegos no estarían donde están. Y nosotros tampoco.




Ganamos los buenos (el sí) por una vez y el 29 de mayo, Francia votó “no”, seguida de Holanda unos días después y la pobre Constitución (que en realidad se trataba de un montón de acuerdos cogidos por los pelos) se fue al garete y con ella las esperanzas de griegos y algunos españoles que, como yo, preferirían estar controlados por ese Leviatán burocrático que parece tener más sentido común que los interesadillos chiquilicuatres que han estado administrando la soberanía los últimos años. Y no digamos la de los griegos. Bendita Europa.

Román Rubio
#roman_rubio
Julio 2005

lunes, 6 de julio de 2015

EL MATERIAL DE LOS SUEÑOS

EL MATERIAL DE LOS SUEÑOS







Acabo de ver en You Tube a Helen Mirren en el vídeo de aceptación del premio BAFTA Fellowship Award, siguiendo la recomendación via Twitter de un colega de profesión. Lo recomiendo al público en general.  A quienes no entiendan el inglés les aconsejaría que vieran  –mejor, escucharan- la parte final del discursito, de unos cuatro minutos, en la que la actriz declama unos versos de un escritor muy famoso; sólo por escuchar la musicalidad y la potencia de la lengua y apreciar la maestría y elegancia de la dicción; la  preciosa y matizada cadencia de la voz de la actriz, fuera de la pantomima de la Reina.

                                https://www.youtube.com/watch?v=01pOFqFtmyw


En la primera parte, la actriz proclama su reconocimiento a la primera persona que la había aupado al podio en el que se encuentra: se trata de una profesora que había tenido en su edad juvenil y que había logrado inspirar su amor por la poesía, la palabra, la literatura, la ficción… que a la larga le había llevado al teatro y al cine. Una profesora que había fallecido un par de semanas antes, a la edad de ciento dos años, y que aún ocupaba un lugar en la memoria y en el corazón de la artista. A continuación, incita al público a expresarse sobre el asunto haciendo levantar la mano a aquellos que deban su vocación a un profesor. En fin, un sentido homenaje hacia la figura del maestro que nos reconforta a quienes, como yo, hemos dedicado largos años de nuestra vida a lo que yo llamo “el teaching business”. Gracias, señora Mirren.
Pero no es del agradecimiento a su profesora sobre lo que quiero reflexionar hoy, sino de los versos que declama al final de su discurso: se trata de una parte muy famosa de una obra mucho menos famosa del famoso entre los famosos William Shakespeare. La obra es La Tempestad (The Tempest) y el fragmento, escena I del acto IV, en la que Prospero, que ha interrumpido la representación de una obra teatral en el conjunto de celebraciones de la próxima boda de su hija con el Príncipe de Nápoles, explica a la pareja que lo que han visto –sobre el escenario- no es sino una ilusión, algo como un sueño, lo que es un mensaje  del propio Shakespeare a la audiencia,  puesto que se trata de una escenificación teatral dentro de una obra. Ya saben, el teatro dentro del teatro. Como el cine dentro del cine que tantas veces hemos visto.

El fragmento es el siguiente:

Prospero:
Our revels now are ended. These our actors,
As I foretold you, were all spirits, and
Are melted into air, into thin air:
And like the baseless fabric of this vision,
The cloud-capp'd tow'rs, the gorgeous palaces,
The solemn temples, the great globe itself,
Yea, all which it inherit, shall dissolve,
And, like this insubstantial pageant faded,
Leave not a rack behind. We are such stuff
As dreams are made on; and our little life
Is rounded with a sleep.

Ahora, nuestro juego ha terminado.  Estos actores,/  como les dije, eran solo espíritus y / se han fundido en el aire, en la levedad del aire;/ y, al igual que la ilusoria visión que representaban,/  las torres que coronan las nubes, los lujosos palacios,/  los solemnes templos, el gran Globe mismo,/ sí, con todo lo que contiene, se disolverán /y, como estos desvanecidos pasajes sin cuerpo,/ no dejarán rastro. Estamos hechos de la misma materia/ que los sueños y nuestra breve vida/ cierra su círculo con otro sueño.

Los grandes genios de la literatura tienen la cualidad de hacer frases para la posteridad. Nadie que tenga cierto nivel de inglés ignora la expresión “vanish into thin air” que significa desvanecerse, arrastrado por el viento. Lo que quizás ignoren es que el origen de la expresión se encuentra en la alocución de Prospero en el acto IV de La Tempestad. El legítimo Duque de Milán en la ficción viene a decir, unos versos más abajo, en esta misma escena, algo parecido a lo que otro grande (Calderón) acuñó con sus celebrados versos de “…porque la vida es un sueño, y los sueños, sueños son”, y esto sí que, por razones ajenas a Shakespeare, se ha convertido en una frase del ideario popular; tergiversada, pero muy conocida.  

Me refiero a: “We are such stuff as dreams are made on” (“ Estamos hechos del material de los sueños”), podría ser una traducción aceptable. La enorme popularidad de la frase es compartida por Shakespeare y Humphrey Bogart pues es éste quien la divulga al pronunciarla en el film  El Halcón Maltés y al parecer, incluida en el guión por su propia indicación y con el consentimiento de  John Huston.

Prospero parece referirse en la obra a la irrealidad del sueño de la vida, a lo Calderón, en tanto que el sentido que se le otorga tras el uso cinematográfico de Bogart y Huston se identifica con intangibles reales como la ambición o la persecución del amor, de la felicidad… Shakespeare parece querernos decir que nuestra vida es un breve sueño tras el que  quizás la muerte sea un despertar a la realidad o a un sueño más real. En los versos, la palabra “stuff” (material) se refiere a la materia que se usa para crear una ilusión y no al objeto del deseo como se infiere de la frase de El Halcón Maltés. La verdad, es que considero más sugerente el sentido que se da en el film a la frase y que la cultura popular ha adoptado; de todas, todas. Es más poético.








Ah! Y Bogart cambió ligeramente la frase, incluyendo la preposición final. Se refiere a la estatuilla como “…the  stuff that  dreams are made of”. Lo que significa lo mismo, sí; pero no es exactamente lo que escribió Shakespeare. Ni él (Humphrey) ni Huston, probablemente,  comprobaron la cita.
 ¡Bien por Bogart! ¡Y por Shakespeare! ¡Y bien, sobre todo, por Hellen Mirren!


Román Rubio
#roman_rubio
Julio 2015


viernes, 3 de julio de 2015

CHUPA LA GAMBA

LA CANCIÓN DEL VERANO


Va apretando la caló y la canción del verano, de manera inevitable, desde algún lugar nos acecha. Encontreme hace poco rememorando con un amigo las jugosas  e inspiradoras letras que acompañan a los animados ritmos del verano tratando de decidir cual expresa un contenido más poético, artístico y profundo. Mi amigo (que me confesó no ser lector de este blog, pero que un día lo será) se inclinaba por una canción de Lolita ¿o era de Lola, Lola Flores?, –no estoy seguro-. Aquella de:

“Sarandonga nos vamos a comer/ Sarandonga un arroz con bacalao
Sarandonga en lo alto del puerto ¿?/ Sarandonga que mañana es domingo
Sarandonga cuchibiri cuchibiri/  Sarandonga cuchibiri cuchibiri”

Y continúa la oda con la siguiente estrofa, máxima expresión de la filosofía popular:

“Cuando yo tenía dinero me llamaban don Tomás
Cuando yo tenía dinero me llamaban don Tomás
Ahora que ya no lo tengo me llaman tomás na’má”

Yo alegué que, aunque buena, no alcanzaba las cotas de expresión minimalista y profunda, zen, diría yo –como un haiku-, que los Chunguitos transmiten con los excelsos versos de:

“Me sabe a humo / me sabe a humo
Los cigarrillos que yo me fumo”

¿Se puede decir más con menos? Los mismos Chunguitos son autores de aquella otra estrofa memorable:






“Que pena me da/ El día que me echen el guante y no tenga libertá”
Que no considero en el ránking por acoger un mensaje demasiado explícito.




Así, de vuelta en casa, tras profunda meditación acerca de cuál había sido la canción  con un mensaje más inspirado en su lirismo, y tras desechar estupendas canciones como el “Achilipú” de las Grecas y el “Casatschok” de Georgie Dann, decidí que la cima a la que había llegado la canción del verano y que aún no se ha sido superada fue, sin duda, el “Aserejé” de las Kétchup. 


El estribillo, sin desperdicio alguno, dice así:

Aserejé ja de je /de jebe tu de jebere/ seiviounouva majavi
An de bugui an de güididipi …

Y así, hasta tres veces repitiendo este claro y contundente mensaje. Para que quede bien grabado en el disco duro del oyente y cale la misiva. La canción se grabó en tres versiones: español (o lo que sea), portugués y –mi favorita-, spanglish, llegando a vender más de siete millones de sencillos y alcanzando el número uno de las listas en más de veinte países.

Tan controvertido y desconcertante mensaje parece ser merecedor de una pequeña investigación para desentrañar el origen: se trata de una adaptación fonética a la andaluza de la estupenda Rapper´s Delight de la banda afroamericana de hip hop Sugarhill Gang, cuyo líder y compositor Henry Jackson (Big Bank Hank) murió en 2014 a la edad de 57 años. El estribillo del grupo americano que dio origen al mensaje de las Ketchup dice así:

“I said a hip hop, the/ hippie, the hippie to the
hip hop hoppa ya don’t/ stop the rocking to the
bang- bang boogie said up/ jumps the boogie to the
rhythm of the boogie the beat

https://www.youtube.com/watch?v=tAnojTvyc0g

Lo que parece tener el mismo sentido que la versión autóctona, si no menos.

Ya sé que estoy tratando un tema polémico y ante el que hay gran variedad de opiniones. Habría quien apostaría por “coge tu sombrero y póntelo/ vamos a la playa calienta el sol/ chiribiribí, poromponpó/ chiribiribí/ porompompó” (una obviedad), otros por el “one two three, caramba”  de las Grecas o hasta por “mi carro me lo robaron” del gran Escobar.

Me gustaría contar en este asunto con la ilustre opinión de José María Íñigo, verdadero especialista en el tema, con erudición acreditada en sus colaboraciones en el festival de Eurovisión y otros eventos. Sospecho que su elección sería la que da entrada a su sección del programa de las mañanas del fin de semana en RNE y que dice así: “chupa la gamba -Mª Luisa-, chupa la gamba -Mª Luisa-, chupa la gamba chúpala”. 


Contundente y lírico mensaje, vaya que sí.

Román Rubio
#roman_rubio
Julio 2015