DE SÍMBOLOS Y
ADULADORES
Ha llegado una
nueva corriente. Junto a los booktubers,
los fanfics, el aquabiking y las pobladas barbas de colorines: el repudio a los
símbolos monárquicos por parte de los nuevos administradores municipales y
¿pronto? autonómicos; porque, háganme caso, estas cosas se reproducen como los
vídeos de gatitos y bebés en las redes sociales.
La alcaldesa
de Barcelona ha mandado retirar el busto del Rey ¿en excedencia? Juan Carlos I
del Salón de Plenos del Ayuntamiento de la ciudad. La sustitución por un
retrato del nuevo Rey Felipe VI que de manera voluntariosa había hecho un tal Alberto
Fernández Díaz, del PP y hermano del Ministro del Interior, que –como Aute-,
pasaba por allí, no ha surtido efecto. No sé qué se exhibirá en el lugar, si es
que se exhibe algo. En A Rúa (Orense) la alcaldesa del BNG lo tenía más claro:
tras quitar del sitio acostumbrado el retrato del Rey, colocó en su lugar el mapa
de Galicia. Bravo, alcaldesa: a ti nadie podrá acusarte de sectarismo, y no como
a la regidora de Moreña (Pontevedra), de tu mismo partido, que cambió el
vituperado retrato del Rey cazaelefantes por el de Daniel Rodríguez Castelao,
histórico nacionalista gallego o al alcalde de Cádiz, que nada más coger la
vara de coger higos quitó el retrato del Rey Juan Carlos para colocar en su
lugar el de Fermín Salvochea, alcalde anarquista de la ciudad durante la I
República.
El Ayuntamiento de Moncada i Reixach (Barcelona) decidió en pleno retirar el retrato del Rey de no sé qué dependencia municipal y el Ayuntamiento de Zaragoza ha decidido cambiar el nombre del Pabellón Príncipe Felipe por el del héroe del baloncesto local Luis Albós. Así están las cosas de momento, pero sospecho que pronto se extenderá la mancha de manera más o menos general, porque como todos sabemos, así funcionan esto, antes y después de que Ortega lo formulara en “la Estupidez de las Masas”.
Me parece inmerecido. Ni Juan Carlos , más o menos garante de y trabajador por la democracia, ha hecho nada que merezca el repudio de la ciudadanía, aparte de unas canitas al aire que resultan hasta entrañables, ni tampoco Felipe VI, con lo fino que es y lo elegantes y dignas que quedan sus presentaciones por ahí por el mundo: estoy pensando en la presentación del Madrid Olímpico (en inglés) o la alocución (en francés) a la Asamblea Nacional Francesa, sin punto de comparación con las lamentables apariciones de nuestros próceres electos, catalanes incluidos.
Totalmente inmerecido. Pero ¡cuidado! Más inmerecido aún me parece que la mitad de los pabellones de deportes –como el de Zaragoza-, teatros de nueva construcción, plaza de toros portátil, y ronda urbana se tengan que llamar con apelativos reales. ¿A qué viene esa pobreza intelectual, ese vasallaje, esa mediocridad, esa pleitesía de remota provincia de nominar a todo lo que se mueve con nombre de Rey, Príncipe, Princesa o Infanta?
En mí país
(Valencia), gobernado en los últimos años por los campeones del vasallaje, la
miseria intelectual y la pleitesía gatuna –de esa que produce ronroneos cuando
se les pasa la mano por la espalda- han tenido la original mediocre y aduladora
idea de llamar Príncipe Felipe a un museo –pretendidamente de las Ciencias-, Juan
Carlos I a una marina portuaria, Reina Sofía a un teatro de la ópera y, como
parece que no habían hecho bastante la pelota a la familia borbónica… Príncipe
Felipe, de nuevo, a un Centro de Investigación que, por lo que leo en la
prensa, está medio desmantelado.
¿Es que estos
insectos que nos han gobernado durante tantos años no tenían medida ni eran
capaces de poner límite a la desfachatez de la servil adulación? A veces me he
preguntado cuál era realmente el motivo por el que estos personajes -es hora de
decirlo, del PP- podían llegar a ser tan patéticamente melifluos y pelotas.
Creo que la razón final es tan simple y trivial como que querían codearse con
la realeza. Creo que el político local pensaba –y a menudo acertaba- que si
ponía Reina Sofía de nombre a alguna cosa, esta –la reina- vendría y ella
–alcaldesa de pro- tendría la ocasión de estrenar ese vestido nuevo y compartir
mesa y mantel con tan regia visita. Además de que la asistencia podría ayudar a
la publicidad del inútil chiringuito al tiempo que a ella le proporcionaba
votos de sus semianalfabetos votantes, contentos de que sus autoridades “sepan
poner su tierra en el mapa”. Tal ha sido la miseria moral e intelectual de
nuestros líderes (y gran parte de nuestro pueblo).
Lamento que retiren
las imágenes y los nombres de los borbones. En su momento me lamentaba, junto
con muchos otros, que los usaran para museos de la ciencia que podrían llamarse
Albert Einstein o Ramón y Cajal; espacios musicales que podrían usar el nombre
de Beethoven o Falla y puertos deportivos que podrían ostentar nombres de algún
excelente marino español o extranjero.
No me hacían
mucho caso cuando denunciaba la abusiva y mediocre tendencia de mis –lameculos- gobernantes. No me harán ahora,
cuando confieso que lo contrario tampoco me hace gracia; lo sé. Algunos
parecemos nadar contracorriente. En mi caso, de manera significativa. ¡Miren
que auguré que la tablet sería un fracaso comercial por tamaño y prestaciones…!
Román Rubio
#roman_rubio
Julio 2015
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