viernes, 30 de junio de 2023

VALENCIA PLAZA

 

VALENCIA PLAZA


¿Que por qué me da por leer el periódico Valencia Plaza? Por varias razones: la primera, porque es gratis; la segunda, porque por ser un periódico digital está confeccionado exprofeso con un diseño atractivo (y no como Levante) y fácil de leer; y la tercera, y no menos importante, porque me encuentro artículos tan deliciosos como el que sigue, que por no entender no entiendo ni el titular. Vean:

Bit2Me, admitida en la quinta convocatoria del “sandbox” financiero con su producto de tokens.

¡Dios santo!, ¿de qué estarán hablando estos tipos? Para quienes no estamos en el ajo, la palabra sandbox (literalmente, cajón de arena) podría referirse a cierto cajón o foso, lleno de arena en la que se ponía a los niños a jugar en un entorno blando y relativamente seguro. En cuanto a “tokens” se podría tratar de esas fichas que se usaban para los teléfonos, máquinas de lavado de coches o los contadores de electricidad que había en los años setenta en las casas de huéspedes inglesas, pero mucho me temo que los de Bit2Me, sean quienes sean y se dediquen a lo que se dediquen, no juegan en cajones de arena ni compran fichas para los teléfonos de pared ni para lavar el coche. Por otra parte, parecen haber sido admitidos para tan divertido juego con arena a la quinta convocatoria, que es más de lo que le costó a cierto vecino mío sacarse el carné de conducir. En fin, que todo esto es muy misterioso.

La ilicitana Bit2Me y Openbank se encuentran dentro del listado de proyectos admitidos provisionalmente en la quinta convocatoria del 'sandbox' financiero, junto a Quantum Markets y Tokn1

Afortunadamente, según se lee en el corpus de la noticia, van en compañía de Openbank, que por el nombre parecen ser muy importantes. Y por si fuera poco, les acompañan Quantum Markets y Tkn1, empresas ellas de actividad tan misteriosa como imprescindible para que el mundo siga rodando a conveniencia de listillos engreídos.

“Por un lado, Bit2Me entra en este 'sandbox' para desarrollar su proyecto de Bolsa de Security Tokens (STX), que estará bajo la supervisión de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), mientras que Openbank cuenta con cuatro proyectos para probar la posibilidad de realizar operativa bancaria a través del DNI Wallet”, dice el periodista.

Más o menos ya estamos al corriente de lo que significa “sandbox”, que viene a ser algo así como “entorno de pruebas”, denominación inadecuada ya que de ese modo todos nos enteraríamos de qué va sin necesidad de hacernos sonrojar con nuestra ignorancia. En cuanto a los “Security Tokens” a los que hace referencia este proyecto son, según el artículo: “Acciones y bonos no complejos que son instrumentos financieros regulados por la ley de Mercados de Valores y registrados en la blockchain”.

Ya ven: todo muy sencillo y además “no complejo”. Todos podremos tener más o menos una idea de lo que significan bonos y acciones y podemos adivinar lo que es la Ley de Mercados de Valores aunque no la hayamos leído, pero para volver a sacarle a usted los colores por su ignorancia le añadimos lo de la blockchain, no vaya a ser que haya usted entendido algo. En fin, no me hagan explicarles lo que es eso de la blockchain ya que es tan obvio que lo sabe cualquiera que haya tomado la Primera Comunión con don Abel.

Añadiré que la startup ilicitana cuenta con la participación de Inveready Venture Capital, Investcorp y Telefónica Ventures, entre otros.

Y por si esto fuera poco, “para Leif Ferreira, CEO de Bit2Me, "la entrada de Bit2me Security Tokens Exchange (STX) en el sandbox financiero supone un hito importantísimo para iniciar el camino que lleve a institucionalizar, democratizar e impulsar el uso de los tokens de valor entre los emisores que buscan financiación e inversores en busca de rentabilidad pero en un formato innovador, como es el de blockchain DLT”.

Está claro, ¿no? Pues, por si tienen alguna duda, les dejo el enlace del artículo, y si entienden algo, las explicaciones serán bienvenidas. Aunque solo sea para que a uno no le hagan sonrojar por su ignorancia con sus neolatinajos.

https://valenciaplaza.com/bit2meadmitidaenlaquintaconvocatoriadelsandboxfinancieroconsuproyectodetokens

Román Rubio

Julio, 2023 










lunes, 26 de junio de 2023

PRIMERAS IMPRESIONES

 

PRIMERAS IMPRESIONES


Dicen que son muy importantes.  La primera impresión de una persona predispone, y a menudo determina, la relación con los demás, por mucho que se empeñen algunos —de manera magistral— a matizar el asunto, como cuando Pedro Antonio de Alarcón describe al Tío Lucas en El sombrero de tres picos:

El tío Lucas era más feo que Picio. Lo había sido toda su vida, y ya tenía cerca de cuarenta años. Sin embargo, pocos hombres tan simpáticos y agradables habrá echado Dios al mundo.

 (…) Dijérase que solo la corteza de aquel hombre era tosca y fea; que tan pronto como empezaba a penetrarse dentro de él aparecían sus perfecciones, y que estas perfecciones principiaban en los dientes. Luego venía la voz, vibrante, elástica, atractiva; varonil y grave algunas veces, dulce y melosa cuando pedía algo, y siempre difícil de resistir. Llegaba después lo que aquella voz decía: todo oportuno, discreto, ingenioso, persuasivo… Y, por último, en el alma del tío Lucas había valor, lealtad, honradez, sentido común, deseo de saber y conocimientos instintivos o empíricos de muchas cosas, profundo desdén a los necios, cualquiera que fuese su categoría social, y cierto espíritu de ironía, de burla y de sarcasmo, que le hacían pasar, a los ojos del académico, por un don Francisco de Quevedo en bruto.

Pero no he venido aquí a hablar de personas, sino de libros; no de mi libro, como aquel señor de Valladolid, sino de libros en general y de la importancia del primer párrafo y su potencial de seducción. Aún recuerdo (y cito de memoria) el comienzo de cierta novela que leí en un caluroso verano de mi época de estudiante: “Escarlata O’Hara no era realmente bella, pero era algo de lo que los hombres no solían darse cuenta hasta caer inmersos en su sutil hechizo”. No hace falta que diga el título; el nombre lo delata. Habrá quien piense que la frase es relamida y anticuada. Quizá, pero tiene una fuerza que invita a tragarse las 500 páginas que siguen sobre las tribulaciones de aquella Escarlata seductora, que no bella.

Muchos años después, hojeando novelas en la librería encontré una cuyo comienzo me intrigó: “Buscaba un sitio tranquilo para morir, y alguien me recomendó Brooklyn, de modo que al día siguiente por la mañana salí para allá desde Westchester a explorar el terreno”. Algunos habrán adivinado que estoy hablando de The Brooklyn Follies, de Paul Auster. En la frase hay dos premisas que la hacen irresistible: una es la paradoja de llamar “tranquilo” a ese lugar del otro lado del puente y la otra es la mención de la muerte del narrador y su poderosa llamada.

García Márquez lo sabía y por eso comienza sus Cien años de soledad del modo: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo. O aquella otra: El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo, y Rulfo empieza su celebrada historia con: Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo.

La historia que empieza así no podría terminar de otro modo que del siguiente: Pedro Páramo respondió: “Voy para allá. Ya voy”. Se apoyó en los brazos de Damiana Cisneros e hizo intento de caminar. Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras. El círculo se había cerrado: comienza con el ruego en el lecho de muerte de la madre y acaba con la muerte del padre. Fin de la historia.

Conozco a bastantes personas de edad similar a la mía (entre provecta y decrépita) que les ha dado —como a mí— por revisitar libros que: 1) Habíamos leído ya de jóvenes y tenemos una vaga memoria; 2) No estamos seguros de haber leído después de haber visto películas y relatos sobre ellos; 3) Estamos (casi) seguros de no haberlos leído pero consideramos una especie de delito no haberlo hecho.

Mi penúltima incursión por la “nostalgia literaria” me ha llevado a una historia que comienza de la manera siguiente: El hacendado Trelawney, el doctor Livesey y los demás caballeros me pidieron que escribiera todos los pormenores que yo conociera de (…). Así pues, cojo la pluma en este año de gracia de 1700 y pico y me remonto con la memoria al tiempo en que mi padre regentaba la posada del “Almirante Benbow”. Cuando el marino de piel atezada, con la cicatriz de un sable en el rostro, tomó por primera vez asiento en nuestra casa, bajo nuestro propio techo.

El comienzo es irresistible. Omitiré el título por innecesario, pero por si sirve de aclaración, copiaré el final: los lingotes de plata y las armas todavía dormitan, por las noticias que yo tengo, allí donde Flint las enterró, y no seré yo quien vaya en su búsqueda. Por nada del mundo consentiría en regresar a aquella maldita isla. Mis pesadillas más terribles son aquellas en que escucho la resaca retirándose de aquellas costas, cuando me despierto sobresaltado a la voz estridente del “capitán Flint”(el loro de John Silver) que me gritaba al oído: “¡Doblones de a ocho! ¡Doblones de a ocho!

Y entre un párrafo y otro, doscientas y pico páginas de estupenda aventura que incluye barcos, lingotes de oro, marinos con pata de palo, loros que repiten consignas piratas y mucho ron. ¿Quién da más?

Román Rubio

Junio, 2023 

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sábado, 17 de junio de 2023

HIGHWAY TO HELL

 

HIGHWAY TO HELL


En la costa báltica de Polonia, unos kilómetros al norte de Gdansk, hay una estrecha península boscosa llena de frondosos senderos y flanqueada por extensos y vírgenes arenales llamada Hel. En polaco se pronuncia igual que en inglés Hell (infierno), cosa de la que los lugareños desconocían mientras vivían tras el telón de acero y solo chapurreaban ruso o alemán. Después, tras la caída de la Unión Soviética, se afanaron como todo el mundo  en aprender inglés, con un aprovechamiento muy superior al del señor Feijóo, que aún no ha llegado a la lección de “El Boss y los esprinters”, ¿o era los esfinters?

Los polacos sí. Ellos aprendieron pronto la lección y gracias a AC/DC se enteraron de que la “Highway to Hell” era la carretera que les llevaba al infierno, y les hacía mucha gracia la paradoja de que a su particular edén del Báltico se le conociera (al menos homofónicamente) como el infierno, que viene a ser algo así como para nosotros llamar Paradiso al paraje de la  depuradora de Pinedo, pero al contrario.

Pues bien, para recorrer esa highway to hell (no confundir con la Stairway to Heaven, de Led Zeppelin) y llegar a las playas y bosques de la península desde la ciudad más cercana hay una línea de autobús que no se sabe si por retranca de la compañía o por simple casualidad se le bautizó con el número 666, lo que no ha dejado de provocar continuas protestas de ciertos círculos católicos del país que piden una y otra vez el cambio de numeración ante tal afrenta inaceptable a sus creencias.

¿Y por qué?, dirán ustedes; ¿qué puede tener de ofensivo para cualquier ser racional, aunque se trate de polaco, el número de una línea de autobuses? Pues porque se trata nada menos que del número de la bestia, del diablo, del Anticristo o como prefieran llamarle. Lo crean o no así está consignado nada menos que en el Apocalipsis, ese libro bello, extraño y enigmático que escribiera el Apóstol Juan en la isla de Patmos y que, de manera incomprensible, forma parte del Nuevo Testamento. En el capítulo 13:18 el evangelista escribe de manera críptica: “¡Aquí se requiere sabiduría! El que tenga inteligencia calcule la cifra de la bestia. Es cifra de un hombre. Su cifra es seiscientos sesenta y seis.”

Como ni yo ni probablemente usted andamos sobrados de sabiduría, el acertijo nos resulta indescifrable. Según algunos exégetas se trataba del nombre de Nerón en clave, según otros el de Domiciano —otro emperador poco amigable con el prójimo— y no tardará el día en que alguno lo identifique con Donald Trump y hasta con el añorado Rubalcaba. Ya se sabe que la tarea del exégeta es muy volátil.

La idea, si es que fue de manera intencionada, era estupenda, y así lo entendió el personal: el Anticristo, la bestia el diablo o lo que fuera te llevaba al Infierno con su renqueante motor diesel. Una broma genial, un reclamo turístico y un aliciente más para la zona. ¿Quién podría resistirse a coger el autobús de la bestia que conduce al Infierno, todo de juguete?

Pero estamos en Polonia, el país de Juan Pablo II,  y allí el meapilismo goza de predicamento de modo que la broma fue considerada un asalto a la fortaleza de la moral y un enaltecimiento de la maldad y el pecado, algo inaceptable para los guardianes de las llaves del templo.

La compañía, harta de las continuas quejas de los chupacirios, se ha avenido finalmente a cambiar el número de la línea. Ha decidido dar la vuelta a la última cifra y sustituir el 6 por un 9, de modo que el 66 luce ahora como un 69. Veremos a ver lo que dicen los santurrones. De momento no ha llegado a mis oídos queja alguna, pero sospecho que pronto tendremos noticias de ellos.

Mientras tanto, feliz viaje a los infiernos.

Román Rubio

Junio 2023 





miércoles, 7 de junio de 2023

LAS TRIBULACIONES DE ENRIQUE

 

LAS TRIBULACIONES DE ENRIQUE

Recuerdo que la primera vez que visité los EEUU hube de completar un formulario de color verde durante el vuelo que había que entregar al oficial de inmigración a la entrada. En el papel había que responder a preguntas del estilo: “No pertenezco a organización terrorista, comunista o revolucionaria alguna, no tengo intención de atentar contra el Presidente o hacer uso de armas de fuego contra personas ni de consumir estupefacientes o comerciar con ellos”. También había que declarar la intención de no sacar del país a niño con nacionalidad estadounidense sin la autorización expresa del cónyuge/tutor en suelo americano. Y así, todo. En general, se trataba de cosas obvias que invitaban a tachar la casilla correspondiente con una sonrisa de condescendencia hacia cierta postura naif de los yanquis.

En visitas posteriores la cosa había cambiado: el formulario se llama ESTA y se completaba online en la página de la Embajada de los EEUU bajo modesto pago de $14, subido hace poco a $21. Cambia el medio, pero no el contenido, puesto que hay que contestar a las mismas preguntas de Perogrullo, que en ocasiones se tornan una pesadilla, como en el caso de aquella abogada valenciana que pasó años en prisión por haberse traído a España a su hija, nacida en New Jersey, tras el divorcio de su marido americano, reclamante de la custodia de la niña. La prisión le sobrevino, no por el “rapto” de la menor, puesto que la mujer tenía la custodia legal —otorgada por un juez español— sino por el hecho de haber mentido en el papelito a la entrada del país americano al que volvió a arreglar sus asuntos.

Hoy, el que se puede ver envuelto en un problema de esa índole es el Príncipe Henry. La fundación Heritage, un laboratorio de ideas conservadoras, ha interpuesto una denuncia contra el Departamento de Seguridad Estadounidense (DHS) por haber permitido la entrada del príncipe al país tras haber confesado en múltiples ocasiones haber consumido drogas (cocaína, marihuana y hongos) en el pasado —según explicó él mismo, para sobrellevar el trago de la muerte de su madre y los rumores sobre la identidad de su progenitor—, lo que le haría inhábil para obtener la visa de residencia.

La cosa no está clara: Enrique no entra como turista, con lo que el procedimiento es otro, aunque eso no signifique que sea menos exigente. No ha trascendido si para trasladar su residencia a California obtuvo visa de consorte o una visa 0-1, esta última pensada para “personas que poseen habilidades extraordinarias en las ciencias, artes, educación negocios o atletismo… cuyos logros han sido reconocidos nacional o internacionalmente”. Conocido y reconocido, el hombre es; en cuanto a la naturaleza de los logros ya hay más dudas, a no ser que su estatus de nacimiento lo sea.

El asunto nos lleva al puritanismo del país norteamericano. Barak Obama confesó en sus memorias haber consumido ocasionalmente drogas en su juventud y Clinton (más cobarde) solo reconoció haber fumado marihuana, aunque, eso sí, sin tragarse el humo. Bush, hijo, por su parte, nada dijo de las drogas pero sí del alcohol, al que parece haber tenido cierta afición hasta que el Espíritu Santo vino en su ayuda apartándolo de tan maligno vicio. Vicio en el que Trump nunca llegó a caer, dada su condición de abstemio total, condición que compartía con Hitler, Franco y otras aves de corral, lo que no dice nada bueno de tan reputado estatus.

Y hablando de puritanismo y de los EEUU: en el estado de Utah, sede de la iglesia mormona y ombligo de la mojigatería bíblica, se consiguió prohibir en las escuelas y bibliotecas abiertas al público infantil y juvenil la presencia de libros con contenidos “pornográficos o indecentes”. Esto ha dado lugar a que el distrito escolar de Davis, en dicho estado, haya tenido que retirar de sus estanterías la mismísima Biblia, tras la queja de una familia que ha denunciado que en el libro sagrado del cristianismo aparecen temas como incesto, onanismo, bestialismo, prostitución, mutilación genital, felación, violación y hasta infanticidios (véase Herodes), lo que hace al libro no apto para las mentes infantiles y juveniles.

No sé cuántos lectores jóvenes tendrá la Biblia en aquel estado, pero lo que sí sé es que la prohibición —y no los sermones— será el mayor reclamo para que las nuevas generaciones empiecen a interesarse por él.

Román Rubio

Junio 2023

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