miércoles, 27 de diciembre de 2017

TABARNIA

TABARNIA

Para empezar: Tabarnia es una astracanada, una boutade, algo absurdo, inexistente, innecesario, felizmente irrealizable e insensato, pero permítanme que catalogue la idea  como muy, pero que muy, divertida. Me encanta que haya salido a la luz. Hace semanas en que elucubré en uno de mis artículos sobre el hecho de que, en el caso de una eventual independencia de Cataluña, la comarca del Llobregat (con L’Hospitalet, con lo que llegarían a sumar cerca del millón y medio de habitantes), de aplastante mayoría unionista, solicitara un referéndum de independencia de Cataluña para poder, de ese modo, anexionarse a España. No sería algo muy distinto de lo que ocurrió en Irlanda con la creación de Irlanda del Norte, propiciando la segregación de  los condados de mayoría británica (por cierto, de mayoría no-autóctona, como en Cataluña). Me permitía barruntar que el nuevo estado de la República Catalana se negaría a tan disparatada iniciativa apelando a la sagrada integridad del territorio, que es, ni más ni menos, lo que argumenta España ante el ataque independentista.

Hoy, clarificadas las mayorías tras las últimas elecciones, aparece esta nueva broma de Tabarnia cuya existencia no haría sino prolongar el absurdo “democrático” ad infinitum, puesto que tal o cual comarca podría solicitar un referéndum de independencia seguida de tal o cual municipio, tal o cual barrio y tal o cual calle, finca o fábrica, llegando a un modelo anarquista de autogestión que,  por otra parte, tiene gran tradición en Cataluña (recuérdese la época Durruti y el predicamento que hoy en día parece tener entre los de la Cup). Intuyo, sin embargo, que no es lo que reclama la mayoría independentista. No veo a Mas y a Junqueras en ese modelo autogestionario y asambleario de municipios, fábricas y comunas. Y menos a los Pujol.

Si en el plano lógico y práctico Tabania no tiene mucho sentido no deja de ser una deliciosa broma, una falacia que tiene la condición de desnudar todos los tópicos independentistas uno por uno a la manera de los sofistas: sigo tu razonamiento hasta que te llevo a un absurdo y, de este, modo, te llevo al espejo para que aprecies tu decrepitud.

Usando los propios argumentos independentistas  no se le puede negar el derecho a la segregación de Cataluña si hay un respaldo popular mayoritario, genera mucha más renta que el resto de la Cataluña (rural) interior provocando una transferencia de riqueza unidireccional (Cataluña nos roba), Tabarnia sólo quiere votar, vocearían los ciudadanos en sus celebraciones identitarias y la nueva Comunidad sería (y esto es totalmente cierto) acogida automáticamente en Europa. ¿Qué les parecen los argumentos para la independencia tabarnesa, tabernaria, tabalandrina o comoquiera que se llamara?

Señores independentistas: tienen derecho a serlo, pero, por favor, no disfracen sus argumentos. Digan que hay una base tribal, étnica y cultural sobre quién es el legítimo dueño de un territorio. Que hay una tierra entre el Ebro y los Pirineos (o más allá y hasta más acá) propiedad de los Puigdemont, Casamajó, Punsatí, Pujol, Turull, Pujol… y que los García, los Hernández y los Arrimadas si quieren voz y ley que la hagan en sitios como Jaén y así. Yo lo entiendo. Como lo entendía, y así lo expresó, Marta Ferrusola cuando escuchó que un tal “Montilla” iba  a ser el nuevo President. Pero sean sinceros. Yo mismo no estoy seguro de que no tengan razón, pero sean honestos y no disfracen su discurso con cosas como “libertad de los pueblos”, “derecho inalienable a decidir”, “España franquista y antidemocrática” porque luego llega el esperpento de Tabarnia y les saca los colores. Bueno, menos al Rufián de la República, Gabriel Bufón, que ya ha calificado a Tabarnia como Una, Grande y Libre. Como la Cataluña que ellos proponen: Una (indivisible), Grande (bueno, no tanto) y Libre (desligada de la España opresora).

Román Rubio
Diciembre 2017 


martes, 26 de diciembre de 2017

¿ME CASO, NO ME CASO?

¿ME CASO, NO ME CASO?
Matt Murphy es un irlandés de 83 años que tiene en Michael O’Sullivan, de 53, a un amigo a la vez que cuidador y, desde hace unos días, marido. El asunto es el siguiente: Murphy, soltero y castigado por la artritis y pérdida de visión severa necesitaba un cuidador,  y su amigo Michael O’Sullivan estaba pasando por una mala racha: padre de tres hijos, acababa de romper la relación con su mujer y, unas cosas por otras, llegó a verse en la calle, de modo que decidió acudir a la llamada de su amigo y hacer de cuidador de este durante un tiempo indeterminado. La cosa funcionaba estupendamente para ambos y Murphy, con las urgencias propias de quien pasa de los 80, decidió premiar a su amigo dejándole su posesión más valiosa en herencia: su casa. Pronto descubrieron que la generosa iniciativa traía un problema imprevisto: los impuestos de sucesión del inmueble ascendían a 50.000 euros, dinero que O’Sullivan ni tenía ni esperaba tener, con lo que se vería obligado a vender la casa para pagar, con parte del dinero, el impuesto. Más o menos como Abundio, el que vendió el coche para comprar gasolina.
¿Solución al problema? El matrimonio;  de modo que Matt Murphy, de 83 y Michael O’Sullivan, de 53, ambos heterosexuales, decidieron casarse en la ciudad de Dublin, acogiéndose a la ley de matrimonios del mismo sexo aprobada en Irlanda en 2015 y que es mucho más benévola para con el cónyuge en términos fiscales. Hecha la ley, hecha la trampa.

Acababa yo de leer tan curiosa noticia en The Guardian cuando me  senté frente a la tele para ver de encontrar una película que consiguiera dar algo de peso o sustancia a la insoportable levedad de la tarde. Y la encontré: se llama Ministry of Love, del croata Pavo Marinkovic y está protagonizada por Stjepan Peric y Drazen Kühn. La historia es ingeniosa: las arcas del estado croata están vacías y las viudas de la guerra, ocurrida veinte años atrás,  perciben una pensión de viudedad. Se trata de descubrir a aquellas que han conseguido rehacer su vida con otra pareja para ver de quitarles la pensión y aliviar así el agujero de las finanzas del estado. El desenlace no viene al caso. El protagonista, encargado de desenmascarar a las “viudas felices” con el objeto de quitarles la pensión, encuentra que es su propia vida el objeto de la comedia. Tras caer en la trampa del conformismo social que sigue a su propio vacío existencial, acaba enfrentándose a su naturaleza profunda, etc., etc.

Lo relevante de ambos casos son las implicaciones económicas (que no sentimentales) del matrimonio  y me trajeron a la mente el caso de una mujer que conozco y aprecio. Tras un matrimonio difícil con un hombre en el que intuyo (pero solo intuyo) que hubo malos tratos, la mujer decidió separarse. Se consumó la separación y la mujer le pidió al hombre insistentemente el divorcio para así, siendo que se trataba de alguien relativamente joven, poder rehacer su vida sentimental con alguna otra persona. El marido, por puro revanchismo y ánimo de hacerle daño, nunca accedió a concedérselo. Quiso la providencia que éste enfermara y, en un periodo de tiempo relativamente corto, muriera, con lo que fue su obstinada determinación por fastidiar la vida de la mujer lo que posibilitó que ésta cobrara, tras su muerte, su pensión de viudedad, salvándola así de considerables penurias económicas. Para exasperación de la familia del muerto.
Hay que ver lo que da (y lo que quita) el matrimonio. Y algunos creen que se trata sólo de amor.

Román Rubio
Diciembre 2017

jueves, 21 de diciembre de 2017

PAROLE, PAROLE

PAROLE, PAROLE
 Como viene ocurriendo desde el 2013, Fundéu, la Fundación creada para el fomento del (buen) uso del español, ha sacado la lista de las palabras del año, aquellas que han ido trayendo los acontecimientos, sean neologismos o no. Tras el proceso de selección, los miembros de la Fundación eligen una. En 2013 fue escrache, en 2014, selfi; en 2015, refugiado y en 2016, populismo, que bien podía haber sido posverdad, como lo fue para los del Oxford Dictionary of English.

Las palabras preseleccionadas para recibir el galardón de la palabra del año son:

Aporofobia: Significa “miedo, rechazo o temor irracional a los pobres, a los indigentes”. Etimológicamente se compone de las palabras griegas áporos (pobre) y phóbos (miedo o temor) y fue propuesta por primera vez por la Catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, Adela Cortina, para diferenciar el concepto de otros como xenofobia (miedo o rechazo al extranjero). Algunos lingüistas han criticado el indudable hallazgo léxico alegando que la Catedrática lo es de Filosofía y no de lingüística o Griego Clásico y que el verdadero significado de áporos no es el de pobre o indigente, pero lo cierto es que se ha impuesto por mérito propio. Es sonora y permite la derivación aporófobo, lo que en boca del Capitán Haddock luciría muy bien.
Aprendibilidad: Una horterada. Traducción literal de la inglesa learnability. Es fea, es larga y es pretenciosa. Le veo poco futuro. A mí, no me la oirán.
Bitcóin: Lo mismo que bitcoin, pero con tilde,  por ser aguda terminada en “n”. Muchos seguiremos usando bitcoin, aunque sea en negrita.
Destripe: La inglesa spoiler se ha arraigado tanto que no le auguro mucho recorrido al destripe este.
Machoexplicación: He aquí otro ejemplo típico de calco lingüístico. Si el año pasado el manspreading dio lugar al simpático y enormemente descriptivo “despatarre” para nombrar a esa irritante costumbre del varón de sentarse con las piernas abiertas, este año el mansplaining ha generado el forzado machoexplicación, mucho más anodino, en mi opinión, para designar una cierta actitud paternalista del discurso masculino para con la mujer.
Noticias falsas: Ya lo saben: fake news. Hasta la vicepresidenta lo dice en inglés. Y con poca gracia, como siempre que abre la boquita.
Odiador: No sé porqué aparece en la lista. Tampoco la oigo tanto. Quizá sea común en Latinoamérica… Traducción de la inglesa hater  (el que odia, el resentido), de la misma manera que lover es el que ama y spoiler es –también- el que echa a perder alguna cosa. ¡Ah! Y el hatter, que no odia necesariamente a nadie. Es un sombrerero, que, como Alicia y todo el mundo anglosajón sabe, suele estar loco.
Soñadores: Otra. De dreamers.
Superbacteria: ¡Ay, dios, qué miedo! Es una bacteria resistente a los antibióticos. O algo así.
Trans: Acortamiento de transgénero, transexual… Mi favorita, sin embargo, en el campo semántico es la expresión, para mí, novedosa de “género no binario”, pero esa no está en la lista.
Turismofobia: Otro hallazgo. Redonda, expresiva, llena de significado denotativo y connotativo. Una joya semántica con un  gran recorrido. Y también con interesantes derivaciones como turismófobo. Otra para el Capitán Haddock.
Uberización: Para designar plataformas de economía colaborativa a través de internet.

Todas estas palabras han sido objeto, según Joaquin Muller  -Presidente de Fundéu-, de estudio y análisis por parte de la Fundación a lo largo de 2017. El 29 de diciembre se dará a conocer la ganadora. Yo tengo la mía. Predigo que será turismofobia. Ya estoy deseando gritarle a alguno: ¡Ectoplasma! ¡Antropófago! ¡Ornitorrinco! ¡Turismófobo!



Román Rubio

lunes, 18 de diciembre de 2017

AQUÍ Y AHORA

AQUÍ Y AHORA
“Ella se encuentra en un bar del Upper East Side de Manhattan, pero parece ajena a La gente y a la música. En vez de implicarse con las personas que tiene alrededor no hace más que comprobar los mensajes que de manera continua van apareciendo en la pantalla de su móvil, de amigos que están en otras fiestas en otros puntos de la ciudad. Ella necesita saber si el evento en el que está es en el que hay que estar, o si algo mejor está ocurriendo en ese mismo momento en otro lugar. En un momento dado, un nuevo blip en su pantalla llama su atención, y unos segundos después se encuentra sentada en un taxi en dirección al East Village. Pronto llega a una fiesta aparentemente idéntica a la anterior y decide que ese es el sitio “en el que hay que estar”. A pesar de ello, en vez de disfrutar de la fiesta, enciende el teléfono, activa la cámara y comienza a tomar fotos de ella misma y sus amigos durante la siguiente hora y las va subiendo a la Red de inmediato para que el mundo las vea al momento”.

Es la traducción de un fragmento del prefacio del libro de Douglas Ruskoff Present Shock: When Everything Happens Now, de 2013, en el que el autor, escritor, columnista y profesor de cultura virtual en la Universidad de Nueva York expresa de manera precisa algunos fenómenos que hoy identificamos como propios de la sociedad actual (y eso que el libro es de 1913, con lo que el autor no ha podido considerar los últimos acontecimientos). Algunos de los términos –y/o ideas- expresados en el libro son:
Presentismo.- o Shok presente: Vivimos en un “ahora” permanente donde las prioridades de este momento parecen serlo todo. El tiempo ya no “fluye” como parecía ocurrir antes. El del agricultor con el paso de las estaciones y el del oficinista con el tictac del reloj y los periodos vacacionales. En el presente, el tiempo vuela. O mejor, se presenta en flicks (como las imágenes de los dibujos animados), a menudo, con muchas imágenes en una misma pantalla.
Digifrenia.- De digi –digital- y frenia -patología desordenada de actividad mental-. O cómo la tecnología nos permite estar en más de un lugar simultáneamente o desempeñar varios roles vitales al mismo tiempo, como cuando ejercemos el rol de padre por whatsapp mientras asistimos a la pretenciosa conferencia del teórico del cyberpunk.

Para combatir la tensión entre el faux present del bombardeo digital y el verdadero “ahora” de una vida humana coherente, el autor propone, de manera simpática, programar una alarma cada par de horas que nos recuerde que hay que desconectar aparatos y “meditar” durante cinco minutos.

Otros conceptos que usa el autor son el de sobrecalibración (intentar comprimir escalas temporales masivas dentro de otras mucho más escuetas) o fractalnoia (intento de dar sentido al mundo solo en tiempo presente y por medio de interconexiones. También se refiere al Apocalypto que es la tendencia a tener fantasías de grandes desenlaces y el desarrollo de una religiosidad apocalíptica propiciada por la intolerancia al presentismo social.

En fin, otro más explicando el mundo. Y a este lo traigo a colación porque sí, porque lo encuentro ingenioso, porque es lunes y porque se aproxima la Navidad.

Román Rubio
Diciembre 2017 



jueves, 14 de diciembre de 2017

¿ODIO? ¿QUÉ ODIO?

¿ODIO? ¿QUÉ ODIO?

Me cae bien Iceta y entiendo que en esta guerra de barricadas despierte odio en algunos por intentar introducir templanza, moderación y concordia en donde no hay sino sentimientos antagónicos viscerales y de trinchera. Por esa razón no me gustó nada el comentario en Twitter del profesor de la Universidad de Barcelona y Director del Centro de Nanociencia y Nanotecnología Jordi Hernández Borrell, en el que acusaba al político de ser un impostor, un ignorante, un demagogo, de vivir 30 años a cuenta del partido, de bailar al son de C’s y PP, de ser un ser repugnante y de “tener los esfínteres relajados” aludiendo a la confesa condición de sarasa del ciudadano socialista. Por cierto, que en Twitter, el profesor borra el Hernández y se hace llamar, de manera significativa, Jordi Borrell, desprendiéndose así del incómodo, vulgar apellido, testimonio molesto de toda una estirpe impura de sangre.

Ya digo, lo lamento, mayormente por el aprecio que le tengo al socialista, lo que, obviamente, no es compartido por todos, pero, la verdad, tampoco veo que sea como para que el autor del tuit se haya visto forzado a dimitir de su puesto y de que la Fiscalía inicie acciones contra él por un delito de incitación al odio. ¿Odio? Ya está bien con la historia del odio. Es malo, es corrosivo, sobre todo para el que lo siente, es deleznable y denigra y amarga al que lo ejercita creándole mala sangre, pero, por favor, no es delito, excepto en casos que conduzca a violencia explícita. En este, desde luego, no lo veo por ningún lado. Para empezar, se acusa de homófobo al profesor por la sola alusión a los esfínteres. ¿Cómo sabemos que es homófobo  (que siente aversión hacia la homosexualidad)? ¿Acaso  sabemos si tiene un hijo, un hermano, un alumno querido o dos colaboradores a los que adora o alguno de sus mejores amigos entre las personas de sexo no binario -como gustan de llamarle algunos a la sexualidad difusa, confusa y hasta profusa-? ¿Por qué hay que concluir que es homófobo alguien que hace ese comentario irónico de baja intensidad sin siquiera conocerle? Por otra parte, el profesor publicó una disculpa impecable vía Twitter –el mismo canal que usó para la ofensa- dirigida a la persona de Iceta y otra a la Universidad de Barcelona reconociendo su error y su falta de tacto en la misiva contra el político. ¿Qué más quieren? Ni la falta era tan grave como para forzar la dimisión de alguien  ni tiene relación alguna con la tarea científica por la que le pagan.

Amor, desde luego, no se apreciaba en el mensaje, eso es cierto; como tampoco lo había en las calles de Bruselas adonde miles de personas fueron a pregonar su odio ancestral a España de manera desleal  acusando de fascista a un régimen que protegió su estado de derecho ante las tropelías de algunos (muchos)  irresponsables. ¿Sabrán lo que es fascismo o lo hacen solo por ignorancia y/o maledicencia?

Tampoco se apreciaba amor alguno entre  quienes cantaban “a por ellos” cuando salía la Guardia Civil a participar en el aborto de un referéndum inane, inútil, ilegal e inofensivo.
Ni en quienes han dicho a los catalanes “a mí hábleme en cristiano” aprovechando un contexto de ventaja geográfica, administrativa o de poder (como la mili, por ejemplo).

En este escenario de odios vociferantes rompo una lanza por Iceta, un tipo conciliador y, en apariencia, honesto cualquiera que sea el trato que le dé a sus esfínteres. Y al otro, al profesor, que le dejen en paz. Se ha disculpado. A las personas de buena voluntad, como Iceta, debería bastarles.

Román Rubio
Diciembre 2017




domingo, 10 de diciembre de 2017

ESTÚPIDOS

ESTÚPIDOS

Recuerdo un dicho que mi padre solía repetir a menudo: “Es mejor tratar con un pillo que con un tonto”. No sé en qué casos concretos pensaba el hombre cuando pronunciaba su sentencia, aunque soy capaz de imaginar algunos. De pillos y de tontos.

El filósofo italiano (historiador económico, según la Wikipedia) Carlo Cipolla (1922-2000), sin conocer a mi padre ni a ningún otro personaje de mi pueblo (que a mí me conste), formuló la idea del tonto y el pillo de manera ingeniosa, divertida elegante y más elaborada en su obra de 1988 Allegro ma non troppo, en lo que él llamó “Teoría de la estupidez”. La idea se enmarca dentro del utilitarismo, corriente filosófica mayoritariamente inglesa, cuyo máximo exponente es Jeremy Bentham y que, de manera muy esquemática, afirma que la mejor acción es la que maximiza la utilidad, en términos de bienestar de los seres humanos, haciendo buena la máxima de “el máximo bienestar para el máximo número de personas”. Por alguna razón –y permitan una pequeña desviación del argumento principal- a menudo, la anécdota de la momia de Bentham sale a colación en algunas sobremesas familiares en las que coincido con cierto familiar que se declara fan del utilitarismo inglés y de Bentham, cuya cabeza se momificó a su muerte, se compuso el cuerpo con paja, se le vistió, se le metió en una urna y se le declaró miembro permanente -presente, pero sin voto-  del claustro del University College de Londres adonde se le ha llevado en su urna a presidir algunas de las sesiones de claustro. La cabeza, tras un macabro deterioro, consecuencia de una momificación chapucera, fue sustituida finalmente por una de cera. Pero eso es otra historia.

Volviendo a Cipolla: su interesante teoría de la estupidez sigue cinco leyes:
1.- Se subestima el número de estúpidos en circulación.
2.- La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma. Esto es importante. La estupidez está desligada de la capacidad intelectual, por ejemplo. Se puede ser lerdo o una lumbrera y ser estúpido a la vez.
3.- La persona estúpida causa daño a otras personas sin obtener beneficio para sí misma.
4.- Se subestima el potencial dañino de los estúpidos.
5.- La persona estúpida es la más peligrosa que puede existir. Y ahí, coincide 100% con la idea de mi padre.  El malvado perjudica al semejante pero, al menos, se beneficia él, con lo que la cantidad de bien en el mundo viene a ser la misma, aunque cambia la propiedad.

Las personas quedan clasificadas pues en cuatro grupos que se distribuyen de acuerdo a los ejes de beneficio o perjuicio propio y ajeno. Los “Inteligentes” tienen la cualidad de beneficiar a los demás al tiempo que a sí mismos, los “Incautos” benefician a los demás mientras se perjudican a ellos mismos, los “Malvados” actúan en beneficio propio perjudicando a los demás y, los peores de todos, los más perniciosos para la sociedad: los “Estúpidos”, que son los que, con sus acciones, no hacen sino obtener su propio perjuicio y el de los demás. Todos salen perdiendo.

Sugiero, como un juego, que hagan una lista de sus familiares y conocidos e intenten situarlos dentro del gráfico, teniendo en cuenta que los ejes implican categorías cuantitativas y no sólo cualitativas, es decir, uno puede ocasionar “mucho” o relativamente “poco” perjuicio propio o ajeno y, por lo tanto, puntuar “mucho” o “poco” en tal ordenada o abscisa. Después, háganlo con personajes públicos. Con Trump, por ejemplo, que me sale claramente en el campo de los malvados. El perjuicio que consigue (véase el último de ellos, declarando a Jerusalén capital de Israel) siempre es para obtener réditos políticos. Intenten colocar en el gráfico a los líderes independentistas catalanes: han logrado agrandar la brecha entre los ciudadanos hasta conseguir un clima irrespirable exacerbando, de paso, el nacionalismo español; han logrado la intervención de la Autonomía catalana, el empobrecimiento (muy leve, de momento, es cierto) de su propia tierra y en el plano personal, la cárcel, el exilio y un más que incierto rédito electoral. Por ahora.
Juzguen ustedes.

Román Rubio

jueves, 7 de diciembre de 2017

OBITUARIOS: LOS GUAPOS TAMBIÉN MUEREN.

OBITUARIOS: LOS GUAPOS TAMBIÉN MUEREN.

Los lectores jóvenes desconocen el dato, pero hubo un tiempo en que en mi país, ¿España?, se escuchaba música francesa e italiana además de la de cosecha propia y de, por supuesto, la que venía del Reino Unido y  los Estados Unidos. Lamentablemente esto se ha perdido, a pesar del advenimiento de la Unión Europea. Cada país tiene su propia música coexistiendo con la anglosajona que es compartida por todos al tiempo que se ignora la del vecino. Había cantantes melódicos como Adamo (Aline..), Françoise Hardy (Tous les garçons et les filles…), Domenico Modugno (La lontananza…), Iva Zaniccchi (La riva bianca la riva nera…) y la gran Mina (Parole parole…)  Y cantautores como George Brassens (La mauvaise reputation…), Jacques Brel (Ne me quitte pas…), Franco Batiato (Centro di gravità permanente…) o Moustaki (Le métèque…) que traspasaban las fronteras. Y había también rockeros, a lo Elvis. Diríase que cada país tenía su propio Elvis. Los italianos, a su Adriano Celentano,
 los españoles, a un chaval de Xátiva, el gran Bruno Lomas, muerto en accidente de coche en los alrededores de Valencia
y los franceses, bueno, los franceses tenían a Johnny Hallyday, que murió el pasado martes a los 74 años en su casa de los alrededores de París.
En 1965, Johnny, de inmensa popularidad en Francia, se casó con otro mito de la canción francesa: Silvie Vartan, matrimonio que duró hasta 1980. Formaron, en la época, una pareja de popularidad equiparable a la de Sarkocy y Carla Bruni, Rainiero y Grace Kelly o  John y Jackie Kennedy.
La popularidad del personaje nunca decayó. Al menos, no en Francia, en donde fue un ídolo hasta su muerte. Hizo algunas incursiones interesantes en el cine como la película de principios de los 80 El hombre del tren.

Esta misma semana ha fallecido  en Inglaterra otro personaje del blanco y negro. Se trata de Christine Keeler, también a los 74 años,  la corista que, con sus relaciones íntimas provocó un cataclismo en la sociedad inglesa de los años sesenta en lo que se conoce como el caso Profumo.

 John Profumo era el Ministro de la Guerra del Gobierno conservador de Su Majestad y tuvo un romance con la showgirl a la que reconoció haber conocido en un club del Soho londinense. La cosa no parece tener más relevancia si no fuera porque, de manera simultánea, la chica también tuvo encuentros de carácter “íntimo” con Yevgeny Ivanov, Agregado Naval de la embajada soviética en Londres y reconocido espía sometido a la discreta vigilancia del MI5. Y todo esto, en el momento álgido de la Guerra Fría y la carrera armamentística entre el mundo occidental y el soviético que había vivido el año anterior la crisis cubana de los misiles. Tras negar  el ministro Profumo en sede parlamentaria cualquier conducta impropia con la dama (no impropriety whatever) y demostrarse lo contrario, provocó su dimisión y a los pocos meses, la caída del gobierno del conservador Harold MacMillan.
La foto más famosa de Christine Keeler es, sin duda, la de la silla, pero, la de su comparecencia al juicio del que salió con una discreta condena por perjurio es muy esclarecedora de los sentimientos que provocó en el público inglés de la época. Vean con qué avidez sometía el público, especialmente las mujeres, a la showgirl a un minucioso examen. En sus miradas se adivina curiosidad, ánimo de venganza, admiración. Es notoria, también, la dignidad con la que la mujer se conduce frente al malsano escrutinio.
Johnny, Christine, descansen en paz. Manuel Marín también, pero de ese ya han oído hablar bastante. Y tampoco era tan guapo.

Román Rubio
Diciembre 2017-12-06




miércoles, 6 de diciembre de 2017

LOS WINKLEVOSS

LOS WINKLEVOSS
“A perro flaco todo son pulgas”, dice –a menudo con razón- el refranero español. De los gatos se dice que tienen siete vidas y que siempre caen de pie. Pues bien, estos dos son gatos: Fat Cats, de hecho. De los de manicura, peluquería y sofá exclusivo. Y de los que siempre caen de pie.
CÓMO LOS GEMELOS WINKLEVOSS SE CONVIRTIERON EN LOS PRIMEROS MILMILLONARIOS DEL BITCOIN
Los emprendedores  demandaron al fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, hace años e invirtieron su (supuestamente) magra indemnización de manera inteligente.

Nombre: Tyler y Cameron Winklevoss.
Alias: Los Winklevii.
Edad: 36 y 36.
Rasgos físicos: Guapos, enormes, similares
¿Es que son  gemelos idénticos?:   Sí. Puede que te acuerdes de ellos por la película La red social, de 2010.
Vagamente. Son actores, ¿no?:   No. Son inversores y emprendedores. En 2008 formaron parte del equipo de remo de los EEUU en la Olimpiada de Pekín quedando en sexto puesto. En la película, Armie Hammer caracterizaba a ambos en una especie de hombres de raza superior. Tal y como uno de ellos expresó en una memorable línea del diálogo: Mido 1.96, peso 100 kilos y hay otro como yo.
Vale. ¿Pero por qué hacer una película sobre ellos?: Porque estudiaron en Harvard con Mark Zuckerberg, al que demandaron más tarde, culpándole de haber robado su idea de un sitio web al que ellos llamaron Harvard Connection y al que él llamó “the Facebook”. (Música dramática)
¿Y lo hizo? ¿Robar la idea, digo?: Uff. Eso es muy difícil de aclarar. Los Winklevoss interpusieron numerosos pleitos y obtuvieron unos 65 millones de dólares en acciones de Facebook, lo que no era mucho por entonces.
Bueno, claro. Esos tipos probablemente se fundieron los $65 millones un una comida: De hecho, se gastaron $11 millones en bitcoins, de modo que les levantaría el ánimo un poco.
¿Bitcoin? No entiendo esa palabra: Es una criptomoneda.
Otra que no entiendo: Piensa que es una moneda simbólica que se puede poseer y con la que se puede comerciar y convertir. Como el dinero normal, tiene valor porque otras personas lo consideran valioso. El número de bitcoins en circulación es controlado estrictamente por un sofisticado software que nadie puede hackear llamado blockchain.
Gracias. Y a los gemelos Winklevoss les encanta tener muchos bitcoins, ¿verdad?: Hoy por hoy, seguro que sí. En marzo de 2013, compraron unos 100.000, cuando cada uno valía unos 120 dólares. Tras un año bueno y un par de semanas locas, cada bitcoin vale ahora… vamos a ver… 11.827 dólares.
¡La madre que los parió!: Exacto. Aparte de otras inversiones, los Winklevoss se han convertido en los primeros milmillonarios del bitcoin. Sin contar con Satoshi Nakamoto, el misterioso inventor del bitcoin, claro.
Por favor, no  expliques quien es :  Bueno, hay muchas fascinantes  teorías.
Lo peor: “No son milmillonarios”- Cada uno es solo medio milmillonario.
Lo mejor: “Con “sólo” $73.000 millones más alcanzarían a Zuckergerg.

Traducido de The Guardian 3 de diciembre 2017-12-05

* La palabra billionaire ha sido traducida por milmillonario. Aunque a veces la palabra  chirríe, en inglés llaman billion a lo que para nosotros es mil millones.

Román Rubio
Diciembre 2017


domingo, 3 de diciembre de 2017

ADONDE EL VIENTO NOS LLEVÓ







Un paseo por el año de la posverdad que viene a ser una síntesis de los artículos de este blog; o de algunos de ellos, al menos. Temas como la moral, la patria, el heroísmo o el azar vistos desde una perspectiva doméstica, como de andar por casa, sello de esta casa.
La recolección de ideas para el libro terminó en  junio de este 2017 con lo que el tema catalán ha quedado prácticamente fuera de la obra, de lo que sinceramente me congratulo ya que empezamos el verano con la turismofobia y la colas del aeropuerto de El Prat, continuó con el desgraciado atentado de la Rambla y rematamos con el referéndum del 1 de Octubre, el lamentable papel de la Policía y la declaración de opereta de la República Catalana y el posterior sainete.Ningún tratado de actualidad sería capaz de resistir tal asalto. 
Si les viene a bien adquirirlo, sepan que está disponible en Amazon en versión papel.
Gracias y disfruten de la lectura.

Román Rubio
Domingo, 3 de diciembre de 2017