PAROLE, PAROLE
Como viene
ocurriendo desde el 2013, Fundéu, la Fundación creada para el fomento del
(buen) uso del español, ha sacado la lista de las palabras del año, aquellas que
han ido trayendo los acontecimientos, sean neologismos o no. Tras el
proceso de selección, los miembros de la Fundación eligen una. En 2013 fue escrache, en 2014, selfi; en 2015, refugiado
y en 2016, populismo, que bien podía
haber sido posverdad, como lo fue
para los del Oxford Dictionary of English.
Las palabras preseleccionadas para recibir el
galardón de la palabra del año son:
Aporofobia: Significa “miedo, rechazo o temor irracional a los
pobres, a los indigentes”. Etimológicamente se compone de las palabras griegas áporos (pobre) y phóbos (miedo o temor) y fue propuesta por primera vez por la
Catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, Adela Cortina, para
diferenciar el concepto de otros como xenofobia (miedo o rechazo al
extranjero). Algunos lingüistas han criticado el indudable hallazgo léxico
alegando que la Catedrática lo es de Filosofía y no de lingüística o Griego
Clásico y que el verdadero significado de
áporos no es el de pobre o indigente, pero lo cierto es que se ha impuesto
por mérito propio. Es sonora y permite la derivación aporófobo, lo que en boca del Capitán Haddock luciría muy bien.
Aprendibilidad: Una horterada. Traducción literal de la inglesa learnability. Es fea, es larga y es
pretenciosa. Le veo poco futuro. A mí, no me la oirán.
Bitcóin: Lo mismo que bitcoin, pero con tilde, por ser aguda terminada en “n”. Muchos
seguiremos usando bitcoin, aunque sea
en negrita.
Destripe: La inglesa spoiler
se ha arraigado tanto que no le auguro mucho recorrido al destripe este.
Machoexplicación: He aquí otro ejemplo típico de calco lingüístico.
Si el año pasado el manspreading dio
lugar al simpático y enormemente descriptivo “despatarre” para nombrar a esa
irritante costumbre del varón de sentarse con las piernas abiertas, este año el
mansplaining ha generado el forzado machoexplicación, mucho más anodino, en
mi opinión, para designar una cierta actitud paternalista del discurso
masculino para con la mujer.
Noticias falsas: Ya lo saben: fake
news. Hasta la vicepresidenta lo dice en inglés. Y con poca gracia, como
siempre que abre la boquita.
Odiador: No sé porqué aparece en la lista. Tampoco la oigo
tanto. Quizá sea común en Latinoamérica… Traducción de la inglesa hater (el que odia, el resentido), de la misma
manera que lover es el que ama y spoiler es –también- el que echa a
perder alguna cosa. ¡Ah! Y el hatter, que
no odia necesariamente a nadie. Es un sombrerero, que, como Alicia y todo el
mundo anglosajón sabe, suele estar loco.
Soñadores: Otra. De dreamers.
Superbacteria: ¡Ay, dios, qué miedo! Es una bacteria resistente a
los antibióticos. O algo así.
Trans: Acortamiento de transgénero, transexual… Mi
favorita, sin embargo, en el campo semántico es la expresión, para mí, novedosa
de “género no binario”, pero esa no está en la lista.
Turismofobia: Otro hallazgo. Redonda, expresiva, llena de
significado denotativo y connotativo. Una joya semántica con un gran recorrido. Y también con interesantes
derivaciones como turismófobo. Otra
para el Capitán Haddock.
Uberización: Para designar plataformas de economía colaborativa
a través de internet.
Todas estas palabras han sido objeto, según Joaquin
Muller -Presidente de Fundéu-, de
estudio y análisis por parte de la Fundación a lo largo de 2017. El 29 de
diciembre se dará a conocer la ganadora. Yo tengo la mía. Predigo que será turismofobia. Ya estoy deseando
gritarle a alguno: ¡Ectoplasma! ¡Antropófago! ¡Ornitorrinco! ¡Turismófobo!
Román Rubio
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