martes, 22 de diciembre de 2015

MEMES

MEMES



Hay que ver lo que se aprende. Cada año aprendemos algo nuevo, también palabras. Me refiero a esas que aparecen un día en nuestro vocabulario, las adoptamos y nos preguntamos cómo podíamos haber vivido sin ellas tanto tiempo. Este año no ha sido muy pródigo (para mí) en la adquisición de nuevas palabras dado mi relativo aislamiento pero si hay que señalar una, esa ha sido “memes”; ¿por qué la empleamos casi siempre en plural? Se trata, como todo el mundo sabe, de esas piezas de información que recibimos vía Facebook o WhatsApp, y que, gracias  a una nueva  contextualización, original e imaginativa, se convierten en fenómenos informativos de primer orden  haciéndose “virales” -palabra, por cierto, que en el contexto que la utilizo, habíamos aprendido sólo un ratito (en términos históricos)  antes-. Indagando en el origen de la palabra descubro con sorpresa que había sido “inventada”  por mi admirado Richard Dawkins en su libro The Selfish Gene (el gen egoísta) del ya lejano 1976, aunque con un significado diferente. Para el autor, “memes” era la unidad transferible de información cultural entre individuos, grupos o generaciones, de la misma manera que “genes” se refiere a la información genética. La palabra, como tantas otras veces, ha evolucionado hacia un sentido nuevo y autónomo, como “hashtag” o almohadilla numeral, que ahora identificamos como… bueno, ya lo saben.


En años anteriores aprendimos que “selfie” era la foto (autorretrato) que hacíamos de nosotros mismos, rara antes y frecuente ahora con o sin ayuda de un palo, el ínclito “selfie stick” y que si contábamos el desenlace de la película o serie de moda no sólo arruinábamos el argumento sino que nos convertíamos nada menos que en “spoilers” de la secuela o -lo que todavía es más “trendy”,  la “precuela”. Aunque esto ya lo sabíamos desde los tiempos en que los maremotos se convirtieron en “tsunamis” y las tormentas profundas en “ciclogénesis explosivas” adquiriendo así, dimensiones magníficas.

Entre tsunamis y ciclogénesis aparecieron los “hipsters” y se hicieron omnipresentes. Nuestros jóvenes, “nativos digitales” todos ellos, y no como nosotros que éramos, y seguimos siendo, analógicos de nacimiento -aunque algunos seamos blogueros-  se dejaban crecer unas barbas de entre leñadores y “yihadistas” y entre “escrache” y escrache se dedicaban a financiar por “crowdfunding” pequeños proyectos empresariales, artísticos por lo general, “start-ups” e incluso a partidos políticos.

Los tipos raros se convirtieron (nos convertimos) en “ frikis” –de freaky, como dicen ellos- que son esos tipos y tipas de cierta edad con una pertinaz querencia a practicar algo que se llama Pilates o a apuntarse a lugares llamados “spa” o spas, que no son sino balnearios o sitios donde te lanzan agua de distintas temperaturas a distintos sitios del cuerpo. Hemos visto con sorpresa y sin necesidad de ningún “coach” que el abultamiento de los morros de muchas mujeres con las que nos cruzamos en las calles comerciales y que van llenas de paquetes, no proviene de ninguna plaga de avispas ni tan siquiera del temible mosquito tigre, sino de la aplicación del popular “botox”, que inyectado en la piel sirve para alisar, abultar o qué sé yo y no como el “dron” que vuela sin piloto y también es cosa seminueva.

Aprendimos en un momento dado a despreciar al “mileurista” y ahora, ingenuos, lo añoramos pues muchos jóvenes que trabajan como teletrabajadores autónomos o en “coworking” ya lo quisieran ser. Esto es producto de la “deslocalización” o externalización de las empresas que algunos MBA (Master in Business Administration) se empeñan en llamar “outsourcing” aunque pocos los entiendan. El fenómeno ha sido dañino especialmente para los  PIGS, acrónimo ya en desuso de Portugal, Italia, Grecia y España, que son una lacra para el bienestar y desarrollo de Europa llegando a situarse al borde del “Grexit”, de momento superado para llegar al “Brexit”, que no es sino la amenaza de la salida del Reino Unido (Britain) de la Unión Europea.

El bajo precio del petróleo ha hecho que el “fracking” sea poco rentable con lo que la palabra ha perdido presencia, lo cual es una lástima porque sonaba muy bien. El problema es que el crudo se paga en dólares y no en bitcoins que si no, otro gallo nos cantaría. El bajo precio del combustible me ha ayudado a tomar la decisión de “tunear” mi vieja Lambretta, aunque quizás lo que haga sea “customizarla”, que viene a ser lo mismo y queda menos “choni” y “poligonero” (me encanta esta última).

Gracias a la “multiculturalidad” -¿habrá alguien capaz de pronunciar la palabra así, de una?-  hemos aprendido mucho últimamente, muchas palabras quiero decir, aunque a veces sea algo decepcionante. Cuando aprendí el significado de “amigovio” que es palabra común (me dicen) por el cono sur y que (lamentablemente) es algo muy lejos de mi radio de acción vital, me dijeron que “cameo” no era lo que yo creía, que no se trataba de  la acción a llevar a cabo con el amigovio de cuando en cuando, sino la aparición de un famoso en el programa o película de otro; ¡una decepción, que quieren que les diga!

La "serendipia" (Eureka) de las nuevas adquisiciones en forma de palabras ha hecho que mi idea original de escribir sobre los resultados electorales se vea aplazada, o más bien, he decidido procrastrinar el artículo sobre los resultados electorales y como siempre que procrastrino -¿se dan cuenta de la dificultad de importar verbos (hay que conjugarlos después)?- acabo por no hacerlo. Gracias por el tiempo que invirtieron en leer el artículo. Están invitados a hacer cualquier comentario, aunque tratándose de un blog tiene que hacer uso de la palabra ya que, lamentablemente, no  tienen a su disposición los cómodos, simpáticos y expresivos “emoticonos” a los que tanto debe la literatura.

Román Rubio
@roman_rubio
Diciembre 2015 

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