domingo, 28 de febrero de 2016

SEÑOR RAJOY

SEÑOR RAJOY


Lo siento. Hoy toca hablar bien de ese señor. Hasta ahora sólo había destacado su tibieza para afrontar los temas complicados, su propensión a dejar pudrir los problemas, sus políticas de derechas  y su poca gracia. Hoy en cambio, con su venida a menos, sus defectos se me transmutan en entrañables debilidades humanas. Sus tímidos comentarios sobre el tiempo con la periodista: “hace frío. Las mañanas son frías… pero no nieva”, sus exclamaciones extravagantes, como la de “viva el vino” forzando un candor para el que no está dotado, su manera desabrida y sosa de poner la cara para besar a las personas que tiene que besar por cortesía, su campechanía forzada, su ceceo y su vetusta buena educación y compostura me acercan a la parte humana del personaje.

Mi repentina simpatía por Rajoy ha podido venir propiciada por la injusta declaración de la ciudad de donde proviene su mujer (Pontevedra) como persona non grata. ¡Un poco de cordura, señores! El asunto no tiene ni pies ni cabeza. Es otra muestra de la histeria, el incorregible arrebato emocional sin sentido del que este pueblo, con sus apasionadas y cainitas filias y fobias, parece incapaz de liberarse. Una cosa es que te niegues a hacerle babosos honores (algo, por otra parte, frecuente en nuestro país –acuérdense del patético Ferrol del Caudillo-) y otra declararle la única persona non grata de la historia de la ciudad. Tiene toda la razón Mariano a la hora de quejarse y sentirse herido: ni Hitler, ni Stalin han merecido el “honor”. ¿Era necesario mostrar el rechazo agresivo a una persona que quizás lo único malo que ha hecho por Pontevedra ha sido permitir que una fábrica abierta mucho antes de llegar él a la Moncloa siga abierta? ¿Han nombrado persona non grata acaso a Franco allí? ¿Qué haremos cuándo gane la derecha de nuevo? ¿Nombrar persona non grata al alcalde Miguel Anxo? ¿Y qué honor nos reservamos para Zapatero en León?, ¿la Cruz de Hierro?

Si al innecesario ultraje al que se somete al Presidente por los actuales prebostes añadimos la absurda agresión que sufrió con el puñetazo inmisericorde que un  jovenzuelo le propició a traición, podemos convenir que el hombre tiene  motivos suficientes para calificar de ingrata a la tierra que le vio dar sus primeros pasos.

Así es este pueblo. Estoy viendo al fogoso pueblo valenciano insultando e injuriando a sus otrora ídolos: a la diosa de la laca, la soberbia, los mercados y las Fallas, señora Barberá y al pequeño Berlusconi de la Diputación que afirmaba que los de su pueblo le votaban aunque les prometiera traer la playa. Fíjense bien en ellos. Muchos son los mismos que les adoraban hace nada.

Sólo en contadas ocasiones he sentido simpatía por líderes de la derecha. Más bien, me han provocado rechazo. Y hablo de la derecha, no de esa cosa viscosa y populista que representan tipos como Berlusconi o Sarkozy. Me refiero a gente como Reagan, Churchill o Aznar.

Mi primer síntoma del peligroso síndrome fue mi simpatía genuina por la señora Merkel. Fue casi un amor a primera vista. Bestia negra de todo izquierdista europeo, demonio de los podemos y syrizas del mundo, ha sido para mí un ejemplo de sentido común, sensatez y rigor. Su filosofía es muy sencilla: gaste lo que tenga, no más, y si puede, ahorre algo; no presuma demasiado, o mejor aún, no presuma; sea discreto y moderado -no por más gesticular y levantar la voz se tiene más razón- ni besuquee más allá de  lo que sea cómodo para su interlocutor/a; mienta poco o nada; pida poca o ninguna ayuda –sólo la necesaria- y si lo hace, asegúrese de que podrá devolverla y mantenga su palabra: sí, con los refugiados también; si se compromete a acoger a 5000, no se quede con 17. Así de sencillo es su catecismo. Y por eso me gusta.

Reconozco que con la Thatcher nunca llegué a sentir esa empatía. Siempre la consideré el brazo ejecutor de los adoradores del becerro de oro, azote del pobre y el humilde, de modales arrogantes e inflexibles y con una visión  del mundo con orejeras. Aún así, escuché decir a alguien algo de ella que me conmovió y me hizo ver un atisbo del ser  que había debajo de ese casquete de peluquería, y no tenía que ver con la deriva cognitiva de sus últimos años.

Chris Patten es una personalidad en Reino Unido. Es el actual Rector (Chancellor) de la Universidad de Oxford, cargo con un gran prestigio en aquel país. Ha ostentado diversos cargos políticos y obtenido título nobiliario. También presidió el órgano de gobierno de la BBC desde 2011 a 2014, pero quizás el público británico le recuerda como el 28º y último gobernador de Hong Kong. Lo fue hasta el 31 de junio de 1997 en que, con la presencia de los Príncipes de Gales y a bordo del HMY Britannia se cedió la soberanía a China. Pues bien, el hombre confiesa en sus memorias que la señora Thatcher, en sus visitas a Hong Kong como Primera Ministra del Reino Unido se alojaba, como es natural, en la opulenta y bien servida residencia del gobernador, lo que no era impedimento para que la mujer se hiciera ella misma la cama en la que había dormido cada noche antes de iniciar la agenda oficial. Había leído lo mismo de Mandela. Sus años de prisión habían grabado en él el hábito de hacerse la cama cada mañana se encontrase dónde se encontrase: en la residencia presidencial o en un hotel. No me habría sorprendido nada oír lo mismo del uruguayo Múgica o del argentino  Bergoglio pero de Margaret Thatcher, la verdad, sí que me sorprendió. Imaginé a la tendera, tan odiada por  mineros y  sindicalistas como menospreciada con condescendencia por la aristocracia (incluyendo la propia Reina) haciéndose la cama en la lujosa residencia del gobernador y me di cuenta de que nada es como parece.

Román Rubio
Noviembre 2016 

jueves, 25 de febrero de 2016

MANUSCRITO VOYNICH

MANUSCRITO VOYNICH


Antonio es de mi barrio. Lo conozco de los bares del lugar. Siempre ha sido hombre de bar del barrio y  trato fácil. Campechano, desenvuelto, activo y presto a la chanza, al café de media mañana, la caña de mediodía y el orujo de media tarde. Es o ha sido durante muchos años fotógrafo de profesión; y de los buenos. Hace unos años que el trabajo le empezó a flojear. Las agencias de publicidad ya no encargaban catálogos, las empresas contrataban informáticos y community managers para promocionar sus productos en la web  y él nunca había sido de bodas y comuniones, de modo que –hombre activo y emprendedor como es- se quedó un bar-restaurante en el barrio. Al fin y al cabo, como él decía: “con las horas que he pasado en los bares en esta vida ya es para haber aprendido el oficio”. Consiguió en poco tiempo darle un aire atractivo y personal al local en el que la suave música de jazz, un servicio atractivo y amable y una carta que se sale de lo corriente aseguró una clientela abundante y regular.

El otro día me comentó su plan de traspasar el negocio. “¿Y qué vas a hacer?”- dije yo. “No sé, en principio me iría a hacer un trabajo que quieren que les haga unos de una editorial de Burgos para los que ya he trabajado antes”. “Es en Nueva York o por ahí” –continuó el vecino. “Es para fotografiar un libro que nadie sabe qué es ni qué coño dice…”

Alto ahí: ¡sé de qué va! Se trata de la Editorial Siloé, de Burgos, que está entre las primeras editoriales del mundo en la reproducción de libro antiguo en facsímil. Tiene en catálogo los Beatos de Liébana, el Bestiario de Westminster y muchos otros códices y documentos antiguos de primer orden. Su profesionalidad y calidad en las ediciones es tan puntera que han conseguido la primera autorización para copiar el Manuscrito de Voynich, que se encuentra en la Biblioteca Beinecke de Yale catalogado como el ítem MS 408 y al que se considera el Santo Grial de la criptografía histórica.

El códice consta de 240 páginas escritas en una lengua desconocida, expresada en un alfabeto no identificado  compuesto por un número de glifos de entre treinta y cuarenta que parecen seguir patrones con sentido. Nadie ha conseguido descifrar el contenido del libro, compuesto alrededor de 1420 según la prueba del carbono 14/438 en el que además del misterioso texto hay abundantes  y curiosas ilustraciones. Han trabajado en el enigma muchos especialistas británicos y americanos, incluyendo parte de los que, en la Segunda Guerra Mundial, descifraron el Código Púrpura japonés sin obtener ningún resultado. Sólo en el año 1992, Stephen Bax, profesor de la Universidad inglesa de Bedfordshire declaró haber descubierto el significado de algunas palabras, entre ellas Taurus  y cilantro (cosa que podríamos haber hecho usted y yo, puesto que iban acompañadas de sus respectivos dibujos) del total del libro que se compone de lo que parecen ser seis capítulos: herbolario, astronomía, biología, cosmología, farmacia y recetas.


El enigma es tan abstruso que la explicación evidente podría ser la de que es una farsa, una acumulación de signos sin sentido; la obra de un bromista que en su día se tomó su tiempo y aplicó una gran habilidad y conocimiento en confeccionar una gran mentira. Sería, pues, una más de las grandes farsas como lo fueron, en distintas épocas El Hombre de Piltdown (de autoría confesa y, aún así, discutida), Los Protocolos de los Sabios de Sión (obra de la Ojrana, la policía secreta zarista, para difamar a los judíos), El gigante de Cardiff (que el estanquero George Hull mandó tallar en yeso) o Los diarios de Hitler (escritos por Konrad Kujau en los 80 para la revista Stern).

El primer propietario conocido fue un oscuro alquimista de Praga. Fue adquirido después por Rodolfo II de Bohemia por 600 ducados de oro. En la corte se creía que el autor era el franciscano Roger Bacon (1214- 1294) porque, al parecer, fue adquirida de  un tal John Dee, matemático y astrólogo inglés que tenía como colaborador a otro alquimista llamado Edward Kelly que presumía de ser capaz de transformar oro en cobre usando polvos mágicos que había encontrado en la tumba de un obispo de Gales, así como la capacidad de hablar con los ángeles en un idioma que él llamaba enoquiano por ser, según el espabilado alquimista, la lengua de Enoc, el padre de Matusalén –conversaciones que el colega Dee copiaba y transcribía-… Tras muchos otros aconteceres, el lituano Wilfrid Voynich lo compró en 1912 en Roma al Colegio Romano junto con otros 30 manuscritos y el siguiente propietario, el anticuario neoyorquino H.P. Kraus, lo donó a Yale en 1969.
La patraña del origen sería evidente a no ser por algunos rasgos inquietantes que hace que los especialistas se lo tomen en serio. Uno de los más convincentes es que el lenguaje -¿desconocido, imaginario?- cumple la llamada Ley de Zipf que estipula que, en una cantidad suficiente de texto de cualquier lengua, la palabra más usada duplica en número a la siguiente, triplica a la tercera más frecuente y así sucesivamente y que el rango de aparición en un texto está relacionado inversamente con la carga léxica. En inglés, las palabras the, of y and son las que ocupan los primeros lugares en cuanto a frecuencia. Pues bien: el voynichés (como se conoce a la lengua del manuscrito) cumple la dichosa ley, algo que el autor no podía haber tenido en cuenta ya que fue formulada siglos después.

No sé si mi vecino Antonio será quien finalmente fotografíe cuidadosamente, una a una, las páginas del códice para su reproducción o lo hará otra persona. Para mí, el poder colaborar con mi granito de arena a la inmensa leyenda del documento, sería un trabajo apasionante. Lo que sé, o intuyo, es que los de Burgos harán un trabajo excepcional en la edición del libro y el contenido y el lenguaje seguirán siendo un misterio. Como debe ser.

Román Rubio
Febrero 2016 

domingo, 21 de febrero de 2016

REYES MAGOS


REYES MAGOS

Ya vienen los Reyes por el callejón/ pronto nos traerán barritas de turrón



 Estuve fuera algunos días de Enero de modo que me perdí la gran tormenta mediática de los trajes de los Reyes Magos en Madrid. ¡Qué lástima!, ¡me encantan las tormentas en vasos de agua! Los tradicionales personajes salieron vestidos con lo que a muchos les pareció cortinas de baño en lugar de los mantos de armiño de los reyes de verdad: los de Oros, Copas, Espadas y Bastos. Bueno, y la Reina de Inglaterra, que para la inauguración del año parlamentario se viste de Reina de Diamantes, con su manto y su corona para hacer el repóquer de reyes. Lloro con la decepción de la hijita de seis años de la Diputada Cayetana Álvarez de Toledo (¿adivinan de que partido?) al apreciar, a su corta edad -vean la temprana sensibilidad hacia el tradicionalismo-, el fiasco del traje de Gaspar. Me flagelo sin descanso de pensar que el Rey Baltasar era un negro y no un Concejal del PP con la cara pintada con un tizón. Como español de pura cepa detesto todo lo que sea étnico, progresista, innovador, multicultural, que vaya en bicicleta o que no provenga de Ponferrada, como el botillo o Luis del Olmo.

Para ver qué hay de sustancia en la cruel decepción de los niños/as del PP me lanzo a documentarme directamente a las fuentes: a la Biblia. Tengo en casa un buen ejemplar del Círculo de Lectores, coordinada y prologada por el profesor de Sagrada Escritura P. Serafín de Asenjo, O.F.M. Cap, y en las Sagradas Escrituras me encuentro con la primera sorpresa: la Epifanía (o Adoración de los Reyes) aparece únicamente en el Evangelio de Mateo. Ni Marcos, ni Lucas ni Juan hacen la mínima alusión al acontecimiento. ¡Bien empezamos!

Mateo escribió su Evangelio por los años 70 de nuestra era en arameo, aunque a nosotros nos ha llegado sólo la versión griega. En la traducción al español (del griego clásico) del relato del evangelista se lee: “Después de nacer Jesús en Belén de Judea, unos magos llegaron de Oriente a Jerusalén preguntando: ¿dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?” Pero, ¿cómo?, ¿magos?... ¿no hemos quedado que eran reyes? ¿y cuántos eran? ¡A ver si el atrezzo de cortinas de baño a modo de Merlín o el Mago de Oz va a ser más auténtico que los armiños de los reyes de la baraja!

No salgo de mi asombro, pero como se trata de traducciones del arameo al griego antiguo y de ahí al español y es un terreno en el que no ando muy seguro, sospechando que pueda haber algún matiz lost in translation, recurro a la reputada fuente del saber actual anterior a la wikipedia: la Enciclopedia Británica, en su versión online.

Para empezar yo nunca he oído en inglés referencia alguna a reyes de ningún tipo que vayan a Belén vistan o no armiño –aparte claro está de Herodes, que no fue pero se dejó notar-. Siempre los he conocido como The (Three) Wise Men (los hombres sabios) lo que me produce algo de confusión pues la Enciclopedia me dirige a Magi (the Magi). Y leo en la entrada:

Magi, singular Magus, also called Wise Men. The noble pilgrims “from the East” who followed a miraculous guiding star… (Matthew 2:1 – 12)

Y sigue:

Eastern traditions sets the number of Magi at 12, but western traditions set their number at three, probably based on the three gifts of gold….

Y hasta aquí podíamos llegar. Si mi Biblia del Padre Serafín de Asenjo –Profesor de Sagrada Escritura- les llama magos y no dice cuántos son y la Enciclopedia Británica les llama también magos (y/o sabios) y determina que son doce según la tradición oriental y tres según la occidental ¿por qué se escandalizan los niños y las mamás del PP hasta negar el perdón a la malvada Carmena? ¿Es a causa de la tradición? Pues contra La Tradición, La Razón. Eso sí: la de la Biblia y la Enciclopedia Británica, no la de Marhuenda.

Román Rubio  Febrero 2016



miércoles, 17 de febrero de 2016

APOLOGÍAS Y APOLOGETAS

APOLOGÍAS Y APOLOGETAS

Hace un tiempo escribí el artículo “yihadistas” en este mismo blog. Criticaba el hecho demencial de que una muchacha de Huelva hubiera sido detenida en Barajas por  tratar de embarcar en un avión que la había de llevar a Estambul, de donde se habría de desplazar a Siria u otro lugar de la zona para, supuestamente, desposar a un guerrero de Isis. Mi reflexión era/es: ¿por qué se detiene a esta joven? ¿Por auxilio a la rebelión como hicieron los franquistas con los oficiales del ejército republicano tras la Guerra Civil? ¿Por colaboración con banda armada? ¿Qué habría que hacer, pues, con las esculturales rusas que acompañan a los conocidos gangsters que recorren las calles de Moscú o Londres? No me lo digan.

Se trata de algo bastante común en nuestros días y que yo atribuyo a la teatralidad de la indignación, la criminalización del cabreo, la expiación de la ira por el castigo público, la intromisión de la justicia en la banalidad a solicitud de los iracundos, que parece que son numerosos e hiperactivos en mi país. Veamos algunos ejemplos:


Hace pocos días se detuvo y encerró a unos titiriteros por la representación de una obra de marionetas en Madrid. La obra, por lo visto, no tenía desperdicio. Según lo leído en un periódico “…una monja se clavaba un crucifijo en el pecho. Una mujer se metía unas tijeras entre las piernas con la intención de abortar…” Según uno de los presentes, la mujer, la bruja, es violada por su casero y ella lo mata. Queda embarazada y una monja trata de robarle el bebé. La bruja acaba con ella también. Aparece también un policía corrupto y un juez que la condena sin pruebas… que son también muertos por la intrépida bruja. En fin, la obra idónea para las mentes de los tiernos infantes. Llegó la Policía, desmontó la paraeta, trincó a los cándidos titiriteros y los metió en prisión, acusados de… Apología del Terrorismo. Entre tanto despropósito se les ocurrió usar un cartelito de 30 centímetros con la leyenda GORA ALKA –ETA que el policía corrupto puso en casa de la bruja para incriminarla. Y eso, para los apologetas de la decencia fue demasiado. Incitaba a la acción terrorista. No sólo era un atentado al buen gusto ni un material inadecuado para el público infantil -con lo que estoy de acuerdo-, no. Era una burla a las víctimas del terrorismo. Ya ven.

Hace unos años, el ahora Concejal en Madrid Guillermo Zapata publicó unos tuits en la red social de un mal gusto colosal, merecedores de inhabilitarle para la responsabilidad pública. Nunca debería haber ido en una lista pública (y esto es una llamada a Carmena) el autor de los comentarios que el concejal expresó -aún con el atenuante de las disculpas (que las hubo)-. El chistecito en cuestión era de una villanía extrema. Venía a decir: “Han tenido que cerrar el cementerio de las niñas de Alcácer para que no vaya Irene Viñas (que perdió las dos piernas en atentado de ETA a los 12 años) a por repuestos”. El autor lo calificó de inocente “humor negro”. No comment.
La Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha ordenado al juez Pedraz  que reabra la causa contra el concejal basándose en el delito de humillación a las víctimas del terrorismo, cuando la propia Irene Villa (con más conocimiento y sentido común que sus iracundos justicieros) había manifestado su perdón. En fin, el comentario (como el que hiciera el mismo sujeto sobre los judíos) es vil, es abyecto, es indigno y es estúpido, pero no es (o no debería ser) delito. Me imagino la cara de idiota que se les quedaría a los padres de  las niñas de Alcácer, violadas y torturadas hasta la muerte, al ver que puede haber un delito de humillación… a las víctimas del terrorismo.

Y el amigo Corbín, ¡hay el amigo Corbín! Cuñado de la Alcaldesa de España, la ínclita, campeona de mercados y urnas, cabeza y guía del pueblo valenciano, látigo de la oposición de izquierdas y de todo lo que no fuera falangista o quasi durante décadas; la ahora en horas bajas Rita Barberá. El abogado valenciano, con su buena “facha”, su abundante pelo canoso y su abrigo camel (incongruente en un día caluroso de poniente valenciano) se le ocurrió declarar, en público y ante cámaras y micrófonos la gallarda, castiza y cavernícola afirmación de “si me entero que mi mujer da mil euros (al Partido Popular) la corro a bofetadas”. ¡ Ahí esás tú valent! ¡Que se sepa quién lleva los pantalones!  No hay constancia de que el hombre sea o haya sido violento en el entorno familiar. Probablemente  se trata de un hombre pacífico y hasta cariñoso en casa, pero sospecho que en su código ético, en el entorno del sujeto es un comentario graciosillo, gallardo e inocuo.
No lo ve así Mónica Oltra, que ha decidido elevar las declaraciones de Corbín a la fiscalía por si encajan con una finalidad delictiva”. Pues bien, señora Oltra: puede que sea oportuno políticamente hacerlo. ¡Qué bonito sería que Rita Barberá y su procaz cuñado coincidieran algún día en el edificio de los juzgados! Sería un estupendo material de telediario pero no deja de ser una impostura y una falacia. Agredir es delito, apoyar o incitar a una agresión es delito; no intervenir a sabiendas de que la agresión ocurre es cobardía y las bravuconadas de los bocazas son eso: bravuconadas de bocazas.
Dejad en paz a los juzgados y dirimid vuestras frustraciones en otros foros. La Policía, la Guardia Civil y los Juzgados están para ocuparse de los delitos y no para bagatelas de tres al cuarto. Y la cárcel, también.

Román Rubio
Febrero 2016

domingo, 14 de febrero de 2016

VINO TINTO

VINO TINTO















Entré a comer en el restaurante de un pueblo de la zona vinícola de Utiel- Requena. El lugar, sin ser nada especial, tiene el plus de tener fuego in situ en dónde te hacen las chuletas de cordero, el pollo, los pinchos morunos o el chuletón a la vista y a la brasa. Tomé un menú, que incluía plato de cuchara, algo de brasa de segundo y natillas caseras para terminar. Más clásico que La venganza de Don Mendo en el teatro de una capital de provincia. De beber, tomé el vino de la casa. Y fue una agradabilísima sorpresa. Sin etiqueta alguna, embotellado en una carafe con tapón de goma-plástico (es decir, no embotellado) venía un caldo auténtico, oscuro casi morado, de cosechero, que sabía a vino. No a roble, no a humo de hoguera ni setas y hojarasca con reminiscencias de regaliz y frutos del bosque, sino a vino; honesto, pobre, tradicional, humilde buen vino de cosechero que bebí con deleite y me recordó a mi padre.
Mi padre era en hombre antiguo. Murió en 1991 y de haber continuado vivo hoy tendría ciento seis años y nunca, nunca le vi comer o cenar sin su cuartillo de vino, casi siempre de cosechero. Lo bebía en porrón, objeto que escondía cuando había invitados en casa. Entonces, reluctantemente, lo bebía en vasito, que era como el de agua pero más pequeño. En los años ochenta viví un tiempo en Yorkshire, en el Norte de Inglaterra. Allí no había cultura del vino. Los locales bebían cerveza en cantidades que a mí me parecían monstruosas. Me familiaricé con el momento del “last orders”. A las 11 de la noche, el tabernero hacía sonar la campana al tiempo que gritaba: “last orders, ladies and gentlemen”. Entonces, había cinco minutos para ir a la barra y comprar la última ronda de pintas. Había media hora para acabarlas. A las 11.30 en punto, el pub cerraba sus puertas y el personal salía, quién más quien menos, con un par de litros (4 pintas) en el cuerpo.

En aquellos años, empezaban a cambiar las cosas en el rudo Yorkshire. Se empezaban a abrir nuevos locales a los que llamaban wine bars  que se apartaban de la ortodoxa estética del pub con moqueta y barra de madera pulida. A estos locales, de apariencia más cosmopolita, acudían los individuos más sofisticados, aquellos que viajaban al continente y que eran (o se las daban de) connaisseurs (connoisseurs para los británicos). Entre los más jóvenes, los nuevos románticos eran carne de wine bar, un poco para marcar las diferencias con los hinchas de fútbol, pelados y tatuados; y esos sí, cerveceros puros. El vino, como es natural no era barato en el Norte. Los chardonnay, riesling, borgoña, burdeos, côtes du Rhône, chianti y algún que otro rioja, a menudo acompañados con queso, costaban lo suyo. Yo les decía a mis amigos que, en mi país, el vino era más barato que la leche, cosa que ellos escuchaban con incredulidad. Era cierto. En los ochenta, el vino de las cooperativas de las zonas vinícolas y de los cosecheros particulares costaba menos que la leche. También les decía que nunca vi a mi padre comer sin vino. Si además añadía que se fumaba un puro (una Faria de La Coruña) con su café  y a menudo una copa de brandy después de comer todos los días, se imaginaban a un señor el colmo de la sofisticación y el buen vivir, algo así como un David Niven en la terraza del Club Naútico de Niza, lo que hacía más incongruente mi propio aspecto de semiparia.

Me contaba mi padre, que era de Albarracín, que en su lejanísima infancia había conocido el servicio de diligencia diario de Albarracín a Teruel. Un coche de caballos hacía la ruta cada día por aquellas inhóspitas estepas –de las más frías de España- haciendo el servicio de transporte de personal y paquetería. El conductor de la diligencia, cuyo nombre no recuerdo pero que mi padre nombró muchas veces, debía haber hecho huella en la impresionable memoria de los muchachos de la época, pues el hombre, en su vejez, describía a un tipo semianalfabeto, generoso, alegre, blasfemo y algo borrachín, con una piel acartonada por la intemperie como podría ser la del  indio Jerónimo, un viejo tabardo o capa con la que se envolvía el cuerpo en el estante y una bota de vino siempre a mano. Para él y para quién quisiera que hiciera el trayecto y quisiera echar un trago.
Creo que mi padre buscó ese vino toda su vida. Encontró muchos con sabores a frutos del bosque, castañas asadas, líquenes, algas marinas, agua de rosas, pomelos en confitura y madera de roble. Mucho roble. Y aprendió a beberlos en copón de cristal fino y a hacer muecas saboreándolo, mientras trataba de decir algo que no pareciera demasiado pretencioso o garrulo pero me temo que siempre añoró el vino de la bota del tipo de la diligencia. Yo lo probé el otro día en El Pontón (Requena), era muy barato y me estuvo muy bueno.

Román Rubio
Febrero 2016 

miércoles, 10 de febrero de 2016

THE ANGRY YOUNG MEN

THE ANGRY YOUNG MEN

Hace ya unos años que fui al Teatro Rialto de mi ciudad a ver una obra atraído quizás por el título “Chicken Soup with Barley” (Sopa de pollo con cebada). Al  autor, Arnold Wesker, se le encuadra dentro del grupo literario británico de los años cincuenta conocido como “The Angry Young Men”, los “jóvenes airados, o iracundos”. El grupo estaba formado por jóvenes novelistas, periodistas, guionistas y autores teatrales con unas características comunes: pertenecían a la clase trabajadora o media baja, habían sido  (mayormente) educados en las red brick Universities (y no en Oxford o Cambridge) y mostraban -según la Enciclopedia Británica- “desprecio y desafección por el establishment y el orden sociopolítico de su país. Su impaciencia y resentimiento estaban espoleados por lo que ellos percibían como la hipocresía y mediocridad de las clases medias y altas”. Así se conocía a la generación de escritores formada por John Wain, Kingsley Amis (padre de Martin Amis), Allan Sillitoe, Bernard Kops y otros.

El nombre les vino a propósito de la obra de John Osborne “Look Back in Anger” (Volviéndose  con ira) de 1956. En el estreno, según la leyenda, el público dio un grito de sorpresa al ver una tabla de planchar en el escenario de un teatro londinense, nada acostumbrado a ver sustituidas sus cómodas escenas escapistas por un realismo descarnado. El protagonista, Jimmy, de clase trabajadora y casado con Allison, de buena familia, dice en un momento de la obra: “la madre de Alison y yo nos echamos una ojeada una vez, y desde entonces la edad de la caballerosidad ha muerto”. El título “Look Back in Anger” pronto devino en frase célebre de la lengua inglesa, dando nombre a películas, como la interpretada por Richard Burton en 1958 o títulos de canciones como la de Bowie en su álbum de 1979 Lodger o de Oasis, con su célebre “Don´t Look Back in Anger” del álbum (What’s the Story) Morning Glory de 1996.
El pasado sábado 6 de febrero el exdirigente Alfonso Guerra se despachó en un acto a la memoria de Fernando Múgica, dirigente socialista asesinado por ETA hace 20 años contra los jóvenes de Podemos llamándoles “jóvenes airados”, al modo de los “Angry Young Men”; y tiene razón en muchos aspectos: los jóvenes airados a los que Guerra se refiere muestran el mismo desprecio y desafección por el establishment y el orden sociopolítico de su país que los británicos, lo cual no debería ser un problema para el sevillano de no ser porque a él (como a su amigo, compañero y némesis) Felipe González lo meten dentro de ese odioso grupo al que los británicos llamaban establisment y estos  llaman “casta”. Y hasta ahí podríamos llegar.
Continuó el andaluz llamándoles “niños malcriados” –como si sus colegas Boyer o Solana procedieran del arroyo- y dice ver una “semejanza de posición entre estos jóvenes altaneros y el búnker que se opuso a la transición política en el mes de febrero de 1981” Alto ahí. ¿Se refiere al asalto al Congreso por Tejero? ¿De verdad ve una semejanza, de cualquier índole, entre Iglesias, Errejón, Echenique, con sus coletas, cara de niño y silla de ruedas… y Tejero, Armada y Milans, con sus tanques y sus guardias civiles? ¿Lo dice en serio Guerra, lo hizo condicionado por el contexto del acto o se le han descuajaringado  las visagras del entendimiento y el juicio? En estos últimos años he oído comparar a “los jóvenes airados” con Lenin, Bakunin, Trotsky, Castro, Robespierre, Perón, Mújica (José, el de Uruguay), al incombustible Indra martilleando una y otra vez con el parecido con Rouaní y con Maduro, he oído a Jiménez Losantos confesar sus ganas de disparar la recortada cuando los ve, pero sugerir  semejanzas entre Errejón y Arias Navarro… y decir que “…comparten su desprecio por la transición democrática con aquel búnker que quiso acabar con la libertad”... ¡Venga ya!
Y todo, al parecer, por  “el peligro que entraña la defensa del derecho de autodeterminación” (caso catalán). A partir de ahí se explaya con barbaridades como las de que “se olvida que esta fue la bandera del terrorismo que derramó mucha sangre inocente como la de Fernando (Mújica)” y que lo que se busca es “arrebatar el derecho a la democracia y a la libertad”. ¿De verdad lo dice en serio o lo debemos tomar como un desvarío (más)? Ya venido arriba del todo añade el andaluz que “todavía hay quienes intentan recaudar réditos, beneficios por haber matado”.

Maldito país: los viejos padres de la Patria, contrarios al referéndum catalán, con el que (con todo su derecho) no están de acuerdo, ven a quienes defienden el derecho a decidir de Cataluña (al tiempo que defienden la unidad de España) como cómplices de  asesinatos. Los otros padres de la Patria de la acera de enfrente meten en chirona a unos titiriteros que usan una pancarta que pone Gora Alka-Eta en una de sus actuaciones: -¡cuidado! Ni siquiera claman ellos la confusa consigna, no. Usan la pancarta dentro del contexto argumental de la obra para incriminar a una persona-…

¿Es que se han vuelto todos locos? Lo curioso es ver a todos estos viejos inanes dándoselas de adalides de la libertad con sus “Je suis Charlie”. Claro, eres Charlie contra Mahoma, pero cuando te tocan a Roberto Alcázar, ya no tanto. Se convierten en “Angry old Men”; no contra el establishment ni contra  “la casta” sino contra el progreso.


Román Rubio                          
 Febrero 2015

sábado, 6 de febrero de 2016

FONDOS BUITRE

FONDOS BUITRE



A pesar de la sorprendente querencia de mi amigo Benito Ledesma hacia el animal, el buitre no es un bicho simpático. Es un ave grande, parduzca o negra, de cabeza y cuello pelados y garras cortas. Tiene, eso sí,  un vuelo majestuoso, pero al contrario que el águila o el halcón, también grandes planeadoras, no goza del mismo aprecio. Mientras estas son gallardas cazadoras, el buitre es un ave carroñera; se alimenta de animales muertos: recientes y  en estado de descomposición. A menudo, atacan a sus víctimas cuando estas  yacen agonizantes, sin fuerza para defenderse, y empiezan a comérselas en vida, cosa que no hace un depredador, que mata primero.
Según el diccionario, buitre es también una persona que es egoísta y aprovecha cualquier situación en su propio beneficio.

Los fondos buitre son fondos de capital riesgo que invierte en una entidad en un momento de debilidad del mercado o en deuda pública de un país cercano a la quiebra: compra activos de compañías y países cercanos a la bancarrota a muy bajo precio y se preparan para litigar hasta conseguir cobrar las deudas a precio de mercado, consiguiendo –si se consiguen- pingües beneficios. Es el capitalismo en su cara menos amable; el primo depravado de Robin Hood ; la ganancia del rico a costa del pobre; la mano que sumerge la cabeza del que se está ahogando. En el mundo anglosajón se denominan “vulture funds” que las normas de la casa de la sidra aconsejan llamar “special situation funds” (fondos de situaciones especiales) que atienden a “distressed debts” o “deudas angustiosas”. Bla, bla, bla… A menudo se les identifica con la figura del holdout (creditor) que está directamente relacionada, pero no es lo mismo. El término holdout se refiere al acreedor implacable que no acepta participar en un proceso de reestructuración de deuda; el “buitre” al que la adquiere con el innoble propósito de hacer leña del árbol caído.

Pues bien: La Agencia de la Vivienda Social de la Comunidad de Madrid (IVIMA), en la época del Presidente Ignacio González y dirigida por Juan Van-Halen, vendió  3.000 pisos de “Protección Oficial” a Goldman Sachs- Azora, compañía con la que está relacionado el patriota José María Aznar Botella –hijo del Padre de la Patria de las Azores y de la vendedora de ridículos cafés con leche-, con sede en el paraíso fiscal de Delaware, por 201 millones de euros, lo que supone un precio medio de 67.000 euros por piso.

Aznar Botella
 Estos mismos pisos se ponen a la venta, una vez acabados los compromisos contractuales de alquiler por unos 160.000 euros, de modo que el inquilino que accedió a un alquiler con opción de compra en condiciones favorables por razones de precariedad económica y que firmó un contrato con la Comunidad de Madrid se las ve ahora con un fondo buitre como nuevo propietario que le pone las nuevas condiciones.  Y litigan con todas las de ganar, claro. No dan puntada sin hilo.

¿Entienden lo que les quiero decir? En la época de Franco, tan denostada y con razón, se consiguió acabar con el chabolismo en este pobre país (país pobre, quiero decir). En mi ciudad (Valencia), como en las otras grandes ciudades, se construyeron barrios como San Marcelino, Desamparados, Benicalap, Malvarrosa… para poder acoger bajo techo  a todos aquellos desamparados de la fortuna que no podían adquirir una vivienda convencional. Para ello, el Estado, por medio del Ministerio de la Vivienda, los Sindicatos verticales y otras instituciones construyeron miles de casas baratas que los pobres podían pagar. Ni a la estratificada y elitista sociedad franquista se le habría podido ocurrir vender las casas a fondos de inversión con ánimo de lucro. Para eso ¿para qué necesitamos Estado? El buen samaritano del expresidente madrileño defendió la operación como “una medida de ahorro para las arcas públicas”. ¡Pero qué sinsentido es éste! Construir para facilitar vivienda a quien no la puede adquirir en el mercado nada tiene que ver con el ahorro. Por eso se llama “vivienda social” o “vivienda de protección oficial” y no se llama así a los áticos de Marbella en dónde pasan los veranos él y los padres del patriota asociado con Goldman Sachs- Azora. En todos los países, en todas las épocas, éstas (las sociales) son viviendas que las Instituciones Públicas, usando dinero público, ponen a disposición de aquellos que lo necesitan a un precio asequible. Y para ahorrar, prescindiremos de coches oficiales e instituciones como el Senado y otras que no son sino graneros de militantes y excargos.

No es este un dato aislado. En un rápido recorrido por la prensa encuentro que sin salir de la voraz capital –esta vez en el Ayuntamiento-  la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo de Madrid (EMVS) vendió a Magic Real Estate- Blacktone Group International Partners 1.860 pisos por 12.5 millones de euros; HIG Capital adquiere 939 viviendas del Sareb (banco malo)  -banco que, recuerden ustedes, nace de los activos tóxicos en posesión mayoritariamente de las Cajas de Ahorros, cuya razón inicial de ser era la Acción Social-. Y así nos va.

Pero no sólo en Madrid opera Shylock el Avaro, aunque sea su lugar favorito, dado el poder que allí tienen los Apóstoles del billete verde. En Cataluña, la patria del seny y la solidaridad, conocen bien al fondo Blackstone (que se lo pregunten a la alcaldesa Ada Colau), que adquirió la cartera de hipotecas de CataluñaCaixa y que ha sido objeto de “atención” por el público en general y por la PAH en particular.

Y es que, al capital, al capitalismo, o se le pone límites o  se lanza al moribundo como el cuervo. Y para eso, para proteger a los ciudadanos del insaciable apetito del capital, entre otras cosas, están los Gobiernos. Para vender los pisos de la “vivienda protegida” a los “buitres” como medida de ahorro no nos hacen ninguna falta. Ni con Franco tenían tanta desfachatez.  Que se vayan a Marbella. O al infierno.

Román Rubio
Febrero 2015

martes, 2 de febrero de 2016

LEY DE PARKINSON

LEY DE PARKINSON


Si eres profesor y piensas que en los claustros y en las reuniones de evaluación se habla demasiado y se decide poco y mal; si eres cualquier otra cosa y eres de la opinión de que asistes a demasiadas reuniones, que duran más de lo necesario y la gente habla con el propósito de oírse y de dejarse oír más que con el de tomar decisiones, si tienes la impresión de que los becarios de la empresa en que trabajas (incluyendo la Administración) son más capaces que los líderes de la misma, puede que te interesen algunos de los datos que a continuación expongo.

Cyril Northcole Parkinson (1909- 1993) fue un escritor e historiador prolífico pero de poca enjundia, autor de unos 60 libros, que apenas sería recordado hoy a no ser por un artículo satírico que escribió para la revista The Economisnt en 1955 y que después, dado el éxito que consiguió, desarrolló en un pequeño libro con el mismo título que siguió cosechando  elogios proporcionando al autor jugosos dividendos y puestos de Profesor Visitante en las más famosas universidades americanas. Se trata de la formulación de la famosa Ley de Parkinson referida a las burocracias, criticando la ineficacia de la Administración Colonial inglesa en particular y las grandes organizaciones en general. Entre otras cosas, el autor, antes de formular la Ley, ya había predicho que la Marina Real llegaría a tener más Almirantes que barcos, cosa que se cumplió en los años 30. La ley establece que:

1.- “El trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para su realización” No importa el volumen o la dificultad del mismo. Si hay tiempo disponible, se alargará el trabajo hasta ocuparlo por entero.
2.-“Los gastos aumentan hasta (al menos) igualar todos los ingresos”
3.- “El tiempo dedicado a cualquier tema en la agenda es inversamente proporcional a su importancia” (ley de la trivialidad).
Todo ello ilustrado con curiosos cuando no hilarantes ejemplos y fórmulas matemáticas. Para ilustrar esta última ley explicó como la junta de gobierno de Singapur invirtió 6 horas de reunión para elegir a un trabajador para la compañía de gas  y diez minutos para aprobar un presupuesto de 100 millones de dólares.

En la formulación de la popular ley y en su desarrollo posterior se aportan otras curiosas afirmaciones como  el hecho de que “en una burocracia un funcionario quiere multiplicar sus subordinados, no sus rivales” y esta es probablemente la principal causa por la que “el total de empleados en una burocracia aumenta un 5-7% cada año, independientemente de las variaciones de la cantidad de trabajo”, que “los funcionarios se creen trabajo unos a otros” o esa otra circunstancia tan conocida por todos que es el hecho de que “en una oficina, cualquiera que sea su tamaño y el volumen de trabajo siempre acabará faltando espacio” y su variante actual que tiene que ver con la capacidad de almacenamiento informático (al parecer, siempre insatisfecho). También estipula que cualquier organismo  que alcance los 21 miembros es ineficaz para la toma de decisiones, teniendo que delegar el poder real en entidades menores.
Es meritorio el hecho de que Parkinson formulara su ley mucho antes de que aparecieran casos como el de la extinguida Televisión Valenciana, en la que la friolera de 1.600 trabajadores ocupados todo el día, todos los días, conseguían, a duras penas, cubrir el seguimiento de los viajes del entonces Muy Iluminado President de la Generalitat Francisco Camps, sus inauguraciones y actos de partido.

Para abundar en el conocimiento de las organizaciones corporativas habrá que considerar el famoso Principio de Peter, formulado por el profesor canadiense Lawrence J. Peter (1919-1990) y que se resume en el enunciado: “en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta alcanzar su nivel de incompetencia” Según este principio -que había sido expuesto de manera similar por Ortega años antes -“con el tiempo todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones” y “el trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia” lo que, de alguna manera explica el “quiero el informe encima de mi mesa, ya” (informe, por cierto, que el jefe, en su torpeza no sabría hacer por él mismo) o mejor aún, el chulesco y típico del jefe español: “lo quiero ayer”. ¿Por qué no lo pediste, pues con la debida antelación, despotilla? O mejor aún: ¿por qué no te jubilas ya, inútil y dejas de amargar la vida a tus competentes subordinados?

Scott Adams, de la Universidad de Berkeley añadió un matiz interesante al Principio de Peter en un artículo publicado en 1966 en el Wall Street Journal. Le llamó el Principio de Dilbert, por ser el creador de la tira cómica del mismo nombre y viene a decir que “las compañías tienden a ascender a cargos directivos a sus empleados más incompetentes para limitar así la cantidad de daño que son capaces de provocar”. Al igual que ocurrió con Parkinson, el artículo tuvo gran repercusión y escribió un librito con el mismo nombre, libro que se estudia en todos los cursos de MBA. A pesar de ser considerado por muchos como una teoría poco fundamentada y algo banal, ha tenido el apoyo de ejecutivos notables. Guy Kawasaki de Apple dijo: “Hay dos tipos de compañías, las que reconocen ser exactamente como la de Dilbert y las que también lo son pero aún no lo saben”.

Ni lo saben las compañías ni sus propios dirigentes ya que posiblemente estos estén confundidos o cegados por el conocido como Efecto Dunning-Kruger, y este sí que tiene crédito en el ámbito académico. Justin Kruger y David Dunning, de la Universidad de Cornell (Nueva York) identificaron de manera clara y demostrable un “sesgo cognitivo por el que los individuos con escasa habilidad o conocimientos, sufren un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas”, es decir que los individuos incompetentes tienden a sobreestimar su propia habilidad al tiempo que son incapaces de reconocer la habilidad de los otros.
Lo que explica muchas de las cosas que estamos viendo estos días, muchas de las que hemos visto y alguna de las que estás pensando, querido lector.

Román Rubio
Febrero 2016