martes, 2 de febrero de 2016

LEY DE PARKINSON

LEY DE PARKINSON


Si eres profesor y piensas que en los claustros y en las reuniones de evaluación se habla demasiado y se decide poco y mal; si eres cualquier otra cosa y eres de la opinión de que asistes a demasiadas reuniones, que duran más de lo necesario y la gente habla con el propósito de oírse y de dejarse oír más que con el de tomar decisiones, si tienes la impresión de que los becarios de la empresa en que trabajas (incluyendo la Administración) son más capaces que los líderes de la misma, puede que te interesen algunos de los datos que a continuación expongo.

Cyril Northcole Parkinson (1909- 1993) fue un escritor e historiador prolífico pero de poca enjundia, autor de unos 60 libros, que apenas sería recordado hoy a no ser por un artículo satírico que escribió para la revista The Economisnt en 1955 y que después, dado el éxito que consiguió, desarrolló en un pequeño libro con el mismo título que siguió cosechando  elogios proporcionando al autor jugosos dividendos y puestos de Profesor Visitante en las más famosas universidades americanas. Se trata de la formulación de la famosa Ley de Parkinson referida a las burocracias, criticando la ineficacia de la Administración Colonial inglesa en particular y las grandes organizaciones en general. Entre otras cosas, el autor, antes de formular la Ley, ya había predicho que la Marina Real llegaría a tener más Almirantes que barcos, cosa que se cumplió en los años 30. La ley establece que:

1.- “El trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para su realización” No importa el volumen o la dificultad del mismo. Si hay tiempo disponible, se alargará el trabajo hasta ocuparlo por entero.
2.-“Los gastos aumentan hasta (al menos) igualar todos los ingresos”
3.- “El tiempo dedicado a cualquier tema en la agenda es inversamente proporcional a su importancia” (ley de la trivialidad).
Todo ello ilustrado con curiosos cuando no hilarantes ejemplos y fórmulas matemáticas. Para ilustrar esta última ley explicó como la junta de gobierno de Singapur invirtió 6 horas de reunión para elegir a un trabajador para la compañía de gas  y diez minutos para aprobar un presupuesto de 100 millones de dólares.

En la formulación de la popular ley y en su desarrollo posterior se aportan otras curiosas afirmaciones como  el hecho de que “en una burocracia un funcionario quiere multiplicar sus subordinados, no sus rivales” y esta es probablemente la principal causa por la que “el total de empleados en una burocracia aumenta un 5-7% cada año, independientemente de las variaciones de la cantidad de trabajo”, que “los funcionarios se creen trabajo unos a otros” o esa otra circunstancia tan conocida por todos que es el hecho de que “en una oficina, cualquiera que sea su tamaño y el volumen de trabajo siempre acabará faltando espacio” y su variante actual que tiene que ver con la capacidad de almacenamiento informático (al parecer, siempre insatisfecho). También estipula que cualquier organismo  que alcance los 21 miembros es ineficaz para la toma de decisiones, teniendo que delegar el poder real en entidades menores.
Es meritorio el hecho de que Parkinson formulara su ley mucho antes de que aparecieran casos como el de la extinguida Televisión Valenciana, en la que la friolera de 1.600 trabajadores ocupados todo el día, todos los días, conseguían, a duras penas, cubrir el seguimiento de los viajes del entonces Muy Iluminado President de la Generalitat Francisco Camps, sus inauguraciones y actos de partido.

Para abundar en el conocimiento de las organizaciones corporativas habrá que considerar el famoso Principio de Peter, formulado por el profesor canadiense Lawrence J. Peter (1919-1990) y que se resume en el enunciado: “en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta alcanzar su nivel de incompetencia” Según este principio -que había sido expuesto de manera similar por Ortega años antes -“con el tiempo todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones” y “el trabajo es realizado por aquellos empleados que no han alcanzado todavía su nivel de incompetencia” lo que, de alguna manera explica el “quiero el informe encima de mi mesa, ya” (informe, por cierto, que el jefe, en su torpeza no sabría hacer por él mismo) o mejor aún, el chulesco y típico del jefe español: “lo quiero ayer”. ¿Por qué no lo pediste, pues con la debida antelación, despotilla? O mejor aún: ¿por qué no te jubilas ya, inútil y dejas de amargar la vida a tus competentes subordinados?

Scott Adams, de la Universidad de Berkeley añadió un matiz interesante al Principio de Peter en un artículo publicado en 1966 en el Wall Street Journal. Le llamó el Principio de Dilbert, por ser el creador de la tira cómica del mismo nombre y viene a decir que “las compañías tienden a ascender a cargos directivos a sus empleados más incompetentes para limitar así la cantidad de daño que son capaces de provocar”. Al igual que ocurrió con Parkinson, el artículo tuvo gran repercusión y escribió un librito con el mismo nombre, libro que se estudia en todos los cursos de MBA. A pesar de ser considerado por muchos como una teoría poco fundamentada y algo banal, ha tenido el apoyo de ejecutivos notables. Guy Kawasaki de Apple dijo: “Hay dos tipos de compañías, las que reconocen ser exactamente como la de Dilbert y las que también lo son pero aún no lo saben”.

Ni lo saben las compañías ni sus propios dirigentes ya que posiblemente estos estén confundidos o cegados por el conocido como Efecto Dunning-Kruger, y este sí que tiene crédito en el ámbito académico. Justin Kruger y David Dunning, de la Universidad de Cornell (Nueva York) identificaron de manera clara y demostrable un “sesgo cognitivo por el que los individuos con escasa habilidad o conocimientos, sufren un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas más preparadas”, es decir que los individuos incompetentes tienden a sobreestimar su propia habilidad al tiempo que son incapaces de reconocer la habilidad de los otros.
Lo que explica muchas de las cosas que estamos viendo estos días, muchas de las que hemos visto y alguna de las que estás pensando, querido lector.

Román Rubio
Febrero 2016

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