FONDOS BUITRE
A pesar de la
sorprendente querencia de mi amigo Benito Ledesma hacia el animal, el buitre no
es un bicho simpático. Es un ave grande, parduzca o negra, de cabeza y cuello
pelados y garras cortas. Tiene, eso sí,
un vuelo majestuoso, pero al contrario que el águila o el halcón,
también grandes planeadoras, no goza del mismo aprecio. Mientras estas son
gallardas cazadoras, el buitre es un ave carroñera; se alimenta de animales
muertos: recientes y en estado de descomposición.
A menudo, atacan a sus víctimas cuando estas yacen agonizantes, sin fuerza para defenderse,
y empiezan a comérselas en vida, cosa que no hace un depredador,
que mata primero.
Según el
diccionario, buitre es también una persona que es egoísta y aprovecha cualquier
situación en su propio beneficio.
Los fondos
buitre son fondos de capital riesgo que invierte en una entidad en un momento
de debilidad del mercado o en deuda pública de un país cercano a la quiebra: compra
activos de compañías y países cercanos a la bancarrota a muy bajo precio y se
preparan para litigar hasta conseguir cobrar las deudas a precio de mercado,
consiguiendo –si se consiguen- pingües beneficios. Es el capitalismo en su cara
menos amable; el primo depravado de Robin Hood ; la ganancia del rico a costa
del pobre; la mano que sumerge la cabeza del que se está ahogando. En el mundo
anglosajón se denominan “vulture funds” que
las normas de la casa de la sidra aconsejan llamar “special situation funds” (fondos de situaciones especiales) que
atienden a “distressed debts” o
“deudas angustiosas”. Bla, bla, bla… A menudo se les identifica con la figura
del holdout (creditor) que está
directamente relacionada, pero no es lo mismo. El término holdout se refiere al acreedor implacable que no acepta participar
en un proceso de reestructuración de deuda; el “buitre” al que la adquiere con
el innoble propósito de hacer leña del árbol caído.
Pues bien: La
Agencia de la Vivienda Social de la Comunidad de Madrid (IVIMA), en la época
del Presidente Ignacio González y dirigida por Juan Van-Halen, vendió 3.000 pisos de “Protección Oficial” a Goldman
Sachs- Azora, compañía con la que está relacionado el patriota José María Aznar
Botella –hijo del Padre de la Patria de las Azores y de la vendedora de
ridículos cafés con leche-, con sede en el paraíso fiscal de Delaware, por 201
millones de euros, lo que supone un precio medio de 67.000 euros por piso.
Aznar Botella
Estos mismos pisos se ponen a la venta, una vez acabados los compromisos
contractuales de alquiler por unos 160.000 euros, de modo que el inquilino que accedió
a un alquiler con opción de compra en condiciones favorables por razones de
precariedad económica y que firmó un contrato con la Comunidad de Madrid se las
ve ahora con un fondo buitre como nuevo propietario que le pone las nuevas
condiciones. Y litigan con todas las de
ganar, claro. No dan puntada sin hilo.
¿Entienden lo
que les quiero decir? En la época de Franco, tan denostada y con razón, se
consiguió acabar con el chabolismo en este pobre país (país pobre, quiero
decir). En mi ciudad (Valencia), como en las otras grandes ciudades, se
construyeron barrios como San Marcelino, Desamparados, Benicalap, Malvarrosa…
para poder acoger bajo techo a todos
aquellos desamparados de la fortuna que no podían adquirir una vivienda
convencional. Para ello, el Estado, por medio del Ministerio de la Vivienda,
los Sindicatos verticales y otras instituciones construyeron miles de casas baratas
que los pobres podían pagar. Ni a la estratificada y elitista sociedad
franquista se le habría podido ocurrir vender las casas a fondos de inversión
con ánimo de lucro. Para eso ¿para qué necesitamos Estado? El buen samaritano
del expresidente madrileño defendió la operación como “una medida de ahorro
para las arcas públicas”. ¡Pero qué sinsentido es éste! Construir
para facilitar vivienda a quien no la puede adquirir en el mercado nada tiene
que ver con el ahorro. Por eso se llama “vivienda social” o “vivienda de
protección oficial” y no se llama así a los áticos de Marbella en dónde pasan los veranos él y los padres del patriota asociado con Goldman Sachs- Azora. En
todos los países, en todas las épocas, éstas (las sociales) son viviendas que
las Instituciones Públicas, usando dinero público, ponen a disposición de
aquellos que lo necesitan a un precio asequible. Y para ahorrar, prescindiremos
de coches oficiales e instituciones como el Senado y otras que no son sino
graneros de militantes y excargos.
No es este un
dato aislado. En un rápido recorrido por la prensa encuentro que sin salir de
la voraz capital –esta vez en el Ayuntamiento- la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo de
Madrid (EMVS) vendió a Magic Real Estate- Blacktone Group International Partners
1.860 pisos por 12.5 millones de euros; HIG Capital adquiere 939 viviendas del
Sareb (banco malo) -banco que, recuerden
ustedes, nace de los activos tóxicos en posesión mayoritariamente de las Cajas
de Ahorros, cuya razón inicial de ser era la Acción Social-. Y así nos va.
Pero no sólo
en Madrid opera Shylock el Avaro, aunque sea su lugar favorito, dado el
poder que allí tienen los Apóstoles del billete verde. En Cataluña, la patria
del seny y la solidaridad, conocen
bien al fondo Blackstone (que se lo pregunten a la alcaldesa Ada Colau), que
adquirió la cartera de hipotecas de CataluñaCaixa y que ha sido objeto de
“atención” por el público en general y por la PAH en particular.
Y es que, al
capital, al capitalismo, o se le pone límites o
se lanza al moribundo como el cuervo. Y para eso, para proteger a los
ciudadanos del insaciable apetito del capital, entre otras cosas, están los
Gobiernos. Para vender los pisos de la “vivienda protegida” a los “buitres”
como medida de ahorro no nos hacen ninguna falta. Ni con Franco tenían tanta
desfachatez. Que se vayan a Marbella. O
al infierno.
Román Rubio
Febrero 2015
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