sábado, 6 de febrero de 2016

FONDOS BUITRE

FONDOS BUITRE



A pesar de la sorprendente querencia de mi amigo Benito Ledesma hacia el animal, el buitre no es un bicho simpático. Es un ave grande, parduzca o negra, de cabeza y cuello pelados y garras cortas. Tiene, eso sí,  un vuelo majestuoso, pero al contrario que el águila o el halcón, también grandes planeadoras, no goza del mismo aprecio. Mientras estas son gallardas cazadoras, el buitre es un ave carroñera; se alimenta de animales muertos: recientes y  en estado de descomposición. A menudo, atacan a sus víctimas cuando estas  yacen agonizantes, sin fuerza para defenderse, y empiezan a comérselas en vida, cosa que no hace un depredador, que mata primero.
Según el diccionario, buitre es también una persona que es egoísta y aprovecha cualquier situación en su propio beneficio.

Los fondos buitre son fondos de capital riesgo que invierte en una entidad en un momento de debilidad del mercado o en deuda pública de un país cercano a la quiebra: compra activos de compañías y países cercanos a la bancarrota a muy bajo precio y se preparan para litigar hasta conseguir cobrar las deudas a precio de mercado, consiguiendo –si se consiguen- pingües beneficios. Es el capitalismo en su cara menos amable; el primo depravado de Robin Hood ; la ganancia del rico a costa del pobre; la mano que sumerge la cabeza del que se está ahogando. En el mundo anglosajón se denominan “vulture funds” que las normas de la casa de la sidra aconsejan llamar “special situation funds” (fondos de situaciones especiales) que atienden a “distressed debts” o “deudas angustiosas”. Bla, bla, bla… A menudo se les identifica con la figura del holdout (creditor) que está directamente relacionada, pero no es lo mismo. El término holdout se refiere al acreedor implacable que no acepta participar en un proceso de reestructuración de deuda; el “buitre” al que la adquiere con el innoble propósito de hacer leña del árbol caído.

Pues bien: La Agencia de la Vivienda Social de la Comunidad de Madrid (IVIMA), en la época del Presidente Ignacio González y dirigida por Juan Van-Halen, vendió  3.000 pisos de “Protección Oficial” a Goldman Sachs- Azora, compañía con la que está relacionado el patriota José María Aznar Botella –hijo del Padre de la Patria de las Azores y de la vendedora de ridículos cafés con leche-, con sede en el paraíso fiscal de Delaware, por 201 millones de euros, lo que supone un precio medio de 67.000 euros por piso.

Aznar Botella
 Estos mismos pisos se ponen a la venta, una vez acabados los compromisos contractuales de alquiler por unos 160.000 euros, de modo que el inquilino que accedió a un alquiler con opción de compra en condiciones favorables por razones de precariedad económica y que firmó un contrato con la Comunidad de Madrid se las ve ahora con un fondo buitre como nuevo propietario que le pone las nuevas condiciones.  Y litigan con todas las de ganar, claro. No dan puntada sin hilo.

¿Entienden lo que les quiero decir? En la época de Franco, tan denostada y con razón, se consiguió acabar con el chabolismo en este pobre país (país pobre, quiero decir). En mi ciudad (Valencia), como en las otras grandes ciudades, se construyeron barrios como San Marcelino, Desamparados, Benicalap, Malvarrosa… para poder acoger bajo techo  a todos aquellos desamparados de la fortuna que no podían adquirir una vivienda convencional. Para ello, el Estado, por medio del Ministerio de la Vivienda, los Sindicatos verticales y otras instituciones construyeron miles de casas baratas que los pobres podían pagar. Ni a la estratificada y elitista sociedad franquista se le habría podido ocurrir vender las casas a fondos de inversión con ánimo de lucro. Para eso ¿para qué necesitamos Estado? El buen samaritano del expresidente madrileño defendió la operación como “una medida de ahorro para las arcas públicas”. ¡Pero qué sinsentido es éste! Construir para facilitar vivienda a quien no la puede adquirir en el mercado nada tiene que ver con el ahorro. Por eso se llama “vivienda social” o “vivienda de protección oficial” y no se llama así a los áticos de Marbella en dónde pasan los veranos él y los padres del patriota asociado con Goldman Sachs- Azora. En todos los países, en todas las épocas, éstas (las sociales) son viviendas que las Instituciones Públicas, usando dinero público, ponen a disposición de aquellos que lo necesitan a un precio asequible. Y para ahorrar, prescindiremos de coches oficiales e instituciones como el Senado y otras que no son sino graneros de militantes y excargos.

No es este un dato aislado. En un rápido recorrido por la prensa encuentro que sin salir de la voraz capital –esta vez en el Ayuntamiento-  la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo de Madrid (EMVS) vendió a Magic Real Estate- Blacktone Group International Partners 1.860 pisos por 12.5 millones de euros; HIG Capital adquiere 939 viviendas del Sareb (banco malo)  -banco que, recuerden ustedes, nace de los activos tóxicos en posesión mayoritariamente de las Cajas de Ahorros, cuya razón inicial de ser era la Acción Social-. Y así nos va.

Pero no sólo en Madrid opera Shylock el Avaro, aunque sea su lugar favorito, dado el poder que allí tienen los Apóstoles del billete verde. En Cataluña, la patria del seny y la solidaridad, conocen bien al fondo Blackstone (que se lo pregunten a la alcaldesa Ada Colau), que adquirió la cartera de hipotecas de CataluñaCaixa y que ha sido objeto de “atención” por el público en general y por la PAH en particular.

Y es que, al capital, al capitalismo, o se le pone límites o  se lanza al moribundo como el cuervo. Y para eso, para proteger a los ciudadanos del insaciable apetito del capital, entre otras cosas, están los Gobiernos. Para vender los pisos de la “vivienda protegida” a los “buitres” como medida de ahorro no nos hacen ninguna falta. Ni con Franco tenían tanta desfachatez.  Que se vayan a Marbella. O al infierno.

Román Rubio
Febrero 2015

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