miércoles, 10 de febrero de 2016

THE ANGRY YOUNG MEN

THE ANGRY YOUNG MEN

Hace ya unos años que fui al Teatro Rialto de mi ciudad a ver una obra atraído quizás por el título “Chicken Soup with Barley” (Sopa de pollo con cebada). Al  autor, Arnold Wesker, se le encuadra dentro del grupo literario británico de los años cincuenta conocido como “The Angry Young Men”, los “jóvenes airados, o iracundos”. El grupo estaba formado por jóvenes novelistas, periodistas, guionistas y autores teatrales con unas características comunes: pertenecían a la clase trabajadora o media baja, habían sido  (mayormente) educados en las red brick Universities (y no en Oxford o Cambridge) y mostraban -según la Enciclopedia Británica- “desprecio y desafección por el establishment y el orden sociopolítico de su país. Su impaciencia y resentimiento estaban espoleados por lo que ellos percibían como la hipocresía y mediocridad de las clases medias y altas”. Así se conocía a la generación de escritores formada por John Wain, Kingsley Amis (padre de Martin Amis), Allan Sillitoe, Bernard Kops y otros.

El nombre les vino a propósito de la obra de John Osborne “Look Back in Anger” (Volviéndose  con ira) de 1956. En el estreno, según la leyenda, el público dio un grito de sorpresa al ver una tabla de planchar en el escenario de un teatro londinense, nada acostumbrado a ver sustituidas sus cómodas escenas escapistas por un realismo descarnado. El protagonista, Jimmy, de clase trabajadora y casado con Allison, de buena familia, dice en un momento de la obra: “la madre de Alison y yo nos echamos una ojeada una vez, y desde entonces la edad de la caballerosidad ha muerto”. El título “Look Back in Anger” pronto devino en frase célebre de la lengua inglesa, dando nombre a películas, como la interpretada por Richard Burton en 1958 o títulos de canciones como la de Bowie en su álbum de 1979 Lodger o de Oasis, con su célebre “Don´t Look Back in Anger” del álbum (What’s the Story) Morning Glory de 1996.
El pasado sábado 6 de febrero el exdirigente Alfonso Guerra se despachó en un acto a la memoria de Fernando Múgica, dirigente socialista asesinado por ETA hace 20 años contra los jóvenes de Podemos llamándoles “jóvenes airados”, al modo de los “Angry Young Men”; y tiene razón en muchos aspectos: los jóvenes airados a los que Guerra se refiere muestran el mismo desprecio y desafección por el establishment y el orden sociopolítico de su país que los británicos, lo cual no debería ser un problema para el sevillano de no ser porque a él (como a su amigo, compañero y némesis) Felipe González lo meten dentro de ese odioso grupo al que los británicos llamaban establisment y estos  llaman “casta”. Y hasta ahí podríamos llegar.
Continuó el andaluz llamándoles “niños malcriados” –como si sus colegas Boyer o Solana procedieran del arroyo- y dice ver una “semejanza de posición entre estos jóvenes altaneros y el búnker que se opuso a la transición política en el mes de febrero de 1981” Alto ahí. ¿Se refiere al asalto al Congreso por Tejero? ¿De verdad ve una semejanza, de cualquier índole, entre Iglesias, Errejón, Echenique, con sus coletas, cara de niño y silla de ruedas… y Tejero, Armada y Milans, con sus tanques y sus guardias civiles? ¿Lo dice en serio Guerra, lo hizo condicionado por el contexto del acto o se le han descuajaringado  las visagras del entendimiento y el juicio? En estos últimos años he oído comparar a “los jóvenes airados” con Lenin, Bakunin, Trotsky, Castro, Robespierre, Perón, Mújica (José, el de Uruguay), al incombustible Indra martilleando una y otra vez con el parecido con Rouaní y con Maduro, he oído a Jiménez Losantos confesar sus ganas de disparar la recortada cuando los ve, pero sugerir  semejanzas entre Errejón y Arias Navarro… y decir que “…comparten su desprecio por la transición democrática con aquel búnker que quiso acabar con la libertad”... ¡Venga ya!
Y todo, al parecer, por  “el peligro que entraña la defensa del derecho de autodeterminación” (caso catalán). A partir de ahí se explaya con barbaridades como las de que “se olvida que esta fue la bandera del terrorismo que derramó mucha sangre inocente como la de Fernando (Mújica)” y que lo que se busca es “arrebatar el derecho a la democracia y a la libertad”. ¿De verdad lo dice en serio o lo debemos tomar como un desvarío (más)? Ya venido arriba del todo añade el andaluz que “todavía hay quienes intentan recaudar réditos, beneficios por haber matado”.

Maldito país: los viejos padres de la Patria, contrarios al referéndum catalán, con el que (con todo su derecho) no están de acuerdo, ven a quienes defienden el derecho a decidir de Cataluña (al tiempo que defienden la unidad de España) como cómplices de  asesinatos. Los otros padres de la Patria de la acera de enfrente meten en chirona a unos titiriteros que usan una pancarta que pone Gora Alka-Eta en una de sus actuaciones: -¡cuidado! Ni siquiera claman ellos la confusa consigna, no. Usan la pancarta dentro del contexto argumental de la obra para incriminar a una persona-…

¿Es que se han vuelto todos locos? Lo curioso es ver a todos estos viejos inanes dándoselas de adalides de la libertad con sus “Je suis Charlie”. Claro, eres Charlie contra Mahoma, pero cuando te tocan a Roberto Alcázar, ya no tanto. Se convierten en “Angry old Men”; no contra el establishment ni contra  “la casta” sino contra el progreso.


Román Rubio                          
 Febrero 2015

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