APOLOGÍAS Y
APOLOGETAS
Hace un tiempo
escribí el artículo “yihadistas” en este mismo blog. Criticaba el hecho
demencial de que una muchacha de Huelva hubiera sido detenida en Barajas por tratar de embarcar en un avión que la había de
llevar a Estambul, de donde se habría de desplazar a Siria u otro lugar de la
zona para, supuestamente, desposar a un guerrero
de Isis. Mi reflexión era/es: ¿por qué se detiene a esta joven? ¿Por auxilio a
la rebelión como hicieron los franquistas con los oficiales del ejército
republicano tras la Guerra Civil? ¿Por colaboración con banda armada? ¿Qué
habría que hacer, pues, con las esculturales rusas que acompañan a los
conocidos gangsters que recorren las
calles de Moscú o Londres? No me lo digan.
Se trata de
algo bastante común en nuestros días y que yo atribuyo a la teatralidad de la
indignación, la criminalización del cabreo, la expiación de la ira por el
castigo público, la intromisión de la justicia en la banalidad a solicitud de
los iracundos, que parece que son numerosos e hiperactivos en mi país. Veamos
algunos ejemplos:
Hace unos
años, el ahora Concejal en Madrid Guillermo Zapata publicó unos tuits en la red social de un mal gusto
colosal, merecedores de inhabilitarle para la responsabilidad pública. Nunca
debería haber ido en una lista pública (y esto es una llamada a Carmena) el
autor de los comentarios que el concejal expresó -aún con el atenuante de las
disculpas (que las hubo)-. El chistecito en cuestión era de una villanía
extrema. Venía a decir: “Han tenido que cerrar el cementerio de las niñas de
Alcácer para que no vaya Irene Viñas (que perdió las dos piernas en atentado de
ETA a los 12 años) a por repuestos”. El autor lo calificó de inocente “humor
negro”. No comment.
La Sala de lo
Penal de la Audiencia Nacional ha ordenado al juez Pedraz que reabra la causa contra el concejal
basándose en el delito de humillación a las víctimas del terrorismo, cuando la
propia Irene Villa (con más conocimiento y sentido común que sus iracundos
justicieros) había manifestado su perdón. En fin, el comentario (como el que
hiciera el mismo sujeto sobre los judíos) es vil, es abyecto, es indigno y es
estúpido, pero no es (o no debería ser) delito. Me imagino la cara de idiota
que se les quedaría a los padres de las
niñas de Alcácer, violadas y torturadas hasta la muerte, al ver que puede haber
un delito de humillación… a las víctimas del terrorismo.
No lo ve así
Mónica Oltra, que ha decidido elevar las declaraciones de Corbín a la fiscalía
por si encajan con una finalidad delictiva”. Pues bien, señora Oltra: puede que
sea oportuno políticamente hacerlo. ¡Qué bonito sería que Rita Barberá y su procaz
cuñado coincidieran algún día en el edificio de los juzgados! Sería un
estupendo material de telediario pero no deja de ser una impostura y una
falacia. Agredir es delito, apoyar o incitar a una agresión es delito; no
intervenir a sabiendas de que la agresión ocurre es cobardía y las bravuconadas
de los bocazas son eso: bravuconadas de bocazas.
Dejad en paz a
los juzgados y dirimid vuestras frustraciones en otros foros. La Policía, la
Guardia Civil y los Juzgados están para ocuparse de los delitos y no para
bagatelas de tres al cuarto. Y la cárcel, también.
Román Rubio
Febrero 2016
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