EL MATERIAL DE LOS SUEÑOS
Acabo de ver en You Tube a Helen Mirren
en el vídeo de aceptación del premio BAFTA Fellowship Award, siguiendo la
recomendación via Twitter de un colega de profesión. Lo recomiendo al público
en general. A quienes no entiendan el
inglés les aconsejaría que vieran –mejor, escucharan- la parte final del
discursito, de unos cuatro minutos, en la que la actriz declama unos versos de
un escritor muy famoso; sólo por escuchar la musicalidad y la potencia de la
lengua y apreciar la maestría y elegancia de la dicción; la preciosa y matizada cadencia de la voz de la
actriz, fuera de la pantomima de la Reina.
En la primera parte, la actriz proclama
su reconocimiento a la primera persona que la había aupado al podio en el que
se encuentra: se trata de una profesora que había tenido en su edad juvenil y
que había logrado inspirar su amor por la poesía, la palabra, la literatura, la
ficción… que a la larga le había llevado al teatro y al cine. Una profesora que
había fallecido un par de semanas antes, a la edad de ciento dos años, y que
aún ocupaba un lugar en la memoria y en el corazón de la artista. A
continuación, incita al público a expresarse sobre el asunto haciendo levantar
la mano a aquellos que deban su vocación a un profesor. En fin, un sentido
homenaje hacia la figura del maestro que nos reconforta a quienes, como yo,
hemos dedicado largos años de nuestra vida a lo que yo llamo “el teaching business”. Gracias, señora
Mirren.
Pero no es del agradecimiento a su
profesora sobre lo que quiero reflexionar hoy, sino de los versos que declama
al final de su discurso: se trata de una parte muy famosa de una obra mucho
menos famosa del famoso entre los famosos William Shakespeare. La obra es La
Tempestad (The Tempest) y el fragmento, escena I del acto IV, en la que
Prospero, que ha interrumpido la representación de una obra teatral en el
conjunto de celebraciones de la próxima boda de su hija con el Príncipe de
Nápoles, explica a la pareja que lo que han visto –sobre el escenario- no es
sino una ilusión, algo como un sueño, lo que es un mensaje del propio Shakespeare a la audiencia, puesto que se trata de una escenificación
teatral dentro de una obra. Ya saben, el teatro dentro del teatro. Como el cine
dentro del cine que tantas veces hemos visto.
El fragmento es el siguiente:
Prospero:
Our revels now are ended. These our actors,
As I foretold you, were all spirits, and
Are melted into air, into thin air:
And like the baseless fabric of this vision,
The cloud-capp'd tow'rs, the gorgeous palaces,
The solemn temples, the great globe itself,
Yea, all which it inherit, shall dissolve,
And, like this insubstantial pageant faded,
Leave not a rack behind. We are such
stuff
As dreams are made on; and our little life
Is rounded with a sleep.
Ahora, nuestro juego ha
terminado. Estos actores,/ como les dije, eran solo espíritus y / se han
fundido en el aire, en la levedad del aire;/ y, al igual que la ilusoria visión
que representaban,/ las torres que
coronan las nubes, los lujosos palacios,/
los solemnes templos, el gran Globe mismo,/ sí, con todo lo que contiene,
se disolverán /y, como estos desvanecidos pasajes sin cuerpo,/ no dejarán
rastro. Estamos hechos de la misma materia/ que los sueños y nuestra breve
vida/ cierra su círculo con otro sueño.
Los grandes genios de la literatura
tienen la cualidad de hacer frases para la posteridad. Nadie que tenga cierto
nivel de inglés ignora la expresión “vanish
into thin air” que significa desvanecerse, arrastrado por el viento. Lo que
quizás ignoren es que el origen de la expresión se encuentra en la alocución de
Prospero en el acto IV de La Tempestad. El legítimo Duque de Milán en la
ficción viene a decir, unos versos más abajo, en esta misma escena, algo
parecido a lo que otro grande (Calderón) acuñó con sus celebrados versos de
“…porque la vida es un sueño, y los sueños, sueños son”, y esto sí que, por
razones ajenas a Shakespeare, se ha convertido en una frase del ideario popular;
tergiversada, pero muy conocida.
Me refiero a: “We are such stuff as dreams are made on” (“ Estamos hechos del material de los
sueños”), podría ser una traducción aceptable. La enorme popularidad de la
frase es compartida por Shakespeare y Humphrey Bogart pues es éste quien la
divulga al pronunciarla en el film El
Halcón Maltés y al parecer, incluida en el guión por su propia indicación y con
el consentimiento de John Huston.
Prospero parece referirse
en la obra a la irrealidad del sueño de la vida, a lo Calderón, en tanto que el
sentido que se le otorga tras el uso cinematográfico de Bogart y Huston se
identifica con intangibles reales como la ambición o la persecución del amor,
de la felicidad… Shakespeare parece querernos decir que nuestra vida es un
breve sueño tras el que quizás la muerte
sea un despertar a la realidad o a un sueño más real. En los versos, la palabra
“stuff” (material) se refiere a la materia que se usa para crear una ilusión y
no al objeto del deseo como se infiere de la frase de El Halcón Maltés. La
verdad, es que considero más sugerente el sentido que se da en el film a la
frase y que la cultura popular ha adoptado; de todas, todas. Es más poético.
Ah! Y Bogart cambió
ligeramente la frase, incluyendo la preposición final. Se refiere a la estatuilla como “…the stuff
that dreams are made of”. Lo que significa lo mismo, sí; pero no es exactamente
lo que escribió Shakespeare. Ni él (Humphrey) ni Huston, probablemente, comprobaron la cita.
¡Bien por Bogart! ¡Y por Shakespeare! ¡Y bien,
sobre todo, por Hellen Mirren!
Román Rubio
#roman_rubio
Julio 2015
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