miércoles, 15 de febrero de 2017

PATANES

PATANES

Que Donald Trump es un patán no es decir nada nuevo. El otro día, otra vez, dio muestras de su zafiedad en la recepción que hizo al Primer Ministro japonés Shinzo Abe. Como todo el mundo sabe, los japoneses no se tocan, o lo hacen muy poco y en circunstancias restringidas. El saludo, arraigado e importante en un pueblo cortés como es el japonés, lo solventan con una reverencia en la que el ángulo de inclinación y el tiempo marcan el grado de respeto hacia el otro y la posición social y de respeto. Aún recuerdo un testimonio de una japonesa casada con un español que escuché hace tiempo en la radio relatando  la vergüenza que sufrió su padre, campesino del interior, cuando, en el aeropuerto de Tokio, se vio abrazado y besuqueado por un cristiano de Lleida que acabaría convirtiéndose en yerno. El porqué ella no había advertido al catalán es algo que no explicó o yo me perdí.

Los japoneses, como personas educadas que son, cuando salen a los países occidentales dan la mano por aquello de respetar las costumbres locales pero lo hacen con reparos y poca familiaridad y destreza. Pues bien, no hace mucho que el Gran Patán del Tupé Inverosímil retuvo apretujada la mano del japonés durante, ni más ni menos, que 17 segundos. La sensación de tener la manaza del millonetis en tu propia mano debe ser desagradable. Si la acción se demora durante diecisiete segundos se me antoja insoportable y si encima eres japonés… entonces ya se convierte en un absurdo y cruel castigo, como se deduce de la cara del nipón al verse liberado del abrazo del oso blanco. Me recordó la expresión que se le quedaba a Angela Merkel, la hija del pastor prusiano, en sus primeras salidas al extranjero y era besuqueada por tipos como Sarkocy y otros babosos meridionales.

Entiendo que la delicadeza tiene que ver con la sensibilidad. A menudo, la sensibilidad viene potenciada por la cultura y el cosmopolitanismo y muy a menudo la cultura va acompañada de la lectura, de los libros. Y Trump ha confesado que él no lee. No tiene tiempo. A la pregunta de cuáles son sus libros favoritos contestó que la Biblia (jeje) y Sin novedad en el frente de Erich María Remarque, pero fue incapaz de señalar un pasaje, cita o referencia de ninguno de los dos, pues, según él, solo ha leído algún pasaje.

Se atribuye a George W. Bush la frase: “Una de las mejores cosas de los libros es que a veces tienen bonitas ilustraciones” lo que da idea de la afición lectora de otro presidente de una nación en la que ha habido alguno en el cargo que, como Obama, han sido no solo lectores, sino escritores de mérito.

Y es que, entre los republicanos del país norteamericano la defensa de las armas, el creacionismo como explicación del mundo y la privación de servicios sanitarios gratuitos a gran parte de la población parecen estar más en boga que la lectura y los resultados son los que son. Miriam “Ma” Ferguson fue Gobernadora de Texas en los años 20 y descartó introducir la enseñanza bilingüe inglés-español en su estado con el argumento de que “si el inglés le bastó a Jesucristo, también le bastará a los niños texanos”. Pues eso.


Román Rubio
Febrero 2017

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