LOS
QUE DAN Y LOS QUE TOMAN
Correa, Crespo
y el Bigotes lo tienen mal. Han sido enviados a prisión sin esperar a la resolución
del Tribunal Supremo. El Tribunal Superior de Justicia Valenciano le ha
impuesto una pena de trece años a cada uno de ellos por una de las ramas del llamado caso Gürtell. Se trata de la
asignación a la empresa de Correa del diseño, montaje y gestión del pabellón
valenciano en la feria Fitur de Madrid entre los años 2005-2009. El tribunal
valenciano considera probado que los contratos de adjudicación para la feria
madrileña y otras menores estaban amañados y se trataban de “un mero
subterfugio para directamente apropiarse de los caudales públicos”. Junto a los
miembros de la Gürtell han sido condenados cinco antiguos integrantes de la
Agencia Valenciana de Turismo, incluidos la que fuera Consejera de Turismo
Milagrosa Martínez (a nueve años de prisión y 27 de inhabilitación) y su exjefe
de Gabinete Rafael Betoret (seis años de cárcel y 17 de inhabilitación). Dados
la magnitud de la pena y las características de los inculpados, es muy probable
que el tribunal los envíe directamente a prisión, para evitar posibles huídas
de la justicia. En el momento de escribir este artículo aún no se sabe lo que
decidirán los jueces respecto a Milagrosa y Betoret.
No siento
ninguna pena por los correas, bigotes, crespos y demás. Vi en su momento en
televisión una entrevista a El Bigotes y descubrí a un ser desagradable, chulo,
faltón y violento, amante del lujo y
poseedor de una de las cualidades que más detesto en las personas: su
docilidad, connivencia y peloteo con el poderoso y altanería y dureza con el débil. Un bicho.
Por otra
parte, aunque resulte retórico y manido, respeto las condenas que imponen los
jueces, no por acatamiento a la autoridad —que también— sino porque son ellos
(los jueces) quienes disponen de todos los datos y testimonios que les permiten
reconstruir los hechos y formarse un juicio.
Y dicho esto,
desde fuera, hay algo de esta sentencia y otras similares que no entiendo y que
me hacen estar de acuerdo con el abogado de Crespo cuando dice que es injusto que las penas sean más duras con quien se
beneficia de un delito (su cliente) que con quien lo comete (la
Administración). Si el objetivo de las adjudicaciones no eran sino “un mero
subterfugio para directamente apropiarse de los caudales públicos”, ¿por qué se
castiga con más dureza al empresario que va a obtener beneficios para su
empresa que al guardián de los caudales públicos que es, en definitiva, el
responsable de la adjudicación? Imaginemos que tengo una empresa de servicios y
mi compadreo y cercanía con la Administración hace que esta amañe contratos
millonarios por trabajos que valen menos o simplemente no se hacen. Si el
responsable político está al tanto, participa y hasta cobra él o su partido del
engaño, ¿no tendrá este una culpa mayor? ¿Quién tiene la potestad de amañar el
contrato, el que da o el que toma? ¿Quién de los dos es éticamente más rastrero,
el empresario que hace un negocio redondo con beneficios de un 1.000 por cien o
el político que, a sabiendas, lo paga con caudales públicos?
Ya digo, los
jueces sabrán. Algo debe de haber que yo desconozco, pero con los datos que me
da la prensa, la Consellera de Turismo, el Presidente del Consell de la época y
toda la camarilla son los verdaderos villanos y son ellos quienes deberían
tragarse la píldora que se van a tragar Correa, El Bigotes y compañía .
Román Rubio
Febrero 2017
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