martes, 31 de mayo de 2016

FINAL DE LOS CHAMPIÑONES

FINAL DE LOS CHAMPIÑONES


Es lo que tienen los fenómenos de masas. Tienden a la mitificación y la mistificación, generando leyendas. Según el mito, el atlético sufre los infortunios más abyectos: “Papá ¿por qué somos del Atleti?” Una y otra vez. Para agrandar la leyenda colchonera, Dios creó los postes, los largueros, los árbitros, las casualidades o simplemente la mala suerte. La épica de la derrota merecida o inmerecida, sobre todo inmerecida, hace de los atléticos, con sus Sabinas y sus Reyes, gente entrañable. Los reales (de Madrid) reinan en Europa; y la victoria, que parece que lleven grabada en la piel -si es que queda algo sin tatuar en el cuerpo de sus gladiadores y en el alma de los del palco-, les hace cada vez más grandes, más amados, más odiados, más todo; de la manera en que el pueblo ama y odia al  rico y poderoso. Ganar parece que no les produzca aburrimiento. Para ello, los blancos cuentan con la colaboración de la fortuna, los postes, los largueros, los árbitros, los remates con el culo y las voleas de Zidane, Franco y la curiosa ley del fuera de juego, esa regla incomprensible para tantas personas que no han jugado al fútbol y sin la cual no habría contraataque ni casi fútbol.

Todo se magnifica en una final: decenas de miles de personas bramando en el estadio y millones siguiendo el desenlace por televisión en medio mundo alimenta las leyendas. Los blancos se llevaron la copa y los atléticos, como tantas otras veces, la honra; para poder decir, como Felipe II (del que no consta que fuese atlético, como el VI): “Más vale honra sin copas que copas sin honra” O fue, quizás, al revés.

En los prolegómenos del partido hubo algo que me llamó la atención. Se trata de la pancarta que desplegaron los atléticos: “TUS VALORES NOS HACEN CREER”. La verdad, suena bien, parece algo serio, honesto y de generoso principios, pero, parándose a pensar, ¿qué diablos quiere decir? Es algo huero, son sólo palabras que suenan bien juntas. ¿Tus valores? ¿Qué valores? Los valores del Atlético de Madrid, como los de la Ponferradina, el Inter de Milán y el Requena Sporting Club son siempre los mismos: ganar, ganar y ganar; por cuatro a cero si es posible y si no, por uno a cero, de penalti y en el último minuto, reproduciendo esa tediosa letanía del deporte cuyo único objetivo es ganar. La diferencia es que unos (generalmente, pero no siempre, los más ricos) lo consiguen más veces que otros que son algo menos ricos, algo menos tramposos o algo menos de las dos cosas. La segunda parte del mensaje era para mí también enigmática: “nos hacen creer”. Andaba yo buscando algún significado profundo y noble cuando recordé que “nunca dejes de creer” ha sido un mensaje típicamente atlético, lo que nos lleva a lo mismo: a ganar y ganar; partido a partido como de manera repetitiva proclama su entrenador.  Nada original en el frente colchonero. Quién en esta vida no quiere más que ganar debería hacer cursillos de preparación para la derrota y así evitaría muchos ridículos berrinches.

Los disgustos, en el otro lado, son menores en número pero no en intensidad. Cuando el Madrid pierde, el sentimiento de frustración y desasosiego es más profundo y desalentador.

A finales de los años ochenta pasé al Berlín Oriental en un autobús lleno de franceses. Subieron dos policías al autobús y comenzaron a revisar pasaportes contrastándolos escrupulosamente con las caras sin decir palabra. Al llegar a mí, miró el pasaporte, miró mi cara y sin expresión emocional alguna comenzó a recitar: Chendo, Camacho, Santillana… y así todos y cada uno de los madridistas de no sé qué año cuya alineación había traspasado el muro infranqueable del paraíso socialista.

Lamentablemente, el mismo día que el Real ganaba su copa xⁿ,  en algún lugar de Irak, por segunda vez en el mismo mes, los guerrilleros del ISIS entraron en una peña madridista en donde se veía el partido y descargaron sus armas automáticas contra los presentes matando al menos a doce e hiriendo a algunos otros. Es difícil de entender para quienes no conocemos el avispero que Bush, Blair y nuestro Gran Cazador Aznarín de Tarascón tuvieron a bien remover. No sé si la cosa va contra los chiíes, contra occidente, el deporte, el Madrid, la distracción banal y antirreligiosa  o es sólo por maledicencia y crueldad. Lo cierto es que, pese a mis pocas simpatías por el poderoso Madrid, prefiero la pueril y fría complicidad del vopo socialista.

Román Rubio
Mayo 2016

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