domingo, 5 de junio de 2016

CHOCA ESOS CINCO

CHOCA ESOS CINCO


El gesto de darse la mano es muy antiguo. Ya hay constancia de ello en el mundo clásico aunque desconozco la frecuencia y el propósito con que se usaba. Parece ser que se generalizó en la Edad Media en el contexto de cierre de trato y también de saludo de cortesía. El caballero armado ofrecía la mano derecha (con la que desenvainaba la espada) a su interlocutor como signo de cortesía y garantía de no agresión, reforzado por una mirada a los ojos del otro acompañada de una sonrisa o, al menos, relajación facial.

Es cierto que en algunas culturas, como la japonesa, prefieran la pequeña reverencia y en algunos países musulmanes se limita a acto entre hombres pues cualquier contacto directo hombre-mujer resulta pecaminoso. Aún así, dar la mano es el saludo por excelencia, aceptado como tal en casi todas las culturas. Elimina las desconfianzas con el contacto y muestran intenciones de paz, acuerdo, afecto y respeto mutuo. Entre mujeres o entre hombre-mujer se impuso el beso en la mejilla como saludo. Algunas mujeres no se sienten muy cómodas siendo besuqueadas por los hombres. De manera significativa en los pueblos nórdicos y germanos son menos dadas al besuqueo. Se palpaba la incomodidad en el gesto de Angela Merkel, criada en el entorno familiar rígido de una familia de pastor protestante, cuando era besuqueada por un tipo campechano y falaz como Sarkocy. Nunca estuvo la Merkel cómoda en el mua-mua.

Los franceses han sido y siguen siendo los campeones en el asunto de chocar esos cinco. Parecen dominar los códigos de cuánto apretar y cuánto tiempo dejar la mano a merced del dominio y balanceo del otro. Difícilmente un francés dejará la mano sudorosa y blanda de pez como puede hacer un inglés o apretará la tuya hasta hacerte crujir los nudillos como puede hacer un español o un ruso.

Todas estas reflexiones me produjo hace poco el saludo que el capitán del Real Madrid, Sergio Ramos hizo al capitán del equipo contrario y al grupo arbitral con motivo de la final de la Champions League. Y es que el tradicional saludo de dar la mano ha cambiado el formato entre los jóvenes que hoy se llaman millennials, nativos digitales o qué se yo. En vez  del choque de esos cinco, con una posición de la mano paralela al suelo, dar la mano se ha convertido en una enérgica palmada a la mano del otro al tiempo que se agarra el pulgar, con la mano hacia arriba.

¿Y esto quiere decir algo? ¿Hay algún novedoso mensaje implícito en la nueva forma de saludo o es sólo una moda que viene a ofrecer las mismas patatas presentadas en un paquete diferente? El nuevo saludo parece más enérgico, más juvenil, más expresivo y hasta sincero pero también menos educado y respetuoso; como los nuevos tiempos. Los jóvenes lo usan de manera natural; simplemente han cambiado una forma por otra. Pero, ¿y los más mayores?, ¿han adoptado también esta nueva manera de chocar los cinco? No está claro: unos parece que sí y otros no tanto.  Hay cierta confusión a la hora de darse la mano entre amigos: hay que esperar a ver qué fórmula elige el otro que al mismo tiempo espera a ver cuál decides tú. Un lío.

Ahora bien, una cosa es dar la mano y otra echar una mano. Echar una mano a otro siempre ha significado sacarle de un apuro: como cuándo alguien cae a un hoyo, río, balsa, pozo o arroyo y no puede salir por sí mismo. En este caso, la manera de echar una mano no es ninguna de las dos anteriores. Si de verdad se quiere liberar a alguien, hay que agarrarle fuerte de la muñeca al tiempo que el otro te agarra a ti. Sólo así podrá el infortunado salir del pozo. Y para ello hace falta fuerza, determinación y hasta poner en riesgo tu propia vida pues el infortunado te puede arrastrar al pozo con su empeño de salvación.
En esto andaba yo pensando la otra noche tras el partido, ya ven.

Román Rubio
Junio 2016






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