CHOCA ESOS
CINCO
El gesto de
darse la mano es muy antiguo. Ya hay constancia de ello en el mundo clásico
aunque desconozco la frecuencia y el propósito con que se usaba. Parece ser que
se generalizó en la Edad Media en el contexto de cierre de trato y también de
saludo de cortesía. El caballero armado ofrecía la mano derecha (con la que
desenvainaba la espada) a su interlocutor como signo de cortesía y garantía de
no agresión, reforzado por una mirada a los ojos del otro acompañada de una
sonrisa o, al menos, relajación facial.
Es cierto que
en algunas culturas, como la japonesa, prefieran la pequeña reverencia y en
algunos países musulmanes se limita a acto entre hombres pues cualquier
contacto directo hombre-mujer resulta pecaminoso. Aún así, dar la mano es el
saludo por excelencia, aceptado como tal en casi todas las culturas. Elimina
las desconfianzas con el contacto y muestran intenciones de paz, acuerdo, afecto
y respeto mutuo. Entre mujeres o entre hombre-mujer se impuso el beso en la
mejilla como saludo. Algunas mujeres no se sienten muy cómodas siendo
besuqueadas por los hombres. De manera significativa en los pueblos nórdicos y
germanos son menos dadas al besuqueo. Se palpaba la incomodidad en el gesto de
Angela Merkel, criada en el entorno familiar rígido de una familia de pastor
protestante, cuando era besuqueada por un tipo campechano y falaz como Sarkocy.
Nunca estuvo la Merkel cómoda en el mua-mua.
Los franceses
han sido y siguen siendo los campeones en el asunto de chocar esos cinco. Parecen
dominar los códigos de cuánto apretar y cuánto tiempo dejar la mano a merced
del dominio y balanceo del otro. Difícilmente un francés dejará la mano
sudorosa y blanda de pez como puede hacer un inglés o apretará la tuya hasta
hacerte crujir los nudillos como puede hacer un español o un ruso.
Todas estas
reflexiones me produjo hace poco el saludo que el capitán del Real Madrid,
Sergio Ramos hizo al capitán del equipo contrario y al grupo arbitral con
motivo de la final de la Champions League. Y es que el tradicional saludo de
dar la mano ha cambiado el formato entre los jóvenes que hoy se llaman millennials, nativos digitales o qué se
yo. En vez del choque de esos cinco, con
una posición de la mano paralela al suelo, dar la mano se ha convertido en una
enérgica palmada a la mano del otro al tiempo que se agarra el pulgar, con la mano
hacia arriba.
¿Y esto quiere
decir algo? ¿Hay algún novedoso mensaje implícito en la nueva forma de saludo o
es sólo una moda que viene a ofrecer las mismas patatas presentadas en un
paquete diferente? El nuevo saludo parece más enérgico, más juvenil, más
expresivo y hasta sincero pero también menos educado y respetuoso; como los
nuevos tiempos. Los jóvenes lo usan de manera natural; simplemente han cambiado
una forma por otra. Pero, ¿y los más mayores?, ¿han adoptado también esta nueva
manera de chocar los cinco? No está claro: unos parece que sí y otros no tanto.
Hay cierta confusión a la hora de darse
la mano entre amigos: hay que esperar a ver qué fórmula elige el otro que al
mismo tiempo espera a ver cuál decides tú. Un lío.
Ahora bien,
una cosa es dar la mano y otra echar una mano. Echar una mano a otro siempre ha
significado sacarle de un apuro: como cuándo alguien cae a un hoyo, río, balsa,
pozo o arroyo y no puede salir por sí mismo. En este caso, la manera de echar
una mano no es ninguna de las dos anteriores. Si de verdad se quiere liberar a
alguien, hay que agarrarle fuerte de la muñeca al tiempo que el otro te agarra
a ti. Sólo así podrá el infortunado salir del pozo. Y para ello hace falta
fuerza, determinación y hasta poner en riesgo tu propia vida pues el
infortunado te puede arrastrar al pozo con su empeño de salvación.
En esto andaba
yo pensando la otra noche tras el partido, ya ven.
Román Rubio
Junio 2016
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