UN TIRO EN EL PIE
El joven Felipe Froilán de Todos los Santos de
Marichalar y Borbón, conocido como Felipe entre los miembros de su familia y
como Froilán por el resto del mundo, tuvo la mala suerte (o la mala cabeza) de
pegarse un tiro en el pie en una finca de caza de su familia paterna a la edad
de 14 años. El díscolo muchacho, artífice del más que rocambolesco historial
académico, que incluye varios colegios nacionales y extranjeros de régimen
externo, interno, paramilitar y semipensionista, sufrió el traumático percance
de disparase al pie mientras manipulaba una escopeta. El hecho contravenía el
paradigma lingüístico de la expresión idiomática “dispararse al pie”, ya que
esta se refiere al hecho de actuar en contra de los propios intereses,
comportándose, voluntariamente y sin
proponérselo, de manera autodestructiva. No es el caso de Froilán, que se sepa,
puesto que el hecho fue absolutamente accidental –o así ha trascendido-.
¿Y Cataluña? ¿Cumple el procés el paradigma de un disparo al pie? Veamos: se trata (o
trataba) de uno de los territorios más prósperos de España y por encima de la
media de las regiones europeas, disfrutaba de un autogobierno mayor que la
mayoría de otros territorios con cultura y lengua propias dentro de una democracia
desarrollada en la región, quizá, más democrática y libre del mundo (Europa).
Todos los índices económicos y sociales (turismo, comercio y ferias, industria
tecnológica y farmacéutica y proyección internacional) andaban viento en popa y
disponían de un hinterland (España)
capaz de aportar recursos humanos y
clientes para su economía además de proporcionarle un idioma que abre las
puertas de un continente y que hace de su capital (Barcelona) la capital
editorial en castellano. ¿Quién renegaría de una situación así?
Pero los maestros del disparo al pie son los
británicos. No hablaré de los perjuicios que trae consigo el brexit porque ya
lo he hecho en otros artículos. Sólo insistiré en que el problema es
absolutamente innecesario. Nadie ni nada forzó al gobierno británico a convocar
un referéndum de salida de la UE. Tienen una de las tasas más baja de desempleo
de la Unión y una de las economías más fuertes, se sirven de su pertenencia a
Europa para hacer de su City la proveedora de los servicios bancarios, aseguradores
y financieros del continente, lo que garantiza una clientela de cientos de
millones de personas de alto nivel económico, e imponen su lengua como lingua franca en todas las instituciones
europeas. ¿Y qué se les ocurre? Sacar la escopeta y pegarse un tiro en el pie
llamando a la salida del club.
Pero fijémonos solo en los daños colaterales: por un
lado Escocia. Los escoceses votaron hace poco la permanencia dentro del Reino
Unido desde una postura de pertenencia a la UE. Y así se expresaron en el
referéndum del brexit en el que se manifestaron claramente a favor. Y ahora, ¿qué?,
¿otro referéndum? ¿Y en Irlanda? ¿Qué pasa con Irlanda? Después de décadas de
conflicto con más de tres mil quinientos muertos, se llegó al acuerdo del
Viernes Santo de 1998 que logró pacificar la región. Uno de los condicionantes
fue el hecho de que no hubiera fronteras entre las dos irlandas, así como la
doble nacionalidad para los irlandeses del norte que la requiriesen. Ahora, la salida
de la Unión exige la instalación de fronteras para controlar el tráfico de
personas y los aranceles de las mercancías, lo que supone abrir las heridas. La
República (la del sur), por un lado, se ve beneficiada como destino de huída de
bancos y empresas que salen de Londres (Barclays, HSBC, JP Morgan y Citigroup)
y están instalando poco a poco su sede en Dublín, capital del único país de
habla inglesa de la futura Unión Europea (¿les suena de algo la historia?),
pero por otro lado ven un impedimento en su empeño de unificación de la isla,
para lo que ya están pidiendo, a medio plazo, un referéndum. Otro.
Theresa May, consciente de que el tiro al pie se lo
había dado Cameron (sin su permiso), decidió sacar la escopeta y pegarse su
propio tiro convocando unas elecciones
que deberían haber sido pan comido. No lo fueron. Para gobernar el país
necesita de quienes más pueden desestabilizar el sistema: los Unionistas del Ulster y a sus diez diputados
en Westminster, en tanto que la otra fuerza mayoritaria, el Sinn Féin, con 7
diputados, sigue sin reconocer a la corona y a
su parlamento. Más leña, fogonero.
De verdad: hay quien no puede estar cerca de una
escopeta sin dispararse al pie. Ni Froilán, ni Cataluña ni, por supuesto, el
Reino Unido, maestros en el arte de apretar el gatillo.
Román Rubio
Noviembre 2017
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