BREXIT
¿Se van? ¿No
se van? Los ingleses, digo. Yo creo que no. El debate será reñido pero al final
predigo que ganarán los partidarios de quedarse; por varios motivos, pero uno
principal: que la City –centro financiero de Londres- quiere quedarse dentro de
la Unión Europea. Así les irá mejor, o más bien, les continuará yendo bien.
Si vas a
Londres te llama la atención que todo el trabajo parece estar ocupado por
extranjeros: en el hotel te sirven el desayuno chicas rumanas, lituanas,
italianos o libaneses; si compras un libro en Charing Cross te cobra una cajera
francesa con un delicioso acento u holandesa –a esta última no la identificarás
como tal porque no tiene acento alguno-; si entras a comprar a un SPAR verás que
el reponedor o cajero lleva un nombre polaco o búlgaro en su etiqueta del
uniforme. El fontanero, albañil y carpintero que sacan material de construcción
de la furgoneta de la esquina son todos polacos (se calcula en unos 600.000 el
número de polacos viviendo y trabajando en el Reino Unido) y a los españoles
los encontrarás de camareros en los hoteles y los pubs, en la limpieza y en los
talleres. Pero no solo de trabajos manuales vive el hombre. Si se produce la
eventualidad de tener que ir a urgencias de un hospital las probabilidades de
que te atienda un médico inglés son ínfimas -hay casi 30.000 médicos de otros
países de la UE trabajando en el NHS (Seguridad Social) y más de 37.000 que
desempeñan otra función dentro del sistema de salud público, muchos de ellos
españoles-. Arquitectos e ingenieros españoles y rumanos, informáticos indios,
economistas y abogados de Argentina, Australia o Nueva Zelanda constituyen la
fuerza laboral de un gigante que parece asimilar cualquier cosa que venga de
fuera. No paga mal del todo pero, eso, sí, el alquiler de la vivienda cuesta
una fortuna y el transporte y la vida tampoco son baratas con lo que con una
mano te da y con otra te cobra. Así son las cosas en la sociedad capitalista.
Así es en el Reino Unido; en Londres, al menos.
Y me pregunto:
¿cómo es que allí caben tantos y aquí sobran tantos jóvenes? ¿Será que aquí hay
muchos más, como ocurre con los países del tercer mundo? Pues no; compruebo las
pirámides de población de los dos países y veo que no es ese el problema. Tenemos
menos jóvenes que ellos. Es sólo que, misteriosamente, allí hay más cosas que
hacer, más trabajo, lo cual para mí es un misterio.
Eso sí; no
tienen AVE. Cuando viajan en tren lo hacen en anticuados, tradicionales,
simples trenes de viajeros, los desgraciados. Sólo tienen un tren parecido a
nuestro moderno y veloz AVE y es el Eurostar, porque conecta Londres con París
y Bruselas, en donde todos son unos finolis, unos pijos y unos comodones, como
los españoles; bueno, finolis sí, pero tan pijos y comodones, no.
Nosotros, sin
embargo, podemos ir a Madrid en un abrir y cerrar de ojos en un tren rapidísimo
y moderno. Y no solo quienes vivimos en Valencia y otras capitales: hay una
estación en Requena-Utiel, que no está en Requena ni en Utiel, sino en medio de
la nada transitada por una media de 20 pasajeros por día y que costó 12.4
millones de euros. Está alejada del pueblo, en medio de los viñedos, de modo
que ¿para qué quiero tren si tengo que ir en coche y dejarlo en un parking de
pago? Para eso me voy en mi coche. La hay en Villena, con 71 usuarios al día y precio
similar; (no hay descuento para los residentes en la prisión). La de Puente
Genil tiene un tráfico de 69 pasajeros, 99 la de Huesca y 14 la de Segovia y 1
pasajero (sí, lo han leído bien: un pasajero diario) la de Talienta (Huesca) y
es que una de cada cuatro estaciones del carísimo AVE tienen menos de cien
pasajeros al día. Presumimos, eso sí de tener la segunda red de alta velocidad
más extensa del mundo tras China. Hemos superado a Francia y doblamos los kilómetros
de Alemania, hemos gastado 47.000 millones de euros en una red que transporta
el 3.4% de pasajeros del total de usuarios del tren y que no admite cercanías
ni mercancías. ¿Alguien da más? Es que los demás no saben vivir. Pronto
seguiremos ampliando las líneas para integrar al Cantábrico, Galicia y
Extremadura en una loca carrera a la ruina.
No sé si las
dos cosas están relacionadas (no he ido ni a Harvard ni a Deusto como ese presuntuoso
ministro español). Me refiero al hecho del empleo del Reino Unido y el AVE de España,
pero… ¿y si tuvieran algo que ver? ¿Lo han pensado?
Román Rubio
Mayo 2016
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