LUPUS
El otro día me
lo recordó un amigo hablando de una tercera persona: en la serie Dr. House,
cuando los perturbadores síntomas de un paciente no tenían ninguna lógica y no
se podía determinar la causa de la enfermedad, se producía una sesión de brainstorming médico (sesión clínica) y
alguien del equipo, una vez valoradas y desechadas todas las alternativas
lógicas, cuando ya parecía que no se podía avanzar más, decía: lupus. Y asunto
concluido; se medicaba de manera genérica (el lupus parece aceptar cualquier
medicación como buena) y al final del capítulo, House, él solito, descubría la
verdadera enfermedad que ocasionaba los síntomas y que nunca era el misterioso
lupus. Entretanto el enfermo había sobrevivido al tratamiento con corticoides
(que nunca vienen mal) reforzados por antibióticos, inmunodepresores y
cualquier otra cosa que se les ocurriera a los magos de la bata blanca.
En eso andaba
yo pensando el domingo cuando vi la foto de Carmena, alcaldesa de Madrid, Ada,
de Barcelona y el menos mediático Juan Espadas, alcalde de Sevilla preparados
para presenciar la final de la Copa del Rey de fútbol. Tuve la impresión de ver
en la imagen la representación de las tres ciudades más importantes de España:
Carmena –como anfitriona- y Ada dispuestas a tragarse un tostón (como constaté
en los primeros planos de la Colau durante el partido) en solidaridad con la
Reina Letizia; en cuanto al de Sevilla… no sé. Ni siquiera sabía que había un
alcalde; cuánto menos su nombre, el partido político o si le gusta el fútbol o
las torrijas.
Faltaba, eso
sí, Ribó. Faltaba Valencia. ¿Qué le pasa a Valencia? Los síntomas son
preocupantes: el paciente está deprimido y no levanta cabeza: sus equipos de
fútbol descienden a segunda división o no se clasifican para competiciones
europeas, el asfalto de las calles se deteriora sin remedio, el nuevo estadio
–que habría de acoger finales nacionales e internacionales- sigue en esqueleto,
el barrio marinero quizás con más carácter del mediterráneo -El Cabañal- está
en ruinas gracias al empecinamiento de Rita la de la Barbería, o la Barbaridad
¿(o era de la Berbería)? ¿(o del Barbitúrico)?, que ya no me acuerdo; la feria
(la gran feria comercial) ha dejado de existir, sólo queda un inmenso edificio
casi sin uso, como el Ágora, el Veles i Vents o el velódromo Luis Puig. ¿Se
acuerdan del velódromo Luis Puig? ¿Qué será de él? ¿Alguien lo sabe, o lo ha
visto recientemente? ¿Seguirá allí? ¿Y qué ocurrirá dentro? ¿Estará ocupado por
los fantasmas de Eddy Merck y Guillermo Timoner? El puerto se comió todas las
playas del sur para llenarlas de contenedores que vienen de la China y van a
Madrid, no hay trabajo para nuestros jóvenes (o muy poco) haciendo que estos se
tengan que buscar la vida en el extranjero o ¿cómo no? en Madrid; muchos locales
comerciales están cerrados o casi sin público de modo que sólo los chinos
parecen estar interesados en alquilar, los restaurantes, vacíos, sacan a su
camarera más simpática a la calle de negro con mandil blanco tratando -con una
sonrisa- de meter a alguien que haga sonar la caja, desciende el tráfico, la
renta no levanta, las inútiles infraestructuras (circuito urbano, Copa
América…) se caen a pedazos o se llenan de juncos y cañares, el aeropuerto
mejora los números pero menos que otros como por ejemplo, Alicante, que lo dobla con creces
tanto en pasajeros como en destinos; la construcción (gracias a Dios) se
paraliza, el turismo -en su mayor parte low
cost- se estanca y si crece, lo hace menos que en otras ciudades como
Málaga o la misma Sevilla, (no digamos Barcelona en dónde empieza a ser una
peste); decrece el número de viajeros
del autobús y del metro pero la bici no acaba de arrancar y llueve en las
Fallas.
Menos mal que la paella acaba de ser incluida como icono en los
móviles, gracias al buen hacer de los grupos de presión y los excelentes
cocineros que han conseguido el gran logro. Además, en el icono, se ha
desechado la pertinaz y extendida idea de poner gambas junto al pollo. ¡Un
logro de los valencianos del que deberíamos sentirnos orgullosos! A partir de
ahora los filipinos, tejanos, colombianos y keniatas podrán comunicar por
móvil: “me voy de paella con los amigos” con un solo toque de dedo.
Los síntomas
son devastadores. El diagnóstico está cerrado en falso: es lupus. Ahora, al
final del capítulo, le toca al Dr. House, en un genial desenlace, determinar el
verdadero diagnóstico, y a partir de ahí dejar los corticoides y empezar a
administrar el tratamiento adecuado.
Román Rubio
Mayo 2016
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