lunes, 8 de enero de 2024

SOR PEDROCHE Y EL REY BALTASAR

 

SOR PEDROCHE Y EL REY BALTASAR




Me encontré hace poco con un amigo que me dijo que su fecha favorita de estas fiestas es el 7 de enero. La verdad es que le entendí perfectamente. Vuelve la bendita rutina a nuestras vidas y nos deja una resaca (en mi caso y en de mi familia, amenizada por la gripe) y me congratulo al pensar en una vida de asquerosa rutina y libre de virus y otras distracciones.

Así y todo, “estas fechas”, como suelen llamarlas tipos con poca imaginación como quien esto escribe, nos traen siempre un par de sainetes que ayudan a sobrellevar el tedio social. El primero, como siempre, es la aparición de la Pedroche dando las campanadas y sermoneándonos, una vez más, con los inanes discursos oportunistas de buenismo: salvar el planeta, con incrustaciones de vidrio de botellines de Mahou en los zapatos, “concienciación de la importancia del agua”, con un vestido hecho con la cuarta parte de una cortina de baño pequeña y otras parvulistas obviedades ¿Se imaginan lo que podría ser la vallecana en cueros a cero grados predicando, como una Charles Bukowski del extrarradio, sobre lo ameno que sería ser borde, egoísta y, a ser posible, asquerosamente rico?

Me proponía escribir algo sobre la aparición de la escultural Virgen del Arrabal y la competencia sufrida por TVE1 en  donde una tal Ana Mena  (quienquiera que sea), pero he recordado que escribí algo sobre ella hace unos años y me dedico a ejercitar el corta y pega, que es más cómodo:

“Habría que preguntar a Jesucristo si es lícito que la criatura de Vallecas se exponga año tras año en un balcón de cierta céntrica plaza madrileña a medianoche con una cantidad de tela cada vez más escueta, en pleno invierno mesetario. Ya saben: el de Nazaret era un maestro en salir airoso de las preguntas trampa a las que se veía sometido por los taimados fariseos, siempre prestos a cogerle en un renuncio. “¿Es lícito pagar impuestos a Roma?”, preguntaron los fariseos. Si el hijo del carpintero decía que no, se congraciaba con el pueblo judío (su pueblo), sometido por la colonización de Roma y se buscaba un lío con el centurión. Y si decía que sí, quedaba ante sus compatriotas como un pelota, indigno de liderar las aspiraciones nacionalistas del Frente Judaico Popular y el Frente Popular de Judea. Jesús, viendo la perfidia en la insidiosa pregunta, se salió por la tangente con aquello de: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22.21), que no sé si es decir mucho o nada, pero sale del paso de maravilla.

El feminismo está dividido con el vestido de la Pedroche. Una parte (la parte farisea) sostiene que el hecho de que la descarada muchacha aparezca en semicueros, año tras año, a la intemperie madrileña, luciendo sus bien definidos atributos junto al irrelevante tipo de turno con esmoquin, es una vergüenza, un retroceso en la lucha por la liberación de la mujer que la hace merecedora de lapidación. Otra parte (la herodista) sostiene que no hay nada más feminista que ponerse (o quitarse) lo que a una le venga en gana, y que si a la joven presentadora le apetece desnudarse en mitad de la noche invernal y exhibirse de esa guisa en un balcón de la plaza del pueblo por una bolsa repleta de denarios, ¿quién se puede arrogar la autoridad moral para reprobar tan animosa actitud? Como dijo el de Nazaret: “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”.

 El otro sainete al que nos tiene acostumbrados estas fechas es el de los Reyes Magos, esa tradición tan española que rememora la Adoración a Jesús de unos Magos  que ni consta en sitio alguno que fueran reyes, ni que fueran tres, cuatro o doce. El único evangelista que habla del asunto fue Mateo, que habla de Magos (probablemente sacerdotes de religiones paganas), sin especificar número alguno y provenientes del Este (¿imperio persa?), con lo que ustedes mismos pueden evaluar las probabilidades de que hubiera un negro.

Recuerdo un año en el que siendo Carmena la alcaldesa de Madrid salieron vestidos de magos de Oz, con una especie de cortina de baño (más amplia, eso sí, que la de la Pedroche), propiciando el llanto inconsolable de la hija de Álvarez de Toledo.

Este año, en muchas partes de España han salido de Rey Baltasar gentes con la cara pitada de Kanfort; y en Madrid, rizando el rizo, hablando a los niños como la criada de Escarlata O’Hara, lo que no sé si será racista, pero desde luego no es de muy buen gusto.

Hemos sobrevivido a estas fechas un año más. No sé qué ocurrirá de aquí hasta la próxima Navidad, pero lo que sí sabemos es que la Pedroche volverá  a amenizar las campanadas con un mensaje facilón, un vestido aún más breve y una bolsa de denarios más repleta. Y los Reyes… no sé, algo se inventarán para amenizar el cotarro. Y yo, Dios mediante, se lo contaré a ustedes.

 

Román Rubio

Enero 2024




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