martes, 6 de febrero de 2024

TERRORISMO Y LA PULSERA DE LETICIA

 

TERRORISMO Y LA PULSERA DE LETICIA



Que no, señor juez, que lo que hicieron Fuigalmont y sus colaboradores, también conocidos como la Troupe de Mademoiselle Églantine, no fue terrorismo. Puede tacharlo usted de villanía —difícil de tipificar como delito— de rebeldía o de provocar desórdenes públicos, lo que probablemente sí esté penado en el Código de Hamurabbi de su mesita de noche,  pero terrorismo, ni hablar. Terrorismo es lo que hicieron los sacristanes de Euzcadi en Hipercor, los yihadistas de Alcanar en las Ramblas o los de las montañas remotas y lejanos desiertos en las Cercanías de Madrid. Y también lo que hicieron con Lluch, Broseta, o Tomás y Valiente. Y usted, yo y los lectores lo sabemos. No se haga usted el tonto.

Sí, ya sé que en una ocasión cortaron el acceso al aeropuerto de El Prat provocando el caos, que no es ni más ni menos que lo que están haciendo ahora los tractoristas. También soy consciente de que en aquel evento, mi amigo Fidel, separatista irredento y partícipe en los desórdenes, tuvo que volver andando desde el aeropuerto a su casa de Barcelona en la madrugada por lugares inhóspitos como rotondas y arcenes desangelados y agotado se prometió que nunca más iría a paralizar una infraestructura tan lejana y de regreso tan incómodo. El que un cincuentón tenga que pegarse una caminata de diez o quince kilómetros en la madrugada es grave, pero no tanto como para llamarlo terrorismo. Y que durante los hechos muriera de infarto un francés, enfermo de corazón, tras haber sido atendido in situ y evacuado en helicóptero al hospital, tampoco.

De nuevo entramos en el campo de las hipérboles interesadas. A veces interesa  minimizar los hechos como con aquellos gloriosos “hilillos de plastilina” y más a menudo se falsea el significante produciendo la banalización del significado. Todo para conveniencia del hablante, como ocurre con las palabras genocidio o fascismo.

Ni lo de Ucrania o Palestina es genocidio ni lo de Vox es fascismo. Para que haya genocidio no basta que haya matanza o ni siquiera matanza de población civil, cosa que se empeñaron en explicar quienes ordenaron los bombardeos aliados sobre Alemania; tiene que haber el propósito premeditado de exterminio de una etnia, como ocurrió en el holocausto de los judíos por los nazis o en el conflicto de los hutus contra los tutsis de Ruanda. Eso es genocidio.

En cuanto a lo de Vox… Para que haya fascismo deberíamos hablar de exaltación de la Patria (algo bastante común), exaltación del líder, primacía de la raza o etnia, ejercicio de la violencia revolucionaria y repudio del diálogo  y  del sistema parlamentario en beneficio de un principio de autoridad inapelable. Esos son los fascistas —bien conocidos por quienes tenemos cierta edad— y no los que prohíben fumar en las terrazas.

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En otro orden de cosas más ligero, otro titular ha saltado a mi inquisitiva mirada a la prensa: Leo en La Vanguardia: “Leticia pierde la pulsera y ella misma la recoge del suelo”. Un titular anodino a no ser por las palabras  “ella misma”.

Me recordó al lenguaje del HOLA. En una época pasada fui lector semanal de esa revista. Constituí con mi madre —ya mayor— un club de lectura en el que una tarde a la semana, en su sofá, repasábamos yo el HOLA y ella la revista PRONTO hasta la hora del paseo. Allí me empapé de las casas de Trump en Nueva York, las celebraciones de los Casiraghi y vicisitudes de las familias reales con un lenguaje muy particular. Recuerdo el titular: “El Príncipe Harry, en un simpático gesto, recoge él mismo la pelota que había lanzado”.

En principio pensé que el chico era un poco tonto, ya que las pelotas, en el criquet —que era a lo que jugaba el muchacho—, se lanzan para que las recoja o las golpee otro, pero tratándose de príncipes, ¿quién sabe? A lo mejor el juego era tirar la pelota y recogerla uno mismo para distracción de los lacayos. No sé.

Román Rubio

Febrero 2024

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