TERRORISMO Y LA PULSERA DE
LETICIA
Que no,
señor juez, que lo que hicieron Fuigalmont y sus colaboradores, también
conocidos como la Troupe de Mademoiselle
Églantine, no fue terrorismo. Puede tacharlo usted de villanía —difícil de
tipificar como delito— de rebeldía o de provocar desórdenes públicos, lo que
probablemente sí esté penado en el Código de Hamurabbi de su mesita de noche, pero terrorismo, ni hablar. Terrorismo es lo
que hicieron los sacristanes de Euzcadi en Hipercor, los yihadistas de Alcanar
en las Ramblas o los de las montañas remotas y lejanos desiertos en las
Cercanías de Madrid. Y también lo que hicieron con Lluch, Broseta, o Tomás y
Valiente. Y usted, yo y los lectores lo sabemos. No se haga usted el tonto.
Sí, ya
sé que en una ocasión cortaron el acceso al aeropuerto de El Prat provocando el
caos, que no es ni más ni menos que lo que están haciendo ahora los
tractoristas. También soy consciente de que en aquel evento, mi amigo Fidel,
separatista irredento y partícipe en los desórdenes, tuvo que volver andando
desde el aeropuerto a su casa de Barcelona en la madrugada por lugares
inhóspitos como rotondas y arcenes desangelados y agotado se prometió que nunca
más iría a paralizar una infraestructura tan lejana y de regreso tan incómodo. El
que un cincuentón tenga que pegarse una caminata de diez o quince kilómetros en
la madrugada es grave, pero no tanto como para llamarlo terrorismo. Y que
durante los hechos muriera de infarto un francés, enfermo de corazón, tras
haber sido atendido in situ y evacuado
en helicóptero al hospital, tampoco.
De nuevo
entramos en el campo de las hipérboles interesadas. A veces interesa minimizar los hechos como con aquellos
gloriosos “hilillos de plastilina” y más a menudo se falsea el significante
produciendo la banalización del significado. Todo para conveniencia del
hablante, como ocurre con las palabras genocidio o fascismo.
Ni lo de
Ucrania o Palestina es genocidio ni lo de Vox es fascismo. Para que haya
genocidio no basta que haya matanza o ni siquiera matanza de población civil,
cosa que se empeñaron en explicar quienes ordenaron los bombardeos aliados
sobre Alemania; tiene que haber el propósito premeditado de exterminio de una
etnia, como ocurrió en el holocausto de los judíos por los nazis o en el
conflicto de los hutus contra los tutsis de Ruanda. Eso es genocidio.
En
cuanto a lo de Vox… Para que haya fascismo deberíamos hablar de exaltación de
la Patria (algo bastante común), exaltación del líder, primacía de la raza o
etnia, ejercicio de la violencia revolucionaria y repudio del diálogo y del
sistema parlamentario en beneficio de un principio de autoridad inapelable.
Esos son los fascistas —bien conocidos por quienes tenemos cierta edad— y no
los que prohíben fumar en las terrazas.
-----------------------------------
En otro
orden de cosas más ligero, otro titular ha saltado a mi inquisitiva mirada a la
prensa: Leo en La Vanguardia: “Leticia pierde
la pulsera y ella misma la recoge del suelo”. Un titular anodino a no ser
por las palabras “ella misma”.
Me
recordó al lenguaje del HOLA. En una época pasada fui lector semanal de esa
revista. Constituí con mi madre —ya mayor— un club de lectura en el que una
tarde a la semana, en su sofá, repasábamos yo el HOLA y ella la revista PRONTO
hasta la hora del paseo. Allí me empapé de las casas de Trump en Nueva York,
las celebraciones de los Casiraghi y vicisitudes de las familias reales con un
lenguaje muy particular. Recuerdo el titular: “El Príncipe Harry, en un simpático gesto, recoge él mismo la pelota
que había lanzado”.
En
principio pensé que el chico era un poco tonto, ya que las pelotas, en el
criquet —que era a lo que jugaba el muchacho—, se lanzan para que las recoja o
las golpee otro, pero tratándose de príncipes, ¿quién sabe? A lo mejor el juego
era tirar la pelota y recogerla uno mismo para distracción de los lacayos. No
sé.
Román
Rubio
Febrero
2024
DISPONIBLES EN AMAZON
No hay comentarios:
Publicar un comentario