miércoles, 2 de julio de 2025

 

TVE


“Cuando el vulgo alaba una cosa, aun suponiendo que no sea mala, a mí comienza a parecérmelo”

CICERÓN

Llámenme presuntuoso, inmodesto, elitista intelectual —con o sin motivo—, pedante, pejiguero o gruñón, pero conforme me voy haciendo mayor aguanto menos la trivialidad de lo que ha dado en llamarse programas de “entretenimiento” en los medios audiovisuales. La edad, a algunos, nos hace sentir la premura del paso del tiempo y  mantenernos alejados de la idiocia propuesta por la mayoría de estos programas.

Entiendo que quienes gustan tiene derecho a los master chefs, los hilos de costureros, los romances en islas tropicales de poco comer y más fornicar y a pasar la velada en compañía de tipos superficiales que empiezan el programa con bombo (con leyenda solidaria en el tambor, no vaya a ser), pero, por favor, no con dinero público.

En los últimos tiempos TVE ha caído en las más hondas simas de la vulgaridad. Y digo bien, pues en la deriva del ente salvo a RNE, que por una razón o por otra conserva parte de la dignidad que se supone que debe tener un medio público y de cobertura nacional. Para algunos, usuarios de la radio cuando vamos en el coche, encontramos un remanso de paz y cordura cada vez que, hartos de griterío inane, sintonizamos frecuencias como Radio Clásica, Radio 3, Radio 5 y hasta RNE1 que nos ponen a salvo de predicadores patrióticos iluminados, acólitos woke, panfletistas de la modernidad y el buenrollismo y gritones contribuyentes al ruido ambiental que hacen valer aquella máxima de Montaigne: “Los hombres, como los zuecos, suenan más cuanto menos tienen en su interior”.

No ocurre lo mismo con TVE1, cada vez más superficial, chabacana, ruidosa, trivial y pachanguera, hasta límites insospechados y difíciles de digerir, de la que se pueden salvar menos programas que hombres justos en Gomorra.

¿Qué me dicen sino del esperpento de Eurovisión? Vale que hay que transmitir el festival: como miembro de tal asociación imagino que será preceptivo emitir tal exhibición de mujeres semidesnudas cantando letras semiobscenas contorneándose en posturas absurdamente acrobáticas, pero, ¿es necesario que se nos someta a la tortura de todo el preámbulo de selección, entrevistas y programas y más programas sobre tal vacuidad?

¿Es de recibo que una TV sustentada con dinero público  programe bodrios como La familia de la tele para dar pábulo y dinero de todos a esos personajillos del submundo moral? ¿Tan bajo puede caer una cadena pública como para programar los desechos de Tele5? ¿Es necesario que TVE nos afrente de ese modo a tantos, por raritos que seamos?

Acúsennos de supremacismo cultural, como ha hecho el Presidente de RTVE, José Pablo López. No me importa asumir el rol. Y como supremacista cultural condeno al susodicho gestor, a sus secuaces y palmeros a ver 500 horas de TV seguidas con documentales de Attenborough y todas las películas de arte y ensayo de los 60 y los 70 con música de Schoenberg y Béla Bartók. He dicho.

Decía Epicteto: “Evita los espectáculos públicos y vulgares.” Y añadía: “Calla la mayor parte del tiempo, o bien habla sólo lo necesario y con pocas palabras. Podemos, sin embargo, entablar un diálogo moderado si se llega a dar la ocasión, pero abstengámonos de hacerlo sobre cuestiones comunes tales como gladiadores, carreras de caballos, campeones de atletismo o fiestas, que son los temas vulgares de conversación. Pero, principalmente, no hablemos sobre otras personas; así evitaremos reproches, alabanzas y comparaciones.

No era el estoico fan de Belén Esteban y compañía, por lo que se ve.

Román Rubio

Junio 2025