jueves, 30 de noviembre de 2017

LA LIBERTAD DE LOS PUEBLOS

LA LIBERTAD DE LOS PUEBLOS
“Oiga, pueblo lo será usted” espetó el ciudadano al prócer que no hacía sino dar la barrila con lo del pueblo, la libertad del pueblo, etc., etc. Y es que el ciudadano, como me ocurre a mí, cuando le hablaban tanto del pueblo y de su libertad tenía la impresión de que estaba ante un charlatán, experto en las artes del birlibirloque y de esconder la bolita. Veamos: el ciudadano, llamémosle García, sabía, como lo sé yo, qué era eso de la libertad individual, la de las personas Había vivido en un país en el que no había libertades o estas estaban muy restringidas: no se podía opinar de política si no era para alabar al dictador, que regulaba lo que se publicaba en imprenta y se exhibía en las salas de cine, y había que comportarse, no fuera que el cabo de la Guardia Civil apuntara el nombre de uno y lo tuviera en cuenta a la hora de extender un certificado de buena conducta para solicitar una plaza de conserje en el sindicato vertical.

En cambio “el pueblo” era  independiente: tanto que se vanagloriaba de ser Uno, Grande, Libre y que no regalaba un ápice de soberanía a ningún organismo supranacional, entre otras cosas porque no era reconocido, o lo era de mala gana por estos. Era (casi) tan libre e independiente como lo es hoy Corea del Norte. Otra cosa es que lo fueran sus ciudadanos, como ocurre en el país asiático. 
El independentismo catalán juega de manera magistral (y, a mi juicio, falaz) con los conceptos de libertad e independencia de los pueblos. Las personas en Cataluña son libres, viven en un marco de libertad al mismo nivel que en cualquier otro lugar de Europa. Son libres de hablar su lengua, de comer butifarra amb mongetes, bailar sardanas y hacer castells tantas veces como quieran y en todos los lugares. No son, eso sí, independientes, en la medida en la que no pueden hacer fronteras con sus vecinos, pero eso es otra cosa. No confundamos.

Hanna Arendt, cuando fue increpada por la tibieza de su amor por el pueblo judío contestó algo parecido a lo del ciudadano del principio. “¿Amor? Yo no amo a ningún pueblo, ni siquiera al judío. Amo a mis amigos y a mi familia”. Yo mismo aprendí de muy joven que el pueblo que yo amaba era el de los Rolling Stones. Crecí en un lugar cercano al de Joselito pero pronto me di cuenta de que aquel no era “mi pueblo”. Ni el ruiseñor de las cumbres ni la niña de la tómbola ni la chica yeyé ni el tamborilero rompopompó ni aquel dúo moña de veinte años tiene mi amor, ni el territorio de la jota y el flamenco eran mi pueblo. El mío era un pueblo sin territorio de personas a las que nos unían las Honky Tonk Women y el Pleased to Meet You, have you guessed my name? Y no, tampoco éramos ingleses ni queríamos serlo.

Cuando hablan de pueblos veo élites que luchan por la hegemonía en el control de un territorio. Para intentar matizar el concepto he ido a la fuente de INDESCAT, la oficina estadística de Cataluña, y he investigado sobre los apellidos más comunes en aquella tierra. Para saber algo del “pueblo” catalán o lo que sea.  El apellido más común en Cataluña es García, seguido de Martínez, López, Sánchez, Rodríguez y Fernández. Si cogen al azar a 1000 personas de una calle catalana tendrán entre ellos a 23 García, 16 Martínez y 15 López.


Tomemos, en cambio, las listas de las candidaturas mayoritarias al gobierno del territorio (llámele usted Comunidad, País, Nación, República o cómo le plazca). Los apellidos son: Puigdemont i Casamajó, Sánchez i Picanyol, Ponsatí Pubiols, Turull i Negre, Bevás i Castanyer y Rull i Andreu por Junts per Catalunya y Junqueras i Vies, Rovira i Vergés, Romeva i Rueda, Forcadell Lluís y Mundó Blanch por ERC. ¿Ven lo que quiero decir? Sólo Sánchez aparece púdicamente semiescondido en la retahíla de nombres catalanes de pura cepa. Lo dicho: Cuestión de quién es el dueño del territorio. Recuerdo ahora a la señora Ferrusola expresando su asco al hecho de que alguien con un apellido como  Montilla pudiera llegar a ser President de la Generalitat. Y no, precisamente,  por ser socialista (que también). Sin pudor alguno.

Pero no solo de Cataluña vive el hombre. He ido al banco de datos  europeo y descubro que los apellidos más comunes en Irlanda del Norte son Wilson, Campbell, Kelly, Johnston, Morre y Thompson, todos 100% British, en tanto que en la República de Irlanda (la del Sur) son Murphy, Kelly/ O’Kelly, Sullivan/ O’Sullivan, Walsh, O’Brien, O’Connor. Ya ven, esa plebe de tipos ruidosos y pendencieros que tienen muchos hijos pelirrojos jugando en la calle con los mocos colgando. No he consultado los de Crimea, pero intuyo que estará lleno de apellidos rusos (son el 80% de la población) nada contentos con compartir la hegemonía con los ucranianos.

Desconfíen cuando les hablen de la libertad de los pueblos. En general quieren decir independencia y control hegemónico del territorio por parte de las élites con caché. Excepto los Stones. Bienvenidos al pueblo de los Stones.

Román Rubio
Noviembre 2017 

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