CREER A SUS PROPIOS OJOS
¿A quién va a creer usted, a mí o a sus propios
ojos?, espetó Chico Marx disfrazado de Groucho en Sopa de ganso a una desconcertada señora. Hay una anécdota que he
contado en más de una ocasión para ilustrar la idea de la discordancia entre lo
que vemos y lo que creemos, pero, sobre todo, lo que “queremos” ver.
Se celebraba el toro embolado en las fiestas de un
pueblo valenciano cuando un grupo de mozos salió corriendo de la plaza gritando
¡el toro, el toro! Uno de de ellos llevaba un palo con una antorcha encendida en la punta y decía muuuuu, provocando una peligrosa desbandada entre la
gente que estaba tranquilamente tomando algo en las terrazas de la calle
principal. Hasta aquí, nada de particular. Lo curioso es que muchos de los que
huyeron en desbandada, volcando sillas, mesas y hasta lesionándose en la huída
“vieron” a un esmirriado muchacho de sesenta quilos con ricitos y pantalón
vaquero portando un palo encendido pero “quisieron ver” a un toro de 400 kilos
con dos bolas de fuego. ¿Qué extraño
mecanismo hace que se adueñe el pánico entre personas que “vieron” a un
muchacho haciendo de toro? ¿Tan potente es la emoción que es capaz de
contradecir a lo que los propios ojos ven?
De los ojos esperamos que vean lo que queremos que
vean y no lo que de verdad ven, que puede ser, en ocasiones, perturbador en la
medida en la que contradice nuestros esquemas.
La semana pasada Barcelona perdió la posibilidad de
albergar la Agencia Europea del Medicamento, sede codiciada por muchas otras
importantes ciudades europeas a pesar de presentar una estupenda candidatura y
ser la favorita de los funcionarios que ya se veían cambiando la grisura
londinense por la luminosidad mediterránea. Lo curioso es que los
independentistas catalanes –a nivel particular y de representantes políticos-
no ven ninguna relación entre el hecho de querer abandonar España (y la Unión
Europa, de rebote) y el de perder la sede de una Agencia Europea. ¿Relación
entre una cosa y otra? Ninguna. Como lo oyen. Para el diputado Tardá y otros
muchos particulares a los que atiendo en las redes sociales, el hecho de que
una institución internacional que sale del Reino Unido porque este está en
trance de separarse de la Unión decida en contra de instalarse en una región
que está haciendo denodados esfuerzos para salir del club no guarda relación
alguna. El responsable del fracaso es (¿cómo no?) el gobierno de la nación por
aplicar el reglamento que la Constitución prevé para casos de flagrante
insubordinación de alguna comunidad autónoma. Eso y la actuación policial del
1de Octubre, dirigida con innecesaria torpeza e imprudencia por un tal señor
Zoido (me pregunto en qué vetustos casinos de provincias o sacristías encuentra
el PP a tipos como Zoido, Floriano o
Maillo).
Ya ven: parece la norma. No aceptaré evidencia
alguna que contradiga “mi” verdad.
Aunque sea en contra de mis propios ojos. Eso lo dejo para los tibios y los
indecisos. Y si mis ojos me presentan un muchacho con ricitos y un palo
encendido haciendo muuuuu y yo quiero
ver a un toro de 400 kilos, pues lo veo y ya está, que para eso estoy en
posesión de la verdad; o de “mi” verdad, que viene a ser lo mismo.
Román Rubio
Noviembre 2017
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